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20 Abril 2024, Puebla, México.

2016 en la crónica de Mundo Nuestro: Febrero

Sociedad |#c874a5 | 2016-12-22 00:00:00

2016 en la crónica de Mundo Nuestro: Febrero

Sergio Mastretta

 Mundo Nuestro. En este cierre del año presentamos algunas de las crónicas destacadas a lo largo de los meses de este 2016. Aquí febrero.

 

Ciegos que ven

Verónica Mastretta/Vida y milagros

02 Febrero 2016

No he sido mucho de ir a fiestas y esas cosas. Entre otros motivos porque a veces me tomo no  solo las bebidas de la fiesta, sino la fiesta en sí. Muy peligroso, pero también muy ilustrativo, aunque he preferido sociabilizar con quien me voy encontrando en la vida cotidiana. En mi entorno familiar me consideran rara  por departir con todo dios, por hacer migas con el de junto en la fila para entrar al cine, por sostener una larga conversación con alguien que acabo de conocer  en el mercado o por establecer lazos de amistad e intercambiar información con quien me ayudó a levantarme después de caerme a media calle. Es una cualidad y un defecto que ha terminado sumando a mi favor, porque es así como he conocido personas extraordinarias que de otro modo jamás habrían tocado mi vida. 

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1913: el amor en Madruga

 Esther Rizo Campomanes (1921-2013) 4 Febrero 2016

 
 

Pablo  y Juana se conocieron de la manera más disímbola.

Estrenaba  Pablo, con sus escasos dieciocho años, su uniforme como conductor en el ferrocarril que iba de La Habana a Madruga y viceversa, conduciendo a la escogida clientela.

Famosa por la bonhomía de sus habitantes, en Madruga el turista gozaba no sólo de las virtudes salubres de sus aguas, sino de un trato amable. No se sabía bien porqué, pero la amabilidad de sus habitantes era famosa en la región. Gozaba de cómodos y no estipendiosos hospedajes y sus habitantes eran famosos por su trato.

Era motivo de orgullo ser conductor de ferrocarril que conducía a los veraneantes y eran escogidos por ser afables y,  si era posible, por su postura.

Pablo contaba con ambas cualidades. Alto, erguido y apuesto con ojos castaños que trasmitían dulzura y un carácter alegre y dicharachero  que se trasparentaba siempre con una sonrisa. Pero a pesar de su entrenamiento y natural agradable, sus ojos no pudieron dejarse de abrir con asombro ante la extraña comitiva que se aprestaba a abordar el tren.

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“¡Game is over, dad…!” De gringos adictos y estreñidos en el Super Bowl y la guerra del opio en México
 

 Esta es la historia de los niños ralladores en la Montaña de Guerrero, la furia de un gringo viejo contra el espejo-televisor por el que ha mirado el mundo, el guapo estreñido y adicto en el Super Bowl, la denuncia premium de Beyoncé y la amarga y absurda guerra del narco en México que nos ha dejado en diez años más de cien mil muertos y, al 31 de diciembre del 2015, la cifra precisa de 27,659 desaparecidos. Escribo un día después del juego, y lo hago a flashazos, como si la vida nuestra fuera un permanente ir y venir de cortes comerciales y nunca sabremos si nuestros sueños y desgracias son reales.

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Esta historia empieza ahora mismo, cualquier día de este febrero invernal, en un paraje perdido en la Montaña de Guerrero, con un grupo de niños y niñas a gatas y ocultos entre las matas de amapola que fácilmente los cubre. Son los niños del opio en Guerrero (El Universal, 13/7/2015). Cada uno lleva un instrumento corto de madera del que se amarran dos navajitas filosas. Cada uno sabe lo que tiene que hacer entre las flores rojas que encienden un filito de la sierra, un campo en el que los adultos no pueden andar so pena de aplastar la fuente de su sobrevivencia, pero los pequeños sí: cuidan de no pisar tallos y flores caídos, identifican los bulbos que están a punto y cortan en circunferencia para que brote una lechita blanca que recogen en latitas de jumex. Si la cosecha es buena, la ralla que esa familia logrará de ese campo les dará 700 gramos, 900, chance hasta un kilo de la goma que en cientos de escurrideros hormiga baja hasta los caminos que se disputan las bandas que controlan las montañas agrestes asomadas a la cañada ardiente del río Balsas.

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  • Cuando te entierran así… /Voz de las madres para sus hijas muertas
 

Mundo Nuestro. Estas son las voces de las madres de siete mujeres asesinadas o desaparecidas en la ciudad de Puebla que el jueves 25 de febrero en el zócalo de la ciudad de Puebla hablaron por ellas para exigir justicia.

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No vivimos tiempos gratos. El asesinato de Samai Alejandra Márquez Salgado nos recuerda que vivimos en la barbarie.

No hay otra manera de iniciar este relato que con la voz de Argelia Romero Sosa, madre de Olga Nayeli Sosa Carrasco, asesinada por su marido, Moisés Torres López, algún día de junio del año 2014:

“Pido justicia para mi hija Olga Nayeli.  Hace un año su marido la mató, la descuartizó,  le machacó los huesos, la quemó y la fue a enterrar allí a Atlixco... Y a estas horas, a estas fechas no han hecho nada… Su tío del agresor es el magistrado Manuel Nicolás López Ríos…”

Cinco verbos brutales y precisos en el tiempo de la muerte, el pasado más absoluto: mató, descuartizo, machacó, quemó, enterró. Y no hay otro presente hoy en México. Porque lo que narra Argelia Romero, el  calvario de Olga Nayeli, le ha ocurrido a Puebla en último año a por lo menos 55 jóvenes mujeres más. Son cifras que con diligencia ha recogido el Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos (Odesyr) Es nuestro presente de feminicidios que barre inclemente el sistema de justicia en nuestro país.

Con el añadido insondable de la corrupción de la justicia: “Su tío del agresor es el magistrado…”

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Se supo por esta tierra… Un relato histórico de los totonacos desde la radio en Nueva York

  

"Se supo por toda esta tierra, que habían llegado al puerto de la Veracruz Vieja, que está de este pueblo catorce leguas, unos navíos, y en ellos venían unos dioses hijos de ellos, los cuales se dejaban tratar de los naturales; y viendo esto el Señor del pueblo, tomó otros dos principales y otros indios de carga, en que llevó algunas gallinas de la sierra, y gallos, y maíz, y mantas, y miel, y un poco de oro, y fue allá y hablo con el Marqués y le presentó lo que llevaba, y el Marqués le dio gracias por ello y le rogó que fuese su amigo y de aquellos españoles, y que no venían a hacerles mal, y se volvieron a su pueblo, y de ahí adelante siempre acudieron a la Veracruz a llevar servicio y tributo de maíz y gallinas; y esta dicen que fue su conquista y descubrimiento…”

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