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18 Abril 2024, Puebla, México.

Dos felinos sobre el ring: memoria de Mantequilla Nápoles (1940-2019)

Sociedad |#c874a5 | 2019-08-16 00:00:00

Dos felinos sobre el ring: memoria de Mantequilla Nápoles (1940-2019)

Verónica Mastretta

Vida y milagros

 Hace diez años escribí acerca de los recuerdos que tenía de "Mantequilla" Nápoles después de ver pelear a Manny Paquiao. Su estilo y su manera de moverse en el ring me recordaron enormemente al boxeador que conocí en mi infancia

Mi abuelo fue un fanático y gozador de muchas cosas, entre ellas de la nueva tecnología, de las corridas de toros y del Box. Su cuarto tenía siempre el último tocadiscos, dos televisiones, encimadas una sobre la otra, para no perderse nada de lo que pasaba en los dos únicos canales que había cuando éramos chicas, y una pantalla para cine y transparencias que bajaba del techo. Su espacio era un circo de tres pistas, lleno de música, chismes y novedades. Muchos fines de semana mis abuelos nos invitaban a dormir a su casa a mi hermana  y a mí . Mi abuela tenía su cuarto y mi abuelo el suyo. ¡Sana costumbre de las parejas de entonces! Mi abuelo nos prestaba su cuarto, pero  la luz no se apagaba hasta que no hubieran cortado la señal de televisión en paso de Cortés. Ir a su casa era una fiesta, pero había que pagar la cuota de ver con él por la tele las eternas funciones de Box de los sábados por la noche. De ahí viene mi relación de amor-odio por el box.  Eramos niñas, así que a  veces nos tapábamos los ojos cuando las moquetizas de un boxeador a otro se volvían carnicerías, pero también, oyendo los comentarios de mi abuelo, aprendimos a valorar  los movimientos, la rapidez, la técnica y las habilidades de algunos boxeadores que fueron su fascinación. Ahí, en su cuarto a obscuras, vi pelear por primera vez a "Mantequilla Napoles", el cubano nacionalizado mexicano nacido en 1940 y quien emigrara a México de manera definitiva cuando Castro prohibió el boxeo profesional en la isla. Me enamoré de él. Se movía como un felino sobre el ring, sus ojos fijos sobre el oponente, con una suavidad que le ganó el apodo de "mantequilla", y con una ferocidad propia del gato que tenía yo entonces en mi casa y que se llamaba "Bola de humo", terror de todos los perros del vecindario, a los que les dejó la cara como faldas de hawaianas varias veces, con contorsiones  y arañazos implacables. Nunca lo vi perder una pelea.

 

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Y así era Mantequilla: Un punch devastador  y una rapidez y  una frialdad  impresionantes hacían de él  un peleador perfecto. Su oportunidad le llegó tarde. Mi abuelo decía que no le daban chance porque todos sus oponentes lo sabían invencible. Fué hasta los 29 años y guiado por  George Parnassus, el mejor promotor allá por 1969, cuando  Mantequilla se coronó como campeón del mundo en peso Welter, el más bonito de los pesos en Box. Los cuerpos son perfectos y equilibrados. En el treceavo round  noqueó a Curtis Cokes y se coronó campeón del mundo, título que mantuvo por  casi siete años. Indian Red López, uno de los contrincantes a los que venció, confesó a un reportero que ni por todo el oro del mundo se volvería a subir al ring con él.  Su nombre está en el selecto Club de la Fama como  uno de los pocos boxeadores que ha ganado más de 50 peleas por knock out, 54 para ser exacta.

 

 

 

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Anoche, después de años de no engancharme con una pelea de box, caí a los pies de Manny Pacquiao. Me pensaba parar de la televisión después de ver su entrada triunfal en el coliseo MGM de las Vegas. No pude. Sus gestos, su entusiasmo, su risa, su espíritu lúdico, me recordaron la entrada triunfal de Mantequilla Nápoles el día en que se coronó campeón del mundo. Pacquiao  es ahora peso Welter y a partir de anoche ya ha sido campeón mundial en cuatro categorías distintas, lo que lo califica como el mejor boxeador de todos los tiempos.  Entró en un recorrido glorioso  y luego, como buen mustio, se fue a su esquina del ring y se hincó, con un rosario en el pecho, a rezar devotamente. Mientras éso hacía, entró Miguel Cotto,el campeón  welter del mundo en ese momento, con una cara de velorio propia de los que temen lo peor sobre sus personas. También rezó y se persinó, pero dios ya había sido convencido por Manny. Aún así, fue un leal oponente, defendió con tenacidad, valor y entrega su título, pero yo  veía a Pacquiao jugar con él como mi gato lo hacía con las lagartija del jardín: los ojos fijos, los movimientos rápidos en el momento preciso,  propios de un chita, unos puños mortales que rompieron la férrea defensa de Cotto una y otra vez hasta dejarlo casi igual que el Cristo de Mel Gibson. En el último minuto del último round, el árbitro paró la pelea. Recordé la voz de un cronista saliendo del televisor de mi abuelo en una de las peleas más violentas y triunfales de Mantequilla Nápoles: "¡paren esa pelea, paren esa pelea.".Y sí, la pararon, para evitar que hubiera un muerto. Odio el box, odio la violencia, y sin embargo me hipnotizo y me  apasiona ver y recordar a esos dos felinos sobre el ring: Mantequilla y Manny Pacquiao.


Mantequilla Nápoles fue devorado por el alcohol durante muchos años. Eso y las malas amistades lo arruinaron. La primera y última vez que lo vi en persona, fue en el estadio Cuauhtemoc. Se veía sano y felíz. Me emocioné al verlo, como me emociona hoy recordar al felino sobre el ring que conocí de niña.

 

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