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19 Abril 2024, Puebla, México.

Desde el ALDIVI: Moorea

Sociedad |#c874a5 | 2019-09-22 00:00:00

Desde el ALDIVI: Moorea

Bernadett Sánchez del Castillo

 La imagen puede contener: cielo, océano, exterior, naturaleza y agua

Viernes 14 de junio

 

De atrás para adelante...

Son las 11:30 de la noche, que para estos trotes se sienten como las 2 de la mañana, aquí el cansancio viene mucho antes de la media noche, como señalándote el final de cada día, metiéndose el sol a las 5:30, para las 9 parecen las 12:00.

Estoy sentada en el salón del velero con Vital que se me puso peor los últimos tres días y hoy ya era el colmo su tos de foca, falta de oxigenación y casi fiebre, 37 grados constantes que sostuvo su cuerpecito rojo y ardiente combatiendo la enfermedad, aún con Ibuprofeno no le baja. Salimos con tanta prisa de nuestra anterior vida, que asumo la responsabilidad que implica el no entender para qué carajos es cada uno de los medicamentos que compré sin preguntar ni pensar, únicamente entregando en un mostrador de farmacia las muchas recetas de nuestros médicos para cumplir con un pendiente más. La prisa por querer resolverlo todo en los últimos meses antes de partir, no me dejó concentrarme ni organizarme bien, y cuando me encuentro en situaciones como ésta, en la que la salud de uno de mis hijos depende de lo que tengo en el botiquín y no sé ni qué darles me pone mal, me enojo conmigo misma. Quisiera tener más conocimientos, cómo sacarlo de esta tos y el dolor que veo que tiene en su pechito, sin tener que depender del complicado internet local para poderme comunicar con un doctor. No me atrevo a darle antibiótico, necesito la autorización de José Luis de la Concha, su pediatra. Finalmente, después de lograr comunicarme con él, la respuesta me tranquiliza, pues lo que hice no estuvo mal, solo tenemos que continuar con el tratamiento nebulizándolo tres días más, sin el antibiótico, me calmo.

Hago una mezcla con mi vida, queriendo estar en todo y hacerlo bien, ser anfitriona, gozar de la presencia de nuestras visitas y mi papel de enfermera y mamá.  El niño ya está dormido desde hace un rato y después de tomarnos unos cinco mezcales Ale, Angélica y yo neteando en la cubierta, en donde logré conectar con ella como antes no lo habíamos intentado, nos reímos, platicamos de mil y un temas y la pasamos bomba. Me toca hacerla de madre responsable, aguantando el sueño y sosteniendo el nebulizador, logro combinar la solución salina con el medicamento para que mi bebé lo inhale y mañana esté mejor, han sido tres días de incertidumbre y una pizca de angustia, pues jamás te esperas que un hijo tuyo pueda ponerse en estado grave sólo por una tos, pero no puedo tomárrmela a la ligera, cuando van dos amaneceres con un bebé que llora y hace un intento por gritar de dolor. Le escucho el pecho como cuando escuchas el sonido de las burbujas de la tina romperse, es el sonido más cercano que puedo pensar se parece. Vital está dormido en el sillón de la sala, en su casi tercer sueño y yo estoy aquí, medio borracha, con el motor del aparato nebulizador a un lado de la oreja, intentado sostener la boquilla de respiración y escribiendo con mi otra mano. La plática fue maravillosa, los mezcales y temas fluyeron sin máscaras, sin temor a hablar o tomar, estamos en nuestra casa y con nuestra amiga. Yo hoy, conecté con Angélica mejor que nunca y siento que soldamos eslabones nuevos que nos unen con experiencias, pensamientos, convicciones, intereses y aprendizajes. En un mismo canal pasamos horas platicando tan a gusto que hasta los niños nos respetaron y se fueron a dormir solos.

Angélica es una mujer con un espíritu tan libre y seguro de sí mismo que entre bromas y risas, invita a entrar en temas íntimos y de mucha confianza, respeto y aceptación. Cada quien su vida, que más nos da entender otras, si la nuestra y todas, son complicadas.

Pero es que una de las conclusiones a la que llegamos es que la gente tiene miedo de vivir y aceptarse.

Y aquí está ella con sus hijas, nuestras primeras visitas que vienen desde Puebla, México, para estar con nosotros y viajar en el ALDIVI, a vivir la aventura como sea que venga, y están felices viendo estas maravillas de la naturaleza. Me pongo a pensar en lo inteligente que es esta mujer, lo exitosa, lo organizada, lo eficiente, lo buena amiga, lo atractiva, lo libre, lo valiente, lo segura de sí misma, son tantas sus cualidades que ella solita logró descubrir a través de su particular vida, sus experiencias y de sus propios ojos que la auto-critican y avanza.  Avanza siempre, no hacia lo desconocido, sino hacia el reto que sabe puede alcanzar y superar, nos lo dijo hoy: yo nunca pienso que algo puede salir mal, por eso mucho me sale bien. No está en mi mente el pesimismo, no existe, no lo práctico.

Es además, de las pocas personas que lograrán decidirlo, lo sé, poner una fecha, comprar sus vuelos, hacer sus maletas y estar aquí, o hasta aquí.

Me encanta saber que tanto ellas como nosotros nos estemos dando esta oportunidad, que confió en nuestro proyecto desde que Alejandro se lo platicó. Angélica, desde el día uno, dijo: yo te voy a ir a ver, es más ¿en dónde vas a estar el 13 de junio? ¿Puedes ir por mí a Papeete?

Así quedaron hace seis meses y así pasó. Sin más planeaciónón ni complicación. Descubrir a este absoluto talento de mujer me hace aprender, reflexionar y crecer.

5:30 p.m. Estamos anclados de nuevo en Moorea, me parece de cuento esta isla. El mar nos tocó durísimo, zarpamos de Tahitíí a las 12:30, sopló constante el viento y movió al mar con fuerza y furia, todo dentro del barco sonaba y se caía, así fue la primera impresión de navegación por la zona de nuestras confiadas amigas, que decidieron sentarse en la cubierta para poder ir viendo bien el mar y una por una al sentir el zangoloteo fue regresando a la seguridad de la bañera donde nos resbalábamos y sosteníamos sin poder hacer más. Durante la mañana pedían ir a Bora Bora que está a dos días de navegación, pero como a los 45 minutos de zarpar y enfrentarnos a ese mar decidieron que era preferible conocer bien dos lugares que tres, mal, así que posiblemente nos quedemos solo en Moorea recorriendo sus costas y bahías.

Llegamos primero a un canal rodeado de altas montañas y una que otra casita que da a la orilla, nos toca el comienzo del atardecer y los colores se encienden en cielo y la humedad, así vemos un arcoíris que casi podíamos tocar y miles de tipos distintos de árboles trepados en las atascadas montañas, desde acacias hasta pinos.

8:00 am. Preparo desayunos y me dispongo a guardar y ordenar de nuevo el barco para poder salir de la marina en un rato.

De ésta forma, de atrás para delante vivimos este día, que pasó de “ hola! Que gusto tenerlas aquí” a ya somos carnalas del alma.

 

La imagen puede contener: 2 personas, personas sonriendo, montaña, cielo, nube, selfie, exterior, primer plano, agua y naturaleza

 

Sábado 15 de junio

 

¿Por qué será que cuando ves para atrás, disfrutas más que cuando lo estás viviendo? me puse a revisar mis fotos y agradecí cada una de ellas y cada uno de los lugares en los que las tomé. Hacia zoom a montañas, caras, nubes, cielos y mares que mis ojos vieron en la vida real. Pienso que es el nervio o lo alerta que estamos día a día viviendo cada instante de nuestro presente, el que. al quedar atrás y no tener esa presión, cansancio, o esa emoción del momento, es la respuesta. En cada uno de los fenómenos naturales que hemos visto, he dicho: éste jamás se borrará de mi mente, pero es imposible, en algunos he logrado capturar en una imagen el resumen de lo que vi, sentí, viví y me lo agradezco, no podría recordarlo con tanto detalle. La mente se inspira en los momentos que el corazón habla con ella para conectarse y crear un nuevo recuerdo. Si a esta vida vienes a “no sentir”, no vives. Estamos hechos para vibrar, amar, emocionarnos, observar, temer, saborear, arriesgar, llorar, reír desde el estómago, confiar, las reacciones que son respuestas de nuestro cuerpo son sabias, pero a veces no logramos permitirnos sentirlas, este momento de nuestras vidas, con esta apertura a lo desconocido y la atención que ponemos cada día a vivirlo realmente nos ha ido limpiando los poros y los filtros de la piel, los ojos y el corazón. Es momento de absorber para luego recordar. Así estamos hoy VIVIENDO.

Este día ya pasó, pero lo disfruté, aún con mi Vital enfermo y que no le puede dar el sol, disfruté y valoré cada bocado, cada anécdota platicada, cada risa contagiosa de Angelica, cada emoción.

 

Domingo 16 de junio

 

Se nos va el día entre un café y otro y de estos pasamos a un mezcal y otro también, no nos para la boca, podríamos hablar de nosotros, nuestra historia, nuestras familias, nuestros amores por horas y horas, nos faltarán días y por eso estamos exprimiendo cada minuto juntos. Ángela y Carlota son un encanto con mis hijos, a veces me da un poquito de pena lo intensos que puede ser y trato de darles espacio a estas niñas de 19 y 16 años, que sin quejas están aquí, entendiendo el plan y adaptándose. Alexa se identifica con Carlota, las dos son hipocondríacas y exageradamente limpias, hacen clic. Noto cómo mi talentosa hija logra imitar voces y frases propias de la edad de estas niñas y me da ternura y también un poco de angustia, su acelere me pone nerviosa, no quiero ver que se acabe su inocencia, no quiero y punto. Hablan de Andrés, el que viene cada mes, y Alexa está ahí sin entender lo que quieren decir, pero aún así opina y se ríen las tres. Le enseñan fotos de los niños que les gustan y le parecen guapos o feos, le enseñan sus bikinis y les da su opinión, platican de alguna cosa de la escuela y ella entiende, así era yo, idéntica, se jura que puede subir y bajar de edad a su antojo, que se puede poner a la altura de cualquier conversación. Pueden llegar a ser molestas sus ganas de participar en cada conversación y me salva mandarla a su libro, que se la lleva a otro mundo donde están solo ella y los cuentos. Le explico que debemos dar espacio a las personas que vengan a vernos para que disfruten el viaje sin tenernos encima y aunque se siente un poco ofendida lo comprende y a ratos se aleja. La entiendo, está emocionada por tener más “niñas” en casa. Diego coquetea con todas y se vuelve su consentido, lo defienden y abrazan y él quiere lucirse también, se cuelga y salta y ayuda a su papá con más ganas. Ale se desespera un poco con él, pues cada vez que le da una instrucción, Diego sale corriendo a ayudarle pero al minuto ya está jugando con la responsabilidad que le dio su papá, por ejemplo: Diego detén la cuerda del dingui para que nos subamos todos, se sube Ale y Diego está muy atento, se suben las niñas y Diego sigue ahí, le toca a Alexa y ya se empieza a distraer, Ale lo tiene que aterrizar de nuevo y le grita, ¡pon atención! Le toca a Angelica, jala más el dingui queriendo ser más atento, llega una ola que lo mueve, Angélica sube un pie y sin querer se empuja del barco con el otro y se cae al agua. Sale del mar muerta de risa y Alejandro está apenado y furioso con Diego, pero lo apacigua Angélica diciendo que fue su culpa, se sube de nuevo al barco se cambia y nos vamos, llegamos 5 minutos después a un muelle junto a la calle principal, se bajan todos y faltan Angélica y Ale, nuevamente Diego está deteniendo el dingui con todas sus fuerzas, pero esta vez el dingui está de lado, no sabemos cómo Angélica pisa chueco otra vez, se va el dingui lejos de la escalera y queda por una milésima de segundo con un pie en la escalera y otro en el dingui, carcajeándose y en cámara lenta se va de nuevo al agua, yo me estoy haciendo pipí de la risa, rescato su bolsa y corro a enjuagar con agua dulce y secar muy bien su celular que gracias a Dios es contra agua. Empapada abraza a Diego y le dice que ya no vuelve a caerse, que fue su culpa; Alejandro no sabe qué hacer, yo no puedo evitar seguirme riendo, dos o tres mezcales nos tomamos con la botana antes de bajarnos y creo que son lo que provoca la torpeza de mi amiga y mi simpleza, ya en la calle, caminamos como si nada hubiera pasado, no hay nada que hacer, es un tramo de isla muy solitario y poco turístico, también son sitios interesantes, solo unos chavos bailan con sus bocinas en un puente y se vuelve un espectáculo para mí, me quedo un ratito viendo retorcer sus cuerpos con su música tahitiana-reggetonera, creo que es en francés, están lejos y entiendo poco. Nos sirve para estirar las piernas un ratito, observar la naturaleza y otras vistas y nos regresamos al barco a preparar la cena y seguirnos riendo.

 

 

Lunes 17 de junio

 

Un viento intenso, como no nos había tocado antes, sopla con una fuerza que el barco se mueve y se inclina aun parado, sentimos los jalones de la lucha que trae el ancla con la arena, el capitán revisa todo y ya está seguro el barco, decidimos bajarnos a snorkelear para ir a ver los tikis bajo el agua que nos quedan a poca distancia; vamos en el dingui y tenemos problemas con el anclaje, el suelo aunque arenoso no tiene la suavidad suficiente para que se entierre el ancla, de pronto sentimos que se atora con algo y un fuerte jaló, nos aventamos Diego y yo a buscar esas esculturas de piedras sumergidas, nos cuesta trabajo permanecer en un mismo sitio, la corriente y el viento nos arrastran lejos, con mucho esfuerzo y pataleando fuerte con aletas, logramos llegar hasta el sitio donde estaban, se echan los demás, Vital se niega, viene asustado con tanta fuerza de la naturaleza y Alejandro no puede dejar solo el dingui pues también le da miedo que se suelte y se aleje. Nos dura 20 minutos la emoción de los tikis y ya estamos cansados, se suben de nuevo y quedamos Diego y yo abajo para desatorar el ancla que quedó debajo de unos corales y está muy atorada. Debemos bajar, golpear el ancla y jalar, nos tardamos un poco, es difícil, bajamos varias veces, los pulmones se nos cansan pero no hay de otra, Alejandro no puede hacerlo, es peligroso que él se baje y deje a todos los demás trepados en el dingui y sin saber qué hacer. Por fin en la bajada número ocho entre gritos del capitán que el viento no nos deja escuchar, las aletas que me hicieron un hoyo en el dedo del pie, y mi niño que no quería rendirse, metemos la mano debajo de la roca con mucho miedo y logramos sacar de esa trampa el ancla, Diego se trepa en dos minutos al dingui y a mí no me quedan fuerzas, mi pie me duele y estoy algo terca, Alejandro me dice que solo lo intente y él me jala y yo pienso que no podrá, perdemos dos minutos más en discutirlo cuando siento cómo me agarra de la blusa y me trepa de un jalón. No me queda más que reírme para apaciguar los nervios de todos y terminar con la discusión, nos regresamos a resguardar al velero, el viento hace incómodo estar afuera.

Nos enjuagamos todos, son las 4:00 y ya salimos en pijama, estamos cansados y vamos a preparar una cena deliciosa, un arroz negro con calamares que nos queda de concurso; el viento se tranquiliza un poco y en cubierta cenamos y vemos un anochecer mágico con las montañas enfrente, donde todo era oscuro la luz de la luna se prende en un instante detrás de una montaña la cual sólo se observa como una inmensa silueta negra, la luz la hace parecer majestuosa,  comienza a salir poco a poco una luna llena que parece un foco de luz blanca y crea un camino resplandeciente sobre el agua que viene desde la base de la montaña hasta nuestro velero, todos los tonos son grises oscuros y las nubes grises más claros contrastan, una pasa por encima de la montaña y tapa la luna, tiene forma de un pez, luego de un erizo, luego de una cara, luego de una ola, un soplido y la luna parece darle el pase como en un baile, es precioso el momento, no podemos dejar de ver esa nube en su curiosa transformaciónón. Detrás vienen otras arrastradas por el viento, se ven planas y alargadas, pretenden que parezca solo nublado pero si te fijas bien son más bien rayas muy finas de nubes horizontales que poco a poco se desvanecen.

Ahí nos quedamos un buen rato contemplando y platicando, los niños ven películas y juegan dentro dejándonos gozar este momento.

 

La imagen puede contener: cielo y exterior

Martes 18 de Junio

 

Viento que sopla con ganas de despeinar, estamos aún anclados en Moorea, con la idea de movernos a otra bahía de esta misma isla, amanece un día gris y nublado, llueve, cada quince minutos debemos cerrar escotillas y meter colchones de la bañera, el plan es incómodo y Alejandro está un poco nervioso por el barco, por el clima, porque le da coraje pensar que estos días eran para gozar y aunque eso estamos haciendo, le duele pensar que a Angélica le puedan parecer días malos. Pero ni modo, no hay más que aceptar condiciones y mantenernos a salvo, es su única responsabilidad. Baja un poco el mal tiempo como a las 11:00, subimos ancla y nos movemos de lugar, pasamos por el peligroso canal nuevamente, todos relajados menos el capitán y yo que ya me empiezo a contagiar y dar más cuenta de los momentos que son para únicamente poner atención y dejar de jugar. Llegamos del otro lado, vamos a ver qué hay por aquí, tenemos ganas de salir a caminar, de conocer mejor, la niñas quieren ir a algún super o tienda, observo a nuestras invitadas con la misma inicial decepción que yo también sentí al llegar a Islas donde no hay mucho que hacer en tierra, todo cierra temprano, no hay restaurantes y bares anunciados como en otros sitios o algún lugar con un bonito ambiente; al bajar te encuentras en una calle sin banquetas, con palmeras y casas salpicadas a los lados, y una pared montañosa de un lado y un mar azul turquesa del otro, es bellísimo pero solo puedes observar y continuar por este camino que rodea la isla en sus 60 kilómetros de circunferencia, puedes avanzar uno, dos o tres, y la vista cambiará solo un poco. Angélica logra ver los detalles, es amante de las texturas, recoge piedras, acaricia hojas, flores, troncos y semillas que se va encontrando en el camino, se fascina con eso, ve escenarios en cada jardín de cada casita que pasamos, a mí me gusta venir con alguien así, que se fija en el arte que hay detrás de todo lo que nos rodea, pero de todo, se enamoró de la llanta en la que choca el dingui a la orilla del mar donde lo dejamos amarrado a una palmera, ahí nos espera para regresarnos a nuestra casita flotante.

Después de caminar un poco, nos encontramos a una mujer de chongos organizados por múltiples pinzas y gesto duro pero sonriente, sube una maleta y una cama de masaje a la cajuela de su destartalada pic up, me acerco a preguntarle si queda lejos el súper y me hace ojos de que a pie sí está retirado, se enamora y le da ternura ver a Vital y por él nos invita a subirnos en la cabina a unos y en la batea de su camioneta a los otros y nos lleva hasta el súper más cercano. Las manijas de la camioneta se caen de viejas, parece bote pateado, pero a mí me encanta subirme a coches así, amo ver lo relajado que puede ser que lo único que importe es que prenda y te lleve.

Claro que en esos cinco minutos ya tiene cnco masajes que dar mañana, el mejor negocio de su día, $5,000 francos cobra por masaje y ya nos apuntamos todos, nos entrega su tarjeta y quedamos de vernos ahí mismo, donde nos recogió que es su casa a las 12:45 mañana.

El súper nos tiene verdaderamente sorprendidas, hay de todo, Angélica que es espléndida echa cosas al carrito y no nos deja pagar, es generosa y atenta en todo momento. Conseguimos un taxi y volvemos a la orilla para acarrear las cosas en el dingui, no pudimos hacer más, no hay ni tiendas, ni nada que visitar por la zona y el día sigue gris y amenazador. Tenemos el plan de preparar unas hamburguesas para comer-cenar y ya venimos todos cachando baba del antojo que traemos. Al llegar al barco toman un baño Angélica y sus hijas, nosotros ya sabemos tolerar un poco más nuestros jugos, pero de pronto, comienza a soplar con furia y fuertes rugidos el viento, Ale estáá más nervioso aún, nota que nos hemos movido del lugar donde anclamos y estamos a pocos metros de un catamarán que tenemos detrás, al que arrastrándonos así golpearemos en poco rato. Es necesario en medio de este temporal movernos y volver a anclarnos para quedar bien y seguros, las hamburguesas deben esperar, las bromas y carcajadas se apaciguan y dejamos actuar al capitán que solo a mí me da órdenes y yo obedezco con mi mejor gana. En medio de la noche y del casi ciclón, a oscuras pues aún no hay luna, me voy a la punta después de haber jalado la cadena del ancla, para podernos mover de lugar. A gritos y señales con mis brazos estirados, le voy a avisando al capitán por donde avanzar, para colmo, la aplicación de navionics en su celular no funciona y deberemos hacer esta maniobra recordando lo que vimos de día y haciendo caso a la intuición. Finalmente queda, sentimos el jalón de la cadena que nos mantiene junto con el ancla en un mismo sitio. Preparamos la cena y estamos alertas a todos los sonidos que se producen en el barco a causa del viento que en ocasiones inclusive parece golpearnos, empujarnos o succionarnos. Nunca nos había tocado nada igual, Ale está preocupado, como desde hace tiempo y así es la vida de un adulto, que además es capitán, toda la responsabilidad cae sobre sus hombros. Le duele la espalda, cena, vuelve a revisar su anclaje y nos dice que se necesita recostar cinco minutos, mismos que aún en traje de baño, se extendieron toda la noche. 8:45 p.m. todos ya estábamos en nuestras camas, OUT! Esperemos que resista nuestro anclaje, buenas noches.

 

 

Miércoles 19 de junio

 

Y aquí estoy hoy, echada en la hamaca de la masajista que ayer conocimos, en un clima ideal para gozar de este ratito que es solo para mí y mi diario, amarrada a dos palmeras me desparramo en este tejido horizontal que me mantiene a menos de un metro de la arena y la tibia agua del mar. Enfrente de mí, sobre el mar, veo flotar al ALDIVI y no puedo evitar compararlo con los barcos que lo rodean, nuevamente se ve rudo, seguro y diferente a los demás. Tiene el mástil más alto de los barcos de esta bahía y también el más ancho, se nota más fuerte. Ayer nos guardó y abrazó adentro para protegernos del mal tiempo.

En fin, volviendo a mi momento de ahorita, bajo el pie derecho y me acaricia el mar con su vaivén. Escucho el agua golpear las piedras de la orilla sin escándalos, en 45 minutos subiré a la camilla de masajes y me estoy saboreando ya ese regalo que me daré.

La arena es suavecita, el agua limpia, los corales se ven color violeta desde esta altura y después agua azul turquesa, finalmente bajo el barco un azul más profundo y detrás, más lejos, la espuma de las olas que rompen en la barrera que divide al mar. A mi izquierda, la montaña, arriba de mí, cocos y palmas, abajo raíces, rocas, cangrejos y mar.  No hay cielo azul, todo es gris más claro y más oscuro, dependiendo la nube, en el horizonte van dejando cortinas de agua detrás de su lento movimiento y transformación. El generador de viento que tiene el barco ha trabajado a marchas forzadas varios días, gira y gira como rehilete cargando poco pero constante nuestras baterías, desde aquí lo veo y también veo a la bandera de la paz en la popa, que ya rasgada no se rinde para seguir volando al viento.

La casita de la masajista es sencilla y ordenada, con telas amarradas a las paredes, cubre una terraza donde ya en media hora me tocará perderme en sus manos.

Ya es de tarde, me he dado pocos masajes en mi vida, son una verdadera delicia, además de todo el cuerpo masajeó mi cara y cráneo y cargó mi cabeza con sus fuertes manos apretando puntos que me detonaron sensaciones suculentas, detrás de las orejas y debajo de los huesos de la nuca apretó y me quitó un leve dolor de cabeza que ni había notado que tenía, masajeó las palmas de mis manos y pies y me relajo, solo me dolió un poco el dedo que tengo lastimado por culpa de la aleta amarilla que me queda grande, no quería que acabara, cuando pasó por mi cadera quería que pusiera más fuerza que la normal, traigo ganas de que me brinquen encima de esa zona que siempre me duele y ya se volvió un dolorcito con el que vivo a diario, que ignoro pero que ahí está. Entre aromas y aceites me permití estar ahí y disfrutarlo. Al terminar llovía y hacia frío y no me quise bañar, decidí irme brillosa y con el pelo engrasado de regreso al barco a no hacer otra cosa más que seguir platicando con mis tres invitadas que son lo máximo; en la tarde se bajarán las niñas y Ale a darse su masaje también.

En la noche ya éramos todos amigos de Sandra la masajista de pestañas y pelo negro, nariz aguileña, piel muy blanca, chongos locos y excelente actitud. La invitamos a cenar un delicioso risoto con camarones que nos quedó espectacular; la pobre entendió la mitad de lo que dijimos porque después de esta convivencia tan intensa los chistes locales ya son parte de nuestra conversación, tratamos de explicarle pero era complicado. Nos reímos mucho y a las 10:00 como si fueran las 2:00 de la mañana nos pidió volver a casa y nos fuimos a dormir.

 

Jueves 20 de junio

 

Nos llovió todo el día, nos movimos con el velero a la bahía Cook y nos bajamos a caminar un ratito; una gaviota pintada en una fachada me cautivó un buen rato, parece una obra de arte urbano, que además integraron con materiales colgados y soldados a sus alas para darle un efecto 3D, ¿quien será el artista?

A mí que me encanta decorar y pintar paredes, este tipo de muros me enloquecen. Luego cenamos una pizza en un food truck a pie de carretera y descubrimos que el baño está decorado como un verdadero “TRONO”. A las carcajadas le tomé fotos a Angélica, “la Reyna en el trono” era todo lo que podía pensar, y ésta loca que a todo le entra ahí se fue a sentar en aquella “INSTALACIÓN” que combinaba palmas tejidas, ramas y flores enmarcando el escusado. Extraordinaria experiencia la de hacer pipí ahí. hasta para tomar jabón tenías que colocar tus manos bajo una sombrilla tejida palma con una flor que solo durará un día o dos, ¿a quién le sobra tanto tiempo? De noche caminamos por la calle, era un poco peligroso pues no hay buena iluminación ni banqueta y los coches pasan rápido; de regreso al muelle del hotel para irnos al barco, en pelotas Angélica, Alexa y yo nos bañamos en la regadera de la alberca, valiéndonos gorro tanto el permiso como los espectadores, que según nosotros no había y sin embargo caminaban por ahí los huéspedes, que oso a medio shampoo tener que decir ¡BON SOIR!  pero ya pasó y no pasó nada. Será una anécdota más.

 

 

Viernes 21 de junio

 

Angélica me cuenta su vida a detalle y yo quisiera salir corriendo a grabarla para venderla como serie. Interesante, apasionante, triste, exitosa, con mil carencias y ahora con mil cosechas, la admiro, porque además lo que más me gusta, es que reconoce que también Dios les puso a las personas precisas en los momentos exactos para llegar a ser quien es ahora. Es de esas personas que nacen con estrella y aunque la vida que le tocó en su infancia pintaba para traumarla, se la sacudió y la transformó con su brillo, pasión, seguridad y coqueteo. Vivió con sus abuelos de niña y estos le decían que a la cigüeña se le calló la niña en la casa equivocada, que ella era mucho más que lo que ahí podían darle. Siempre conseguía lo que quería sin esforzarse de más, solo corriendo calle abajo todas las tardes cuando el señor que vendía helados ya venía de regreso chiflando y todas las sobras de los diferentes sabores, se combinaban en el cono perfecto para la niña de shorts amarillos que bajaba a toda velocidad. Como ese ejemplo sencillo de entender, es que las oportunidades le fueron también llegando en cada etapa de su vida como caídas del cielo. Después de escucharla me quedo con ganas de recordar a detalle la película que vivió.

 

Regresan los chilenos y nos caen de sorpresa, estamos fascinados de verlos de nuevo. Nos bajamos al hotel BALI HAI, nombre que me suena mucho y pienso que es el mismo que mis papás visitaron en su luna de miel.

 

Alejandro y las niñas se van a bucear y Angelica los niños y yo descubrimos un pedacito de Moorea con casas salteadas en la montaña y familias locales que en ellas viven; en uno de los jardines una casita del árbol nos atrae y los niños juegan por horas felices ahí.  No puedo creer en dónde estoy parada, con la montaña detrás, el pasto cortadito, húmedo y en un tono verde intenso y el sol de frente a mí que hace que todos los tonos contrasten, mis hijos se trepan a ese árbol y juegan a que es su barco, el capitán es Diego y Vital lo obedece e imagina que una vara es una gran espada pirata. Cuelgan cuerdas con nudos en cada esquina y Diego se sube a cada una de ellas, gritando e imaginando que sube y baja velas, y Vital desde el piso se agarra y balancea con una dando saltos en el aire mientras la cuerda lo arrastra de un lado a otro, ahí me quedo quieta, en silencio, intento ser invisible para sólo verlos y escucharlos, su imaginación es mi mayor alimento en esta etapa, les tomo fotos desde lejos, tengo un nudo en la garganta de amor y gusto, es un momento tan especial, están tan felices con las rodillas y pies llenos de lodo, descalzos, corriendo en el pasto y debajo del árbol. Alexa decide no ensuciarse y solo camina por el jardín con Angélica en busca de flores y rinconcitos coquetos. Un inmenso señor 100% de facha Tahitiana nos ofrece pan de coco con azúcar y nos regala unas flores. Muy amable saca una raíz de la flor roja que trae vuelta loca a Angélica y se la regala advirtiéndole que está prohibido viajar con plantas, pero como buena mexicana, le dice que le vale gorro, que toda su vida ha viajado con semillas y plantas.  Al grado que tiene más de 60 especies de árboles de higo y se está construyendo un jardín en Cholula espectacular, para que sea hogar de sus tan preciados árboles, lleva 28 años coleccionando y trayéndolos de todo el mundo, aprendiendo cómo viajar con ellos en sus maletas y cómo conservarlos y reproducirlos. Es un talento de mujer, que lo que la caracteriza tanto es que si se interesa en algo, pone su 100%.

Cenamos con los chilenos en el barco, las risas y chistes no paran, están fascinados con ella, la libre y encantadora Angélica, como amigos de toda la vida platican de mil temas, principalmente de nuestra amiga en común, la famosa Amy Camacho y lo mucho que ambas partes la admiramos. A mí se me cierran los ojos, me escabullo y me voy a dormir, abandonando la fiesta que no tengo ganas de tener. Que rico es cuando ya vas aprendiendo a estar y no, según tus ganas.

 

Sábado 22 de junio

 

Hoy en la tarde se reunirán varios veleristas y esperamos coincidir nuevamente con amigos que hemos ido adoptando en islas anteriores. Por lo pronto temprano preparo mi masa y caliento en la estufa mi comal para lograr las prometidas gorditas o pellizcadas que llevaremos a los chilenos para desayunar.  Me encanta saber hacer este tipo de platillos que nos hacen volver con el paladar a nuestro México. Los chilenos quedan felices con la degustación y platico un poco con Mario, un hombre de 80 años que vino a visitarlos y a navegar con ellos por estos veloces vientos y hermosos mares. Encantador y con esa sabiduría que tienen los hombres mayores que han hecho las cosas bien, hablamos de los intereses; las personas con intereses comunes pueden hablar por horas y días, dice él, además suelen realmente subir un escalón del conocimiento. Tiene tres hijos y 11 nietos con los cuales ha sido siempre firme y les ha “obligado” de algún modo a ser disciplinados, a interesarse por algún tema y lograr un reto adecuado a cada edad, recompensándolos con atractivos viajes, por ejemplo: al terminar cada uno de sus nietos la primaria, deben presentar un examen de inglés avanzado y practicar algún deporte de forma seria, invitar a su abuelo a un torneo y entregarle sus resultados del examen para entonces recibir un viaje todo pagado a Disney, y se van los abuelos con los nietos y se divierten muchísimo. El siguiente nivel es, al terminar la secundaria, deben continuar con el deporte que eligieron y tocar un instrumento musical, invitar a su abuelo a un pequeño concierto y partido y entonces son merecedores a los 15 años, de un viaje cultural todo pagado a Europa, los lleva a Roma, Florencia y Paris, les habla de la historia del arte y los pasea por esas ciudades. Y al terminar preparatoria, deben presentar un examen de conocimientos de navegación, saber de motores, entender la física del deporte a vela y deben llevar a su abuelo a navegar al mar, hacen una travesía juntos contratando a un capitán que les dará las órdenes para que no exista ningún roce entre abuelo y nieto, durante ese viaje cocinarán, limpiarán, cuidarán el agua, es su responsabilidad viajar con las medidas de seguridad establecidas, cargarán diésel, subirán y bajarán las velas que les indique su capitán etc. Así se hacen merecedores de estudiar una carrera y este abuelo espléndido, culto, y amoroso comprueba, que exigiéndoles así, se convierten en hombres y mujeres interesantes porque les inculcó intereses. Dice también que les menciona cada vez que puede, que son jóvenes afortunados porque pueden tener oportunidades para ser gente especial, afirmando que ya lo eran desde que nacieron, trabajando en su autoestima y seguridad, pero dándoles herramientas que los catapultarán.  Me tiene fascinada su plática y sus maravillosos consejos, los hijos nunca te reprocharán que les exijas orden y disciplina, en la vida debes ponerles metas y acompañarlos a cumplirlas, a los niños no se les ocurrirán sólos, hay que orientarlos. Llueve y llueve, el cielo parece soltar polvo de agua continuo sobre las montañas y sobre nuestros barcos, llegan más y más veleros a esta bahía. Entre estos, vemos a los Armenios en su velero Agahvni, que quiere decir “paloma” en armenio. Es increíble lo que nos identificamos con ellos, ya los extrañábamos, paloma=paz otra coincidencia más. Nos acercamos en el dingui e invito a sus cuatro hijos un ratito, mis hijos llevan semanas preguntando cuándo los volveríamos a ver, y aquí están. ¡Aprovechemos!!! Estoy en nuestro velero, en medio de la lluvia con 8 niños abordo y seis adultos, casa llena, corazón contento. Decido no agobiarme, sólo le sirvo agua de mandarina a todos y les doy pretzels, ven una película, sacan plumones, pintan, juegan y hablan en inglés, todos se logran comunicar, incluso Vital washawashando. Angélica se mete a dormir un ratito a su camarote, Angela lee acostada en su cama, Carlota organiza los plumones y está ahí observando a los niños, llega Osbaldo en su dingui con su hija a saludarnos, este señor tiene también un velero de aluminio de la misma marca que el nuestro y lleva navegando muchos años en los polos, es chileno también, casado con una alemana y tienen dos hijos. Le llamó la atención encontrarse a un barco como el suyo aquí, dice qué hay muy pocos, Alejandro está fascinado con su nuevo amigo que le dá más información de este barco que todavía no deja de sorprendernos, entre pláticas y datos resulta que ya conocía la historia del nuestro, no lo puedo creer, cómo es que Dios de verdad nos trae hasta aquí a tantos ángeles, no me lo explico, llegan solitos, tocan el casco a falta de puerta, toca toca toca suena, se suben y resultan ser maravillosas personas con intereses en común, de las que aprendemos mucho. Su hija ya está pintando con todos los demás y Alejandro no puede dejar de escucharlo, necesitan mucho tiempo este par de navegantes.

En la noche nos bajamos al hotel y nos toca ver un show de bailes tahitianos maravilloso, hombres de 1.90 feroces bailan al ritmo de los tambores, gritan y parecen rugir, les sale del pecho el sonido y vibras al escucharlos, brincan, mueven sus brazos, sus enormes piernas y sus caderas y nos tienen en la baba a las mujeres, luego aparecen las bailarinas que con sus movimientos de caderas y brazos podrían volver loco a cualquiera, inexplicable separan sus caderas del resto del cuerpo y las hacen girar a velocidades imposibles de igualar, poniendo en sus caras sonrisas de labios rojos y buen humor, con el pelo largo y suelto, son sensuales y sus disfraces llamativos, llenos de hojas, faldas de palma, cocos para los pechos y flores. ¡Me fascinan! Son muy profesionales, cambian de atuendos, la música es extraordinaria. Tambores retumban en los oídos, el piso y el pecho, los hombres regresan a escena con fuego y presentan un espectáculo que nunca olvidaré, se ven valientes y fuertes. Después dejamos a los niños en el velero y nos bajamos a cenar a un restaurante que da a la orilla del mar y es de una mujer japonesa casada con un tahitiano, nos enamoran los sabores, el lindo lugar, y los plátanos flameados que de verdad estaban exquisitos.

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Domingo 23 de junio

 

Hoy se bajan nuestras invitadas para irse a un hotel y ahora sí, no queremos verlas partir, aunque no hemos podido hacer mucho por las condiciones climáticas, la convivencia fue impecable y nos dedicamos tiempo de calidad. Hoy también es el “Tahití-Moorea” SAILING RENDEZ-VOUZ, donde nos reuniremos y haremos nuevos amigos.

Fue especial, hubo de todo, competencia de remo, clase de tejido con palma, aprendí a tejer una bolsa, Alexa pintó un pareo, hicimos coronas con flores, observamos el reto de levantar rocas pesadas, clase para abrir cocos, Alejandro se lució pues Laurent le enseño muy bien en Nuku Hiva, competencias de carreras para los niños cargando pencas de plátanos amarradas en palos de bambú como balanza, comida tradicional, y otro show de baile espectacular con más disfraces que Alexa no paraba de comparar con la película de Moana, ella y yo disfrutamos muchísimo el espectáculo, más yo, porque al final de su presentación, me sacó a bailar el más musculoso de todos los bailarines y me paré feliz, se hincó y me senté en su fuerte pierna, Diego celoso venía a darme besos mientras esperábamos nuestro turno y luego bailamos sin entendernos pero con todos los movimientos requeridos, pensaba un poco en mi marido que no creo que le pareciera lo máximo verme bailar con aquel orangután, pero al final se acercó y me felicitó, ¡fiuffff!!!. Fue un gran día de diversión y actividades para todos. Después tomamos un taxi y nos dirigimos al Hilton donde están hospedadas Angélica y sus hijas, al llegar a su cuarto de hotel, una cabañita divina con cama king size, sala, televisión y una alberquita privada, Alexa enloqueció, se dió un baño de tina y se puso una bata de toalla blanca, se metió a la cama, prendió la tele y ví cómo sus ojos decían, ¡DE AQUÍ SOY!!! yo aproveché la situación y me dí un buen baño casi privado, donde pude tallarme bien el cuerpo, bañé también a mis hijos que ya no sé cuándo fue la última vez que lo hice. Limpios, cenaron y se acostaron en la cama y sala de nuestras amigas, que divinas nos invitaron a utilizar todas esas comodidades, entre pena y agradecimiento los dejé ahí, y nos fuimos a cenar al restaurant del hotel con ellas. No hemos parado de platicar en los últimos días y sin embargo no nos para la boca, saco un tema para cerrar con broche de oro, conocernos íntimamente y les pregunto, ¿cual ha sido el peor oso de su vida? Angelica y todos tenemos varios que contar y nos hacemos reír muchísimo. Alejandro quiere invitarlas, pero está nervioso con la cantidad de platillos que Carlota elige para cenar, es espléndida con ella misma a la hora de comer y hace bien, además todos terminamos probando lo de todos, así de sana es nuestra amistad y relación. Nuestro presupuesto mensual está muy bien calculado, pero no podemos excedernos en lujos, restaurantes y compras caprichosas pues debe rendirnos bien, por eso son los nervios del normalmente espléndido de Ale, que habría querido invitarles todo en todo momento, pero la situación real es esa y debe ser cuidadoso. Aunque piensen que estamos de vacaciones, es más bien un nuevo estilo de vida, donde disfrutamos mucho pero también trabajamos todo el tiempo.

 

Lunes 24 de junio

 

Tenemos que volver a aprovechar que nuestras amigas están en el hotel y es el único lugar en la isla con buen internet, no nos hemos comunicado con nuestras familias en los últimos días y muero de ganas de enviarles fotos y platicar con ellos. Eso hicimos todo el día, mientras los niños aprovechaban la alberca, nos atascamos el internet del lugar y nos despedimos de nuestras amigas con una que otra lágrima y muchos abrazos. Las vamos a extrañar tanto, se ríen y contagian de alegría el día. Nos va a pasar con cada una de las personas que se animen a visitarnos, soltarlos de nuevo es difícil. De vuelta a nuestro nido, los cinco sólos, reconocemos que también es sabrosa la intimidad. Además, estamos agotados, atender a más personas y convivir tan intensamente es cansado. Más para el capitán que no termina de componerse de sus dolores de brazos y yo estoy ya ansiosa por saber que ya está bien, no sabemos que más hacer. Llego al barco y me percato de la cantidad de trabajo que me espera y quiero llorar. Tenemos todo patas pa arriba, saqué cosas de los camarotes de las visitas y las metí como pude en mi closet, ahora debo reacomodar todo en su lugar y me muero de flojera.

 

Martes 25 de junio

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Nos bajamos Ale y yo a dejar sábanas, toallas y ropa sucia a una lavandería, es muy chistoso esto de que el coche y medio de transporte sea nuestro dingui, ahí vamos trepados con seis bolsas grandes de ropa en búsqueda del lugar donde desembarcar y caminar a dejar este pendiente que decidí no sería mío. No puedo lavar en el velero, es simplemente imposible. Descubrimos un lugarcito al que mañana iremos a tomarnos una copa, se ve divino todo decorado en madera y tela amarilla color huevo, se escucha no tan elegante, pero lo es. Al llegar ahí descubrimos que es un bar que ofrece nada más y nada menos que platillos que se acompañan con champagne Veuve Cliquot, por eso la decoración es en esos tonos. Muero de ganas de irme a sentar ahí a solas con mi marido, aunque nos tomemos una cerveza y ya.

 

Luego regresamos por los niños y nos dirigimos en el dingui hasta la primera bahía donde anclamos, cerca del hotel intercontinental, nos toma una hora llegar hasta allá. Sabemos que los armenios estarán ahí un rato en la mañana y se van a las 2:00 rumbo a Tahití, así que volamos a las11:00 para sorprenderlos con una hielera llena de botanas, les caemos de sorpresa, estamos todos felices de poder convivir un poco más, la plática se dirige a lo incómodo que es viajar así, estamos haciendo lo mismo, con las mismas dudas y retos, ella tampoco sabe mucho de navegación, él trae toda la responsabilidad sobre sus hombros, pero la diferencia es que ellos decidieron que jamás invitarían a nadie a dormir en su barco, no dejan de decir: ¡it is too much work dude. And we are living in such a small place! Al grado que vinieron sus papás a verlos hasta aquí y se hospedaron en dos hoteles diferentes pues están divorciados, y todos los días van por ellos y los regresan. Me da más flojera la logística de tener que ir y venir que apretarnos tantito y convivir mejor, pero ellos no lo ven así y también entiendo perfectamente su punto. ¡Como sea, sharing towels, pillows and toilets it is grose man!!!

Nos despedimos de los armenios y nos vamos a ver el sitio donde dicen qué hay muchas mantarrayas. Los cuerpos de mis hijos son extensiones del mío, si la mantarraya se encimaba en Alexa, o si Diego nadaba bajo una de ellas volteado para verles la panza, a mí me recorría un rayo cargado de electricidad por cada vértebra, tenía la cámara en la mano derecha y en la izquierda detenía la cuerda del dingui, con la cabeza bajo el agua observo a los tiburones que rondan por ahí, a las nueve mantarrayas, unos cuantos peces de colores y al mismo tiempo a Diego y a Alexa que sin darse cuenta se alejan de mí en segundos, yo trato de acercarme poco a poco, pero ellos se acercan a un grupo de cuatro personas que vienen con un guía y están alimentando a las mantarrayas con latas de sardinas, por supuesto que no se quedarían a mi lado esperando a que una de ellas se nos acercara, desde una distancia de 3 a 5 metros los puedo ver bien bajo el agua, suben y bajan y acarician sin ningún miedo la babosas pieles de estos preciosos animales. En varias de nuestras aventuras he tenido que recordarme a mí misma dónde estamos, esto no es un acuario, esto es el mar con todo y sus bellezas a descubrir y sus peligros. Compró Diego un libro que puedes meter al agua y trae impresos los nombres y fotos de los animales marinos más comunes de la Polinesia francesa, los que son prohibidos de tocar tienen un símbolo de una manita tras una raya inclinada roja, son varios, creo que lo he visto unas veinte veces, aparecen desde caracoles y conchas, hasta grandes tiburones. Regresando a la experiencia del momento, no puedo negar que es totalmente increíble poder tocar y alimentar a las mantarrayas, le agradezco a Dios lo felices que están mis hijos. Ale se llevó a Vital para cuidarlo y darle confianza, mi bebé de 4 años se sume, observa y sale y se vuelve a sumir, se pesca del cuello de su papá cuando algo lo angustia y poco a poco se va soltando y alejando. Para variar me faltan manos y ojos, yo también quiero tocarlas aunque me paralice al hacerlo, éstos animales que vuelan bajo el mar son un espectáculo y tenerlas así de cerca parece un sueño, a algunas personas se les abrazan en busca de comida, yo ruego por que eso no me pase porque no sé cómo voy a reaccionar, pero seguro mal. Vienen hacia mí, directo a la cámara, pensarán que es comida, las tengo a centímetros y me giro, me importan demasiado mis grabaciones y me concentro en hacer buenos videos de mis hijos y sus sonrisas tras el snorkel, pero su aproximación lenta y cautelosa me angustia. Debajo del dingui que sostengo con una mano y que no puedo soltar, pasa un tiburón de punta negra y siento que me observa con su ojo blanco y una rayita delgada como de gato al centro, se aleja y mi corazón palpita, no sé como calmarme, qué horror, pensé que ya estaba superando este estúpido miedo. Todos están felices disfrutando de esta única experiencia, y yo tensa, me choca ser así, ¿lograré quitarme tantos temores algún día? No sé qué es lo que me contrae con tanta fuerza los músculos, nada va a pasarnos, pero mi estado de alerta es inevitable y muy cansado.

Por fin, después de una hora más o menos de este jugueteo supuestamente no peligroso, se suben todos al dingui, yo sigo abajo mientras el capitán lo enciende, esto es por seguridad, me trepo de un salto y regresa mi ritmo cardiaco a la normalidad, ahora muero de frío. Me quito la blusa que traigo pegada al cuerpo que sirve para cuidarme del sol y para nadar y mejor me voy en bikini todo el camino de regreso. El sol y el viento me secan, tiemblo, creo que es por la liberación de mis acumuladas tensiones, será un largo camino de regreso y entre aletas, visores, chanclas, hielera y bolsa seca, nos acomodamos sentándonos sin quedar realmente cómodos en los extremos laterales y avanzamos lentamente, pero constante. Los niños no paran de decir lo felices que están con lo vivido, quieren volver mañana mismo de ser posible y traer sus propias latas de sardinas para que todas las mantarrayas los rodeen y no se les despeguen, yo solo les digo que por supuesto que volveremos y sigo la corriente de la emoción, pero comienza a dolerme un poco la espalda por la posición y lo que me contuve bajo el agua. No sé como acomodarme, Vital viene parado en la punta agarrado de una cuerda y yo me derrito de amor ante su mirada indiferente con dirección al horizonte, una llovizna se nos empieza a acercar, viene de la montaña y como cada atardecer de estos lugares, aparece un arcoíris y lo observamos sin cansarnos un buen rato.

Finalmente llegamos al velero, bajamos todo, lo lavamos, preparo la cena y después con la espalda adolorida y contracturada me voy a dormir, fue un gran e intenso día.

 

 

Miércoles 26 de junio

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Me estiro con algunos movimientos de yoga y me sirve para el dolor. A veces me siento atrapada aquí, no puedo bajarme a mi antojo, no puedo irme y me ahogo, me necesito dar silencio, y mis tres hijos me llaman al mismo tiempo que Alejandro me pide ayuda, volteo a ver mi hogar y lo tengo que limpiar y recoger de nuevo como cada día, y mi caprichosa niña interior quiere salir corriendo a encontrar una cafetería con aire acondicionado donde pudiera aventarse en un sillón, tener internet 4G y un gran capuchino caliente con mucha canela. Qué ansiosa estoy, no quiero hablar ni ver a nadie y es imposible, además de que no podré parar en todo el día.

Comienza mi día a las 5:30 a.m. con mis ganas por darle vida a mis recuerdos en este delicioso diario, que me sirve de escape y que me hace pensar en mí y mis sentimientos, en los días anteriores no he podido dedicarme bien a él. A las 7:00 a.m. mi marido se levanta y me pide que le ayude a montar la vela mayor, será una tarea larga y llueve, está todo húmedo y estoy en pijama, me tengo que ir a poner unos shorts para ayudarle, no quiero, pero no hay de otra, no hay nada de viento, no hay sol y es el momento perfecto. Me hago pato media hora más y llega con un cafecito para despertarme y apurarme. Desdoblamos la vela en la cubierta del barco, es inmensa, ahora debemos primero meter la base de la vela en un carril que va dentro de la botavara, pesa mucho, no sé como me sale fuerza y logro ayudarlo, nos tardamos poco en ese primer paso, ahora debemos enganchar la punta de la vela a un herraje que va directo a la drisa que la sube y baja, cuando ya estamos en eso, Alejandro nota una fisura en el herraje y debemos cambiarlo, es increíble como los fierros pueden romperse solo con la fuerza del viento, nos pasó en el cruce del pacífico con una argolla gruesa que se partió en dos y no me lo podía creer. Teníamos el herraje de respaldo, así que lo cambia rápido y pasamos a meter los battens que son las costillas que le dan rigidez a la vela. Van de más corto a más largo y debes tener cuidado de agarrarlos con los dedos, no con toda la mano, pues puedes astillarte espantoso, son de una especie de fibra de vidrio. Esto nos lleva una hora y media y ya salió el sol, tenemos sed y hambre y los niños comienzan a inquietarse también, yo no sé cómo partirme de nuevo en mamá y ayudante paciente del capitán. Por fin después de dos horas y media de trabajo constante queda y terminamos de enrollar la vela en la botavara, me toca hacer el nudo final de la funda que la protege y siento unas palmaditas que me doy a mí misma en la espalda diciéndome, lo hiciste bien. Alejandro también me agradece, pero no puedo dejar de aplaudirme

Ahora son las 11:00 de la mañana, hay ropa, juguetes, toallas, libros y plumones por todos lados. Desayunamos y me pongo a lavar cocina y a organizarme mentalmente para ser más eficiente en mi quehacer, al mismo tiempo que exijo a mis hijos que hagan unas cuantas páginas de su libro de matemáticas, ahí estoy con un ojo al gato y otro al garabato cuando me vuelve a requerir el capitán, vamos a cargar diésel, tengo que ayudarle a subir el ancla. Mi trabajo es cobrar la cadena que pasa por un tubo que está en el camarote de mis hijos y debe caer debajo de la cama, tengo que jalar con fuerza para que no se atore en el guinch que la sube y se haga un caos. El ancla estaba enterrada en una gruesa capa de lodo y sale mugrosa, avanzamos hacia la gasolinera, estamos solos y tendré que actuar rápido y con la información que para estas alturas ya tengo entendida, me pongo mis tennis, organizamos los cabos de amarre gruesos y pesados que Diego tendrá que arrojarme, mientras Alejandro está en el timón por cualquier cosa. El muelle se ve débil y bajito, tengo que bajar los fenders que son como unos chorizos grandes de plástico para el recargón que se dará el casco con el muelle que es de madera y nuestro fuerte barco de Aluminio podría romperlo, no podemos cometer errores. Salto lo más fuerte que puedo y corro a la punta del barco, me lanza Diego el cabo que debo rápido amarrar a la cornamusa que queda  sobre el muelle, opuesta a la punta del velero para frenarlo, lo hago perfecto y muy rápido; ahora me pasa Alejandro el cabo de popa y lo cruzo amarrándolo a la cornamusa que está cerca de la punta del barco, o sea el extremo opuesto nuevamente, se hace una cruz con los cabos y le da más soporte a nuestro amarre, el capitán me felicita, está contento de ver que hemos aprendido a hacer los amarres y a tener más velocidad de respuesta. Finalmente le ponemos por seguridad dos cabos más cortos en cada extremo y cargamos sin inconveniente el diésel. El calor está con todo, en la cubierta del barco hay unas tapas que dicen: diésel, water, waste, hasta esa toma debemos acercar la manguera y pistola de gasolina cuidando que no se riegue, en pleno rayo de sol y sin viento. La deshidratación me está matando, me vuelvo a montar en el barco y tomo un vaso de agua tibia que percibo cómo se absorbe en mi sudado cuerpo. Ya son las 2:15, terminamos de cargar el combustible y ahora toca desamarrarnos e irnos, parecería una tarea más fácil que llegar, y lo es, pero la inercia del barco es tanta que debemos tener muchísimo cuidado, me toca otra vez ser la marinera oficial y no puedo fallar, debo permanecer en el muelle, desamarras los cabos y empujar el barco con todas mis fuerzas, es lento pero mágico poder empujarlo, se aleja y debo saltar desde el muelle, llego sin problema pero de pronto al alejarse la proa, la popa comienza a virar y a acercarse al muelle, debo volver a saltar y detener el golpe, con la adrenalina del momento no sé cómo lo logro y ya estoy parada en el muelle jugando a ser “super girl” empujando ahora la proa con todas mis fuerzas, a un centímetro de pegar logro detenerlo, de milagro no le dimos al muelle, salimos ilesos. Debemos volver a anclarnos aquí mismo en bahía Cook, pues Andy Purpin, escritor de la revista, latitud 38, se enteró de nosotros y quiere entrevistarnos, nos dijo que llegaría a las 3:00. No he tenido tiempo de limpiar ni recoger nada. En media hora tendremos que meterle velocidad y entre todos dejar el velero nuevamente presentable. Como hormigas a toda velocidad asigno áreas y Alexa recoge los cuartos y hace las camas, Diego guarda los platos limpios, coloca los sucios de nuevo en el fregadero y limpia la mesa del comedor y a Vital solo le pedimos que recoja sus legos que ya están por todos lados. Ale en la bañera acomoda escotas, tira las cenizas de sus últimos cigarros y avienta prendas de todos a la ropa sucia. El escritorio otra vez es un nudo de cables y se ve fatal, y yo pues de todo un poco, dirigiendo la orquesta, barriendo, lavando baños, luego platos y acomodando cada cosa en su lugar. A Andy se le hace un poco tarde y nos da tiempo de estar listos, pero ahora todos tienen hambre, tengo que empezar a cocinar otra vez, pongo a hervir una cacerola de agua, pico cebolla y rallo zanahorias, saco un frasco de berenjenas ahumadas, pongo todo a freír en mantequilla, le echo sal y pimienta, la pasta al agua hirviendo y en 20 minutos tengo una comida deliciosa con verduras y parmesano, les sirvo un plato a cada quien y de una vez comemos todos. Son las 4:00, llega Andy con su encantadora esposa y se sientan en la bañera a platicar con Alejandro, es una entrevista informal que termina en gran amistad, él es un señor de más de 80 años con las piernas bronceadas y barba blanca que lo hace parecer un gran marinero, que además lo es. Algo pasa con todos los capitanes que al final se van pareciendo, como si el efecto del sol en su pelo y piel les afectara de igual manera, un envejecimiento natural que no los hace parecer tan mayores, pero sí un poco arrugados.  Además. veo a mi marido cómo está tomando las mismas rutas, su barba y pelo comienzan a mostrar pelo blanco, en poco tiempo será uno de ellos, va con viento de popa, cada mes está más canoso y más guapo. Todo va muy bien, la esposa de Andy les trajo a los niños limpia pipas para que hagan diferentes figuras y se volvieron locos, empezaron a amarrar estos alambres de colores y los hombrecitos de legos colgaban por todo el barco, comenzaron los pleitos por quién tenía más y con los pleitos los gritos de Vital, Alejandro les repitió tres veces que se calmaran y simplemente lo ignoraron, después a Diego se le ocurrió lucirse, colgarse de cuerdas y treparse al mástil y a Vital cantar sus múltiples canciones inventadas que no se cansa de repetir, la entrevista se desviaba cada cinco minutos, Alejandro les pelaba los ojos y los niños seguían siendo niños y las visitas estaban encantadas con ellos, el único que sufría de enojo y angustia era el capitán, que notaba cómo su poderosa mirada no tenía efecto en sus hijos esa noche. Yo a veces me hago a un lado cuando Alejandro quiere meter orden pues termino por estorbarle o tengo que agarrar a mis hijos y alejarme de la plática que me choca perderme, así que hoy, sólo les decía en voz muy bajita, ya cálmense mis amores, papá está tratando de platicar con las visitas, resultaba cinco minutos y otra vez comenzaba el molesto ruido de sus mil y un juegos. Les ofrecí cenar nuestra deliciosa pasta que me sobró para compartirles, cenaron encantados y después se marcharon, despidiéndolos con una linda sonrisa y muy amable, nuestro capitán. En cuanto el dingui de Andy se alejó lo suficiente para no escucharnos, al capitán se le transformó la cara, le salía humo por las orejas, se puso rojo y los castigó severamente mandándolos a dormir sin cenar y en ese momento. Los amenazó hasta con los regalos de los santos reyes, los niños ya lloraban porque no recibirían nada en navidad, en cuatro días es el cumpleaños de Diego y ya juró no celebrárselo por su pésimo comportamiento. Llora con sentimiento y moco prolongado porque no tendrá un feliz cumpleaños y se va a dormir con el corazón roto. Aunque sé que no se vale, me acerco a él, le acaricio la espalda y le digo que mañana papá recapacitará y lo perdonará, pero que deben ser más obedientes y no portarse peor que nunca cuando llegan las visitas. Está confundido Diego y a mí se me parte el corazón, me dice: ya no sé cómo hacer que papá se sienta orgulloso de mi, ¿por qué se enoja cuando hacemos cosas de niños? No me puedo quedar quieto y sentado, no me gusta. Trato de ayudarlo en todo lo que me pide, pero de todo se enoja, ya no quiero estar aquí si él sigue así.

Más tarde se lo comunico a Ale pues a veces sí exagera en sus enojos y amenazas y aunque tarda en reconocerlo, lo hace, pero aún así cree que debe ser así de estricto y tampoco está mal, si yo educara a estos niños sola, los echaría a perder.