SUSCRIBETE

28 Marzo 2024, Puebla, México.

Sociedad |#c874a5 | 2020-02-24 00:00:00

"Narcos", ficción y realidad

Héctor Aguilar Camín

Día con día

 

I

No hay ficción sobre el narco que pueda superar argumentalmente la realidad del narco. El narco es superior a la imaginación.

 

Siempre hay un error en querer agregar imaginación a los hechos del narco.

 

Narcos, de Netflix, es quizá lo mejor que se ha filmado sobre el narco real, porque no inventa mucho y es claro que se equivoca donde inventa.

 

Se trata de una contradictoria hazaña de la imaginación: pegarse lo más posible a la realidad. La historia real del narcotráfico, como digo, desafía la imaginación más desbordada.

 

Se trata, para empezar, de un mundo clandestino con dos orillas: la de los narcotraficantes y las de sus perseguidores, esta última dividida a su vez en la de los perseguidores estadunidenses y las de los perseguidores locales, mexicanos o colombianos: laberinto insoluble por méritos propios.

 

Son dos o tres mundos opuestos en principio, pero conectados en la realidad a sangre y fuego, mezclados a sangre y fuego por la complicidad, la rivalidad, las ganancias, la ambigüedad y los escenarios cambiantes que todo lo anterior va produciendo.

 

El narco del que hablamos como si fuera un mundo claro, ilegal, separado del nuestro, es en realidad un mundo próximo, fluido, regido por la mezcla de los intereses de un gigantesco mercado negro donde manda una lógica cambiante de amigos/enemigos y perseguidos/perseguidores.

 

Los amigos/enemigos, perseguidos/perseguidores de hoy son los amigos/enemigos, perseguidos/perseguidores de mañana. Esta es, creo, la gran propuesta argumental de Narcos Netflix: juegan ahí todos los jugadores del mercado informal de la droga en una lógica sangrienta de amigos/enemigos que cambia según los caprichos del propio mercado, según la historia y de la corrupción política de cada día.

 

Los narcos no pueden existir sin la complicidad de sus perseguidores. A mayor persecución, mayor violencia, a mayor violencia mayor complicidad, a mayor complicidad mayor mercado negro, a mayor mercado negro, mayor ganancia.

 

Quizá la diferencia cualitativa de la serie Narcos de Netflix, tanto en las temporadas de Colombia, como en las de México, es que los perseguidores son tan importantes en la historia como los perseguidos, y tan visibles y tan ambiguos , por momentos tan ilegales y tan violentos como ellos.

 

II

 

He disfrutado muchas cosas de la segunda temporada de Narcos México: la calidad del guión, la fuerza de actores y actrices, la verosimilitud de los diálogos, el rigor histórico y visual de la producción, su impecable toque de época.

 

Mis momentos de incredulidad frente a la serie se han dado cuando los guionistas abandonan su estética de ceñirse a los hechos y se ponen a inventar.

 

En la segunda temporada de Narcos México inventan dos cosas enormes. Una es que el personaje central, Félix Gallardo, hasta ahora jefe de un cártel, aparece de pronto ante las computadoras de la secretaría de Gobernación manipulando el sistema electoral del año de 1988.

 

Luego, como el sistema se cae, Félix Gallardo llama a sus capos para que éstos, a punta de pistola, alteren las actas de la votación real y le den el triunfo al PRI.

 

La segunda invención grave es que Félix Gallardo padece la rebelión interna de su cártel ya en 1988. Es decir, ya en 1988 pelean a muerte, en brutales pugnas intestinas, los Arellano Félix que controlan Tijuana, contra el Chapo Guzmán y el Güero Palma que controlan Sinaloa, y contra Amado Carrillo Fuentes y Rafael Aguilar Guajardo, que controlan Ciudad Juárez…

 

Según el guión, la quiebra interna del cártel cuasi monopólico de Félix Gallardo es la causa efectiva de su captura en abril de 1989, pues para entonces ha perdido todo su poder.

 

La realidad es que Félix Gallardo no solo conservó el control de su cártel cuando cayó preso, sino que, desde la cárcel, donde estaba preso pero vivía como quería, organizó el reparto de su imperio y la entrega de plazas a sus capos subordinados, sus muchachos.

 

Estos se pelearán a muerte después, en los años noventa, fundamentalmente por matones y por idiotas.

 

Los guionistas saben muy bien que están incurriendo en este anacronismo y faltando a su estética de pegarse a la realidad, porque, en el curso de su propio guión, nos presentan a Félix Gallardo preso, hablando con un inventado agente de la DEA, como un profeta exacto de lo que pasaría después.

 

III

 

En una de las escenas finales de la segunda temporada de Narcos México, Miguel Ángel Félix Gallardo (Diego Luna), habla en la cárcel con un agente de la DEA.

 

Le dice con lujo de nombres y detalles lo que sucederá en la siguiente década: sangrientas guerras intestinas entre los cárteles, que no han cesado desde entonces.

 

Diego Luna / Félix Gallardo advierte a un ficticio agente de la DEA: Me van a extrañar.

 

Dicen los que saben economía que lo mejor que puede haber en un mercado legal son muchos competidores, premiados por el mercado y regulados por la ley.

 

Sucede todo lo contrario en los mercados ilegales. Lo que conviene ahí son estructuras monopólicas que resuelvan con su poder los pleitos entre competidores particulares, pues en los mercados ilegales las diferencias entre competidores se resuelven por la fuerza, en el caso del narco a balazos.

 

Un cuasi monopolio es lo que Félix Gallardo había construido en los 80, manteniendo en línea a sus socios, agremiando competidores, ofreciendo a la autoridad pactos de seguridad pública que podía cumplir.

 

Todo eso se rompió con el asesinato, en 1985, del agente de la DEA, Enrique Camarena, en Guadalajara, muerto por la ira de Rafael Caro Quintero, a quien Camarena le incautó un rancho de 10 mil hectáreas de mariguana.

 

La muerte de Camarena metió de lleno a la embajada y a la DEA en el manejo del narco mexicano, dando paso a una hegemonía estadunidense en la materia.

 

El cuasi monopolio de Félix Gallardo, sus corruptas relaciones con la Dirección Federal de Seguridad, con las policías federales y locales, y con el Ejército, es lo más parecido que hemos tenido en México a una administración del narcotráfico que no contamina con su violencia al resto de la sociedad.

 

Creo que todo mundo, incluida la DEA y Estados Unidos, echa de menos hoy la existencia de un ”jefe de jefes” capaz de administrar los demonios del mercado ilegal , sin extender sus daños a la sociedad bajo la forma de masacres, extorsión colectiva, captura criminal de ciudades y regiones.

 

Los persecución del narcotráfico norteño de aquella época no hizo sino extenderlo, como crimen organizado, a todo el país.