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19 Abril 2024, Puebla, México.

Chavela Vargas, la artista hija del desamor/Semblanza para un documental

Sociedad |#c874a5 | 2018-08-05 00:00:00

Chavela Vargas, la artista hija del desamor/Semblanza para un documental

Verónica Mastretta

 

Vida y milagros 

                      

Las directoras Catherine Gund y Daresha Kyi presentaron este fin de semana un documental sobre Chavela Vargas que al parecer tendrá un gran éxito. Hace seis años  leí su autobiografía y los textos y entrevistas que encontré sobre ella cuando murió, el 5 de agosto de 2012.  Me había encantado oírla cantar con Joaquín Sabina Noche de boda, Somos en una película de Almodóvar, Tú me acostumbraste en la película Babel de González Iñarritu  y  La Llorona en Frida. Leer sobre ella me hizo verla y oírla con nuevos ojos.

 

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El mundo  raro de Chavela Vargas tuvo su origen en una infancia sin amor ni amparo, el tipo de infancia cuyo destino a veces desemboca en  el mundo de los adictos. Todos somos, en mayor o menor grado, adictos. Hay desde adictos disimulados, como los que lo son al control y al orden, al poder o al trabajo; los hay a la adrenalina, a las emociones fuertes, a eso, que algunos llaman amor, o los adictos a la comida,  al cigarro y a  tantas cosas  que ni siquiera parecen peligrosas. De eso todos tenemos un poco. Pero hay los adictos evidentes  y notorios, los duros, los que viven la vida a tragos, como los alcohólicos, como lo que le tocó ser a Chavela Vargas,  una de las voces más estremecedoras del siglo XX, junto con "Bola de Nieve" y Edith Piaf, según Almodóvar, quien vio en ella algo excepcional.  Y tuvo razones para  ello, pues como todo artista,  sabe que el arte es solo un vehículo que manifiesta  los recovecos obscuros, profundos y luminosos del  alma. Chavela Vargas descendió a los infiernos más profundos del alcohol y salió viva de ellos a los setenta años para retomar su carrera y  triunfar en escenarios tan complejos y difíciles como el Olympia  de París, el Carnegie Hall, los mejores foros de  España, Colombia, Argentina, y el Auditorio Nacional en la Ciudad de México. España le otorgó la medalla Isabel la Católica, que le entregara el Presidente Aznar.

 

 Chavela nació en Costa Rica el 17 de abril de l919, pero su país adoptivo fue México, el país que le dio las raíces hondas que la llevaron a esa manera de cantar desgarradora, que no todos aprecian. Chavela fue una niña rara, según ella misma lo dijo.-" Un niño atrapado en el cuerpo de una niña.".  Por eso sus padres no la quisieron nunca. De hecho en su infancia no la quiso nadie. Cuando su madre abandonó a su familia por otro hombre, el padre de Chavela se quedó con sus dos hijos varones y a ella la fue a dejar con la familia de un hermano que tenía muchos hijos y un ranchito de árboles frutales.  Ahí Chavela se ganó el sustento bajando fruta de los árboles. Era la que más alto se subía, la que más trabajaba. No recibió cariño ni caricias de nadie.-"Mi niñez- dijo ella- es el vacío. Yo solo buscaba ser respetada  y amada... pero se ve que era mucho pedir..."

 

Cuando tuvo doce años huyó del rancho para ir a buscar a su mamá. La encontró en una ciudad de Costa Rica, y cuando su madre la vio llegar, le cayó en los ojos el espanto. No le hizo ningún caso.  Ante tamaño rechazo y  falta de aceptación, se volvió rebelde e inconforme. No había para ella  un lugar en el mundo. A los quince años decidió abandonar al país que no le había dado amor. Se vino para México y sobrevivió como pudo. Hizo de todo, de cocinera, de chofer, de costurera y de mesera, y ahí, entre las mesas, mientras servía, iba cantando y tomándole gusto al canto. Se hizo útil con  su soledad a cuestas. Se metió en el mundo bohemio de la ciudad de México, y empezó a hacerse amiga de borrachos, parranderos e  ilusos, pero también de grandes personajes de esa época, como Diego Rivera y Frida Kahlo, Agustín Lara, Tito Guisar, Pellicer.  A Frida  la seguía como un perrito sin dueño, y ella le dio comida y compañía. -"Vente muchacha --le decía--, quédate a comer, no te vayas sin un taquito."

 

Chavela y Frida Kahlo

 

Asombra  que Chavela, de cara tosca, rara y solitaria, se lograra  abrir un espacio en ese mundo. Logró que muchísimas mujeres preciosas e inteligentes la amaran. Sería su voz, su personalidad aguerrida, su gusto por la fiesta, su adicción al dolor, que la juntaba con otros seres iguales a ella, almas marcadas por el sufrimiento y la sensibilidad extrema.

 

 Se tardó casi veinte años en empezar a cantar profesionalmente, contratada en escenarios serios, en bares de la zona Rosa, o en un hotel de la Quebrada de Acapulco. Se volvió famosa.  Elizabeth Taylor y Mike Todd decidieron casarse en Acapulco  y Chavela  amenizó la fiesta. En esa boda todos acabaron borrachos y  tomando champaña servida en los zapatos de tacón de las señoras.  Ya para entonces había adoptado su pantalón de manta y su jorongo para subir al escenario. Y siempre con unas copas de tequila encima, bebida a la que se aficionó cuando fue chofer de una señora rica a la que le gustaba la copita.  Le costó hacerse respetar en el escenario, le gritaban de todo, marimacha, loca, fea, pero luego, el embrujo de su estilo y su voz dominaban al público. Así, cantando en la Zona Rosa, la conoció Paloma,  la Paloma Querida de todas las canciones  de José Alfredo Jiménez, que  lo llevó a verla cantar- "Hay- le dijo a José Alfredo- una señora que canta como nadie la música ranchera". Así se conocieron.  Lo de Chavela y José Alfredo fue amistad y perdición a primera vista. Para bien y para mal. Se tomaron toda la cosecha de tequila de un año juntos. Parrandearon, cantaron, inventaron canciones y tonadas. No salían  del Tenampa, el día y la noche se les hacían uno. A José Alfredo el físico no le aguantó. Sintió el aviso de la muerte, pero antes escribió las canciones últimas que  tienen la angustia del borracho y la soledad de quien presiente que va a morir. A los 48 años, José Alfredo, el del Mundo Raro, Las Ciudades y El Rey,  sabía que estaba ya afuera del mundo. La cirrosis se lo llevó y Chavela se sentó a beber junto a su caja en el velorio. Habían corrido juntos todas las parrandas. Al genial José Alfredo lo fueron a enterrar entre mariachis, guitarras y tequila. Se fue como vivió.

 

 Chavela no se repuso de esa pérdida y se fue hundiendo cada día más en el alcohol. Le dejaron de dar trabajo, porque llegaba en perfecto estado de ebriedad. -"Así no, Chavela, así no, compóngase usted..." - le decían los empresarios. Y comenzaron a olvidarla.

"Me desaparecí de los escenarios y de todos lados --contó ella--, pero antes, me desaparecí de mi misma. No me encontraba, no estaba yo en ningún lado."

 Se retiró a Ahuatepec, en donde cuidó de ella una señora con sus hijos pequeños que se volvieron su familia. En México la dieron por muerta. Tomó de todo y con todos, igual con albañiles y teporochos que con los principales del pueblo. Pensó en el suicidio o en que se la llevara el demonio. Ella dice que le vio la cara al diablo y  que el diablo le tuvo miedo. Pasaron 20 años, y un día, después de una parranda,   le dijo a Martha, la empleada de su casa. -"Dame una copa, que será la última de mi vida". Y ella pensó: "la señora no deja de tomar ni a palos." Pero sí, solita tocó fondo. No hubo ni un tequila, ni un cigarro, ni una pachanga más. A lo macho, a  pelo, dejó de tomar y padeció con valor la tortura física de la cruda que lleva dejarlo  El presidente municipal de Ahuatepec anunció el hecho oficialmente: "Señores y Señoras, ha sucedido algo terrible: Chavela Vargas ya no bebe. Nos ha dejado huérfanos  de parrandas a los distinguidos ciudadanos de Ahuatepec."

 

A mucha gente no le gusta que los adictos se recuperen. El adicto es preso de los otros. De ahí para adelante Chavela no sería presa de nadie, ni de sí misma. 

"Volví del infierno porque me dio la gana",  dijo ella.

En 1991, ya sin beber una copa, Chavela se apareció en El Hábito, el bar de Jesusa y Liliana Felipe en Coyoacán. Escenario atrevido, audaz, agudo, el escenario ideal para que Chavela reiniciara su vida artística.  Tenía 72 años y nunca se había subido a un escenario sobria. Lo pudo hacer. Si existen los milagros, este es uno. Una cantante que vuelve de una ausencia de 20 años y triunfa.   El público olvida, se olvida de tu magia como te olvidan los amores que creías incondicionales.

"Mi destino todavía estaba en mis manos", dice ella.

 

Chavela, durante sus últimos años

Volvió para cantar en España, y ahí  Almodóvar la conoció y se hicieron amigos de verdad; la invitó a  cantar en varias de sus películas, donde él supo siempre darle el espacio preciso y perfecto dentro de la trama. Fue el presentador oficial de ella en todos sus conciertos: en el Olympia de París, en el Carnegie Hall, en los escenarios más importantes de España  y en el Auditorio Nacional de la ciudad de México. Se hizo amiga y cantó con otro artista  tremendo, adicto y redimido, Joaquín Sabina. Grabó discos con artistas  que estaban en la cumbre,  30, 40 o 50 años menores que ella. Y vivió y se  embriagó de vida. Hay vida después del alcohol. Hay vida después de la muerte lenta y el suplicio de una adicción. Hay vida. Y Cantó Chavela las canciones de José Alfredo, gritos del más allá. Y a ella le cantó Sabina:

 

Se escapó de la cárcel de amor,

de un delirio de alcohol,

de mil noches en vela.

Se dejó el corazón en Madrid,

quien supiera reír,

como llora Chavela.

 

Chavela, una quimera doliente y querida. ¿Nada más eso somos Chavela? ¿O puede redimirnos el amor en cualquiera de sus variantes?

 

Chavela Vargas,  Costa Rica, 17 de Abril de 1919- Cuernavaca, México, 5 de Agosto de 2012

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"Ai anda tequileando..."