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18 Abril 2024, Puebla, México.

Mujeres mexicanas:

Sociedad |#c874a5 | 2020-03-02 00:00:00

Mujeres mexicanas: "Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven"

Héctor Aguilar Camín

Día con día

 

Revolución moral

 

Hace tiempo que los derechos de las mujeres son considerados un indicador civilizatorio. Una sociedad es tan civilizada como el trato que da a sus mujeres y a sus niños.

Quizá el gran cambio moral y de costumbres del siglo anterior haya venido con las conquistas del feminismo en todas sus variantes.

Me gustaría pensar, por la intensidad de la protesta y por la horizontalidad de las demandas de las mujeres de México, que estamos aquí en el principio de una “revolución moral”.

Uso la expresión en el sentido que le da el filósofo anglo africano Kwame Anthony Apiah, en su libro Honor Code. How Moral Revolutions Happen?

Apiah se refiere a cambios relativamente rápidos que se ciernen de pronto sobre costumbres o valores que parecían inamovibles o ancestrales.

Cité el libro de Apiah en este espacio hace 10 años (11/2/2010). Estudia las revoluciones morales que pusieron fin a la tolerancia frente a la esclavitud en Estados Unidos, frente al duelo en Inglaterra o frente a la práctica china de lisiar con moldes los pies de las niñas para que conservaran su tamaño infantil.

Lo extraño de estos cambios es que todos los argumentos contra las barbaridades referidas eran conocidos y compartidos ampliamente, en sus sociedades, pero no bajaban de la discusión a la conducta.

¿Qué las hizo bajar?  En un sentido muy específico, dice Apiah, las hizo bajar la vergüenza. Hechos particularmente escandalosos de aquellas costumbres bárbaras y aquellas prácticas discriminatorias, empezaron a comprometer el orgullo nacional de las sociedades practicantes. Empezaron a darles vergüenza.

Algo así sucede en México con las manifestaciones femeninas que ocupan las calles y con las historias de horror antifemeninas que ocupan la prensa.

En los casos estudiados por Apiah, un poderoso afluente de la vergüenza fue la mirada externa, la denuncia internacional de las costumbres en juego.

La intensidad, la rebeldía, la intolerancia al abuso y a la impunidad, la energía que hay en la protesta de las mujeres del México de hoy, tiene los ingredientes de una revolución moral.

Increíble que un gobierno que habla tanto de transformar, no advierta los alcances transformadores, civilizatorios, del cambio que exigen las mujeres mexicanas. 

 

El momento femenino

 

No recuerdo un momento de la vida pública de México donde la agenda de las mujeres haya tenido más visibilidad, más acuerdo social, mejores causas y mayor conocimiento del problema.

 

Importa la fuerza del movimiento, pero importa también la calidad de su saber acumulado en todos los órdenes.

 

Aunque los asuntos más urgentes sean el feminicidio y la violencia, en estos años las mujeres han acumulado una enorme cantidad de estudios y miradas críticas sobre otras formas de la discriminación de género: en el salario, en la representación política, en las políticas públicas, en las diferentes formas de acoso y desigualdad.

 

Un ejemplo de la calidad del conocimiento acumulado en feminicidio y violencia es el informe reciente de Data Cívica, Open Society y el Programa de Derecho a la Salud del CIDE: “Claves para entender y prevenir los asesinatos de mujeres en México”.

 

Un excelente recuento de los pasos dados por el movimiento a favor de los derechos de las mujeres durante la última década, puede leerse en el texto de Isabel Fulda: “Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven” (nexos, enero 2020).

 

Fulda no hace cuentas alegres ni mucho menos, pero su texto deja la impresión de que la lucha por la igualdad de género no es un estallido, sino una marea.

 

Y que los estallidos que leemos en los diarios son síntomas de un movimiento mucho más profundo, que parece maduro para tomar la escena y hacerse cargo de su propia implantación en las instituciones del Estado y en la transformación de las costumbres.

 

El gobierno se empeña en dar una lectura política corta a este movimiento, pero se queda aislado. La verdad, como apunta Fernando Escalante en su artículo de MILENIO ayer, es que el apoyo a la causa de la igualdad de las mujeres, está en todas partes: empresarios, sindicatos, partidos, universidades.

 

Parece buen momento, según Escalante, para un acuerdo nacional que “transforme definitivamente la vida de las mujeres”, un acuerdo “con compromisos precisos, leyes, instituciones, presupuesto, programas, estrategias, mecanismos de evaluación”.

 

La fuerza del momento femenino, dice Escalante, sugiere que “súbitamente otro país es posible”.

 

“Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven”

 

Con el título que lleva esta columna, Isabel Fulda, politóloga del CIDE, publicó en la revista nexos de enero pasado un balance de la década feminista apenas trascurrida.

 

Su mirada, como dije ayer, está lejos del triunfalismo pero registra con claridad la marea de cambios que nutren la centralidad pública alcanzada por la lucha de las mujeres contra la violencia, la discriminación y la desigualdad.

 

En todos los campos de esa lucha hay ganancias visibles, y en todas hay un mundo que cambiar.

 

La despenalización del aborto, centro de la lucha feminista, ha tenido importantes avances legales en Ciudad de México, desde 2007, en la interrupción del embarazo por violación y en la disminución de penas.

 

También ha generalizado la discusión del tema y ha encontrado vías de movilización y visibilidad que no tenía, como la poderosa aclimatación mexicana de la Marea Verde, nacida en Argentina, o del himno feminista de las mujeres chilenas: “El violador eres tú”.

 

La pugna por la paridad de género en los espacios de poder tiene cifras sorprendentes. México es el país de la OCDE con más congresistas: 48% en la Cámara de Diputados, 49% de la de Senadores, 49?% en los congresos locales.

 

Y sin embargo, la violencia contra mujeres que buscan posiciones políticas es escalofriante: En 2016, la Fepade registró 103 casos de agresiones políticas con motivaciones de género.

 

La visibilidad de la lucha ha alcanzado las calles con intensidad creciente desde la Primavera Violeta, de 2016, y ha creado una franja de impacto digital en iniciativas como #MiPrimerAcoso o el #MeToo. Pero la brutal realidad del feminicidio permanece: según la ONU, hay 9 feminicidios diarios en México.

 

Los cambios institucionales son notables, pero no han transformado la vida las mujeres, dice Fulda, y sin embargo: “El movimiento feminista tiene una fuerza sin precedentes. Es abrumador y a ratos caótico. Es un aquelarre de brujas de muchos colores, de pañuelos verdes, primaveras violetas y diamantina que brilla y emociona y pica los ojos y la cabeza antes de irse a dormir. Con cada paso que logre, provocará una reacción. Y no es para menos: estamos tratando de construir un mundo nuevo” (https://bit.ly/2T47Efp).