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28 Marzo 2024, Puebla, México.

Desde el ALDIVI: nadar entre tiburones

Sociedad |#c874a5 | 2019-08-18 00:00:00

Desde el ALDIVI: nadar entre tiburones

Bernadett Sánchez del Castillo

 Image result for atolones de Tuamotu, tiburón enfermera

Tiburón enfermera en el atolón de Tuamotu, en la Polinesia Francesa.

Imagen de portadilla: ultima-frontera.com/sites/uf-viajes/destinosdebuceo/tuamotu/

 

 Miércoles 15 de mayo


 
Ayer nos dijeron que los miércoles llega el barco con los víveres para la isla. Pero la advertencia es que, si no vas temprano a comprar tu fruta y verdura, para las 11:00 ya no encuentras nada. Son las 7:30 y ya estamos en el dingui rumbo al muelle principal, y vengo muerta de risa pues a veces mi marido tiene un humor que me mata:  me dice, “¡vente mi amor, vámonos de compritas en el convertible!!! Jajajajaja... no sé por qué, pero me causó mucha gracia y me reí a gusto unos minutos, con esa risa que va y regresa segundos después si vuelves a pensarlo. Dejamos a los niños en el velero con un plato de cereal y una película, advertidos de no nadar ni hacer tonteras (frase incompleta que debes dejar al ángel de la guarda de cada uno, será quien les explique). Vemos un barco grande amarrado al muelle, ¡ese debe ser! 
            Bajan con grúas unos cajones grandes de metal llenos de cajas de cartón o paquetes. Son muchos, la gente llega en bicicletas y algunas camionetas al lugar, se bajan y se recargan en una pared que les da sombra, mientras platican y observan el acomodo de los cajones que organizan en el piso, dejando un pasillo entre ellos. Yo estoy tan sorprendida con la maniobra que me cuelo entre las personas, los cajones, las grúas que van y vienen y me acerco al barco, quiero ver qué hacen. Escucho a un hombre de casco blanco y brazos fuertes gritarme algo en francés. No entendí muy bien qué me decía, pero con los gestos supe que estaba parada en un lugar prohibido y encima filmaba con mi celular los movimientos de la descarga. Obedezco y me alejo a observar. No entiendo qué pasa, la gente se acerca a los cajones, buscan sus paquetes, los toman y se van. Juego a ser la reportera y entrevisto a las personas. Un señor inmenso, chimuelo y feo, muy tatuatudo, con un collar lleno de colmillos, pero auténtico y simpático, se acerca y me pregunta, ¿qué necesita usted madame? Amo la propiedad del idioma, le digo que quisiera entender la logística de lo que está pasando. Con una sonrisa muy amable, me explica y hasta me termina presentando al capitán del barco, que era el mismo hombre alto y fuerte que me gritó que me moviera, ¡ups!

En fin, les cuento cómo funciona. En pocas palabras las personas hacen pedidos por teléfono a tiendas de Tahití, van a la “post”, pagan y reciben un número que será el que indique en qué barco y que cajón vendrá su paquete. La post manda el dinero a la tienda y ésta libera el paquete dando el mismo número que ahora tiene su cliente y lo envía al barco. Pueden pedir desde material de construcción, medicinas, alimentos, hasta una motocicleta, ropa, herramientas o maquinaria. Lo que quieran, lo que les haga falta. A mí me genera una especie de angustia con asombro pensar cómo viven, sé que para ellos es lo normal y saben y confían en que un barco llegará con su pedido, además de que nadie irá a robarse su paquete. Todos se conocen, saludan al capitán del barco y sólo algunos le muestran su papel para corroborar que es su paquete, los demás simplemente alzan la mano a lo lejos en señal de “ya lo tengo, gracias”. A mí, desde mi perspectiva, la única que realmente conozco, en donde si necesitas algo y lo puedes comprar a menos de 20 minutos de casa, me angustia.

En el mini-pueblo de éste lado de la isla, tienen lo básico, una escuela, una oficina que organiza todo, una cabañita para la información turística, una tienda y taller de artesanías, otra oficina que dice policía, la post, una gasolinera, una enfermería, una tienda chica pero bien surtida y una máquina desalinizadora de la que cualquier isleño puede surtirse. El agua para bañarse y lavar es recopilada de la lluvia en las casas y vienen a esta máquina a llenar tambos de agua para beber, es gratis. Es una vida relativamente simple, pero a mí me parece complicadísima. Se imaginan tener que comprar sin ver, confiar que te mandan lo que pediste, esperar a que llegue, ir a recogerlo a un muelle y por fin tenerlo en tu casa después de una o dos semanas de espera o más. No sé, me causa mucho impacto. Qué paciencia, es otro ritmo y así es y punto, no hay de otra. 

El suelo de la isla es de piedra volcánica, porosa, rasposa y negra, no guarda humedad, no hay tierra fértil, hay plantas desérticas y palmeras, eso es todo, no pueden sembrar un árbol de limón, porque simplemente no se da, ni en maceta. Imagino que lo que llena sus corazones y sacia sus necesidades son estas vistas y colores que te hacen olvidarte de todo. Pescado y coco tienen mucho y lo demás lo piden y llega cada miércoles. Así es esto. 

 

La imagen puede contener: 1 persona, sonriendo, de pie, cielo, océano, nube, pantalones cortos, exterior y agua

 

Con este tipo de viajes y experiencias llegan a tu cabeza preguntas de todo tipo, y una frecuente que han hecho los niños: ¿Cómo empezó el mundo? Y las que siguen: ¿Quién lo creó? ¿Quiénes fueron los primeros hombres en la tierra? ¿Vendremos del mono? ALEXA se cuestiona sobre la existencia de Dios, su duda es ¿y si todo es evolución y energía? ¿Qué tiene que ver Dios en eso? Y DIEGO le responde que tiene la mayor prueba de todas, y que esa prueba es ¡ÉL MISMO!! Me lo comía, no sé de donde sacó eso, no he sido una buena guía para esto de la religión, no he pasado del dulce madre, no te alejes... por las noches. Somos católicos, pero lo practicamos poco, es un tema que podría extenderse demasiado, a mí lo que me pasa es que durante mi infancia me pareció tan confuso, que pienso que es mejor precisamente cuestionarte, interesarte para realmente entender lo que es la FE. Eso es lo que a mí me mueve. Yo no sé muy bien ni por dónde comenzar, cuando eres niño imaginas a un ser humano disfrazado de Dios que mueve las manos y hace magia creando el universo, los planetas, la tierra, los elementos, la naturaleza, los animales, al hombre. Les decimos que intenten no pensar cómo es Dios, más bien deben sentirlo en sus corazones y en todo lo que nos rodea. Es un ejercicio difícil, necesitamos dibujarlo en nuestra mente de alguna manera. ALEXA me dice, mami, ¿está bien si pienso que es una luz? Le digo que sí, me parece figurativamente un buen ejemplo. Y así como vienen los temas se van y pasamos a otros. Pero sé que ya es momento de prepararme para no decir pura estupidez. Quiero abordar el tema desde el amor, desde los valores, sembrar Fe en sus corazones, que tengan este lazo con Dios de sentirlo siempre presente. No tanto desde la historia de Jesús pues aún me parece triste, incoherente y desgarradora. En fin, Alejandro me ayudará en esto. 

Hicimos una reservación en el hotelito de la playa para irnos a cenar solitos, los niños están felices por nosotros, más Alexa que decide escoger mi ropa, peinarme y pintarme, está emocionada, quiere vernos como dos enamorados; Diego desde mi cama observa cómo me arregla la estilista Alexa y decide opinar que le gusta más que el pelo pase por detrás de mi oreja, que me veo más bonita, me derrito. Y Vital chupándose el dedo y abrazando su sarape me abraza y me dice que me va a extrañar. Yo me dejo y gozo cada comentario. 

Nos vamos, y al estar solos en la mesa del restaurante, me emociono al darme cuenta dónde estoy parada, le doy la mano a mi marido y callada le agradezco con mis pensamientos. Nos estamos conociendo mejor todos, ésa es de mis partes favoritas. Ale sigue incómodo con su dolor de brazo y en el muelle se acuesta sobre el piso de la cabañita y me pide que me pare encima de su espalda y lo truene, lo intento pero no logro nada, me duele y asusta verlo mal. 


 Jueves 16 de mayo

 

Me estoy levantando, 7:00 am. Preparo un café y unos panes con mermelada y me voy a la punta del velero a buscar soledad e inspiración. Aquí estoy, sentada con mi taza y mi pan, mis piernas cuelgan hacia el mar y mi mirada se clava en el agua. En este color que cambia y se aclara conforme sube el sol, el fondo es tan blanco y el agua limpia, logro ver peces que nos rondan esperando las migajas de mi pan. El viento sopla un poco, peina sutilmente la superficie del agua y ya no deja ver más esta perfecta e infinita pecera. 

 

La imagen puede contener: una o varias personas, barba y bebida

 

Nos bajamos a la playa, con una botella de mezcal, RELÁMPAGO MIXTECO. Alejandro trae ganas de fiesta y desde su palapa invita a quienes le hacen plática a tomarse un mezcal de México, traemos nuestras raíces tatuadas en el corazón, todo nos recuerda a nuestro bello país y nos encanta presumirlo. No tardamos ni una hora cuando ya tenemos a una parejita de suizos sentados con nosotros. Yo después de un mezcal y media cerveza, ya me atrevo a ponerme mi visor y me meto a nadar con mis hijos hasta unas plataformas que hay después de los muelles, estamos ansiosos por ver pasar al tiburón, me siento más relajada pero no menos alerta. Juego con ellos luchitas y me doy cuenta de que han crecido, ya no es tan fácil defenderme, tienen más fuerza, me logran tirar de la plataforma 3 veces y nos carcajeamos. He aprendido que a veces hay que darse oportunidad de jugar a lo que ellos quieren, no a lo que tú ya como adulto inventas. Sus juegos siempre son mejores. Regreso a la palapa y ya hay dos gringas más alrededor del rey de la fiesta, la botella de mezcal ya va como a la mitad… Pienso, tomate otro y fluye. Así pasamos varias horas, hablando de México, de los sueños, de nuestras vidas y la suyas, los niños juegan y nadan toda la tarde, Alexa también ya tiene más confianza y está contenta en el mar. Nos llueve y salen dos arcoíris, uno encima del otro con los colores invertidos, ¡que maravilla!! La pasamos bomba.


 
Viernes 17 de mayo


 
Vamos a dar un paseo en bicicleta por la única calle que rodea éste extremo de la isla, no hay mucho que ver sobre el camino, sólo una que otra casa hecha de tabla roca, nada espectacular. Es pavimento en línea recta y a los lados palmeras, arena o rocas volcánicas. Lo interesante es saber que venimos entre el mar y la laguna, aunque no podemos verlo claramente. Los niños vienen felices, extrañan también ese tipo de ejercicio y actividad. Nos metemos a nadar en una playa y encontramos pepinos de mar, son un asco, Diego los exprime divertido y sale un chorrito de agua, tienen una especie de aletitas diminutas con las que se adhieren a las rocas. 

Regresamos del paseo y nos avisan que se desamarró nuestro dingui. A mí me temblaron las piernas y a Alejandro el corazón, gracias a Dios un señor desde su barco lo vió flotar solito y lo rescató, avisó por radio al mini negocio marino que se encuentra al lado del hotelito y por eso supimos en tres minutos lo que había pasado. Es nuestro medio de transporte y el barco es nuestra casa. Este acontecimiento nos hace reflexionar. 

 

 Sábado 18 de mayo

 


Nos movemos al lado sur de la isla, debemos ir muy atentos pues venimos dentro del atolón y hay muchos pero muchos bajos, todos o la mayoría muy bien señalados con postes verdes y rojos que van enmarcando una especie de carretera, debes dejar a la izquierda los verdes y a la derecha los rojos, eso te va indicando el camino, es impresionante la corriente, la traemos totalmente en contra y nos deriva, debemos prender los dos motores para poder ir a cuatro nudos de velocidad,  o sea lentísimo. Son sólo unas cuantas millas a recorrer, pero serán aproximadamente cinco horas de trayecto. Me pide Alejandro que yo esté al pendiente del rumbo, él tiene que revisar y arreglar la bomba de aguas grises del tanque de proa, algo le pasa, se bota el switch cada vez que la prendemos, esta bomba saca o vacía los tanques de agua de los lavamanos y del fregadero. Las aguas negras se van directo al mar mientras navegamos o anclamos en bahías; si llegamos a una marina, debemos mandar esas aguas de los escusados al tanque de aguas negras y ya en mar abierto lo liberas, o mejor para ahorrarte malos olores, te bajas a hacer popó al baño de la marina o de algún restaurante cercano. Llegamos al sur de la isla y nos decidimos por un lugar donde puedes ver al otro lado de la playa el mar con inmensas olas; se escuchan romperse en la orilla, ésa es nuestra vista: en cuarto plano el cielo y el horizonte, en tercer plano una línea azul oscura de mar abierto y olas que cargan mucha espuma, en segundo plano la línea de una playa blanca y plana con palmeras y rocas, y en primer plano, donde estamos anclados, el agua tranquila de mil colores turquesas. Así es esto, nos sentimos muy protegidos por una estrecha barrera que nos divide del gran océano y muy desprotegidos por el viento tan fuerte que sopla del este. Hace que no se nos olvide que seguimos a medio pacífico. No hemos tenido que prender ningún ventilador, con abrir las escotillas estar adentro es cómodo, y estar afuera una delicia. Debajo de nosotros vemos a cinco tiburones, que van y vienen, tres son tiburones enfermera y dos grises con la punta de su aleta negra, son preciosos estos últimos, muchos peces grandes azules y negros y nuestras ahora amigas las rémoras que nos han confundido; se pegaron al casco con sus lomos extraños y se vinieron con nosotros desde el norte, les fascinan nuestras cáscaras y pocas sobras, salen disparadas cada vez que escuchan que volteo el bote de la basura orgánica.

Ale y Diego se avientan en cuanto llegamos a ver cómo quedó el ancla y salen fascinados con lo que ven. Yo ya estoy un poco más relajada, ya entendí que los tiburones no nos pelan y veo a Diego un poco más consciente de no tocar nada, ya lo mordió la concha de la perla que no logró sacar, ya se cortó con un coral un pie, se espinó no sé con qué, lo manchó el pepino de mar y solo así veo que va aprendiendo mi niño científico que todo quiere comprobar. 

Estamos platicando después de cenar muy a gusto con Alexa, que de pronto parece que tiene 9 años entrados en 14, y después de varios temas en los que ya participa, Alejandro desvía la conversación hacia lo patéticas que le parecen las personas que se hacen la siguiente pregunta: ¿TE IMAGINAS LO QUE PUDO HABER SIDO? Se desprenden un sin fin de ejemplos, de unos nos reímos y otros yo defiendo. Qué feo es tener tanto miedo como para que te preguntes eso. A todos nos pasa en algún momento, yo creo es lo mismo que la famosa suposición. Pensamientos de mucha inseguridad y miedos adoptados o de un ego insoportable que se jura vidente. A mí sí me pasa, sobre todo en las noches, con su silencio y penumbra que no ayuda para darle color a los pensamientos, sólo te curas si te quedas dormido o te tragas media caja de cereal. Nos deprimimos, paralizamos o mal viajamos por cosas que, o no pasaron o no pasarán. Es totalmente cierto que es tonto perder el tiempo suponiendo pesadillas, pero la cabeza nunca descansa y en ocasiones traiciona, qué le vamos a hacer. Un ejercicio que funciona es tratar de dirigir la mente a otro tema, distraerte con lo que sí te está pasando, o hacer unas respiraciones de yoga para dejar pasar las ideas, suena fácil, pero es más sencillo comerte el cereal, jajajajaja. No lo hagan, pasarán del miedo a la culpa, también me ha pasado. 

En fin, saco el tema pues además de mí, Alexa ya empieza a tener ese tipo de miedos y analiza demasiado las cosas, nos previene siempre con una idea pesimista, ¿y si nos hundimos?, ¿y si nos caemos?, ¿y si nos muerde...?, ¿Y si el dingui me aplasta y la propela me corta una pierna? (esa es clásica). A Alejandro le chocan nuestras inseguridades y exageradas suposiciones, estuvo bien poner el tema sobre la mesa, debemos intentar vencer eso. 

Salimos a la cubierta a ver la “LUNA AZUL”, nos avisaron que este efecto pasa cada diez años. Cuando salió se veía inmensa y amarilla, y mis hijos gritaron, ¡ésa debe ser la verdadera luna de miel Agarran los binoculares y la observan un buen rato, se distingue sin problema ¡el famoso conejo de la luna!!!



 
Domingo 19 de mayo

 

Ni sabemos que es domingo, nos vamos enterando por ahí de las 10:00 am cuando vemos el reloj, llevamos horas despiertos, pero nadie sabe a qué hora se levantó. Ya desayunamos hace un rato y a estas horas ya queremos un lunch y hasta consideramos una cerveza. Nadamos un poco alrededor del barco, pasan tiburones y nos emocionamos de verlos. Alejandro debe lavar el fondo del velero y Diego lo intenta ayudar, pero la tentación de bajar y subir los cinco metros que tenemos de profundidad es demasiada, aborta la misión que le ordenó el capitán y se dedica a gozar su estancia en esta pecera azul, llena de pequeños grupos de coral y peces.

Después de un rato nos bajamos a tierra a conocer los búngalos que tenemos más cerca.  Conocemos a Isabel, una chava francesa que vive en Tahití y vino sola de vacaciones. Después de cinco minutos de plática nos damos cuenta que es un encanto. En los búngalos hay unos pequeños muelles, como caminos que flotan sobre el agua y te llevan a dos diferentes cabañas, la de buceo y la del restaurante.  Tiburones de punta negra nadan por ahí, son parte de la decoración. Los niños pueden nadar, nos dice una señora que ahí vive o trabaja y yo debo contener mi nudo estomacal y sonreír diciendo además, gracias. No pasan ni dos minutos cuando veo a los niños ya dentro del agua y a metros de ellos pasan los tiburones, en mí hay una persona todo el tiempo preguntándome, ¿en serio eso les dejas hacer esto a tus hijos? No sé qué me pasa que al mismo tiempo otra voz responde debes dejarlos, debes enseñarles a no tener miedo de todo, ya preguntaste y ya te dijeron que pueden nadar. Y así, es una lucha de pensamientos constante con la que al final del día, doy besos a todos, se me apaga el cerebro y caigo como tabla. Estoy agotada de pensar y pensar si sí o si no, pa todo. Además de tener que entender en otro idioma la vida.

Se va Alejandro a ver si encuentra a unos amigos que hicimos hoy en el muelle para invitarlos a tomar una copa; dice que volverá rápido, pasan dos horas y no vuelve, estoy nerviosa, no contesta el radio y no sé qué más hacer. Oscurece, todavía no sale la luna, para llegar a la playa y volver se necesita luz, no podrá ver los bajos de la zona, estoy afuera, en la bañera, deseosa de escuchar el motor del dingui y pasa el tiempo y nada. Debo prender la luz del mástil para que nos encuentre más fácil. ¡Es un IDIOTA!!! Para qué carajos se fue, no quedamos en nada formal con estas personas. Oscurece más y más, son la 6:30 y ya está negro, puedo ver los millones de estrellas que justamente se ven más cuando está más oscuro. Hay cutro barcos anclados cerca del nuestro. 6:45... 15 minutos de mal viaje, oigo a los lejos el motor del dingui, prendo la luz de mi celular y muevo el brazo para que me vea, se acerca y lo regaño. La respuesta fue: me los encontré y me invitaron una cerveza. TÍPICO.


Lunes 20 de mayo 

 

 Hoy merecería describir este día a través de las vivencias de Diego, no las mías. Ojalá pudiera meterme a su memoria y ver lo que hoy se grabó en ella. Aunque sentí un pellizco en el corazón, hoy tuve que dejar a mi hijo soltarse de mis ataduras sobreprotectoras, desamarró el nudo que yo hice cuando empezó a caminar y comenzó a volverse independiente, ese lazo que invisible bajo mi mirada no me separaba de él. Y creo que fue uno de los días más felices de su vida. Conocimos a unos franceses que trabajan seis meses del año y los otros seis se dedican a viajar. Son cuatro amigos médicos a bordo de un velero negro lleno de tambos y cuerdas; tiene un arcoíris pintado en la popa, el KERGUELEN. Es un barco austero, no tienen electricidad, por lo tanto, no tienen refrigerador ni nada eléctrico. Y tuvimos la suerte de coincidir en este punto del mundo. Sus nombres son, Simón, Simón, Erwin y Adrien. Son divertidos y por lo que veo les encantan los niños, todo el tiempo les hablan, preguntan y hacen bromas a mis hijos. Ayer fueron los culpables de que a Alejandro se le hiciera tarde para volver al barco y al mismo tiempo los de la idea de hacer hoy un “asado en la playa”.

 

La imagen puede contener: una o varias personas, cielo, océano, árbol, exterior y naturaleza

 

A las 10:00 a.m. pasan por nosotros, los acompaña una flaca chaparrita y güera, de pelos quemados por el sol, se ve que es la que le sabe bien a todo este tema. Vienen en su dingui, ella lo domina, con su gorra para atrás y sus lentes oscuros, jala su esbelto brazo con fuerza y prende el motor con una facilidad que ya quisieran todos los demás. Simpática y sonriente es nuestra guía por hoy.  Vamos a seguirla a donde ella nos dirija. Avanzamos en los dinguis sobre el transparente mar, podemos verlo todo debajo de este cristal, hay poco viento y el agua está calientita. De pronto cambia el tono de azul turquesa a una especie de mostaza, beige y morado, son corales y piedras que están casi al ras de la superficie, al parecer descendió la marea, se meten en ese lugar nuestros guías y comienzan a bajarse para quitarle peso al dingui, yo ni de broma me bajo aquí, traigo los pies cortados por los corales, no pienso arriesgar más mis extremidades.  Subimos el motor y sacamos los remos, Ale de un lado y yo del otro nos empujamos fuera de los corales con todas nuestras fuerzas y uno de los doctores se acerca a darnos un empujón, yo de verlo me encojo de dolor al pensar en sus pies. Ya en aguas poquito más profundas notamos que podemos rodear esta isla de coral y llegar a la playa por el otro lado, es bastante largo el trayecto que debemos recorrer pero es lo correcto. Después de quince minutos logramos pasar del otro lado y nos dirigimos a una preciosidad de playa con arena blanca y kilómetros de mar de poquísima profundidad, podremos nadar con tranquilidad por horas. Tres palmeras nos dan sombra y estamos ahí, conociendo a nuestros nuevos amigos, mezclando tres idiomas para entendernos. Alexa encuentra ermitaños y los analiza y colecciona y Vital trae cocos que parecen cabezas de humanos y los forma poniéndoles nombres, amo sus juegos. La güera dá la orden y algunos se preparan para ir a pescar con arpón, Simón o Aquaman, como ya lo apodaron sus amigos, el mismo acomedido que nos dió el empujón, invita a Diego, yo no sé qué hacer e Isabel me dice que ella también va y me lo cuida. Alejandro le da permiso y yo me aguanto el nudo de mi garganta y le aviento la cruz. Nos quedamos prendiendo una fogata para asar el pescado que nuestros amigos traerán y nadamos en estas albercas de mar que parecen chapoteaderos infantiles, donde lo único que se asomó fue una maravillosa mantarraya. Alexa y Vital están felices. Pasa un buen rato y no vuelven los del dingui, a mí se me empiezan a revolver los intestinos por la angustia. Ya no puedo hacer otra cosa más que mirar el horizonte en busca de su dingui, lo veo a lo lejos, no se mueven, ahí siguen.  Por fin, después de otro largo rato, regresan con sus líneas vacías, no traen al pescado prometido y nuestra fogata ya no es necesaria. Sentimos un soplo de depresión en el ambiente, pero mi sensación es diferente al ver a mi hijo a salvo y de regreso, con una sonrisa traviesa que me asusta, pero me gusta. Veo que no sabe ni cómo contarme lo que acaba de ver, y yo tampoco sé si estoy lista para escucharlo. Los demás explican que a cada uno de los pescados que lograron pescar, los tiburones se los arrebataron. Ya con eso tengo. A partir de ese momento se hizo amigo de todos los tripulantes del otro barco, se le pegó más a Simón alias Aquaman. Ese doctor de 31 años, con cuerpo, barba, pelo, manos, pies, mirada y actitud vikinga conquistó y cuidó mucho a mis hijos. Es de una especie diferente, como si no sintiera dolor ni tuviera miedo de lastimarse, acomedido, sin pedírselo ya te está ayudando, es callado y no para un segundo. Rescató nuestro dingui que al subir de nuevo la marea comenzó a flotar lejos de la orilla y persiguió una manta raya.  Después de estar horas en ese lugar, decidieron que era el momento ideal para ir a snorkelear al canal que pasa del mar a la laguna y que por lo tanto, está lleno de peces y vida marina de todo tipo. En especial y para ser exactos ves miles y miles de tiburones. Vimos una maqueta de esta entrada y es realmente profunda, dentro del mar son dos paredes altísimas que caen como acantilados. Y ahí en todo ese cañón submarino tanto en paredes como en cada uno de los metros que descienden, hay vida. Diego agarra sus aletas y su visor sin dudar ni un segundo, le da la mano a Aquaman y se va con él y sus amigos en el dingui de Tamara, la güera, a ver ese espectáculo. Invitan también a ALEXA que con una dulce sonrisa les dice, no gracias.

Los esperamos en el muelle de los búngalos, la misma corriente los va a traer para acá, mientras tanto vemos a los tiburones de punta negra, que como ya son las 5:00, saben que empezarán a cocinar en el pequeño restaurante, rondan y se reúnen en ese lugar a esperar cabezas y restos de pescado y comida. Nadan un poco más veloces que al medio día, dicen que es su instinto cazar muy temprano o al atardecer, y si además aquí les tienen buffet pues sólo toca estar a las vivas. Aun así, puedes meterte pues no comen humano, pero prefiero no averiguarlo. Alexa y Vital siguen encontrando ermitaños y jugando con ellos. Llegan por fin, me vuelve el alma al cuerpo y pienso, tengo coraje, en este paraíso y yo preocupadísima por mi hijo, qué agotador, pero bueno, oportunidades como éstas no hay muchas, yo no lo podría acompañar a esas mega aventuras y hoy le dí chance de vivir sin mis miedos, eso me complace y balancea mi mal estar. Le pregunto con voz emocionada, ¡DIEGO! ¿Cómo te fue??? ¿Que viste??? Y me responde, como quien fue a andar en bici y vio perros, ¡ah! tiburones mamá! Ok, vuelvo a parecer emocionada, ¿cerca o lejos? Cerca mamá, ¿grandes o chicos? De todos, mamá. ¡Ay por Dios!!! ¡Cuéntame más, niño!!!! Yo aquí quedándome sin uñas y regresas de la aventura más grande de tu vida y me platicas como si fuera algo “¿normal?” Me doy cuenta de que lo que vivió, le fascinó, pero se lo quedará para él solito. Seguramente con el tiempo me dirá más cosas, por ahora sólo lo observo y me parece cinco centímetros más alto. Hoy creció, lo sé. 

 

Jueves 23 de mayo

 

Hemos pasado estos días con nuestros nuevos amigos entre su barco y el nuestro, compartiendo lo que traemos. Todos en el mar se vuelven más generosos, es diferente cómo somos aquí y en la tierra. Aquí es el AHORA a tu ritmo, ¡pero AHORA!!! Y en la tierra muchas veces es “AHORITA y con prisas”, (o sea en un rato, ¡algún día!!!) La diferencia es que aquí vives en el momento presente, debes disfrutar lo que traes en tu barco, es lo que hay, cuidas el agua, debes comerte la fruta madura sin dejar que se te pase pues ya no hay más; disfrutas cada atardecer, cada uno, aprovechas el soplo de viento y ajustas en el momento tus velas, no lo puedes dejar para después, ayudas a otros navegantes sin dudarlo, les das información meteorológica, si es que la tienes, los observas y los cuidas desde tu cubierta, debes alimentarlos si ves que ya no traen tanta comida y te regresarán el favor de alguna manera. En fin, el mar sí te hermana, no sólo con los que viajan contigo también con los que te toquen anclados al lado, con todos. Creo que también va de la mano esta camaradería que se da en esta forma de vida, del dichoso tiempo. Cuando te das el tiempo de hacer las cosas a otro ritmo y te adaptas a lo que hay y a las condiciones que te invitan a salir o a quedarte. Y te sientes tan vulnerable que dar es saber que recibirás, es cuando ceder un poco de tu tiempo te regala a un nuevo conocido, que, si hace clic contigo y tu conversación con él dura más de 10 minutos, tienes un nuevo amigo. Es así de práctico, rápido y fácil. 

 

La imagen puede contener: 6 personas, personas sonriendo, barba y comida

 

Viernes 24 de mayo

 

Subimos de nuevo al norte de la isla para poder zarpar por la tarde rumbo a RANGIROA saliendo por el mismo pase por el que entramos. Los niños juegan en la cubierta y la convierten en un parque de diversiones. Vital todo el día canta, y se cuelga de una driza convirtiéndose en Tarzán; Diego se trepa como chango, sube a la botavara y un poco más al mástil y luego se baja por el tangón que está cerrado y es el perfecto tubo de bomberos; y Alexa hace equilibrio en los tubos avistados del piso, pueden jugar horas así. Es lo máximo observarlos, pienso que deben ver grande la cubierta, les da chance de brincar y hasta correr un poco, como cuando las escaleras, jardín o pasillos de la casa de tu abuela las veías inmensas cuando eras niño. Yo hago yoga por las mañanas, cuando el barco no se mueve mucho, cabemos bien.

Ya en el norte nos bajamos a comprar fruta, huevos y pan y volvemos a coincidir con los doctores en “LA PALLIOTE”, un restaurante local donde comemos juntos y  vemos cómo dan comida a los tiburones enfermera que impacientes nadan en la orilla, son impactantes pues parece que succionarán la comida del suelo, tienen la boca debajo de la cabeza, no al frente, no es aterrador para nada verlos alimentarse. Debemos irnos, se sube Isabel con nosotros, nos va a acompañar en estas próximas 30 horas de navegación, seguro que nos hacemos más amigas, me cae perfecto.

Nos toca muy nublado y lluvia en la noche, no fue una navegación cómoda por lo mojada que está la bañera y el calor que se encierra en el barco, pero lo disfrutamos y platicamos a gusto. ¿Cuántas vidas más se van a cruzar en nuestro viaje?, ¡cuánto aprendo de cada una de ellas!, ésta es una mujer muy valiente y vengo feliz escuchando su historia. 

 

La imagen puede contener: 2 personas, cielo, océano y exterior

 
Sábado 25 de mayo

 

Isabel viene pensando que esto de navegar te contagia mucho sueño, la pobre está agotada, dice que no está mareada, pero está como dopada. Jajajaaaa, la entiendo. 
Pasa el día sin mucho que contar.