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18 Abril 2024, Puebla, México.

La moda negra. Duelo, melancolía y depresión

Sociedad |#c874a5 | 2019-07-15 00:00:00

La moda negra. Duelo, melancolía y depresión

Verónica Mastretta

Vida y milagros

 

Es difícil ver la delgada línea que divide una tristeza pasajera de una depresión que puede volverse crónica. 
Detectar la depresión no es fácil ni para la persona que la sufre ni para quienes la rodean. Suele confundirse con caprichos, con falta de fortaleza, con debilidad. 
 
Esa enfermedad terrible que aqueja a los humanos es peligrosa por ser aparentemente invisible. William Styron la nombró así en su libro del mismo nombre "Esa visible oscuridad". No todos la viven, no cualquiera la toca, pero todos estamos expuestos a ella, pues las pérdidas y separaciones que son parte de la vida cotidiana de todo ser humano, nos suelen conducir a la tristeza y melancolía normal y superable, o a la depresión que en medio de la noche te despierta con el corazón latiendo a mil, con la congoja en la garganta y con ganas de llorar o gritar sin que se oiga, como el personaje del cuadro de Edward Munch "El Grito". La melancolía y la depresión te enseñan su rostro cuando menos lo esperas, en medio de un grupo de personas que ríen, a la mitad de una comida placentera, en medio de la lectura de la página de un libro o escuchando una tonada que te sacude el corazón. Cuando eso sucede, las personas pueden dedicar enormes cantidades de energía a  pretender que nada pasa, que la vida es ligera, que las tardes son tibias, que hay todas las tardes del mundo por delante para amar en medio de la lluvia. La depresión se puede envolver en risa, en humor negro, en cariño para los que nos rodean, pero  que ignoran que una mano nos tiene tomada la garganta y que necesitamos apoyo.
 
Ríe y el mundo reirá contigo, llora y lloraras sólo. Quizá por eso a nadie le gusta molestar de más  con las tristezas, somos orgullosos y tontos, o ignorantes de lo que significa la diferencia entre una tristeza procesable y una honda melancolía, la de la mano invisible que te tapa la boca y la nariz y que te suelta cuando crees que no volverás a respirar.
 
A la melancolía extrema hay que atenderla cuando nos hace extrañar de más nuestra niñez o añorar de más a nuestras madres o cariños perdidos. Cuando agranda nuestras culpas,nos roba la energía,nos vuelve intolerantes ante pequeñeces, distorsiona nuestros momentos de felicidad  o agranda de manera desproporcionada las vicisitudes de la vida.
 
El libro titulado La moda negra, del autor británico Darían Leader aborda de manera interesante y original el tema del duelo, la depresión y la melancolía. Separa el duelo y la melancolía de la depresión y nos alerta acerca del abuso de fármacos para enmascarar procesos de pérdida que deben vivirse recorriendo sus círculos de manera completa. Su tesis es que si las pérdidas y las separaciones que inevitablemente llegarán a nuestras vidas no se asimilan de manera adecuada, sus efectos pueden durar toda la vida y provocar en las personas un sopor eterno, un infierno psíquico que aísla y congela a la persona del entorno que la rodea porque murió con sus pérdidas.  
 
Esa enfermedad que antes se conocía como melancolía, hermoso nombre para un asesino peligroso,se puede curar y procesar de manera adecuada, no solo enmascarándola con fármacos. En lo personal he visto muchos casos en que los fármacos han salvado vidas y sí creo que la depresión y la melancolía se pueden curar de muchas maneras, dependiendo de su origen y sus causas. Es importante entender que hay depresiones endógenas, que provienen de una alteración de la química de nuestro cerebro o de  la tiroides, y esas requieren de un tratamiento médico específico. Y están las otras, las exógenas, provocadas por  eventos  externos inclementes, tales como la muerte o la pérdida de un ser querido, la quiebra, o los cambios fuertes que suelen ocurrir en las vidas de todos. Nada tan común y obligado como la pérdida.Perdemos algo a diario, como decía la poeta Elizabeth Bishop- así que más nos vale aprender a dominar las pérdidas. 
 
La herramienta alterna que Leader propone es el arte como el vehículo que nos permite acceder al dolor ocasionado por las pérdidas de manera consciente. La música, la literatura, la pintura, la poesía,el arte de la conversación,la iniciativa de crear algo, un proyecto, un trabajo, que agote el cuerpo,  todo está ahí para ayudarnos a tocar el dolor, reconocerlo, curarlo, y elaborar una salida en el proceso de pérdida. No todas las tristezas profundas se curan con fármacos.  De hecho, el autor cree que se abusa enormemente de ellos.  
 
La propuesta de Leader es provocativa e interesante: no caer de manera automática en las opciones de la industria farmacéutica moderna, que a través de antidepresivos suprime los síntomas sin cambiar las condiciones del estado mental depresivo. Su propuesta es no mecanizar  la supresión del dolor mediante un mundo de autómatas empastillados, que evita tocar las profundidades del dolor y resolverlo.En lo particular he visto las bondades de los fármacos en casos de personas con la química cerebral alterada, pero también la creciente incapacidad para lidiar con las pérdidas en un mundo en el que pareciera obligatoria la felicidad permanente.  
 
Morir con nuestras pérdidas o aprender a sobrevivirlas, he ahí el interesante dilema que plantea Leader.