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29 Marzo 2024, Puebla, México.

Pensar al Puebla desde el fracaso de la European Super League

Sociedad | Opinión | 22.ABR.2021

Pensar al Puebla desde el fracaso de la European Super League

En Puebla los aficionados no valemos

Fracasó en Europa el golpe de estado contra el futbol por los oligarcas y capitalistas que se han apoderado de la más importante dinámica de vinculación social que existe en el mundo. Vale pensar en el futbol poblano a luz de lo ocurrido esta semana.

Hace tiempo que no cargaba yo la cruz del aficionado camotero que llevo dentro. Lo que sigue es la descarga anímica de un aficionado al que le arrebataron al equipo que aprendió a amar de niño, cuando trepado en una Azul San Matías le daba la vuelta a la ciudad para llegar temprano a la tribuna del estadio Zaragoza a un partido contra el Orizaba o La Piedad o el Salamanca en la temporada 1963-1964.

Este año 2021 se cumplen treinta años del inicio de una persecución desde el Estado mexicano --con el gobierno del estado de puebla y los jueces locales como instrumento-- sufrida por el equipo de futbol Puebla, F.C., el equipo, como dice el clásico, de mis amores, que terminó con la desaparición de un proyecto que pudo haber fundado un verdadero club de futbol, en el sentido más profundo de la palabra. Y treinta años llevo rumiando el coraje de ver perdida la posibilidad de un equipo competitivo y en manos de sus aficionados. Justo lo contrario es lo que ha ocurrido.

La acción orquestada desde la presidencia de la república, entonces en manos de Carlos Salinas de Gortari, contra el equipo Puebla encabezado entre 1987 y 1992 por Emilio Maurer y Arturo Migoya --una acción a la medida de los intereses de la empresa Televisa a la que estos dos arrebatados empresarios futboleros le habían quitado el control del negocio de la selección mexicana--, marcó la derrota de esa posibilidad: aquella que buscaba convertir al equipo camotero en un verdadero club en manos de sus aficionados, que tal propósito llegó a tener la directiva que logró el Superliderato en 1989-90, el campeonato en la 90-91 y el subcampeonato en la 91-92. De la mano de Piña Olaya, primero, y Manuel Bartlett después, los años 90 que siguieron fueron los de la ignominia para el futbol poblano, cuando hasta los colores le quitaron al uniforme, y que hemos sufrido todavía por dos décadas más. Si no fuera por las trampas urdidas por los caciques del futbol mexicano, el equipo no debería figurar siquiera en lo que antes llamábamos Primera División. 

Los empresarios Maurer y Migoya sufrieron la quiebra económica, la persecución penal, el exilio el primero de ellos, y hasta la cárcel el otro.

El Puebla FC sufrió la traición de los políticos y su hundimiento como proyecto deportivo.

Los aficionados tuvimos que aprender a aplacar el hígado del hincha y a pensar que el futbol es un juego, y no otra cosa.

Treinta años, repletos de fracasos futboleros y memoria de la oportunidad perdida entonces: la posibilidad de construir un equipo profesional contralado por sus hinchas. Hoy vemos que esa posibilidad existe y la tienen en Alemania: todos los equipos mantienen el control del 50 + 1 en la toma de decisiones de sus clubles. Y ahí están el Bayern y el Borussia, dos equipos que se negaron a participar en el golpe de Estado contenido en la idea de una "superliga" a la manera del modelo de negocio deportivo estadounidense.

Nada de eso discutimos aquí en Puebla. Los aficionados más ingenuos mantienen su entusiasmo por la llamada Franja, y más ahora, con esta llamarada de petate que supone estar en el tercer lugar de la tabla y que provoca su júbilo.

El futbol, esa relación social compleja que se contiene en este fantástico deporte, es un bien público. El Puebla, F.C. es un bien público, y el hecho se funda en la cancha y en el nombre. Con ellos, la pasión y la identidad colectiva encuentran un sentido. Pero el estadio Cuauhtemoc en el que juega es un bien público utilizado por unos particulares que nada tienen que ver con la ciudad. El nombre del equipo es un bien público, pero el equipo lo lleva como una marca comercial, una vil franquicia que pueden vender cualquier día sin que se le reconozca valor alguno a los ciudadanos en la toma de decisiones sobre su destino. Esa es la realidad de la Franja, el resultado de treinta años de ignominia.

Corrijo entonces: el futbol no es un bien público en Puebla, no es una relación social fundamental para mirarnos mejor unos a otros, para pensarnos armónicos y contentos por una pasión colectiva que puede sacar lo mejor de todos. Los aficionados no valemos.