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19 Abril 2024, Puebla, México.

Ante la sentencia de 50 años a su asesino, vale la memoria de Mara Castilla

Sociedad | Crónica | 12.ABR.2021

Ante la sentencia de 50 años a su asesino, vale la memoria de Mara Castilla

Finalmente un juez en Puebla ha impuesto una condena de 50 años de prisión al responsable de la muerte de la joven Mara Castilla en septiembre de 2017. Escribimos entonces que su asessinato "es un hecho que refleja el extremo al que ha llegado la violencia en México y comprueba lo que los ciudadanos vemos todos los días: el colapso de las instituciones del Estado. No es posible hacer como que no pasa nada. No podemos voltear hacia otro lado. Es la hora de la acción civil."

A la muerte de Mara le han seguido muchas más en una cuenta que solo habla de la catástrofe en la vive la sociedad mexicana.

Vale entonces recordar a Mara desde la conciencia que la sociedad poblana expresó al día siguiente de su entierro.

 

Memoria de Mara: Escenas de un país que en su tragedia se reconstruye

 

 

A Mara Fernanda Castilla la enterraron en Veracruz el domingo. Recorro el lunes con una masa triste las calles de Puebla en su memoria. Resuena la voz estudiantil que repite apenas convencida “justicia para Mara”, pero que grita sin recato “ni una más”.

Mara está muerta. ¿Qué país es el que se reconstruye con esta tragedia?

(Con fotografías de e-consulta y Mundo Nuestro)

 

 

Esperanza viene sola a protestar. Y su voz rompe conmigo el silencio de la marcha por Mara Fernanda Castilla Miranda: “¿Por qué, si queremos ir solas, podemos acabar en el fondo de una barranca?”

Esperanza Domínguez camina sola por la Avenida Juárez a la que el Ayuntamiento aporrea por enésima vez en la historia. La falda blanca, larga, la blusa azul, la gorra de beisbolista, y su tristeza. Sola ha venido a protestar, me dice; sus hijas están trabajando. Porque ese es el reclamo que tiene, que las mujeres no puedan caminar solas por la calle un día cualquiera, sin una masa que la guarde de toda premura contra un mundo que las acecha. ¿Pero por qué?, insiste. Por el mal gobierno, por la falta de valores, por la ruptura de las familias. Porque no hay derechos en México, ella misma responde.

“¿Qué es lo que quieren todas estas muchachas que vienen a esta marcha?, me pregunta. Y se responde: “Igualdad. Y el derecho de caminar solas por la calle sin el miedo de que terminarán al fondo de una barranca.”

Dejo a Esperanza a la entrada del Paseo Bravo, sola con sus reflexiones, sola con un reclamo tan largo como la falda blanca que viste y refleja la posibilidad del mundo distinto que su nombre contiene.

Los reporteros y fotógrafos me recuerdan a las moscas. Aquí estoy a mediodía como una de ellas. El zumbido de los drones que grabarán la marcha me lo recuerda. Es el arranque, hay que tener la foto, la exclusiva. Como si fuera posible. Cuento de refilón tal vez unos cincuenta colegas trepados en cámaras y celulares a unas “redes sociales” que supongo escucharán ávidas lo que estas decenas de relatores cuentan en un segundo. Al otro lado de la línea los imagino atados a la consternación de sus jefes de redacción que se jalan los pelos al tanto de lo que sus competidores ya tienen hace un instante en el aire.

 

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