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18 Abril 2024, Puebla, México.

Pasos de Colores/Crónica y fotografía en la Marcha de Orgullo Gay

Sociedad |#c874a5 | 2018-06-26 00:00:00

Pasos de Colores/Crónica y fotografía en la Marcha de Orgullo Gay

Emma del Carmen/Emilio Espejel

Mundo Nuestro. Triunfo futbolero y conciencia de la libertad humana, dos  ciudadanías reunidas por el azar de la vida nuestra. Emma del Carmen, escritora, y Emilio Espejel, fotógrafo, la crónica y  la fotografía, dos miradas jóvenes para valorar un festivo momento en la ciudad de México.

 

 

 

Fotografía de Emilio Espejel.

 

 

Los mexicanos tenemos una suerte muy curiosa: pueden pasar semanas sin que nada relevante suceda en nuestras vidas y un día, de repente, todo sucede al mismo tiempo. Así pasó este sábado 22 de Junio. Amanecimos de verde mientras apoyábamos a nuestra tan querida selección, que nos dio la grata sorpresa de ganar su segundo partido en el mundial (los mexicanos también tenemos el derecho -y responsabilidad- de emborracharnos a las 10 de la mañana sólo porque hay futbol), lo cual sólo significaba una cosa: ¡vámonos al ángel a celebrar!

 

Pero esta vez el universo aguileño decidió juntar dos bandos que suelen ser contrarios, pues también íbamos al ángel a celebrar la libertad y triunfo de la comunidad LGBTTTIQA en México. La coincidencia fue interesante, pero la incertidumbre a muchos nos causó preocupación; no quiero decir que el futbol se relacione con la homofobia, en absoluto, sin embargo, uno de nuestros himnos de celebración constituye en un insulto directo al homosexual, así que sí, imaginarnos a los aficionados mezclados con la marcha de orgullo gay, era una preocupación.

 

¡Vámonos al ángel! Y nos fuimos.

 

Fotografía de Emilio Espejel.

 

La cantidad de personas que caben caminando en las calles de Reforma me puso la piel de gallina. Todos gritando, cantando, caminando y olvidando, aunque sea por unas horas, las vidas tan agitadas que nos rodean. Llegamos por metro Sevilla así que nos encontramos primero con la afición mexicana amante del futbol, dado que hace una semana también celebramos en el ángel el triunfo México-Alemania, no nos quedamos mucho tiempo. Pero siempre es divertido ver a todos emocionados envueltos en sus banderas cantando Cielito Lindo. Continuamos y el cambio se diluía entre el cemento; el blanco, verde y rojo se tornaba azul, rosa, amarillo, y nuestras pieles poco a poco lograban imitar el arcoiris.

 

A mi parecer, lo más importante de esta marcha es entender que la protesta quizá ya no es su mayor meta, sino la celebración; estamos en medio del carnaval que reúne a personas con preferencias de todo tipo para dejar el miedo en sus casas y salir a bailar para ser ellos mismos, sin importar la ropa que usen, el maquillaje o cualquier superficialidad que los distinga; aquí se viene a bailar.

 

 

Fotografía de Emilio Espejel.

 

Las pancartas son un clásico de las marchas mexicanas: “Harry Potter nos enseñó que no es bonito vivir en un closet”, “Iba a ser heterosexual pero me chingué la rodilla”, etc. Unas divertidas, otros fuertes, pero siempre con algo que decir. Qué chingón, pensaba. Yo que nunca tuve la preocupación de no poder decir lo que quiero o prefiero, admiro enormemente a todas las personas que dejaron atrás su religión, trabajo, e incluso familias por decir: esto soy yo y así me tienen que aceptar.

 

La anarquía colectiva se desbordaba de una de las avenidas más importantes de nuestra ciudad para dejar brillando todo a su paso hasta llegar al Zócalo. Lugar donde, al final, todos los caminantes nos reuniríamos para vernos a la cara y limpiarnos el sudor con pañuelos de colores. Aquí no se escucha “chichis pa la banda” o “foto con la güerita guapa”; aquí se regalan besos, abrazos y, en algunos casos, se busca el amor. Llegar al Zócalo era la meta y logramos caminarla hasta el final; porque el mexicano es muchas cosas, el mexicano tiene muchas pasiones, pero, principalmente, el mexicano es grande, es anárquico, el mexicano toma algo y lo hace suyo, nos hacemos de todos.

 

Aquí todos somos todo.

           

Fotografía de Emilio Espejel.