SUSCRIBETE

16 Abril 2024, Puebla, México.

Feminismo pop:

Sociedad |#c874a5 | 2017-01-23 00:00:00

Feminismo pop: "¿Qué vas a hacer con tu fuego?"

 

Mundo Nuestro. Esta crónica fue escrita para la revista Nexos por Sofía Cerda Campeso y Ana Tovar.

 

“¿Qué vas a hacer con tu fuego?”, preguntó una de las oradoras desde el estrado a las miles de personas conglomeradas en Washington D.C. Esta fue una de las muchas consignas que se pronunciaron para marcar el comienzo de un momento histórico para el mundo: la marcha de las mujeres del 21 de enero de 2017, en un contexto de búsqueda por la identidad de los feminismos.

El movimiento que surgió como respuesta a la toma de poder del nuevo presidente de Estados Unidos logró su cometido: traspasar fronteras y encontrar unión en las diferencias. Si bien la ciudad de Washington D.C. concentró al mayor número de personas en su marcha; a lo largo de todos los continentes, millones de voces hicieron eco. Manifestaciones hermanas se movilizaron en diferentes lugares de Estados Unidos y distintas ciudades del mundo: de Sydney a Nueva Delhi; de París a la Ciudad de México. Las demandas fueron prueba de la  amplia plataforma en la que se convirtió el movimiento. Se exigió respeto a los derechos sexuales y reproductivos; respeto a los derechos de los migrantes; respeto a la libertad religiosa; respeto a la libertad de expresión; respeto a todo el espectro de las minorías y grupos vulnerables (latinxs, personas de color, comunidad LGBTQIII, personas con discapacidad, entre otras). Lo que se exigió fue respeto a los derechos humanos.

 

marcha

 

Leer en Revista Nexos

 

Esta marcha no ocurrió en el vacío. Desde hace algunos años el feminismo ha permeado en la cultura popular a través de lo que se ha llamado el “feminismo blanco”. Es el feminismo que abunda en Hollywood, la academia y la política. Éste, a pesar de sus pretensiones universales, habla desde el privilegio. Es decir, se trata de mujeres blancas, de clase media-alta, que han encontrado un espacio para visibilizarse (confesamos que nosotras mismas somos consumidoras de este feminismo). Y a pesar de que sus intenciones son buenas, este movimiento ignora las preocupaciones y problemas que otros grupos de mujeres —las de color, transexuales, migrantes, indígenas o con discapacidad, además de sus intersecciones— sufren.

Una de las portavoces de este feminismo, aunque ella se niegue a aceptarlo, es Lena Dunham, creadora y protagonista de la serie Girls. “No los quiero asustar, pero creo que puedo ser la voz de mi generación”, le dice Hannah Horvath (Dunham) a sus padres en el primer capítulo de la serie. Hannah es una chica blanca de venititantos que vive en Brooklyn y enfrenta los “problemas de la cotidianeidad”: falta de trabajo, falta de dinero, inseguridad con el cuerpo, amores no correspondidos, mensajes de texto sin contestar y el postergar la emancipación hasta los 30. Además de la temática con la que tantos millenials nos pudimos identificar, la serie llamó la atención del público por un tema fundamental del aspecto de su protagonista: es una chica “gordita”, que impulsa, junto con el feminismo blanco, al movimiento que busca la aceptación y visualización mediática de los cuerpos imperfectos: estrías, celulitis, lonjas y todo aquello que se nos ha enseñado a ocultar (a través de photoshop o cualquier otro remedio milagroso). Así conocimos su versión de una antiheroína atípica. Una mujer cuya franqueza y honestidad la han vuelto insoportable. Como han escrito sus críticos, el personaje se equivoca constantemente de manera dramática, tolera el trato agresivo de Adam con quien tiene relaciones sexuales sin compromiso, a pesar de que ella siempre espera más. En esta serie, Dunham se planteó el propósito de que la audiencia se identificara y dijera: ese “alguien me entiende” o “no estoy tan locx como pensé”. Ese alguien se trata de las mujeres occidentales contemporáneas que han gozado de ciertos privilegios.

En octubre del 2014, la revista Vanity Fair hizo su famoso cuestionario Proust a Lena Dunham,(para este momento ya era ganadora de dos Golden Globes y tenía ocho nominaciones al Emmy). “¿Cuál es tu idea de la felicidad?”, preguntó la revista, a lo que Lena respondió: “una cama deshecha rodeada de libros, utensilios para escribir, el perro; restos de pan tostado con mantequilla en mi pecho y mis seres queridos no muy lejos pero tampoco muy cerca”. Quien haya visto Girls sabrá que es justo en este escenario, que Dunham describe como la felicidad absoluta, en el cual se lleva a cabo su serie: camas deshechas, personajes torpes y espacios sucios y pequeños. La misión de Lena partió de reflejar situaciones y personajes reales: incómodos, histéricos, maniáticos y narcisistas. A diferencia de Sex and the City, por ejemplo, esta es una serie en donde no hay glamour. Girls refleja una tendencia de las series y el entretenimiento, mostrar situaciones en las que se visualizan las ansiedades contemporáneas y su impacto en las relaciones humanas, cuerpos humanos sin retocar, sexo incómodo y crisis existenciales. Suponemos que, al final día, por eso no vemos diferencia entre la escritora y el personaje.

Retomamos a Lena Dunham porque la marcha de las mujeres coincide con otra expresión particular de los esfuerzos feministas contemporáneos, que además le atañe directamente. La portada del mes de febrero de la revista de moda Glamour está dedicada a Dunham y al resto de las protagonistas de la serie de HBO. Este número —que coincide con la salida al aire de la quinta y última temporada de Girls— captura las contradicciones de un discurso que se ostenta como feminista pero que queda en deuda con todas las mujeres que no se sienten representadas en él. Es un discurso calificado de poco incluyente y criticado, por ejemplo, por Rosie Campos en su texto “Dear White Women: This is not about us” o recientemente en “The Somehow Controversial Women’s March on Washington” publicado en The New Yorker unos días previos a la marcha. Más aún, esta edición de la revista Glamour que se ostenta como ¨feminista¨, al haber sido producida en su totalidad por mujeres en realidad promueve y refuerza estereotipos de lo que tradicionalmente se considera femenino: la moda, la belleza y el culto al cuerpo. Se crea un oxímoron: Glamour-Revista Feminista.

Es en este contexto del feminismo blanco o feminismo pop que se manifiesta parte de la indignación ciudadana de muchxs ante la victoria del nuevo presidente de Estados Unidos. Nos metemos a las redes sociales a colgar fotos, canciones y los hashtags más originales para expresar nuestro sentir. Hacemos instagram stories que decoramos con puños de todas las razas. Revisamos las fotos publicadas por (inserte nombre de celebridad blanca-feminista-liberal de su preferencia) y nos sentimos emocionados por el #girlpower que se cuelga de nuestros collares de vulvas. Compramos pussy hats y playeras con el mensaje de: “Nasty Woman” como símbolo de rebelión. Sin embargo, ¿qué estamos realmente haciendo por la causa, cuando se asume que ésta es limitada en su expresión? La mujer inmigrante indocumentada que trabaja para una señora en el Upper West Side, a quien directamente afecta el polarizado clima político, no se puede manifestar de esta forma. La movilización se trata de tomar acción. El feminismo blanco nos hace fácil digerir la problemática y hace que ser feminista sea sexy, pero ahora toca considerar las variantes y las situaciones complejas que viven realmente las mujeres para crear una unión que se cristalice en políticas más inclusivas. Tampoco se trata de pretender que las mujeres son un grupo homogéneo, sino de examinar los puntos en donde coexisten diferentes manifestaciones de discriminación y subordinación.

Mientras los discursos por la mañana de ayer sí ofrecieron una plataforma inclusiva y diversa, como lo demostraron las oradoras blancas, musulmanas, latinas y transexuales que participaron —en donde hicieron referencia a distintos puntos de la interseccionalidad (raza, género, religión-creencia, etc.)—, hay una percepción recurrente de que las manifestaciones fueron limitadas en términos de la diversidad de sus participantes. Mientras que en las calles de la ciudad de Nueva York la marcha pareció estar conformada de forma más homogénea (sobre todo si se toma en consideración que es una de las ciudad más pluriculturales del mundo), en D.C. la diversidad fue mucho más impactante; quizás por ser el epicentro de la manifestación. Más allá de esto, la realidad es que la marcha no sólo fue pacífica, sino muy numerosa contando con la presencia de familias, niños, jóvenes, adultos e inclusive adultos mayores con sus andaderas rodantes. No podemos soslayar que nos conmueva el que probablemente esta fuera la marcha más grande con temática feminista en la historia.

El feminismo pop tiene muchas limitantes. Nos acerca a las mismas mujeres famosas designadas como el estandarte del movimiento que habla por “LAS MUJERES”: tanto Emma Watson como Lena Dunham, por ejemplo. No cuestionar este feminismo nos hace caballos de calandrias y nos obstaculiza en el camino a encontrar formas de lograr una mayor equidad social. Es necesario dejar la miopía atrás y reconocer la discriminación, desigualdad y opresión que sufren distintas personas y grupos.

Como escribiera Audre Lore en 1971:

Insinuar, sin embargo, que todas las mujeres sufren la misma opresión simplemente porque somos mujeres es perder de vista las muchas herramientas variadas del patriarcado. Es ignorar cómo esas herramientas son utilizadas por las mujeres sin conciencia entre sí [...].

A pesar de las limitantes del feminismo blanco que se podría decir que inspiró a esta marcha, ayer se movilizaron cientos de miles de personas alrededor del mundo, lo que antoja discusiones más profundas sobre las coincidencias de las diferentes etiquetas que conforman la identidad. Las demandas trataron de articular una visión de respeto a los derechos humanos de todxs. Proteger los derechos sexuales y reproductivos involucrándose con organizaciones de la sociedad civil, así como reconocer la contribución positiva de las mujeres migrantes, son sólo algunas de las batallas en las que tendremos que participar activamente. Queda un largo camino por recorrer. Sin duda, esta marcha abrió espacios para muchos diálogos constructivos. Dedicaremos nuestro fuego a cuestionar las propias experiencias y enriquecer nuestra óptica para poder innovar nuestra forma de hacer frente a la desigualdad.

 

Sofía Cerda Campero, Licenciada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y candidata a Maestra en periodismo por The City University of New York

 

Ana Tovar. Abogada por el ITAM y Maestra en Derecho por Yale University.

 

Las autoras viven en Brooklyn y tienen veintitantos.