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28 Marzo 2024, Puebla, México.

Testigo de la bondad

Sociedad |#c874a5 | 2017-07-03 00:00:00

Testigo de la bondad

Carlos San Juan Victoria

 

Mientras copiaba en Internet los requisitos para la reposición de la credencial del INE, entró la pequeña tromba llamada Teo a las 10:40 de la noche para decir: - ¡abuelo, abuelo, encontraron tu credencial! Detrás mi hijo abriendo sus grandes ojos remató, - ¡Y con todo y cartera!

Casi me caigo de mi silla.

La central de abastos de Cuautla hervía de gente hacia las ocho de la noche y ya empezaban a cerrar. Iba con mi lista de compras y jalaba una bolsa con ruedas hacia unos jitomates rebosantes de rojo en un puesto que no era el acostumbrado, son de invernadero dijo la marchanta y compré además la cebolla y los tomates verdes. En la lista sólo faltaban unas calabazas. Dos o tres filas de puestos más adelante las encontré, muy guapas, como esperándome y al intentar pagar que no encuentro mi cartera. Un frío se instaló en el corazón.

Según el libro De animales a Dioses es probable que en el origen el homo sapiens devastó a otros homínidos surgidos en Asia (Erectus), en Europa (Neandertal) y en otras partes del mundo. Algo se me atora en la garganta pues hacia futuro se habla del Antropoceno, una edad de la tierra dominada por el arrasamiento humano de la vida misma. ¿Qué es el homo sapiens? Un virus, se decía en Matrix, capaz de demoler todo, hasta a sí mismo. Origen y destino se abrazan. En un mundo que hicimos áspero, el mono violento sin confianza ni piedad se caza a sí mismo. Cierre de un círculo.

Busqué entre mis cosas con el susto agarrando carrera, una isla solitaria en el mar de gente que se movía haciendo sus compras. No estaba en ningún lado, regresé sobre mis pasos revisando puestos, pisos y pasillos. Nada. Hice memoria y encontré cada puesto visitado, menos el de los jitomates, que ya había cerrado. Traía el dinero del abasto, pero sobre todo una cosecha de tarjetas: desde las de dinero y crédito y las identificaciones. El corazón corría a todo galope.

Seguí a Teo hacia el portón, él aseguraba que tenía un oído de superhéroe pues escuchó el débil tañer de la campana desde su cuarto y con los audífonos puestos. Una pareja joven con su moto encendida, sus chamarras de plástico y sus cascos a la mano apenas se distinguían en el arco de luz del portón. El joven dijo:  --Venimos a molestarlo pues me pidieron mis papás que le entregáramos esto--, y me enseña el bulto de la cartera. Revíselo, para que vea si trae todo. Somos maestros, llegamos a casa y mis papás estaban preocupados y como nos ha pasado lo mismo, pues venimos, aunque ya sea noche a molestar, así mañana ya no cancela sus tarjetas.  No quise decir que ya había cancelado todo lo relacionado con el dinero, sólo susurré ¿y quiénes son sus papás? Bueno, ellos venden jitomate. 

Mi vida, ya larga y buena, ha sido posible por muchos actos de gente bienhechora. Imagino un capítulo faltante para las Ciudades Invisibles de Calvino, donde ese muestrario de ciudades imaginadas que Marco Polo le platicaba al Gran Kan, incluyera una pequeñísima con gestos y actos reiterados propios de una Ciudad de la Buona Gente. O una vitrina modesta en el Museo de los Esfuerzos Inútiles de Cristina Peri Rossi que representara a dos jóvenes regresando su cartera a domicilio a un viejo, ya con la noche encima, en el segundo país más violento del mundo. 

En el círculo cerrado hay grietas, muchas.