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19 Abril 2024, Puebla, México.

Memoria de Mara: Escenas de un país que en su tragedia se reconstruye

Sociedad |#c874a5 | 2017-09-19 00:00:00

Memoria de Mara: Escenas de un país que en su tragedia se reconstruye

Sergio Mastretta

 

A Mara Fernanda Castilla la enterraron en Veracruz el domingo. Recorro el lunes con una masa triste las calles de Puebla en su memoria. Resuena la voz estudiantil que repite apenas convencida “justicia para Mara”, pero que grita sin recato “ni una más”.

Mara está muerta. ¿Qué país es el que se reconstruye con esta tragedia?

(Con fotografías de e-consulta y Mundo Nuestro)

 

 

Esperanza viene sola a protestar. Y su voz rompe conmigo el silencio de la marcha por Mara Fernanda Castilla Miranda: “¿Por qué, si queremos ir solas, podemos acabar en el fondo de una barranca?”

Esperanza Domínguez camina sola por la Avenida Juárez a la que el Ayuntamiento aporrea por enésima vez en la historia. La falda blanca, larga, la blusa azul, la gorra de beisbolista, y su tristeza. Sola ha venido a protestar, me dice; sus hijas están trabajando. Porque ese es el reclamo que tiene, que las mujeres no puedan caminar solas por la calle un día cualquiera, sin una masa que la guarde de toda premura contra un mundo que las acecha. ¿Pero por qué?, insiste. Por el mal gobierno, por la falta de valores, por la ruptura de las familias. Porque no hay derechos en México, ella misma responde.

“¿Qué es lo que quieren todas estas muchachas que vienen a esta marcha?, me pregunta. Y se responde: “Igualdad. Y el derecho de caminar solas por la calle sin el miedo de que terminarán al fondo de una barranca.”

 Dejo a Esperanza a la entrada del Paseo Bravo, sola con sus reflexiones, sola con un reclamo tan largo como la falda blanca que viste y refleja la posibilidad del mundo distinto que su nombre contiene.

 

Los reporteros y fotógrafos me recuerdan a las moscas. Aquí estoy a mediodía como una de ellas. El zumbido de los drones que grabarán la marcha me lo recuerda. Es el arranque, hay que tener la foto, la exclusiva. Como si fuera posible. Cuento de refilón tal vez unos cincuenta colegas trepados en cámaras y celulares a unas “redes sociales” que supongo escucharán ávidas lo que estas decenas de relatores cuentan en un segundo. Al otro lado de la línea los imagino atados a la consternación de sus jefes de redacción que se jalan los pelos al tanto de lo que sus competidores ya tienen hace un instante en el aire.

Saludos a algunos. Llevo treinta años y decenas de marchas por otros tantos asuntos amargos. ¿En la hora de las responsabilidades sobre la desgracia mexicana habrá oportunidad de sentar en el banquillo a este mar de ruido y palabrerío en el que nos ahogamos “los medios de comunicación”?

 

 

Los rectores se posesionan del espacio público. Para bien de todos nosotros. Adelante van los rectores de la Ibero Puebla y la UPAEP, Fernando Fernández  Font y Emilio Baños Ardavín. Van en la segunda fila de la vanguardia de la manifestación. Los observo con sus guayaberas blancas, obligados por las circunstancias, poco a poco convertidos en cabeza de un movimiento civil de resistencia contra el colapso del Estado, un movimiento que ni siquiera es consciente de sí mismo, pero que en los discursos que estos dos rectores darán en unos minutos se perfilará con unos cimientos críticos y una fortaleza moral que hace tiempo han desaparecido de la política mexicana. El hecho es simplemente brutal: aquí los partidos políticos no tienen nada que hacer, y su ausencia es el reflejo del fracaso de la democracia en nuestro país.

Y lo resume Fernando Fernández Font en la denuncia de una autoridad cómplice del crimen organizado que en México conocemos como “los narcos”. Y la delinea Emilio Baños Ardavín en los puntos de un plan de seguridad que arranque con la declaratoria de alerta de género que los gobernantes poblanos han escamoteado durante los últimos cuatro años, cuando los asesinatos de mujeres se multiplicaron. Los dos discursos recuperan la plaza pública para la ciudadanía. Esa sí que es una gran noticia.

 

 

 

El Mayor Rodríguez Verdín se acuerda de Maximino. Ya no es un policía joven, pero no es tan viejo para ser testigo directo del mayor de nuestros dictadores poblanos. Pero ha estado en los sótanos de la Secretaría de Gobernación durante largos años, y ahí en las mazmorras en las que se construyeron los Piñas Olayas, los Bartletts, los Melquiades, los Marines y Morenos Valles las paredes trasminan la memoria del poder autoritario. José Ventura Rodríguez Verdín, militar de carrera, ya era jefe policiaco en 1989, cuando como prototipo del macho encabezaba a la fuerza pública que batía a los militantes de la 28 de Octubre. Ahora es el Secretario de Gobernación con el alcalde Luis Bank. Tiene buen aire para ir delante de los marchistas que han partido desde el edificio central de la UPAEP en la 21 Sur con rumbo del zócalo. Todo lo ha dispuesto, no habrá crucero en el que no aparezca una patrulla dirá cuando el rector Baños sale para encabezar el contingente.

“Este crimen es muy lamentable –me dice--, todos sabemos que a las damas no se les puede tocar ni con el pétalo de una rosa. Pero hay mucha gente violenta, y falta mucha educación en el hogar. Imagínate cómo andamos los que tenemos hijas, los que tenemos nietas…”

Lo encuentro más adelante. Tiene todo bajo control. Y tiempo para contestar a una pregunta absurda, pero al fin este jefe militar lleva una vida entera de policía: ¿por qué se producen estos asesinatos? No se queda callado: “Hay que recordar a Maximino, la manera en que resolvía estos asuntos…” Así que la aplicación de la ley fuga, el paredón o la horca simple y llana. ¿La pena de muerte? Esa postura gana en las encuestas, le digo. ¿Tendríamos que volver a los modos de Maximino, resolver esto con una soga al cuello y que alguien que le jale las patas al criminal?

El veterano policía se apresura a dejar de platicar con el reportero.

 

 

Las dudas de Stella sobre la versión de la policía. Las he leído en el Face mientras la marcha prepara su salida. Vivimos en México, me digo, y la memoria lleva a que la versión que arroje el Ministerio Público en una conferencia de prensa siempre habrá que ponerla en duda. Stella no es ingenua, y como editora de libros tiene claro que la verdad sobre la realidad puede someterse a los cortes y las velaciones, que puede administrarse en títulos y capítulos, que siempre habrá una autoría a la hora de decir “esto es lo que ha ocurrido”. Ella apunta al común sentir de que a la autoridad no se le puede creer nada así como así.

#quepasoconmaracastilla# porque yo no puede creer la versión que nos ofrecen hoy. Cómo creer que el tipo la mató y se quedó tan campante en Tlaxcala?? Cómo creer que tuvieron que pasar 8 días para que encontraran su cuerpo en Periférico?? Yo creo que la chica solicitó Cabify y se quedó dormida en el carro... el tipo la llevó a su casa y al percatarse de que estaba dormida le tomó fotos (de ahí los flashes que se ven) y las envió a quienes en verdad decidieron el destino de Mara. Esperó la respuesta de sus jefes (por eso estuvo media hora ahí), y una vez con la instrucción, se la llevó a Tlaxcala (tierra de trata de blancas). No creo que la haya llevado a un motel cómo dicen... eso lo tuvieron que armar después. Ante la presión en redes y la social, decidieron (los mismos que están detrás del chofer, sus jefes) desviar la atención del verdadero y gran problema de trata mujeres, con otro no menos grave, pero que tiene punto final: el de un feminicidio más. Y entonces armaron todo... lo del motel, la sábana, la toalla, y la aparición de Mara muerta... Esperan que ahí se detenga todo... porque Mara no les importa y sus intereses quedan a resguardo... ¿Quiénes están en verdad atrás de la trata de mujeres en el corredor Puebla-Tlaxcala? ¿Cómo es que ocho días después todo embona perfectamente? ¿Por qué no huyó el chofer desde el principio, con todo el tiempo del mundo que tuvo para hacerlo? ¿Quién es el dueño del motel? ¿Quién controla esa empresa de taxis "seguros"? En fin, ¿qué pasó en verdad con Mara? Yo no puedo creer su versión... sólo creo en la aversión que esos poderosos nos tienen a todos... creo que no les importamos; que nos ven como basura; que nos consideran idiotas... Mara, porque soy mujer, mamá, hija, amiga, víctima de violación y violencia; porque soy profesionista, porque soy mexicana, porque sin conocerte te quiero y me dueles, no puedo aceptar lo que dicen que te pasó... hay más, mucho más! Mara, no nos quedemos callados; no nos convirtamos en cómplices de quienes te asesinaron y matan en vida y de facto a muchas mujeres más.”

 

 

 

“Mara Castilla no es un caso aislado”, dirá más tarde en el zócalo la estudiante de la UPAEP Diana Galaviz. Yo lo confirmo en el volante que me entrega la madre de Guadalupe Zavaleta Benítez, una mujer de 40 años que salió de su casa el martes 1 de agosto pasado y no se le ha vuelto a ver. Miro las señas particulares que da a conocer la Fiscalía General del Estado: es bajita, 1.50 metros, su tez es apiñonada, sus ojos son claros, el cabello lo lleva teñido en rubio cobrizo y es lacio y largo, su frente es amplia, la nariz es chata, sus labios son delgados. Lleva el registro de desaparición CDI-12564/2017/ZC. El volante consigna escritos a mano dos teléfonos que hasta hoy no han ofrecido auxilio: 2224342786 y 2533780. Y el de la propia policía: 2286281.

 

 

Sí, no es el único caso. En esta revista digital Mundo Nuestro publicamos en marzo de 2014 el infierno de algunas familias que han sufrido en sus hijas la violencia de sus novios y sus maridos. Samai Alejandra Márquez Salgado, Olga Nayeli Sosa Carrasco, Paulina Camargo Limón, Myriam Manzola Heras, Alejandra Téllez Pérez, Fernanda Montes, Blanca Estela Solar, Brenda Michel Flores.

Recuerdo las voces dolidas de sus padres

No vivimos tiempos gratos, pero es posible rescatar al Estado desde la sociedad civil

Y la respuesta que entonces diera el gobernador de turno en Puebla:

 Puebla no cuenta con el perfil para que se decrete una Alerta de Violencia de Género

Tres años y un gobernador después una multitud vuelve a salir a la calle. Perdidas entre la masa que camina van los familiares de esas muchachas muertas.

 

 

Alfredo Naime es el más importante crítico de cine en Puebla. Desde hace uno años encabeza la escuela de cine de la UPAEP, y por mucho tiempo fue director de la escuela de comunicación de la Ibero Puebla, a la que vio inaugurar en 1985. Desde entonces nos conocemos. Los dos hemos sido llaneros, y con su retiro a los 57 años –metió un gol en su último partido-- de seguro tiene el récord entre los futbolistas amateurs que han abandonado las canchas. Los dos tenemos hijas. Hablamos de ellas, de sus planes. Ninguno de los dos alcanzamos aún el título de abuelo.  Caminamos por la Juárez y pensamos en Mara. A la una el sol se abate sobre nosotros. Implacable. Caminamos en silencio.

 

 

¡Alerta, alerta, alerta feminista! La consigna rompe el estilo monótono de la marcha estudiantil que encabezan los estudiantes de la UPAEP. “Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, que el pinche machismo se tiene que morir…”

Bien dirá la reportera Laura Ruiz que esta marcha es muchas marchas. Y hay que saber descubrirlas. Y si te topas con las muchachas del Colectivo El Taller la tarea será sencilla.

Gabriela Cortés lleva un megáfono que guía el contingente de muchachas que caminan por Reforma casi con disciplina militar. Esto se parece más a la tradición de los ceceaches de los setenta: “A un lado, a un lado, a un lado reformistas… Adelante, adelante, marxistas leninistas”, coreaban entonces en pequeños escuadrones que se desplazaban por Paseo de la Reforma en la ciudad de México tal vez el 2 de octubre de 1978. Y a un lado tenía que hacerme yo y todo aquel que no se arrimara ante el paso férreo de aquellos iluminados. No sé qué vena oculta ha traído esa memoria cuando escucho a estas muchachas decididas gritar su alerta, alerta, alerta feminista, y tiemblen y tiemblen y tiemblen los machistas, que América Latina será feminista...

Pero es otro el trazo. Aquí la memoria perdió la ruta. Estas muchachas realmente están cambiando al país.

 

 

Gabriela es actriz y activista de este feminismo combatiente. Y así me lo explica al dar cuenta de su presencia este mediodía en la marcha por Mara.

“Venimos a exigir justicia no solamente por Mara, sino también por las otras 82 mujeres asesinadas, por las más de 200 mujeres desaparecidas. Y creemos que la voz de las madres de estas mujeres tiene que escucharse. Por eso vamos a ir a exigirle al fiscal que no ha hecho su trabajo, que no ha hecho nada para prevenir esta violencia, para prevenir los asesinatos.

Y así describe su lucha antimachista:

“Los hombre no quieren ceder, no quieren ceder esos espacios que las mujeres estamos ganando, no quieren ceder el poder que han tenido durante siglos, ni siquiera los espacios laborales en los que los machos están siendo desplazados por las mujeres. El machismo nos tiene miedo, los machos nos tienen miedo. Y no pedimos más de lo que ellos tienen, queremos los mismos derechos, pero ellos no quieren ceder, creen que les pertenecemos, por eso nos siguen violentando, asesinando…”

 

 

Los académicos aprueban los aplausos de la masa. Quedamos justo en medio, ya en la sombra del techado frente al costado de Catedral que da al zócalo. Juan Carlos Canales y Alejandro Guillén comentan los discursos de los dos rectores. Y les aplauden decididos. Los dos han convocado a un foro sobre la seguridad en Puebla. Uno es filósofo, el otro es politólogo, pero llevan semanas con este propósito, y el asesinato de Mara los ha obligado a adelantar el evento para el próximo 27.

Mara era alumna de Alejandro Guillén. Me cuenta de los sentimientos encontrados que su muerte le provocó: de la incertidumbre, la angustia, la desesperación, la impotencia a la rabia, el coraje, el encabronamiento.

“Estoy encabronado, pero estoy en shock –dice--. Ahora es el momento del duelo, de la resignación, pero viene el tiempo de la acción, este foro es un paso, pero tenemos que ir más allá, tenemos que generar políticas públicas, crear mecanismos de trabajo, como un observatorio contra la delincuencia. Tenemos que cambiar también como investigadores y académicos, tenemos que salir de nuestros castillos para acercarnos a la gente, sensibilizarnos para trabajar por la construcción de una Puebla que deje de ser este lugar inhóspito…”

 

 

“Mara es un símbolo –reflexiona el comunicador José Luis Pandal--, su muerte va más allá del dolor de su familia, puede ser la chispa que se necesita para que esto estalle…”

José Luis y yo fuimos compañeros de banca en la primaria del colegio Oriente de los jesuitas en 1961, y desde entonces somos amigos. Nunca se ha guardado para sí sus palabras. “Es una pena que no esté en el templete el rector Alfonzo Esparza”, dice cuando Fernando Fernández Font recuerda que el 4 de octubre del 2016 el rector de la BUAP en su tercer informe exigió a las autoridades que no permitieran una muerta más.

“Van cuatro estudiantes nuestras asesinadas en los últimos cuatro años – recuerdo yo que dijo Alfonzo Esparza Ortiz para referirse al asesinato de Tania Verónica Luna, la joven veracruzana estudiante de sociología en la BUAP asesinada --. Ni una más.”

A la izquierda del templete quedó un contingente de estudiantes de la BUAP. Al final harán un corrillo para escuchar a la mamá de Olga Nayeli Sosa Carrasco, asesinada y descuartizada en el 2013 por su marido. “¿La universidad vive?”, se pregunta un estudiante de Ciencias Políticas que ha hecho el recorrido desde Ciudad Universitaria. Me dice que está decepcionado de no ver una representación de la BUAP en el templete. Y cuestiona a los organizadores que no han permitido que la madre de Olga Nayeli hable en el mitin. “La realidad es que hay compañeras que ya no viven… Pedimos justicia para Olga Nayeli.”

Como José Luis Pandal, yo tampoco entiendo la ausencia de la universidad pública en el templete. Muchos de sus estudiantes y maestros sí están presentes, han marchado desde Ciudad Universitaria. Pero no están sus dirigentes.

 

 

 

 

¿Por qué siguieron las muertes?, se pregunta el sacerdote jesuita Fernando Fernández, rector de la Ibero Puebla. No deja la pregunta en el aire. “No somos ingenuos –dice--, el problema es difícil. Pero no lo resolveremos si no somos solidarios.” Antes nos ha dicho que la noticia de la muerte de Mara le descompuso el estómago. Y que Mara pudo ser cualquiera de nuestras hijas, de nuestras hermanas. Y que el dolor es enorme y no se quita con los gritos y las marchas, y que no podemos continuar así. Que todo esto ocurre por la connivencia entre las autoridades y los narcos, y hemos heredado el hecho de que por mucho tiempo no se persiguió a los criminales.

Pero ha dicho más: que el asesino de Mara es producto de esta sociedad que en su división, su injusticia, su pobreza nos vuelve a todos responsables.

Los académicos Canales y Guillén le aplauden con el mismo arrebato que la multitud que aclama el jesuita. Confirmo que la solvencia moral todavía puede recuperar las plazas públicas. El mitin entero alcanza con Fernando Fernández su punto culminante. Y todavía identificaré otros dos iguales.

 

 

El rezo reflexivo y aplaudido lo propusieron dos estudiantes de la UPAEP. Si ya me lo esperaba no lo imaginé como lo propusieron, la oración como un diálogo y que cada quien que le rece a sus propios dioses. Y llegó después de que desde el templete Diana Galaviz  afirmó que “el asesinato de Mara no es un caso aislado, que la exigencia de justicia es categórica y que se debe castigar a los asesinos de tanta gente inocente.” Y después de que un nervioso estudiante de la BUAP dijera con buen tino que debemos todos empezar por ejercitar la justicia en nuestro propio entorno, y de que André, una estudiante de la UDLA afirmara en un discurso de dos frases que teníamos que exigir justicia y paz, y Adriana Castillo hablara por la Anáhuac para vislumbrar un futuro solidario construido por los jóvenes. El rezo incluyó un violinista greñudo y bien afinado y el llamado a la introspección y a entender que la oración no es una huida sino un impulso para trabajar con más fuerza para cambiar las cosas.

“Gracias, señor, por la vida de Mara –cerró Diana Galaviz--. Tu muerte no será en vano.”

Y el rezo se llevó el aplauso más importante de la jornada.

 

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A Emilio Baños se le quiebra pronto la voz. Poco después de que afirmara que una nación que desprecia a la mujer es una nación que no tiene futuro. Es que ha recordado muy pronto a Mara. “Te abrazamos… donde quiera que estés…”, le ha dicho.

Pero se recupera de inmediato y reaparece como orador de mitin político. Levanta la voz para cuestionar la insensibilidad de las autoridades ante la realidad de los ciudadanos de a pie, porque la inseguridad va en escalada. Luego tiene una frase memorable: debemos reconstruir el país desde los entornos del olvido. Y se refiere al abandono en el que se encuentra el sistema de procuración de justicia, que las acciones del gobierno frente a los asesinatos son claramente insuficientes y que lo que se tenga que hacer por lo pronto pasa por la urgente declaratoria de alerta de género que las autoridades han escamotado en los últimos años. Y debe seguir con un plan de seguridad pública transexenal, con una certera política de comunicación, con más y mejores y bien remunerados policías, con más recursos para los ministerios públicos y magistrados como mecanismo para combatir la impunidad.

Baños remata con algo más inmediato: revisar todas las concesiones de transporte y deslindar las responsabilidades de la empresa Cabify.

Y termina con una perspectiva casi jesuítica: que los estudiantes arrastren a la sociedad para cambiar las condiciones de pobreza que han provocado la situación que sufre México.

Así ganó tantos aplausos como su par Fernando Fernández Font.

 

 

Tere, contra su miedo, llámenme, vengan a casa… La encuentro en su Face. Ha ido a la marcha y llegará hasta el edificio de la Fiscalía, a donde las muchachas de El Taller han llevado sus mantas y sus consignas. Ella estudia literatura en la BUAP. Su voz resume mucho de lo que vemos en los carteles que se cuelgan de las estructuras que el ayuntamiento ha dispuesto para los alumbrados patrios en los pasillos de los jardines del zócalo.

“Hace años ya –ha escrito--, el miedo pudo conmigo porque el caso de Mara no ha sido el primero y los últimos años he visto el bombardeo de desaparecidas y muertas en mi Estado. Hace años que nos enteramos con tristeza que para esta sociedad podrida nuestra vida no vale nada. Y sí, el miedo ha podido conmigo al grado que no recuerdo la última vez que estuve sola en la calle de noche. Y es que el miedo aprisiona, te quita la libertad de vivir en los espacios públicos y sentirte segura. Hace años que temo por mis amigas cuando toman un taxi después de una fiesta o reunión. ¿Desde hace cuánto la frase "me avisas cuando llegues a tu casa" se nos ha pegado a la lengua? Porque sí, siempre que me despido de mis amigas nos decimos eso, porque nos valoramos y nos queremos vivas y felices. No sé a ustedes pero a mí el aire violento de Puebla me agobia, me agobia la impunidad, el desprecio por la vida ajena, la falta de empatía. Me uno con todas ustedes: cuando estén por mis lares y no se sientan seguras, llámenme y vengan a casa.

 

 

“El evento lo organizó el Consorcio Universitario”, me dice Fernando Fernández Font al final, cuando lo ha dejado libre la parvada de reporteros. Así entiende que no haya estado presente la BUAP, que a la fecha no forma parte de este grupo de instituciones de educación superior que en Puebla se ha organizado para cuestionar con fuerza el comportamiento de las autoridades en los asuntos públicos. “Tampoco estuvo el rector de la UDLA”, subraya.

Fernando es optimista: “Antes sólo se escuchaba la voz crítica de la Ibero Puebla –dice--, pero hoy has escuchado la voz clara y fuerte de Emilio Baños Ardavín y la UPAEP. ¿Qué otro sentido puede tener la existencia de la universidad si no es para desarrollar el pensamiento crítico?”

 

El himno nacional resuena contra los paredones de la Catedral. Pareciera que la masa que lo canta quisiera ser también música y piedra y sobrevivir al paso del tiempo. Aquí estoy yo también cantándolo justo en la estrofa de patria patria tus hijos te juran. Música y piedra.

A veces vale para el reportero el nudo en la garganta.