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18 Marzo 2024, Puebla, México.

Gonzalo Rivas

Sociedad |#c874a5 | 2016-10-17 00:00:00

Gonzalo Rivas

Héctor Aguilar Camín

 

Día con día

 

Las opiniones contra la postulación de Gonzalo Rivas a la medalla Belisario Domínguez tienen los rasgos del periodismo de causa. Lo que no puede alterar ese periodismo es el hecho puro y duro del heroísmo que está en el centro de lo sucedido.

 

El hecho heroico es simple:

 

Las llamas del incendio de una gasolinera hacían correr a todo mundo. Gonzalo Rivas corrió hacia ellas para apagarlas. Murió en el intento.

 

Las circunstancias del incendio son deleznables en cualquiera de sus versiones. Que alguien haya prendido fuego a una gasolinera poniendo en riesgo la vida de cientos de personas que estaban detenidos con sus automóviles en la caseta de cobro cercana, no tiene justificación bajo ningún supuesto político o moral.

 

Pero eso es lo que sucedió: el incendio intencional de una gasolinera cuya propagación ponía en riesgo la vida de muchos. El acto simple e irrefutable de Gonzalo Rivas fue correr a apagar el incendio mientras todos los demás huían de él.

 

Este es el acto de valor, de heroísmo puro y duro, que muchos juzgamos dignos de la medalla Belisario Domínguez.

 

¿Por qué? Por la extrema virtud que supone el hecho de arriesgar la vida para salvar la de otros. Otros a los que Gonzalo Rivas ni siquiera conocía. No eran sus parientes. No eran sus compañeros en una misión de riesgo. No eran sus conocidos del pueblo. Eran sólo seres humanos, desconocidos para él, seres humanos genéricos, puestos en riesgo por un siniestro que él controló, al precio de su vida.

 

En todas sus versiones, repito, los incidentes que dan lugar a la acción de Gonzalo Rivas son deleznables. Su acto, no. Su acto es ejemplar, como quiera que se le vea.

 

Representa lo mejor que hay en esta hora oscura de México donde los rasgos del carácter nacional parecen marcados por la violencia, el miedo, la corrupción, el hartazgo, la desesperanza.

 

Gonzalo Rivas habla de la existencia de otro México, el México que está dispuesto a correr riesgos por los demás, el México anónimo y solidario que habita esa otra cara de la moneda mexicana: la cara del temple, del valor, de la solidaridad.

 

Si Gonzalo Rivas fue posible, no todo está perdido en México.