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29 Marzo 2024, Puebla, México.

10 de junio 2009: memoria de la represión a los maestros poblanos

Sociedad |#c874a5 | 2016-06-09 00:00:00

10 de junio 2009: memoria de la represión a los maestros poblanos

Miguel Guerra Castillo

Mundo Nuestro. La memoria mexicana ligada a esta fecha, el 10 de junio, es larga. La que nos ofrece con esta crónica el profesor Miguel Guerra remite a la lucha magisterial en Puebla.

 

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Aquel 10 de junio del 2009: la represión a los maestros poblanos

 

La memoria es una fotografía

Una de las imágenes más dramáticas  del 10 de junio de 2009 es la de una joven mujer a la que llevan a rastras tres delincuentes reclutados  por la policía para la represión política. La imagen es  escandalosa, indignante, parte de la pornografía política, por lo mismo impublicable. En la fotografía  se ve cuando dos  individuos vestidos con apariencia de maestros  jalonean a una joven  estudiante  para subirla a una patrulla policiaca. Ella, aterrorizada, se tira al piso y muerde a los captores, pero después de unos minutos de enormes esfuerzos por liberarse, agotada e impotente ante la fuerza de los tres vándalos, ellos  la levantan, uno de cada brazo  el otro de las piernas. Así, en vilo, como a un animal rabioso la suben a una patrulla y es llevada a los separos policiacos, al igual que otros dieciséis manifestantes de aquel 10 de junio de 2009.

¿Quién es esa mujer? ¿Quiénes son los de esas escenas violentas donde los cabellos vuelan, los músculos se tensan, las caídas y los garrotazos se reparten a diestra y siniestra, las caras se alteran, los gritos  se hacen aullido y los gases lacrimógenos  y las balas de goma estallan aquí y allá? ¿Quiénes fueron los 17 presos  de ese día 10 de junio de 2009? ¿Qué  significa  hoy ese 10 de junio para el movimiento social en Puebla?

Que  no olvide la memoria: ese día se  constituyó  en el zócalo de la ciudad de Puebla el Frente de Organizaciones Sindicales, Sociales Campesinas y Estudiantiles de Puebla. Habíamos marchado del Parque Juárez rumbo al zócalo en manifestación de fuerza, de unidad, de reclamo al gobierno por tantos agravios que teníamos y tenemos los trabajadores del SUNTUAP, la UPVA 28 de Octubre, el Consejo Democrático Magisterial Poblano, campesinos, estudiantes, defensores de los derechos humanos, padres de familia, etc.

 

Los meses previos

Por aquellos días el movimiento disidente del magisterio estaba en auge en Puebla. El gobierno había hecho la reforma a la Ley del ISSSTE para entregar el fondo de pensiones a manos de las AFORES. Fue cuando nos rebelamos contra Elba Esther Gordillo, por su ostentosa corrupción y  complicidad  con el gobierno federal de  Felipe Caderón. Habíamos realizado el Primer Congreso Estatal de Bases en la ciudad de Teziutlán, con miles de delegados que peleaban contra un programa estelar del gobierno derechista de Acción Nacional: la Alianza por la Calidad de la Educación. En una épica marcha habíamos  tomado  los grandes edificios de las secciones 23 y 51 del SNTE  para  realizar  asambleas,  conferencias y grandes encuentros de todos con todos. Durante meses ahí nos encontramos  maestros rurales y urbanos, de todos los niveles, viejos y jóvenes, jubiladas y periodistas, maestras de la sierra con las de la mixteca, todos y todas  en un gran campamento para fraternizar y soñar y angustiarse cuando por la madrugada alguien gritaba “¡ai vienen los charros! ¡A reforzar la guardia!”, etc. A los esquiroles de Elba en Puebla los habíamos  corrido en noviembre de 2008 entre mentadas de madre y empujones y durante meses rabiaron y buscaron el padrinazgo del gobierno para recuperar sus sedes sindicales.

 

La manifestación

Aquella mañana fría del 10 de junio  la manifestación  de unos miles de pacíficos  ciudadanos llegó  al zócalo de la ciudad. Los contingentes se acomodaron en la avenida central. Al maestro Fidencio Romero y a otro compañero les tocaba conducir  el mitin. Yo no vi por donde se fue el Profesor Gilberto, mi dirigente, y casi no me percaté de que el contingente de profesores seguía pasando por el zócalo y  al poco rato ya casi no había maestros y cuando Fidencio preguntó por el Secretario General que debía hablar en nuestro nombre él no apareció  por ningún lado. Fidencio me pidió que yo no me alejara para que en el caso de que Gil no llegara yo pasara al micrófono como orador. Una vaga noticia llegó a nosotros: los maestros se habían ido  a la toma del edificio sindical de la 5 poniente, una  reliquia arquitectónica del  neoclásico en el centro histórico, ocupado a medias con oficinas con poca afluencia de profesores, un edificio frío, de aquellos caserones que fueron.

Al realizarse el mitin sin los maestros alguien dijo:

--¡Qué indisciplina!, ¡qué ejemplo de  los maestros: estamos  aquí en un acto para fundar un frente unitario y lo primero que hacen los profes es dividirse y hacer algo que no estaba acordado en el Frente!

¿Qué había ocurrido? No estuve yo en la toma del edificio ubicado a unas cuadras del zócalo, y hasta hoy no se ha dicho quiénes provocaron el conflicto, pero supongo que alguien  espontánea e irresponsablemente tuvo la ocurrencia de incitar a la acción directa, sin calcular que el gobierno estatal, presionado por Elba Esther para recuperar las sedes sindicales, esperaba la oportunidad para congraciarse con ella a costa de las y los maestros poblanos.

 

El vandalismo contra las oficinas

Después de mi deshilvanado discurso, me dirigí al edificio tomado, donde encontré este espectáculo: los compañeros habían corrido de las oficinas a los empleados del sindicato. Había mucho humo y  agua derramada por todo el patio. Papeles, montones de  legajos, arrojados por todos lados y a mitad de la calle un montón de propaganda electoral medio quemada, testimonio del fraude electoral, la cooptación política, el clientelismo. Junto con algunos maestros pasé por el  edificio entre el temor y el júbilo por la audacia de los compañeros, quienes no calcularon lo que ocurriría después.  

La manifestación de maestros, confusa y desordenada, se había retirado a la llegada de la policía y el local había quedado  con el portón y las oficinas  abiertas. La policía se había colocado al final de la calle, entre la 5 poniente y 16 de septiembre. Al hacer memoria un compañero ha recordado lo que informaba a esas horas un locutor que  gruñe aun desde una radiodifusora local: “¡Se volvieron locos los maestros! ¡Están reunidos en el centro de la ciudad y ya  invadieron un antiguo edificio y lo están quemando! Están golpeando a los que pasan por ahí y han robado y quemado libros de la biblioteca. ¡Tenga cuidado, señor radioescucha, si pasa por la 5 poniente. Informaremos  más tarde de este acto de vandalismo de los maestros...”  

Al lado de algunos compañeros   me dirigí al otro extremo de la calle, en la 3 norte, donde se daría la primera refriega y donde esperábamos a Gilberto Maldonado, el Secretario General, de quien se decía ya estaba detenido. En esa esquina unos mil profesores nos  concentramos en espera de algo, pues se decía también que en el edificio invadido habían quedado encerrados Gil y algunos compañeros.

 

La golpiza

En esa esquina  de la 3 Sur y 5 Poniente crecía la tensión, y ocurrió un hecho político: mientras la tensión crecía se produjo un intercambio de reclamos  y de legalismos entre un funcionario de gobernación estatal y los maestros, quienes le exigían  enardecidos  que se retirara la fuerza policíaca. El hombre, protegido por decenas de agentes de seguridad dejó clara su amenaza y se retiró. Apenas se había ido cuando ocurrió el encontronazo brutal entre la policía y los maestros. La llegada de los granaderos fue impresionante: se acercaron a paso redoblado amenazador, golpeando el piso con gruesas pértigas  y con las botas, los escudos transparentes al frente. Nos quedamos impávidos y nadie se atrevió  a interponerse a su paso. El destacamento se acercaba cada vez más con los rostros impasibles, como ausentes, con gafas negras, pertrechos, casco, etc.  Algunos quedamos cercados,  y al tratar de regresar a nuestro contingente vino la golpiza: a los  compañeros del frente los fueron doblegando, paso a paso, golpeándolos con los palos, pateándolos. A Gil lo tiraron a golpes. Él se cubrió con los brazos los garrotazos, pero pronto cayó al suelo; algunos camaradas arremetieron contra los granaderos y lograron rescatarlo. En tanto, el grueso del escuadrón policiaco pasó  rumbo al edificio sindical, a mitad de la calle.

 

La indignación

De ahí empezó la dispersión y el caos. Nadie sabía hacia dónde ir, qué hacer, donde encontrar a los compañeros. Yo había salido sin golpes, pero había perdido mis imágenes  en video  que eran mi banal preocupación entonces. Pero la desbandada no fue total, pues la  confrontación se daba ahora en la casa hotel de los maestros, en la 9 Poniente, frente a la iglesia de Santa Inés. Cuando llegué ahí la invasión también ya había ocurrido: el local estaba igualmente abierto, sin el personal de servicio, con señas de apresurada huida. Recorrí el lugar sin novedad, salvo que los compañeros me llevaron al cuarto de la azotea donde me mostraron u n laboratorio de drogas: recipientes, aparatos, gomas, olor astringente. La indignación era creciente pero más el riesgo de involucramiento, por lo que rápidamente nos retiramos y fuimos a la plaza, junto a la fuente, donde se estaban concentrando otra vez algunos cientos de maestros. Ahí hice una intervención a gritos, desesperada, proponiendo  a los compañeros que ya nos dispersáramos, que no había más que hacer, pues en esos momentos se acercaba otra refriega.

Así ocurrió. No nos acabábamos de ir cuando llegó por el oriente el peor asalto de esa tarde: la policía arremetió con otra golpiza a hombres y mujeres, lanzaron gases lacrimógenos y se detuvo a 17  camaradas, entre maestros, maestras y estudiantes. La acción policíaca, brutal, generalizada contó con unas decenas de delincuentes, vestidos de paisano, contratados por el  gobierno, en complicidad con el sindicato charro para golpear y detener a los disidentes. La escena de la represión  descrita al principio no se nos olvida, la de Itzel, atacada por los porros y subida  a rastras al  vehículo policiaco; la de Eduardo,  pateado y arrastrado de los cabellos; la de María de Jesús, quien gritaba su nombre y era jalada por una de las mujeres-policía mientras se aferraba a una maestra; igualmente otra imagen de un maestro que  es jaloneado mientras  resiste agarrándose a la defensa de un automóvil.

Las imágenes están ahí recordando el 10 de junio de 2009…

 

 

 

 

 

 

Las detenciones

En Santa Inés sí  fue eficaz  el operativo para dispersar a la multitud. Por todos lados corríamos despavoridos. Algunas  compañeras quedaron atrapadas en comercios que cerraron sus cortinas ante el griterío, los estallidos de las balas de los gases lacrimógenos, la estampida de maestros. Unas se ocultaron en la Iglesia de Santa Inés y otros huimos rumbo al Paseo Bravo. A mi lado escuché un grito de alguien que era herido por la bala de goma y aun así seguía corriendo quien sabe hasta dónde.

La oscuridad de la noche no impidió que se iniciara otra movilización de cientos o miles de ciudadanos, maestros, familiares y amigos de los maestros para rescatar de las garras de la policía a los detenidos. Una  decena de abogados se presentaron en la Procuraduría  de Justicia del Estado para, solidariamente interponer la defensa de nuestros compañeros.

Desde los separos se nos hizo llegar una  carta firmada por los maestros detenidos  diciendo que no se rendirían, que su dignidad los mantenía firmes, que hacían  compromiso de seguir luchando por la educación y la libertad. La carta está ahí.

Tras una gran movilización en las calles de Puebla y frente a la PGJ, después de unos días se logró la libertad de las maestras y maestros. Solo Mariano y Evaristo fueron remitidos al penal de San Miguel, pero igualmente, tras una colecta y muy fuertes denuncias contra el gobierno hechas por los sindicatos, los abogados y el CDMP  fueron liberados.  

Ese día  10 de junio también el gobierno lanzó otro operativo policiaco para invadir nuestros edificios de la Sección 23 del SNTE en Rancho Colorado. Semanas después,  en otra acción de sumisión de Marín Torres ante Elba Esther Gordillo, le fue entregado a ella  el edificio de la sección 51, igualmente mediante un operativo policiaco. 

Aquel 10 de junio no se nos  olvida, como el “halconazo” de 1971. El lamentable acontecimiento marco un distanciamiento  insalvable  entre el magisterio y el gobierno de Mario Marín Torres. Desde entonces hasta hoy está rota la relación entre el  magisterio que se agrupa en el CDMP y el gobierno del Estado y sus  dependencias. Igualmente el magisterio democrático  rompió toda relación con el “charrismo sindical”, la mafia de Gordillo.

Los efectos de aquel 10 de junio llegaron también a  nuestras propias filas. El ataque a los maestros descubrió la maniobra de la infiltración priista en nuestras propias filas. La intriga  de los operadores gobiernistas fue descubierta en esa  lucha  por liberar  a los detenidos   y meses después  se expulsó a Juan Durán, Irma Ortega y  Carmen López.

Pero por sobre la intriga y la  traición pervive el mensaje de Gabriel Salom Flores  escrito el 13 de junio de 2009: “Hoy les estamos enseñando (a nuestros alumnos) a gritar, a enrabiarse, a exigir, a defender. Mañana cuando volvamos a clases los alumnos se sentirán orgullosos de tener un maestro golpeado y encarcelado por defenderlos a ellos, a la educación gratuita, por querer una mejor escuela para un mejor país”.

 

REGISTRO GRÁFICO DE LA REPRESIÓN: http://codemagisterialpoblano.blogspot.mx/2012_06_08_archive.html

 

VIDEO EN YOUTUBE: https://youtu.be/RVxcfOVF9_0