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29 Marzo 2024, Puebla, México.

Texmelucan en 1988: cuando el Estado se atrevió a clausurar Automanufacturas

Medio Ambiente |#61bd6d | 2016-03-31 00:00:00

Texmelucan en 1988: cuando el Estado se atrevió a clausurar Automanufacturas

Sergio Mastretta

 

Mundo Nuestro. Las fábricas de Texmelucan contaminan sin misericordia el río Atoyac. Para documentarlo están los testimonios y fotografías que recientemente ha recogido la organización Dale la Cara al Atoyac, A.C. En noviembre de 1988, en una acción inusitada entonces –y ni qué decir que hoy--, el gobierno federal clausuró la empresa fabricante de frenos para la industria automotriz Automanufacturas, que a la fecha funciona en Texmelucan, Puebla, con la razón social de Rassini, S.A.B. de C.V., conocida como Rassini antes SANLUIS Rassini. Es una empresa del sector automotor que diseña y produce muelles, resortes, discos y tambores utilizados en diferentes plataformas de vehículos; dice de ella Wikipedia: “La corporación cuenta con plantas en Estados Unidos, México, y Brasil; y con un Centro de Desarrollo Tecnológico en Plymouth, Míchigan. Sus oficinas centrales se ubican en la Ciudad de México. En total emplea a casi 5.000 personas en el continente americano.” Ese año ocurrió un hecho extraordinario, sobre todo porque dejó de producirse después: una acción de Estado en contra de la contaminación de las aguas por desechos industriales en la cuenca alta del río Atoyac. Presentamos aquí, en dos partes, la crónica escrita por Sergio Mastretta para el periódico Cambio en ese mes de noviembre de 1988.

 

El cierre en Automanufacturas (Rassini Frenos, en el 2016)

 

 

Miércoles 9 de noviembre de 1988. Llevaba una hora de papeleos con los funcionarios de la SEDUE. En mangas de camisa, con la corbata floja, el licenciado Salvador González, Gerente de Relaciones Industriales de Automanufacturas no dejaba de sonreír. Del otro lado del escritorio sin inmutarse, el ingeniero Pablo Loreto y el biólogo Luis Enrique Fernández levantaban el acta de inspección realizada en la planta. El calorón de las 3 de la tarde estrechaba más la oficina, llena de ingenieros asesores de González y de campesinos testigos de la inspección.

--¡Oiga --dijo el gerente, más ligero que el aire del ventilador asfixiado en el rincón-- ¿Y ese librito que traía usté el otro día?

--¡Ah, pues es la ley, licenciado! --respondió Carlos Mayr, el tercer representante de la Secretaría-

--Muy interesante –dijo González--, realmente, hay que leerla...

Ni quién lo dude. Desde las 12 del día, y en un recorrido por la planta los inspectores de la SEDUE comprobaron que en Automanufacturas, pomposa y pujante empresa de la División Industrial del Grupo ICA, los ingenieros, los ingenieros diseñadores. Trajeron el progreso a estas tierras campesinas; y trabajo, 1479 puestos obreros para ser exactos. Ahí están los planos, que despliegan una y otra vez en el escritorio de González; cuatro grandes naves, dos para hornos y dos para maquinado; toda esa chatarra que levanta el imán como alfileres y que amontona frente a los accesos de Fundición, se convertirá en pulidísimos rotores y tambores que irán a parar a los Shadow  y Taurus que circulan del otro lado y de este.

Pero Bueno, son altísimas inversiones –piensan los técnicos de la SEDUE--, no alcanzó para la cañería que evite que las aguas negras del comedor descarguen en el canal que riega los campos de San Baltazar, ni para construir extractores de polvos eficaces que impidan que esa fina capa negra que brota de Fundición cubra los pinos y los eucaliptos para construir una verdadera planta de tratamiento de aguas residuales que no sólo capte aguas sanitarias sino solubles contaminantes que chorrean de los tornos en Maquinado y que, hasta la fecha, nadie sabe a dónde arroja Automanufacturas. Lo demás quedó en el acta 1848 metros cúbicos al mes de polvos y los dos contaminantes que diligentemente el Ayuntamiento de Texmelucan recoge para sus tiraderos; descargas de aceites y grasas vía cañería al canal de San Baltazar, incumplimiento prácticamente total del convenio notarial de julio de 1987 por lo que la empresa se comprometió en once puntos concretos a terminar con la afectación del aire, agua y suelos de la región.

--No hacen caso, señor –dice un representante del Frente Revolucionario de Juntas Auxiliares--, así como trataron al licenciado de la SEDUE el viernes que vino, que no lo dejaron ver nada y que le mandaron a un empleadito a decirle que ni modo, que no estaban los gerentes, así tratan estas gentes al campesino.

Y quedo escrito el reclamo campesino. El 29 de septiembre en un restaurant de la ciudad, representantes de las Juntas de Moyotzingo, San Baltazar y San Jerónimo se reunieron con funcionarios de algunas industrias de San Martín. Hasta de Pemex fueron. Ahí circuló un Manifiesto con membrete del PRI, y por abajo del agua le leyeron la cartilla a don Antonio Montes, imperecedero dirigente de la CNC local: no están dispuestos a que los canales sirvan de caño de industrias omnipotentes como Pemex y Automanufacturas, o de empresas piratas como las cartoneras, ni de unidades para ingenieros como la de la Petroquímica. Y don Antonio se alinea o definitivamente no tendrá a quién acarrear para las próximas municipales.

 Y don Antonio estuvo presente el viernes cuando ningunearon a la comitiva de Francisco Castillo Montemayor, y el lunes en el recorrido por la planta y toda la tarde el solazo en la oficina de González, con el apuro y el papeleo de los ingenieros.

Loreto pregunta una y otra vez: por los planos de edificios y la zona de tiraderos, por los permisos de ampliación de las nuevas naves, por las condiciones particulares de descarga, por el análisis de polvos, por la capacidad de la planta de tratamiento, por lugar donde se tiran los solubles, por su contenido, por el acta notarial, etc. Las respuestas se traban, los ingenieros se arrebatan: ¿Dónde quedó ese expediente, licenciado? ¿Será este? Creo que está en trámite. O si no, lo tienen de seguro en México los del jurídico, sí eso debe ser. ¿Cuántos camiones salen al diario con ese hollín? Eso seguro lo tenemos, eso está en Contabilidad, caray, igual que el capital social... Sí se lo hemos dicho al contratista, que no ha dado resultado la planta, y usté puede ver que hicimos una gran inversión en ello... No. fíjese, análisis de los corazones de desecho tampoco lo tenemos... Sí, es cierto, se puede ver materia flotante en las aguas de la planta... Pero el licenciado González lo toma con humor todavía: “Cuántos papeles tenemos de SEDUE –dice sobre un altero de expedientes--. Son pergaminos los que tenemos aquí...”.

 

La planta se cierra, señores…

 

Cuando los funcionarios de SEDUE terminaron el acta la dieron a leer al Gerente y sus testigos, el Lic. Raúl Ortega y el técnico Armando Baldamis –el empleado se negó a que el delegado de la Secretaría inspeccionara la planta de tratamiento de aguas residuales el viernes-. Leían una hoja y la firmaban; así una tras otra. Hasta la última, que concluye con la decisión de clausura, sustentada en 65 artículos de la Ley General del Equilibrio Ecológico, el “librito interesante”, según el señor González. Tal vez no leyó la palabra clausura, tal vez pensó bueno, ya se van, ya se tomaron un refresco, ya terminó este engorro. Quién sabe, el caso es que firmó y para él ya sólo quedaba despedirse de mano. El veinte le cayó cuando los inspectores se levantaron de sus asientos.

--Bueno, vamos a proceder, quisiéramos que usted y sus testigos nos acompañaran, vamos a empezar por el comedor.

--¿Proceder a qué? –y por primera vez frunció el ceño el Gerente.

--Está asentado en el acta.

--¿Dijo usted cerrar el comedor? ¡Cómo vamos a dejar de dar de comer al personal!

--No es problema de la SEDUE, ustedes están fuera de la ley, no han cumplido ni siquiera con uno de los once puntos a que se comprometieron el año pasado.

--No estoy de acuerdo –alcanzó a balbucear el Gerente, y uno podía leer en su rostro el derrumbe de una estructura imantada por los principios del poder, remachada por los sellos de infinidad de funcionarios como González en una carrera de obstáculos insalvables pero finalmente inexistentes y que acumulados terminan como certezas en los informes presidenciales: ¿Quién puede objetar el promisorio futuro de San Martín Texmelucan, recién bautizado como polo de desarrollo, modelo tecnocrático de la descentralización?

--No puedo permitirlo –siguió casi como una descarga estomacal--. Para ustedes es muy fácil... cuando usted cierre HYLSA estaré de acuerdo, a ver, cierre Pemex. Ellos si que contaminan... Pero no, a ustedes no les interesa, ustedes cierran y sanseacabó... Pero ya sé, hay una consigna contra Automanufacturas... Estamos trabajando, ya se los demostramos... Ni siquiera nos quieren dar una prórroga de 24 horas, sí, atrás de eso hay otra cosa, yo lo sé...

También los ingenieros se colapsan. Para cuando los tres funcionarios de la SEDUE, acompañados de una aparato policiaco espectacular –tres personas: Un viejo gendarme con un fusil, una mujer con macana y un muchacho con una ametralladora que vaya usted a saber si ha disparado algún día-- habían clausurado el comedor y desalojado una de las naves de Maquinado–bajando fusibles bajo la indicación del personal de supervisión que en ningún momento se opuso a la acción de los inspectores-, los ejecutivos de la empresa eran un hervidero. Cuadros menores seguían a los inspectores, se les acercaban --¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?... Hermano, debe haber una forma de arreglar esto...--; cuadros mayores se acercaban a los galerones de producción, se mezclaban con los grupos de obreros que esperaban en las afueras, en una verdadera democracia fabril: ejecutivos y obreros departiendo el espacio fuera de calendario, fuera de festejo o visita oficial. Pero no cruzaban palabra. Ellos, los ejecutivos, impecables en sus trajes no pierden jerarquía, y uno puede seguir por la vestimenta las líneas de sangres de la división del trabajo industrial. Las hormigas medias se mueven, escuchan a los jefes, dan línea a los supervisores, expanden el sentir de la dirección. La clausura no puede seguir.                       

--Bajen esa cortina-- demanda un inspector de la SEDUE.

--No esa cortina no se baja-- grita un hombre de traje y lo escuchan todos, y debe haber cien obreros observando.

--Sí. Esa cortina no baja --grita un ingeniero--, no sirve, está descompuesta.

Por eso no siguió la clausura. Habían dado línea. En Nave 4, ya con la producción parada y el personal obrero fuera del edificio, cuando Pablo Loreto se disponía a cerrar el acceso norte, un hombre regordete gritó decidido, alcanzando la comitiva de los inspectores:

--Esa puerta no se cierra, estoy dispuesto a que me maten, y aquí puede haber un zafarrancho si ustedes paran esta nave.

La comitiva se detiene. Ya había un acuerdo de no separarse. “Sí agarran a uno solo lo vayan a secuestrar”, dice don Antonio Montes. El hombre –el contador Rubén Sánchez, según un policía de la planta-- increpa a Loreto desde una pila de rotores terminados. Loreto sigue su marcha, intenta cerrar el portón. Un policía de la empresa lo impide, vuelve a abrirlo, el hombre regordete, que se niega a identificarse lo ayuda; el licenciado González aparece también en la escena. Loreto pide a la fuerza pública que detengan a quién se oponga a la clausura. La situación es tensa. En un momento las luces se encienden nuevamente, las máquinas arrancan ese murmullo agudo y espiral de los motores eléctricos.

Es indudable: la empresa no piensa parar la Nave 4.

Los inspectores dialogan con ellos. No vale la pena un enfrentamiento, se asentará en el acta que Automanufacturas impidió abiertamente el cierre dispuesto por la autoridad. Abandonan la nave. Los obreros obedecen la orden de los superiores de regresar al trabajo. Tampoco se cierra Fundición: Los inspectores dan 24 horas a la empresa para que apague los hornos. Cerca de las 7 de la noche, sin embargo, los sellos de clausurado se pegan en el portón principal de Automanufacturas.

Lo que sigue serán los telefonazos, las antesalas, la lectura de cartillas para los funcionarios estatales de la Secretaría. Y probablemente la negociación material y la reapertura.