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18 Abril 2024, Puebla, México.

Se pensaron eternos

Historia |#54acd2 | 2019-05-06 00:00:00

Se pensaron eternos

Verónica Mastretta

Vida y milagros

El 20 de febrero de 1933, los 24 industriales más poderosos de Alemania llegaron al Reichstag, la sede política de Berlín, a una inesperada entrevista con Hitler, respondiendo a una invitación de Göring, presidente del parlamento alemán en ese momento. Detrás de los nombres personales de esos grandes empresarios hoy casi olvidados, aún perduran los intereses y las empresas que muchos de ellos heredaron o hicieron poderosas: BASF, BAYER, Agfa, Opel, Siemens, Allianz, Telefunken, IG , Farben, por decir algunas.

 

 "SÍ decimos los nombres de sus empresas, sí los conocemos, y los conocemos muy bien. Están ahí, entre nosotros. Son nuestros coches, nuestras lavadoras y máquinas de coser, nuestros artículos de limpieza, nuestros radios despertadores, el seguro de nuestra casa o la pila de nuestro reloj. Están ahí, en todas partes, bajo la forma de cosas. Nuestra vida cotidiana es la suya. Cuidan de nosotros, nos visten, nos iluminan, nos transportan por las carreteras del mundo, nos arrullan. Y los 24 sujetos presentes en ese momento en el palacio del presidente del Reichstag, son los mandatarios del momento, el clero de la gran industria, sus sacerdotes... Se mantienen ahí impasibles, como 24 calculadoras en las puertas del infierno." (Éric Vuillard, El orden del día, tusQuets, 2018)

 

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En su libro El orden del día, Eric Vuillard describe perfectamente cada uno de los detalles del palacio, de las escalinatas y el barandal en el que se apoyan los más viejos invitados. Nos muestra la cúpula de cristal, las pinturas y esculturas que adornan sus paredes, sus enormes candiles, mientras nos hace el recorrido de la comitiva de los 24 empresarios más poderosos del país, hasta llegar a la privadísima sala de juntas en la que se encontrarían con Hitler.

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Adolf Hitler y el empresario Fritz Thysen en 1933.

 

¿A qué llegaron a ese palacio esos 24 personajes, algunos ya cercanos al final de sus días, con sus trajes de tres pieza, sus capas y abrigos impecables, su estela de lavanda, sus habanos Montecristo y sus cabezas coronadas de canas? Llegaron a pactar con el poder, a pactar para poder seguir siendo eternos a través de sus empresas y sus consorcios. La invitación no los tomó por sorpresa. Estaban acostumbrados a codearse con la clase política, a las comisiones y a los pagos por debajo del agua. La corrupción era para ellos una carga ineludible del presupuesto de las grandes empresas. Por supuesto se le llamaba de distintas maneras: gratificación, financiamiento de partidos, comisiones, contratos ventajosos. Llegaron a que les pidieran dinero, un dinero que estaban perfectamente acostumbrados a dar a quien se los fuera solicitando, siempre y cuando hubiera unas mínimas garantías de éxito en la propuesta que les presentaban y la eterna protección a sus intereses y a sus empresas.

 

Se abrió la puerta y entró Hitler. Quienes no lo conocían sentían curiosidad por verlo. Se dicen tantas cosas de quienes aspiran al máximo poder. Puede pintárseles como encantadores o como sátrapas. Hitler estuvo encantador, afable, sonriente, sencillo y relajado. En absoluto como lo imaginaban. Nada mejora más a un político que el periodo de la conquista. Para cada uno tuvo unas palabras amables y un fuerte y cálido apretón de manos.  Su propuesta fue muy concreta: necesitaba de su apoyo para ganar las elecciones del 5 de marzo y garantizar que, por el bien y estabilidad del país, no hubiera elecciones en diez años, o de ser posible, en cien, de preferencia en mil. Todos abrieron sus carteras con generosidad. Tan solo Gustav Krupp donó un millón de marcos.

 

Los 24 hombres que formaron parte del arreglo del 20 de febrero, y que dieron a Hitler con su complicidad y silencio el poder total en las elecciones del 5 de marzo de 1933, propiciaron que el imponente edificio del Reichstag volara por los aires junto con Alemania al final de la segunda guerra mundial. Todos ellos sobrevivieron al régimen y financiaron en el futuro a numerosos partidos de acuerdo a sus beneficios.

 

Ese encuentro tan perfectamente narrado es solo la repetición de un episodio habitual a lo largo de la historia en el mundo de los grandes negocios y sus cabezas pasajeras, acostumbrados a codearse con los políticos del partido que sean, para cubrir sus intereses. La reunión descrita por Éric Vuillard es ideal para mostrar hasta qué punto es eterna la esencia de estas complicidades, representadas por esos montones de carne y hueso perecederos pero que, de momento y en los grandes salones del poder, se sienten eternos y más inteligentes que nadie.

 

Releí la escena del El orden del día e inevitablemente rondan por mi cabeza los viejos nombres de los Salinas Pliego, los Azcárraga, los Bernardo Gómez, los González, los Alfonso Romo, los Olegario Vázquez, los Carlos Hank, los Daniel Chávez, los Miguel Rincón y los Miguel Alemán hijo, y no sólo pienso en el Consejo Empresarial de la 4T convocado por Romo, sino en los no tan recién llegados, pero si recién vistos como Rioboó, con su pelo ralo y sus bigotes teñidos de negro. Y pienso también en los empresarios como Aspe, Escandón, Larrea, Slim, el Grupo Monterrey y varios más. Siguen decidiendo cosas que nos afectarán a todos.  Muchos de esos nombres han estado ahí por generaciones. No todos son o serán asesores, pero ahí estarán, moviendo sus fichas, y acordarán lo que convenga a sus intereses, prometerán lealtades y pondrán recursos a disposición de quien de momento sea afable y sepa dar un buen apretón de manos. No son muchos los grandes nombres y capitales que entretienen al país con telenovelas, telefónos, hoteles y cadenas de tiendas. Un puñado de beneficiarios son los que construyen carreteras, aeropuertos y   segundos pisos, dos o tres los que surten medicinas, venden cemento, construyen casas buenas, malas o pésimas, venden ropa, comida o electrodomésticos en pagos chiquitos y al cuádruple de su precio en sus miles de tiendas de conveniencia. También las grandes empresas mundiales alcanzarán acuerdos y pensarán en cómo lidiar con quien hoy gobierna. Siempre tratarán de encontrar el lado amable y simpático, sencillo y relajado de quien tiene el poder. Sin duda el poder es un gran adorno de la personalidad.

 

"Están ahí en todas partes, bajo la forma de cosas. Nuestra vida cotidiana es la suya, cuidan de nosotros, nos visten, nos iluminan, nos transportan por las carreteras del mundo, nos arrullan."

 

Son invisibles porque están en todas partes.

 

Esos grupos de poder saben negociar lo que sea. Y saben volar a tiempo a un puerto seguro cuando las cosas no salen bien. El capital, bien lo dijo el clásico, es apátrida.

 

El edificio del Reichstag fue reconstruido por completo. Hoy luce impecable y cuesta trabajo pensar que quedó reducido a un montón de escombros y cenizas. La capacidad de Alemania para recuperarse ha sido y es admirable.

 

 Las empresas que construyeran esos 24 empresarios, sus descendientes, los hijos de sus hijos y de sus nietos, los que los absorbieron, siguen ahí. El trono permanece, aunque ellos hayan desaparecido.

 

 De Hitler, y de quienes lo acompañaron en la construcción fallida de su tercer imperio, ya sabemos cuál fue el final.