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28 Marzo 2024, Puebla, México.

Así me hice brigadista voluntaria

Sociedad |#c874a5 | 2017-09-26 00:00:00

Así me hice brigadista voluntaria

Berenice Diaz Carcaño

(Las fotografías que ilustran esta crónica son de Sol Mialma y de la propia autora)

Hoy es 20 de septiembre, ha pasado un día de del sismo que ha movido a todo México. Me decido a llevar víveres y asistir como voluntaria al centro de acopio del zócalo de Puebla. En mi recorrido dentro del súper mercado, veo con mucho asombro que casi toda la gente está comprando víveres para donar, no hay paso al centro así que caminamos mi hijo Miguel Ángel de 19 años, Tabatha, compañera del trabajo, y yo hacia el zócalo; pasamos por la Cruz Roja, coincidimos en que no queremos dejar los víveres aquí porque no confiamos más que en los ciudadanos para la entrega de los mismos.

 

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Al caminar por la calle 6 norte veo el Museo Casa del Alfeñique de lado, despidiéndose de su acervo, muchos voluntarios apurados en sacar lo más que se pueda; la casa de dulce me hace añorar mi infancia, me detengo unos segundos y seguimos. Llegando al zócalo veo mucha gente, me acerco, son en su mayoría jóvenes, rápidamente mi hijo Miguel Ángel se une a ellos cargando cajas, me siento inútil ante tanto esfuerzo de estos chicos; una señora, Lupita, llega con cacerolas llenas de arroz, frijoles huevos cocidos rajas, garrafones con agua de fruta. Me apresuro y le ayudo a llevarlos a los chicos que descargan las camionetas que llegan con víveres;  ellos mismos cargan las camionetas que salen al destino que los voluntarios designan, según la necesidad que se ha reportado. Pasa el tiempo, horas, pero los chicos no descansan, no quieren comer, desesperados, eufóricos solo quieren ayudar; les ruego que coman o les regaño como a mi hijo, así al fin logramos que se turnen para comer; de pronto otra señora a la que no tengo tiempo de preguntar me dice, “yo traigo café”, así que terminada la comida, reparto café a los que van a manejar y a muchos de los chicos que cargan, que piden un café, incluso los policías que vigilan nos piden uno.

 

 

 

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Terminamos comida y café.  Ya es de noche, me siento inútil otra vez. Tomo unos minutos para pensar, qué más puedo hacer. recuerdo entonces que el Dr. Pascuale Calone, un compañero de la Escuela de Cinematografía del ARPA BUAP me ha dicho que quiere fotografiar los lugares de desastre, lo llamo y le propongo salir con estos voluntarios para documentar y ayudar, así mismo llamo a Sergio Mastretta, periodista, a Sol Mialma, fotógrafa y quedamos en salir al día siguiente a Chietla que es uno de los lugares más afectados. Durante la noche Fabián me contacta por Facebook, me dice que él lleva camionetas que podemos llenar con víveres.

 

 

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Por la mañana después de esperar casi dos horas a que la gente del DIF, así como la gente del Gobierno Municipal se organicen, ya que ahora son ellos quienes  organizan este asunto que ya se ha vuelto un caos (como todo lo que tocan). Salimos al fin, acompañados de Jorge y dos amigos más que levantan la mano cuando Mauricio, el encargado de los voluntarios que ayudan a retirar escombro dice: “¿Quién va a Chietla?” (Ellos no saben dónde está esta comunidad, porque son de Veracruz y el DF) sin dudarlo se apuntan, les entregan palas, cascos, y guantes. Y así sin pensar salimos a Chietla dos camionetas  cargadas y un auto con todo, del papá de Nery, quien tiene una empresa de construcción.

 

 

Dos horas después llegamos a Chietla.  Nos recibe “la maestra” a quien ayudamos un poco a sacar cosas de su casa que ha quedado inhabitable, caída por completo, la maestra no sabe por dónde empezar, y sin pensar que somos gente extraña, llora cuando nos dice que tuvo mucho miedo porque no podía salir de sus casa, por que vive sola, llora.

 

 

En el centro de acopio bien abastecido nos dicen que en Chietla la gente no necesita víveres, sino ayuda para remover muebles pertenecías y escombros, necesitan  saber si sus casas se pueden habitar, o tirarlas, el pueblo se ha caído y “nadie nos dice nada”, como afirman algunas personas mayores; nos dicen también  que la comunidad de Soledad ha quedado muy mal por el sismo. Alguien más no dice, no hagan caso a nadie, que no los lleve nadie, que nadie les comente nada, aquí hay muchos intereses políticos entre la gente, no hay ánimos para ayudarnos a los ciudadanos. Así que decidimos ir en busca de esta comunidad, solos, para dejar ahí los víveres que nos han encomendado.

 

 

En La Soledad nos damos cuenta de que ahí la necesitan, así que avanzamos a El Platanal donde la gente muy honesta nos da la respuesta: “Aquí ya hay víveres, mejor llévenlo a quien necesite más”. Seguimos avanzando con el sol picante y el sudor profuso. Vemos sobre la carretera muchas, muchas camionetas con víveres, buscando un destino donde lo necesiten realmente.

 

 

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En Huehuetlán el Chicho vemos a gente con cartulinas pidiendo ayuda. Decidimos parar, ya que hemos ido y venido más de dos horas; nos dicen que las autoridades no dejan que la ayuda llegue a la gente. Nos dicen sígannos, y los seguimos a la oficina del DIF, entramos mientras nos dicen a señas que ahí no es el lugar, aun así decidimos entrar. Nos comentan que hay una lista que tiene la autoridad donde se han anotado las personas que si necesitan el apoyo, otra persona se acerca y nos comenta que la lista es de la gente afiliada al partido, que a las personas que no están con ellos no les quieren dar víveres. Decidimos sin dejar que nadie intervenga hacer dos filas con y sin lista de nombres, y repartir lo que los ciudadanos de Puebla han acopiado, y repartirlo hasta acabarlo. Iniciamos la repartición y la desesperación de la gente se hace notar, cada vez nos repliegan más a la camioneta, pedimos que nos den espacio, de la nada surge una señora que a grito pelado dice: “Aquí no queremos a nadie de partidos políticos, a nadie del gobierno o del DIF.” La gente se enciende, comienza discutir entre ellos acaloradamente, a la vez que nos ven con ojos de extrañeza, van conmigo  más de ocho personas a las que yo convoqué, así que me siento responsable de su integridad. Grito lo más fuerte que puedo para hacerme oír: “Señores escúchenme, estos víveres se los envía la gente de Puebla, el acopio lo hicieron las personas como ustedes, a nosotros no nos manda nadie, venimos solo para dejarles esta ayuda, y nos arriesgamos por puro gusto de estar aquí, así que déjennos trabajar.”

 

 

Sudé, pero la gente reacciona bien y entre aplausos seguimos con el reparto. Mi nueva amiga fotógrafa, Sol Mialma me dice que va a casa de una señora que le pide tomar fotos. Neri, que al parecer es una mujer caprichosa, me dice: "Esta gente no tiene tanta necesidad por el sismo, esta gente ya está mal desde antes. Me enojo y le digo: “Nos vale madres, por lo que sea necesitan esta ayuda, así que hay que dejarla aquí”. Obvio, se molesta por lo que al percatarse que Sol no está me dice, sino llega Sol nos vamos, pensé (no quiero discutir con esta tarada) así que busco a la gente del DIF para que por megáfono llamen a Sol, por lo que Neri y su “comitiva se ríen y comentan, “seguro que va a oír”. En mi desesperación busco a un señor de la comunidad que con moto se ofrece a buscar a Sol de entre los dueños de las veinte casas que se han caído, en menos de cinco minutos Sol vuelve, nos vamos.

Camino a Chietla me dice Fabián, novio de Neri, no pasamos a Chietla ya nos vamos a Puebla, y pregunto ¿pero los amigos de Jorge?, ellos están levantando escombro en Chietla”. Fabián responde “Pues ellos dijeron que tal vez se quedarían aquí para ayudar, pues que se queden”. Pienso… ¡además son mal plan!, y decido que si ellos se quedan yo también. Mi teléfono muerto, hasta que logro comunicarme con el Periodista Sergio Mastretta quien afortunadamente me dice que va con estos amigos camino a Puebla. Me preocupa mi nueva amiga Sol, tiene migraña, me agobian los gritos y las discusiones de Fabián y su mujer, al parecer todo lo que se haga está bajo el mando de esta mujer. En la gasolinera llegando a puebla nos comentan que las camionetas de “papi” se quedan en Las Ánimas, ¿se quedan aquí?... en la gasolinera. Nos hacen la caridad de llevarnos a Las Ánimas; les pido, aguantándome el coraje que acerquen a Jorge al Zócalo, él debe llegar al albergue.

 

 

 

 

 

5

No importa la mala experiencia al convivir con estos chicos: poco entienden de necesidad, nada saben de humildad, no tienen criterios de ayuda al otro que lo necesita, pero pienso que como sea ayudaron. Y lo que importa es que he hecho algo, me siento útil, me veo al lado de los jóvenes que en serio, se han movido a apoyar a nuestra gente en desgracia, que en serio se duelen del cuerpo cargando y del alma levantando los pedazos de mi país, un país donde no hay gobierno que ayude ni autoridades que sirvan en esta contingencia.