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18 Abril 2024, Puebla, México.

Desde el ALDIVI: Libertad

Sociedad |#c874a5 | 2019-07-08 00:00:00

Desde el ALDIVI: Libertad

Bernadett Sánchez del Castillo

La imagen puede contener: nube, montaña, cielo, naturaleza y exterior

 

 

Sábado 27 de abril

Adiós Hiva OA...

Pinche noche traicionera que mal la pase, demasiado angustiada durante la navegación que sólo duró una noche y fue incomodísima, el oleaje irregular parecía una tina con un bebé revoloteando, las olas se movían sin dirección y en desorden. Poco viento y poca luz. Les di de cenar pasta con boloñesa antes del zarpe pero una hora después se marearon, solo Alexa vomitó. Alejandro venía incómodo porque el dingui, aunque lo sacamos, pegaba contra el barco y se balanceaba demasiado, intentamos acomodar un fender en el área que golpeteaba, estuvimos un buen rato, pero el movimiento del barco no nos dejaba trabajar y no era seguro, hasta que quedó más o menos, nos regresamos a la bañera con dolor de brazos. 


Los niños se fueron a dormir y nos quedamos Ale y yo cuidando nuestra navegación, sacamos la genovesa y comenzó a fluir un poco mejor, pero poco.  Me empecé a quedar dormida, sentada y deteniéndome con una pierna de una esquina para no caerme, con todo y colchoneta me resbalé dos veces. Alejandro me dio órdenes de irme a dormir, pensé que era la decisión correcta, pero al llegar a mi cama, con tan poca visibilidad empecé a mal viajarme y así seguí toda la noche, intentaba pegar el ojo cada 15 minutos y me despertaba alterada. Corrí dos veces a ver si estaba Alejandro y lo vi roncando, en fin, no dormí por culpa del miedo y del movimiento. Terminé contracturada.

 
 Domingo 28 Abril 
 

Resultado de imagen para Uapou

La isla de Uapou, en Las Marquesas. (Foto tomada de Instagram)

Nos amanece en UAPOU, anclados en la bahía de HAKHETAU rodeada de piedras, resguardados de un mar muy movido que experimentamos ayer y nos agotó.
Aquí en esta calma y viendo esos picos volcánicos maravillosos que sobresalen en la montaña con nubes que pasan haciéndoles cariñitos, a veces se logra ver la punta del pico por encima de la nube sobresaliendo, es un espectáculo, podríamos quedarnos días a observar este paisaje.

 Preparo un café para mi marido, que se metió una madriza todo el día de ayer, y para mí un té, nos salimos a la bañera a observar el paisaje y tomarnos nuestras tazas con unas galletas de limón que encontramos en “la magazin”. Nos dura 5 minutos el placer cuando a Alejandro se le ocurre una gran idea y tengo que ayudarlo: vamos a colocar un juego de poleas para poder subir y bajar más fácil el motor del dingui, que es normalmente una maniobra complicada y demasiado necesaria; entonces, manos a la obra, detén esta cuerda, haz un nudo ahí, pásame el mosquetón, detén esta otra cuerda, jala, no tanto, un poco más, córrele a buscar las pinzas y así son las indicaciones de mi capitán a la 7:39 a.m. Mágico fue cuando me dijo, ¡listo! Ahora sí, tú vas a bajar con esta cuerda el motor, yo lo recibo y lo instalo, resulta maravilloso. Nos falta práctica, pero sí quedó mucho mejor y más fácil. Es un genio este señor, esposo mío, me trae en chinga, pero se lo perdono porque me hace la vida más fácil después. 

 Terminamos la maniobra y de pronto vemos una escuela de delfines a poca distancia de nosotros, saltando y jugando, inquietos como niños que salen al recreo, saltan y saltan y giran en el aire y se ven otras aletas de delfines más grandes que los acompañan, las pacientes maestras, me imagino. En fin, mis hijos y yo estamos embobados con el show, y Alejandro les dice, ¿quieren acercarse más??? Se trepan de un salto al dingui y se van.... los veo a lo lejos encorvados con medio cuerpo afuera y casi tocando el agua con la cara, los mini bebés delfines saltan a su alrededor e imagino sus voces emocionadas, qué suerte tienen estos niños míos, es lo único que pienso.

Decidimos bajarnos a conocer esta belleza de bahía y pedacito de isla, caminamos un poco y encontramos un árbol con una fruta muy rica que al partirla tiene forma de estrella, se llama carambol;  conseguimos milagrosamente un aventón para ir a conocer a un fabricante de chocolate, un señor Alemán llamado MANFRED, que vive en la montaña y cosecha ahí mismo sus ingredientes, cacao, pimienta, macadamia, coco, piña, naranja, limón, canela; también produce su propia luz, está cerca de una cascada así que tiene agua, construyó su casa, su taller y su piscina con piedras y materiales de la zona, y recicla todo lo que se encuentra, tiene miles de macetas sembradas con plantas diferentes, caminan gallos y gallinas libres por el lugar y comen cocos que les dejan partidos por cualquier parte, deben saber suculentos. Para llegar pasas por la selva, lo divertido fue que subimos trepados en la batea de una camioneta pick-up que rentaron unos franceses y estaban buscando precisamente al ¡MOUSIEUR CHOCOLAT!!! Nuevamente siento que nos los mandó Dios, no es posible, nos dirigíamos al mismo lugar y aparecen estos dos ángeles que nos llevan, nos damos cuenta que el trayecto era largo y cuesta arriba en una montaña con calor, humedad, y mosquitos, así que doble o cuádruple agradecimiento.
Nos dedica 3 horas de su día éste ya famoso CHOCO MAN, y sin prisa nos sienta en su cocina a los franceses Patrick y Patrick y a nosotros a probar sus diferentes chocolates. Después de pláticas con temas que iban y venían en dos y tres idiomas, de un tour por su pequeña granja con explicación orgullosa de sus árboles y su autonomía y de echarnos un chapuzón los niños y yo en su circular alberquita de 2m de diámetro y 1m de profundidad, con agua que baja de la montaña, fría y con lama en el fondo, refrescante y divertida, le compramos 4 barras de chocolate que sacó de su taller color morado con ventanas irregulares y nos despedimos muy agradecidos y asombrados.

 

 

 

Volvimos a la calle que desciende a la bahía. Nos esperaba ya con la mesa puesta ATAHI, el mismo señor que remaba en la bahía con su hijo cuando llegamos y que nos invitó a conocer su “Restaurant local”, en el patio de su casa. Encantado de vernos llegar, nos tenía la mesa puesta y preparados a la leña jabalí salvaje y pollo que él mismo fue a cazar días antes; además pepinos, arroz, toronja en gajos, agua de limón con algo más y pan. 

Nos comimos todo, los niños estaban felices con la carne, chupaban los huesos; Alejandro se zampó un litro él solo del agua de limón, y yo probé de todo un poco, y mientras comía me sentí tan agradecida con él, con su jardín, con la isla, con los franceses, con mis hijos y Alejandro que sin fijarse comían felices en platos, cubiertos y vasos todos diferentes, con las manos y sin servilletas. Mis hijos, que cada día veo más libres, terminaron y se fueron a cargar cabras bebés y a explorar el lugar. 

Pienso mucho en estas vidas simples, se ahorran angustias innecesarias y disfrutan con menos, más. Nuestro “bien estar” depende de mucho menos de lo que pensamos; realmente si tenemos agua, ya tenemos ganado un 70%, lo demás siempre dependerá de nuestro trabajo y actitud. No importa dónde vivas o qué hagas, en esta vida tienes que trabajar para comer, para taparte, por higiene, no me refiero a un trabajo de oficina obviamente, aquí en UAPOU conociendo apenas por encimita estas dos vidas y observando algunas otras, me doy cuenta de lo sano que es ocuparte, a eso sí me refiero, la gente tiene una mente sana aquí, están tranquilos y se mantienen ocupados. Ubican bien sus roles, por ejemplo, él se va a cazar y cuando vuelve con un jabalí ella lo prepara y todos comen felices, también dedican tiempo a sus otros pequeños placeres, mismos que en su mayoría se los da el mar, la tierra, los árboles con su fruta, y ésta vista que tienen que es digna de sólo contemplar. Reman, pescan, cazan, cultivan, cosechan, preparan comida, nadan y vuelven a nadar, juegan, comparten, observan, se ríen mucho, son derechos y se hablan fuerte y al mismo tiempo son simples, y todo eso los hace personas satisfechas. Con lo que tienen hacen mucho, lo aceptan y disfrutan.

Aquí en esta isla si tienes un caballo, un perro, un machete, un rifle, árboles frutales, un pequeño corral, un kaiak, un remo, un ukulele, y un techo de una casa sin ventanas, estás del otro lado. Al mar se meten en calzones, los niños se deslizan parados y sentados en la rampa llena de lama junto al muelle, al caer al mar los regresa su amiga la ola, ese juego lo repiten de mil formas y a carcajadas. Gritan, se emocionan, se resbalan, se caen, y parecen salirles ventosas en los pies. Los observábamos y Diego no pudo resistir las ganas de vivir eso, se quitó tu playera y se unió al juego. Yo temí por cada uno de sus huesos, estos niños nacieron aquí y hacen esto todos los días; angustiada tuve que soltarlo y darle permiso de rifarse el pellejo en esas rocas y olas. Precavido, camina lento, se sienta y se desliza lentamente y al chocar con la ola y sentir la fuerza del agua que lo regresa voltea y me grita, ¡esto está increíble mamá!!!!! Sus ojos, su sonrisa, su grito, toda su cara me dicen que es de los momentos más felices de su vida. En ningún juego mecánico lo había visto disfrutar tanto. Aquí la naturaleza adopta a los niños, los cuida, los divierte y los invita todos los días a disfrutar momentos de agua de sal y espuma, de árboles que les dan sombra, se dejan trepar y les regalan una fruta en cada esquina, rocas para subirse y saltar, arena para moldear, palma para tejer sombreros, abanicos, collares, techos, animales que los acompañan, les ayudan y los divierten también. Lo tienen todo, amigos, libertad, fruta y animales libres, valores y educación, su escuela es preciosa y entran descalzos. 

Detrás o encima de las montañas se ven los picos que sobresalen como rascacielos y los rodea el resto de la vegetación verde, repleta de color, y sus diferentes matices dan volúmenes sorprendentes a cada bulto y cada risco. Yo aquí, desde esta comodidad, con un gran vaso de agua fría a mi lado, sentada en la bañera del velero, observo sin cansarme este hermoso lugar y asombrada me enamoro cada minuto más de él. Volteo y veo a unas cabras subiendo por la montaña y dos pájaros blancos se persiguen y contrastan con el tono verde del fondo, que a veces desenfoco y dejo en segundo plano para observar lo que tengo más cerca. Esos blancos pájaros me obligan a perseguirlos con mis ojos en su juego o cortejo, no lo sé; entre todos esos árboles sobresale una cruz blanca, colocada arriba de una torre de la pequeña iglesia del pueblo con techos rojos, esa cruz asomada te conecta con Dios, eso es lo que pienso al verla, y le agradezco tanto y más. 

Escuchamos gallos despedirse del sol que se mete muy despacio y nos deja disfrutar de este escenario y momento. No puedo soltar mi pluma, me siento agradecida con este día. Cuento cuántos techos veo en estas montañas, son sólo diez, detrás de la palmeras y árboles hay más, pero son pocos realmente, éstas islas que están lejos de todo, les dan todo lo que tienen a sus pocos habitantes y poquisísísímos turistas. Son tan generosas que por eso te enamoran y calman el alma. Aquí te quedas por esa sensación que eres capaz de percibir, es la paz con la que pasa el día lo que te atrapa y te anima a permanecer uno y otro más. Entiendo a las personas que lo dejan todo y se regalan permanecer en esta genuina y espléndida isla.

 

Lunes 29 abril 

Conocemos a PIERO, otro personaje de UAPOU, un señor enorme y cariñoso que tiene más panza que yo en mis últimos días de cada embarazo. No muy alto, pero ancho y famoso por sus dones culinarios y su pequeño restaurante para el que debes reservar, no tanto por el lugar sino más bien para poder darle tiempo al chef de encontrar sus ingredientes. Se ve en sus ojos su amor por los sabores y los olores, su entregada pasión que podría llamar arte en cada platillo. 

Con sus brazos y piernas gruesos y tatuados me causa una tremenda curiosidad saber más de él y me platica brevemente su historia. Nació en Sudáfrica pues sus abuelos emigraron de Italia a principios de 1900, pero él es francés. Fue un militar naval y le dio 8 vueltas al mundo y en sus viajes al pasar por México se enamoró de nuestro país, pero al pasar por las marquesas, se adueñaron de su corazón. Se casó aquí en UAPOU con una marquesiana que le dio cuatro hijos y éstos doce nietos. De primera impresión es un señor de carácter fuerte y voz grave y al pasar cinco minutos hablando con él se transforma en un señor amable, y con una voz y ritmo al hablar muy claro. Decidió darme la fórmula para hornear pan, les comparto el secreto: debe estar la suma de todos los ingredientes a 70 grados. Incluido el clima, por ejemplo: Ambiente, 20 grados + harina, 20 grados + agua 10, grados + levadura, 20 grados = 70. Si el ambiente está a más temperatura, deberás enfriar la harina, ¿sí está claro? ¡Voila!!!  ¡Ya compartí el gran secreto de la baguette francesa! Ahora a intentarlo. 

Volviendo a sus tatuajes tuvo la paciencia para explicarme detalladamente cada símbolo o conjunto de símbolos. Lo tatuó su propio hijo, quien es un profesional tatuador y hace un trabajo impecable y serio. Los tatuajes maories no son solamente figuras al azar o símbolos que tú mismo eliges, ellos imprimen en tu piel tu esencia. Un tatuador debe ser una persona sensible y discreta que sepa muy bien interpretar tanto tu espíritu como la historia de tu vida, hasta en ocasiones de tu pasado o ancestros.  Deben tomarse el tiempo para escucharte y conocerte mejor, normalmente son dos días los que te piden les platiques sobre ti y si sienten una mala vibra simplemente no te tatúan. Una vez que saben quién eres, entonces deben elegir los símbolos que te representen y te hacen una propuesta seria directamente sobre tu piel y con toda la explicación.  Los tatuajes son para toda la vida, me explicaba, como el amor o tu pasión, por eso nos tatuamos a nuestra familia, que son siempre quienes más llenan nuestro corazón y a nuestra pasión para que trascienda a otros, con símbolos de unión, generosidad, amor, protección, fuerza y armonía. 

Es muy interesante este conocimiento simbólico que aún vive en esta zona del mundo. Qué bonito es ver a las personas tatuadas amando su origen, comprometidos con sus raíces, su cultura y la información que sus cuerpos trasmiten. Me apasionaría estudiarlos y comprender cómo se fusionan para explicar una personalidad, tengo entendido que rescataron este conocimiento ancestral a base de estudio, arqueología y de escuchar a los más viejos, los abuelos son muy respetados aun en la actualidad, sabios que logran recordar mucho de su maravillosa cultura y con claridad la trasmiten a su descendencia. En la época que fueron conquistados, murieron miles de ellos y estuvieron cerca de perder su gran conocimiento. Me encanta ver que aun existan lugares como éste donde sus tradiciones siguen vigentes. 

 

Martes 30 abril 

 

Subimos muy temprano caminando a la cascada de la que nos hablaron maravillas, queríamos ahorrarnos el tremendo calor que se siente a partir de las 8:30 de la mañana. A las 7 ya estábamos en camino. Una hora a paso constante nos tomó para llegar a esa pequeña poza con su cascada de no más de 15 metros, el camino fue cansado, Vital se quejó desde el minuto 10, pero con canciones inventadas y distraído con las plantas y animales lo logramos. Alexa casi al llegar, brincó unas piedras grandes y se imaginó que así vivía Pocahontas, esta niña mía siempre va pensando en algún cuento, todo lo que ha visto o leído lo tiene siempre claro y fresco en su memoria, me impacta mucho su imaginación y su narrativa, a veces habla como si viniera filmando una película, es una actriz nata. En fin, llegamos a la cascada, nos quitamos la ropa y nos metimos a esa agua fría y con fondo muy extraño, al pisar eran raíces aguadas, lamosas y lodosas, me dio una angustia espantosa. Diego que todo lo que sean animales ve, noto unos langostinos en el rio que continúa después de la cascada. No aguantamos mucho el frio y como a los 20 minutos de nadar nos sentamos en las rocas a comernos unas manzanas y unas nueces, estaban encantados los niños en ese ambiente y nos arrepentimos de no haberlos llevado antes en México a lugares así, es una pena que estemos contaminando tanto nuestro planeta y en específico nuestro país donde lo tenemos todo.

Vamos de regreso y nos encontramos a un señor sentado en el piso y rodeado de cocos, los abre con un pico, las manos y un machete y nos enseña el corazón del coco, nunca lo había visto, nos dio a probar un poco, sabe muy bien, tiene textura como de algodón, se desbarata en la lengua, y está pegado a la pared interior del coco, húmedo, blanco, suave y esponjoso, seguro que contiene miles de vitaminas, MERCI! Le decimos y escuchamos con atención su explicación a cerca de su venta de cocos en costales. A las 9:30 pasamos por la escuela, sabíamos que pasarían unos cortometrajes de una tripulación que está haciendo travesías de investigación sobre contaminación, protección de algunas zonas marinas y buscando nuevas locaciones para deportes extremos. El dueño del MAEWAN se llama Erwin, es un tipo alto y bien parecido con los músculos de la espalda marcados uno a uno, es escalador profesional, un verdadero atleta y también es velerista, pues se mueve por el mundo en su barco, ya estuvo en la Antártida y el Ártico y otros muchos sitios más. Los niños de la escuela estaban fascinados con los videos y también con la novedad de recibir por un día a tres niños mexicanos que hablan español en su salón de clases. Les dieron un lugar, hojas y colores a mis hijos y la tarea que Erwin les puso fue dibujar los animales que del mar que conocen y quisieran cuidar. Al final Diego y Alexa pasaron al frente a dar la explicación de sus dibujos y el profesor, que por cierto es encantador, les dedicó toda su paciencia tiempo y atención. Qué fáciles de verdad son los niños que siempre viven el corazón abierto, sin hablar la misma lengua, se entienden y divierten. Juegan carreras, saltos y futbol, y al terminar la escuela, todos salen solos, cortan alguna fruta de algún árbol que está sobre la calle rumbo al mar, se quitan la ropa y se meten a nadar, repito, solos, nadie fue por ellos ni nadie los vigila mientras nadan, se cuidan entre ellos y el sol les dice la hora exacta para irse a sus casas. Así son todos sus maravillosos días y hoy les toco a mis hijos compartirlo.

 A media noche, salgo con mi marido a ver las estrellas, ¡es que se ven tantas! ¡Estamos tan agradecidos con Dios por darnos esta inmensa oportunidad! Nos alegramos también de soltarnos para regalarnos este espacio en el tiempo de nuestras vidas. Qué suerte, qué expansible sentimiento. Los niños parecen también venir disfrutándolo, pero como adulto, más consciente de dónde estás parado y lo que te está tocando vivir, creo que es más perceptible, con una nueva luz que te ilumina nuevos caminos o rutas, nuevos retos, nuevas metas, nuevos alcances que se logran despacio y cosas “ordinarias” como nuevas frutas, personas, amaneceres, atardeceres, animales, olores, texturas, paisajes y tiempo para escucharnos. 

 

Miércoles 1 de mayo 

 

Nos vamos hoy de UAPOU, sólo nos bajamos Alejandro y yo temprano a la isla, pues ayer una mujer nos dijo que nos quería regalar algo de fruta, estaba agradecida con nosotros por regalarles unos colores y libros para iluminar a sus hijos, llegamos a su casa y una penca de plátanos nos esperaba, una caja con pomme de terre, que no sabemos que es, guayabas, limones y papayas. Los niños con los que jugaron tanto mis hijos están en el muelle y nos gritan con todas sus fuerzas para despedirse, pronuncian el nombre de Diego desde lo más profundo de sus entrañas y sale con fuerza de sus pulmones y bocas, me derrito al verlos felices y tristes de vernos partir. Que contrariada me siento al tener que dejar de ver esta isla y su poca gente tan hermosa y sorprendente, me cuesta trabajo pensar que volver será difícil. Escuchamos el sonido de una especie de sirena que sabemos nos está despidiendo, son los niños, lo sé.

Zarpamos rumbo a NUKU HIVA, sin percances subimos el ancla y nos alejamos. Nos trae vueltos locos Vital, es simpático y tan adelantado en unas cosas e inocente y creativo en más. Con su dedo en la boca al atardecer, empieza a estar cansado, cuando logra guardar silencio y se dedica a observar, escuchar y comprender. Ese mágico momento que estoy viviendo más o menos a la 5:00 pm, en donde veo a diario, en su ojos inteligentes, cómo absorbe nuevos conocimientos, nuevas palabras, conceptos, está tan atento que van varias veces que nos sorprende con frases como: ese foco sigue prendido o, se metió la cuerda por abajo cuidado o, mejor yo no me echo porque me puedo lastimar o, mami! Llévame también mis otras chanclas por si mojo mis wet shoes, ¡no lo amas?  ¡Ah! Se cayó y se raspó una rodilla y siguió corriendo, cojeando y gritando: ¡Auch! ¡Pero mi dijo el capitán que tenía que ser valiente!!! Y como estos ejemplos hay mil más, que suceden todos los días, sé que esto pasa aquí y en cualquier casa con un niño o niña de 4 años, qué edad tan suculenta.  Se empiezan a interesar por las letras y los números, memorizan, se defienden, cuentan sus pedacitos de carne que aún no se comen y además todo lo que ven, ya se expresan con más claridad, etc...

En fin, me trae loca de amor y ternura.

Son las 4:00a.m. Entro al barco en silencio y me pega un susto Vital, lo escucho decir en la oscuridad y con su voz ronquita: ¡mami!, ¿mi haces cariñitos? Está vestido sólo con sus shorts de pijama y abraza su zarapito, no puedo preferir irme a dormir que tocar esa piel que me derrite y me comparte tanta paz. Todas las mamás, abuelas y tías han pasado por ese instante que puede durar horas, en el que tienes a un bebé acurrucado, con los ojos cerrados, lo escuchas respirar, no lo puedes dejar de ver y le acaricias la cabeza y te tranquiliza. En el ratito en el que acaricié a Vital me conecté con mil corazones que también sienten este ilimitado amor. Visualicé y abracé desde mi mente a muchas mujeres importantes en mi vida.