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28 Marzo 2024, Puebla, México.

Eclipse 1991: la cópula de los dioses cholultecas

Sociedad |#c874a5 | 2017-08-20 00:00:00

Eclipse 1991: la cópula de los dioses cholultecas

Sergio Mastretta

 

Por un instante la noche luminosa alumbra nuestra celestial ignorancia del universo. Cada quien se abandona a la soledad de sus dioses, y sobre su sorpresa infinita, sonríe.

1.18 en el cerro de Cholula.

Un poeta, Víctor Miranda, adivina lo que viene:

Luna fornica con el sol,

yo fornico con tu alma.

Los perros nada saben,

Cholula sabe todo.

En alas de la angustia

la noche de silencio.

Muchedumbres locas, viejas,

esperan un eclipse.

Llegó, pasmó, espantó

las almas locas, ignorantes.

 

 

 

Lo dejo ahí solo, al final de la escalinata.

 Tres estudiantes de Física de la BUAP tienen preocupaciones científicas, no están para la poesía.

“¿Cuánto falta?”, grita uno, y señala la nube negra, ingrata y terrenal, que amenaza el esfuerzo del cosmos.

“Me preocupa, no va a dar tiempo, no podremos medir la secuencia.”

Y ahí están, pequeñitos, ingenuos, con su ciencia de cuarto semestre, acosados por la tozudez de una nube de mediodía, sábana inoportuna que cubre el romance de los dioses.

 

1.20. Ante la incertidumbre que provocan los nubarrones me entretengo en una fugaz encuesta: ¿quién fornica a quién?, pregunto, azuzado por el poeta. División entre los físicos de la uapachosa, aunque de los tres, dos no se imaginan a los astros en un tórrido encuentro de cuerpos libidinosos; dos muchachas lanzan porras al sol, no lo ven de otra forma, es la estrella la que atrae a su lecho la inocencia de la luna. Lo mismo piensa Stathis, un griego trasnochado que mira en el sol el poder y la fuerza universales y en la luna el misterio de una noche transparente.

 

1.22. David Manrique, antropólogo y pintor defeño de 32 años de edad, se prepara rodeado por sus intrépidos amigos chilangueros. Extiende las manos y cierra los ojos en meditación trascendental.

“Nadie fornica a nadie –piensa--, es una expresión de la dualidad del mundo, el sol y la luna como dos polos de energía. Ahora recibiré la energía de la luna, porque nosotros, como hombres, también tenemos una fuerza femenina, por eso ahora recibiré su fuerza, porque el ser humano no está determinado por los sexos, sino por su energía. Cuando la luna influye la gente queda en estado de absorbencia, se adormece, se va a lo profundo, a lo femenino, no a lo grotesco y burdo. Ahora, por la luna, iremos a lo azul, a algo contrario a las revoluciones, a los movimientos políticos, esto será algo adormecedor, pero más soñador.”

 

1.23. Es inevitable el trance. En el eclipse total nos revolcamos con las nubes. Hombres y mujeres se abrazan al ritmo de las matracas que agita un gringo. Olvido todo. Me absorbe la visión del valle con la corona de luna sol en las cabezas: un cerco de nubes se incendia de rayos hacia Tlaxcala y ahoga los volcanes en el poniente. La noche repentina se prende en mis ojos. Retengo los rojos enloquecidos en el horizonte y el azul  profundo colgado de los astros. Cristalina, me llevaré la imagen de la verdadera noche de mis tiempos.

 

1.25. Manuel Tlatoca, cholulteca de 40 años, danzante nahuatlaca, sopla con todos sus pulmones el caracol indígena. Y canta:

“La voz del oriente que nos da su santa luz… Ya es hora de que sigamos el camino de la cruz. Oriente es el primer viento que debemos caminar, el alma de Quetzalcóatl que en el evangelio está.”

Luego levanta la voz al cielo:

“Estrella de Oriente, la luna de Cholula nunca olvida la matanza que hiciera el infame Cortés.”

No entiendo nada, pero lo miro y su figura se suma al paisaje celeste. Puedo pensar que no estamos aquí nosotros, que nuestros cuerpos guardan el azoro de los antiguos mexicanos, que no somos poblanos que vendemos camisetas del eclipse, que no somos chilangos certeros en su ruido que no somos gringos en la insolencia del turismo.

Manuel Tlatoca baila al lado de una pirámide egipcia de plástico que resume la energía de los cascabeles en los pies del danzante que lo remontan a otro mundo.

 

1.26. Yo, como el poeta, me quedo perdido en la cópula de los dioses.

 

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