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24 Abril 2024, Puebla, México.

Mis dos últimos perros

Sociedad | Crónica | 11.ABR.2021

Mis dos últimos perros

Vida y milagros

He tenido muchos perros a lo largo de mi vida. Unos han sido mi responsabilidad directa y otros han sido de mis hijos o de personas cercanas a mí. Tener cerca a un perro es una buena manera de mantener nuestra atención puesta en el presente, como lo hacen ellos. Los dos últimos perros que llegaron a mi casa se volvieron también una cercana y cálida compañía durante la pandemia. Los dos, un macho y una hembra,  fueron rescatados de la miseria de la vida callejera en distintos momentos. El primero lo encontró mi hija durante un viaje de trabajo por la sierra negra de Puebla, en la población de Vicente Guerrero. De ahí se le quedó el nombre de Vicente que derivó en Chente. Cuando lo encontró era invierno y hacía frío; estaba en la puerta de la oficina a la que iba. Era un cachorrito de escasos dos meses, sin más pelo en el cuerpo que unos escasos bigotes y un puñadito de pelos en la cabeza.

Antes de entrar preguntó a algunas personas si el perrito tenia dueño y le dijeron que no. Al salir seguía ahí, echado en la puerta y temblando de frío. Le dijeron que si quería llevárselo se lo podían echar en un costal. Costal no- dijo- denme una cajita- y lo colocó en el asiento.  En el camino, Chente vomitó dos grillos, su comida de ese día. A partir de entonces quedó bajo el cuidado de las manos protectoras de mis hijas y luego vino a mi casa, porque aquí había campo suficiente. Durante dos meses  creímos que sería un perro  pelón, quizá con genes de xolo escuincle, pero pronto se convirtió en un perro de precioso pelo rizado blanco y negro, con unos ojos castaños y dulces, reflejo de un espíritu leal e independiente, sociable sin ser demandante, agradecido y gozador. Amistó sin conflictuarse con los otros  perros de la casa y pasó aquí siete felices años. Durante ese tiempo tres perros murieron  de vejez y una nueva perrita- Cuca-  llegó a mi casa. Esa fue rescatada en un albergue por mi otra hija. Le falta una pata delantera porque una persona colérica se la cortó con un machete por haberse echado en la puerta de su casa. Así pueden ser las personas que carecen de respeto por la vida de otros seres. Esa perrita fue la última amiga de Chente y se volvieron inseparables. Vino a dar a mi casa durante la pandemia y por casualidades del destino yo me volví su cuidadora y ama. Me acostumbré a dar largos paseos acompañada por ellos. Esos paseos son muy cercanos a la felicidad. 

Desde hace semanas, cerca de mi casa empezamos a oír los ladridos de  perros provenientes de una bodega. Ladridos de perros encerrados y agresivos. Con el paso del tiempo y el trato con los perros, uno aprende a distinguir sus ladridos y sus matices: los de alerta, de gusto, de angustia,  de miedo o de felicidad. Estos ladridos estaban cargados de ansiedad...

 

Ayer en la mañana, una pareja de pitbulls irrumpieron en mi casa. Despertamos abruptamente al oír ladridos y rugidos de perros. Al salir a ver qué pasaba, Cuca logró zafarse y meterse a la casa. Mi hija atrapó a la hembra, una cachorra pitbull, y la encerró en un cuarto. El perro, un enorme macho pitbull,  huyó. Llamamos a Chente, pero no aparecía. Después de buscar un largo rato lo encontramos muerto cerca del hueco que los perros habían abierto para entrar, con mordidas por todo el cuerpo. Contactamos a los dueños de la bodega, le dijimos lo que había sucedido y le pedimos que viniera a hablar con nosotros y a llevarse a su cachorra. Su justificación para tener esos perros tan agresivos es que lo han asaltado varias veces. La solución a este problema es tema de otra historia.

Los perros pueden ser grandes compañeros de los humanos, pero hay razas probadamente peligrosas, agresivas no solo con otros perros sino con los humanos,  y en particular de alto riesgo para los niños. Los perros pitbull están prohibidos ya en muchos países, entre ellos  Argentina, parte de Australia, Bélgica, Bermudas, varios estados de Brasil, Dinamarca, Ecuador, varios estados de Estados Unidos, Irlanda, Israel, Francia, Alemania, Reino Unido, Japón, Italia, Malta, y una larga lista más. 

Antier en la tarde salí a caminar con mi perro y mis nietos. Nos acompañó durante todo el trayecto y de regreso se echó junto a mí frente al estanque. Me hizo unas fiestas que no eran propias de su carácter independiente y se dejó acariciar y rascar la panza. De regreso a la casa tuve la sensación de haberme despedido de alguien o de algo. Y sí, no volví a verlo. Y no volveré a tener otro perro.

 

 

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