Michael Roberts 

 

A medida que baten los tambores de guerra para Ucrania, ¿cuál será el impacto en su economía y en el nivel de vida de sus 44 millones de habitantes, se evite la guerra o no?  He publicado varios artículos sobre Ucrania durante la intensa crisis económica que experimentó el país en 2013-14, que culminó con el colapso del gobierno, el levantamiento de Maidan y, finalmente, la anexión rusa de Crimea y las provincias orientales predominantemente rusófonas. La situación de la gente era terrible entonces. Mejoró un poco durante un tiempo, pero el crecimiento económico sigue siendo relativamente bajo y los niveles de vida se han estancado en el mejor de los casos. Los salarios reales promedio no han aumentado en 12 años y colapsaron severamente después de la crisis de 2014.


Fuente: serie EWPT 7.0

 

Ucrania fue el país más afectada por el colapso de la Unión Soviética y la "terapia de choque" de la restauración capitalista en Europa del Este y la propia Rusia. Todos los antiguos satélites soviéticos tardaron mucho en recuperar el PIB per cápita y los niveles de renta, pero en el caso de Ucrania nunca se ha vuelto al nivel de 1990. la evolución de Ucrania entre 1990 y 2017 no solo fue peor que la de sus vecinos europeos. Fue la quinta peor de todo el mundo. Entre 1990 y 2017 hubo solo 18 países con crecimiento acumulado negativo e incluso en ese selecto grupo, las cifras de Ucrania la ubica en el tercio inferior junto con la República Democrática del Congo, Burundi y Yemen.

 


Los créditos del FMI continúan. El último es un acuerdo para extender préstamos hasta 2022 por valor de 700 millones de dólares de un 'acuerdo de derecho de giro' total de 5.000 millones de dólares con el FMI. Como condición, Ucrania "debe mantener su deuda 'sostenible', salvaguardar la independencia del banco central, llevar la inflación de vuelta a su rango objetivo y combatir la corrupción". Por lo que se deben aplicar medidas de austeridad al gasto público; el banco central debe actuar en interés de los deudores extranjeros y no permitir que la moneda se devalúe demasiado y mantener altas las tasas de interés sin la interferencia del gobierno; y la corrupción desenfrenada en el gobierno con los oligarcas ucranianos debe ser controlada. (Véase el informe de noviembre de 2021 del acuerdo de derechos de giro del FMI) .En la crisis de la deuda y la moneda de 2014, Ucrania se salvó del colapso total por tres cosas: primero, dejó de pagar su deuda con Rusia, que (a pesar de mucho esfuerzo) Rusia no ha podido recuperar hasta ahora. En segundo lugar, los gobiernos posteriores a Maidan participaron en una serie de rescates del FMI; y tercero, su precio fue un severo programa de austeridad en los servicios públicos y de bienestar social. Ucrania le debe a Rusia 3.000 millones de dólares, o más del 10 % de sus reservas de divisas, y si paga, duplicaría con creces el déficit de financiación externa de Ucrania. Ese vacío se está llenando actualmente con fondos del FMI, mientras que Ucrania 'negocia' con Rusia una 'reestructuración de la deuda', supuestamente con mediación de Alemania. Ucrania, al romper con la influencia rusa desde 2014, ha elegido o se ha visto obligada a confiar en 'Occidente' y el crédito del FMI para respaldar su moneda y esperar alguna mejora económica. 

Varios gobiernos han aplicado medidas de austeridad en los últimos diez años. El paquete actual del FMI requiere un aumento de impuestos equivalente al 0,5% del PIB anual, mayores contribuciones a las pensiones y aumentos en las tarifas de energía. Todas estas medidas conducirán a una nueva caída del gasto social, del 20 % del PIB en el momento de la crisis de 2014 a solo el 13 % este año.

 



Al mismo tiempo, el gobierno debe resistir cualquier aumento de salarios en el sector público para compensar las tasas de inflación de casi dos dígitos.

 

Sobre todo, el FMI insiste, con el apoyo del último gobierno post-Maidan, en llevar a cabo una privatización sustancial de los bancos y empresas estatales en interés de la 'eficiencia' y para controlar la 'corrupción'. Las autoridades siguen comprometidas con la reducción del tamaño del sector de las empresas públicasLa adopción de una política general de propiedad estatal sería un paso clave. En última instancia, la corporativización y la mejora concomitante en el desempeño de las empresas estatales no estratégicas deberían conducir a su privatización con exito. También se están realizando preparativos para ejecutar la estrategia de las autoridades para reducir la propiedad estatal en el sector bancario. La estrategia, actualizada en agosto de 2020, prevé una reducción de la propiedad estatal a menos del 25 % de los activos netos del sector bancario para 2025”.

Lo más significativo ha sido el movimiento para privatizar la propiedad de la tierra. Ucrania alberga una cuarta parte del suelo fértil de las “tierras negras” (Chernozem) del planeta. Ya es el mayor productor mundial de aceite de girasol y el cuarto mayor productor de maíz. Junto con la soja, los girasoles y el maíz se encuentran entre los principales cultivos del Cinturón de los Girasoles, que se extiende desde Kharkiv en el este hasta la región de Ternopil en el oeste.

Pero la productividad agrícola es baja. En 2014, el valor agregado agrícola por hectárea fue de $ 413 en Ucrania en comparación con $ 1142 en Polonia, $ 1507 en Alemania y $ 2444 en Francia. La tierra está altamente polarizada entre una pequeña mano de obra en grandes fincas comerciales mecanizadas y la masa de campesinos que cultivan pequeñas parcelas. Alrededor del 30% de la población todavía vive en áreas rurales y la agricultura da empleo a más del 14% de la mano de obra. Una de las grandes demandas de los asesores occidentales de Ucrania en los últimos años es que debería 'liberalizar' el mercado de la tierra para que se pueda desencadenar 'una dinámica de crecimiento próspera'. El FMI calcula que tal liberalización agregaría 0.6-1.2% pts al crecimiento anual del PIB dependiendo de si el gobierno permite la propiedad de tierras tanto nacionales como extranjeros. 

El gobierno se resiste a permitir que los extranjeros compren tierras. Pero en 2024, las entidades legales ucranianas calificarán para transacciones que involucren hasta 10.000 hectáreas y se aplicarán a un área agrícola de 42,7 millones de hectáreas (103 millones de acres). ¡Eso equivale a toda la superficie del estado de California, o a toda Italia! El Banco Mundial está babeando positivamente por esta apertura de la industria clave de Ucrania a las empresas capitalistas: “Este es, sin exagerar, un evento histórico, hecho posible gracias al liderazgo del presidente de Ucrania, la voluntad del parlamento y el arduo trabajo del gobierno. .”  Por lo tanto, Ucrania planea abrir su economía aún más al capital, particularmente al capital extranjero, con la esperanza de que esto genere más rápido crecimiento y prosperidad. 

Pero esto es solo una esperanza. Se pronostica con optimismo que el crecimiento económico anual actual crecerá a una tasa del 4% anual, mientras que la inflación se mantendrá entre el 8 y el 10% anual. El desempleo sigue siendo obstinadamente alto (10 %), mientras que la inversión empresarial cae por un precipicio (hasta un 40 %). Eso no es un buen augurio para el crecimiento capitalista. La inversión de capital es baja porque la rentabilidad del capital es muy baja.

 

Tal vez las riquezas que se obtendrán con la privatización de los activos y la tierra del Estado generarán recompensas para algunos capitalistas, probablemente en su mayoría inversionistas extranjeros. Pero la mayoría de las ganancias probablemente desaparecerán en la medida que la corrupción siga rampante. El FMI admite que si no se reduce la corrupción, no habrá recuperación y Ucrania no alcanzará al resto de sus vecinos de Occidente.

 


Y el conflicto con Rusia ha costado enormemente.  Según el Centro de Investigaciones Económicas y Empresariales (CEDR), la pérdida de PIB ha sido de 280.000 millones de dólares durante seis años, de 2014 a 2020, o 40.000 millones de dólares anuales. La anexión rusa de Crimea ha resultado en pérdidas de hasta 8.300 millones de dólares anuales para Ucrania, mientras que el conflicto en curso en Donbas le está costando a la economía ucraniana hasta 14.600 millones de dólares al año. Las pérdidas totales de estas dos ocupaciones por sí solas, desde 2014, ascienden a $ 102 mil millones. CEBR dice que el conflicto tuvo un impacto significativo en la economía ucraniana, incluso al reducir la confianza de los inversores en el país. Esto, a su vez, condujo a una pérdida de $ 72 mil millones - $ 10,3 mil millones anuales. La disminución constante de las exportaciones resultó en pérdidas totales para Ucrania de hasta $ 162 mil millones entre 2014 y 2020. La pérdida total de activos fijos para Ucrania en Crimea y Donbas por la destrucción o daño de activos asciende a $ 117 mil millones.Oficialmente, el coeficiente gini de Ucrania de desigualdad de ingresos es el más bajo de Europa. Eso se debe en parte a que Ucrania es muy pobre: ​​prácticamente no hay clase media y los muy ricos ocultan sus ingresos y su riqueza, pagando poco o ningún impuesto. La 'economía sumergida' es muy grande, por lo que el 10% superior tiene una riqueza e ingresos 40 veces mayores que los ucranianos más pobres. El Informe mundial sobre la felicidad coloca a Ucrania en el puesto 111 de 150 países, por debajo de muchos países del África subsahariana.

Después de la caída de la Unión Soviética y después de obtener su independencia oficial en 1994, el pueblo de Ucrania fue devastado por los oligarcas, que han exprimido los bienes y recursos del país y también por gobiernos que alternan su apoyo a la Rusia de Putin y la UE. Después del levantamiento de Maidan contra el gobierno prorruso, los ultranacionalistas en Ucrania han dominado la política del gobierno. Están exigiendo que Ucrania se una a la UE y sobre todo entre en la OTAN para recuperar los territorios anexionados por Rusia.  

La cruel ironía es que Alemania no tiene intención de permitir que una Ucrania volátil y muy pobre se una a la UE: demasiados problemas y costes. Incluso los EEUU probablemente se resisten a que Ucrania sea miembro de la OTAN. A su vez, Rusia no tiene intención de devolver las áreas rusófonas al control de Kiev y, en cambio, exige una autonomía permanente y un compromiso de que Ucrania nunca se unirá a la OTAN. 

Los llamados acuerdos de Minsk de 2014-5, firmados por las principales potencias y por un gobierno anterior de Ucrania, no pueden conciliar esta división. Así que los nacionalistas de Kiev, alentados por EEUU, continúan presionando y los rusos continúan preparándose para una posible invasión para forzar un acuerdo para dividir el país de forma permanente. Ucrania está atrapada entre los intereses del imperialismo occidental y el capitalismo de amiguetes ruso.

https://thenextrecession.wordpress.com/2022/02/14/ukraine-trapped-in-a-w...

 

La crisis de Ucrania y las graves responsabilidades históricas de la Unión Europa

Luciana Castellina 

 

Espero no tener que aclarar que el ascenso de Putin a la cima de Rusia me parece una vergüenza y, aunque es una historia diferente, también tendría algo que decir sobre Xi Jinping. Pero cuando dieron su opinión sobre Ucrania pensé: menos mal que están aquí.

Porque lo más insoportable que estamos sufriendo ahora en silencio es la arrogancia de nuestro Occidente al presentarse como modelo óptimo de sociedad y, por tanto, garante de la democracia en el mundo, a pesar de los desastres sembrados en todo Oriente Medio, en Afganistán, pero también en aquellas partes nuestras donde la desigualdad crece cada día más.

Asombra el asombro de quienes se alarman porque Putin ha desplegado tantos tanques en la frontera ucraniana: ¿y qué esperaban que hiciera alguien como él, a quien se le ha dado así la oportunidad de ganar popularidad en su país -y de utilizarla para lo peor- dada la perversa política de Occidente hacia Rusia? Tras la caída del Muro, podría haberse puesto en marcha por fin un proceso inclusivo, con la adhesión gradual de Europa del Este y la cooperación con Rusia, europea sólo a medias, es cierto, pero difícil de separar de nuestro contexto histórico y cultural. Por el contrario, hemos tomado el camino contrario, en parte anexionándonos y en parte construyendo una colonia de leprosos para aislar a Rusia.

¿De qué lo acusamos? ¿De concentrar tanques en sus fronteras, siempre en suelo ruso, con Ucrania? Pero, ¿no ha llenado los Estados Unidos durante décadas el mundo, por sí solos o con sus aliados, de cientos de bases militares y guerras, pero a miles de kilómetros de sus propias fronteras?

Recuerdo bien cómo se inició la política de la Unión Europea cuando el Muro empezó a derrumbarse el Muro de Berlín: yo estaba en Bruselas en aquellos años en el Europarlamento. Por fin, al frente de la Unión Soviética había un hombre como Gorbachov, que se ofreció generosamente a retirar sus tropas de los territorios del Pacto de Varsovia en nombre de la superación de la Guerra Fría y, por tanto, con el compromiso de no extender el Pacto Atlántico hacia el Este. A favor de tal hipótesis había un gran movimiento pacifista, el único verdaderamente europeo que existía, que luchaba por "una Europa sin misiles desde el Atlántico hasta los Urales"; había muchos líderes socialdemócratas de izquierdas al frente de sus respectivos partidos que lo apoyaban (Foot, Palme, Kreiski, Papandreu, muchos del SPD; en Italia, pero aislado en su propio partido, Berlinguer). Se podría haber intentado un nuevo orden que sepultara la Guerra Fría.

Pero, en cambio, esa ocasión quedó enterrada y ahora nos enfrentamos a un riesgo mucho peor. Porque antes estaban las grandes bombas atómicas de las que los presidentes tenían las llaves, ahora la energía nuclear se ha convertido en un componente de munición manejable al alcance de muchos, locos o humanos que cometen errores. Recuerdo cuando, en 1993, habiéndose ya prendido fuego Oriente Medio con los americanos, pasó oficialmente Europa de la Comunidad a la más exigente Unión, y por Constitución al infame Tratado de Maastricht.

Todavía no se habían retirado las banderas que adornaban la sala donde se celebró el bautismo, cuando uno de sus miembros más autorizados, Alemania, se apresuró a intervenir, en un primer momento en solitario y más tarde seguida por toda la Unión, en los asuntos yugoslavos, reconociendo, desafiando toda norma internacional en vigor, la independencia de Croacia, que se proclamaba como tal sobre una base étnica. Soplando así sobre el fuego que se reavivaba con una ridícula apelación incluso a la pertenencia común al católico Imperio Austro-húngaro, comunidad histórica que oponer a eslavos y ortodoxos.

Todo ello se acompañó de una campaña de adulación para inflamar la obsesión nacionalista y así desmantelar la intrusa República de Yugoslavia, un gran obstáculo en la relación entre Oriente y Occidente. Y así, desde el principio, la "ampliación" comandada por Bruselas se ha convertido en una campaña de reclutamiento para aquellos que pudieran presentar más similitudes con Occidente, para bien o para mal.

Oficialmente, esa línea con visión de futuro la lanzó en una cumbre en Copenhague en 1999 el nuevo presidente de la Comisión de la UE, Romano Prodi, recién llegado de la presidencia del gobierno italiano. Una operación presentada como caritativa, con el reproche a los que, como nuestra izquierda, se opusieron, de no ser generosos y, por lo tanto, de querer excluir a los pobres del Este del acceso a la preciosa tarta de crema que representaba la UE.

Una caridad envenenada: largas negociaciones preliminares para obligar a los candidatos a la entrada a tragarse todo lo que se había establecido sin ellos en los cuarenta años anteriores - "l'acquis communautaire" ("el derecho comunitario adquirido") - en buena medida las reglas del libre mercado: la privatización de los bancos, los servicios públicos, la libre competencia y el libre comercio y, por tanto, la exposición a la libre competencia internacional, combinada con la prohibición de las ayudas estatales a las empresas. Más o menos como en África: genial para una nueva burguesía compradora, más miseria para los más pobres (es bueno ver las cifras completas, para entender lo que ha producido este regalo).

Sin embargo, el más mortífero mal es aquel cuyas posibles consecuencias nefastas pueden verse hoy en día: en el "acquis communautaire", nunca validado oficialmente por un acto formal, existe de hecho la OTAN, la libertad, por tanto, de plantar misiles nucleares allí donde lleguen las fronteras de la Unión. En las narices de Rusia. ¿Cómo podemos protestar por Crimea cuando hemos reconocido una tras otra la independencia de todas las naciones de la federación yugoslava, a pesar del acuerdo de posguerra de no tocar las fronteras de ningún estado sin negociación entre todas las partes?

¿Por qué demonios no le reconocemos ahora el mismo derecho a Rusia, que tiene al menos unas cuantas razones más para apoyar la elección de la inmensa mayoría de los habitantes de Crimea, que ha sido rusa durante siglos y que luego, mediante un gesto cuyo peso nadie pudo valorar en su momento, fue entregada a la entonces federada Ucrania por el ucraniano Jruschev y que hoy, con un 95% de votos, ha vuelto a formar parte del país al que perteneció durante siglos?

En 1947, Henry Wallace, ministro y antiguo segundo del presidente Roosevelt, declaró en un gran mitin popular en Nueva York que los secretos nucleares debían compartirse con la URSS y asegurar sus fronteras, algo así como la Doctrina Monroe de la que gozaba Estados Unidos: fue destituido en doce horas. Y quince años después, en nombre de esa doctrina, nos arriesgamos a una guerra porque la pequeña Cuba, amenazada de verdad, como sabemos, por cuatro misiles plantados en su defensa, fue acusada ridículamente de querer atacar al imperio americano, una apuesta por la que ha pagado el altísimo precio de las sanciones durante más de 60 años.

Por desgracia, la Europa unida no nació en Ventotene, sino en Washington. El primer voto a favor no vino de un Parlamento Europeo, sino del Congreso de los Estados Unidos, el 10 de marzo de 1947, a propuesta de John Foster Dulles, Secretario de Estado y hermano de Allen, el poderoso jefe de la CIA. La Guerra Fría acababa de empezar y Occidente necesitaba asegurarse una fuerza política y militarmente unida a lo largo del Telón de Acero. Esa huella siempre ha permanecido, y nuestra batalla consiste en recuperar la inspiración de los presos antifascistas que, mientras la guerra seguía su curso, habían diseñado un proyecto totalmente diferente.

Dios mío, ¡qué cansado esto de seguir siendo pro-europeo! Si insistimos, es sólo porque la idea de depender del propio Estado-nación sería infinitamente peor.

il manifesto, 11 de febrero de 2022

Como el emperador, el atlantismo está desnudo

Alberto Negri 

 

Si Europa aguanta más días en el filo de la navaja, en medio de llamadas telefónicas entre líderes, como la de Putin y Biden del viernes, la culpa también es suya. En la llamada al líder del Kremlin, Biden parecía casi empujar a Putin a entrar en Ucrania: amenazaba, pero no proponía nada.

Esta situación es en cierto modo inevitable, teniendo en cuenta lo que ha sucedido en los últimos 20 años, desde que Rusia se dejó arrinconar voluntariamente en la es quina preparada por los norteamericanos, con intervenciones militares que terminaron con resultados demoledores (que en el lenguaje común se llaman derrotas), tanto políticos como militares.
En los periódicos italianos, al comentar los acontecimientos ucranianos, destacan los que cantan las alabanzas del atlantismo con frases como "cada Estado tiene derecho a elegir los aliados que quiera" o "máxima solidaridad con los Estados Unidos para mantener el orden liberal".

Al igual que el presidente estadounidense Joe Biden, que se está desplomando en las encuestas -ha caído por debajo del 40% de apoyo, un resultado clamoroso- y en la lucidez (en la televisión, confundió Afganistán, Irak y Ucrania), deben haber pasado por alto una serie de acontecimientos y matanzas recientes en los que los principios occidentales, tan considerablemente pregonados por la propaganda, han sido descaradamente burlados por los estadounidenses y la Alianza Atlántica.

¿Qué "orden" liberal defienden los Estados Unidos y la OTAN? ¿El que llevó a Washington a utilizar a los yijadistas contra la URSS en los años 80? ¿El de Afganistán en 2021? ¿El "orden" de los motivos inventados para la intervención en Irak en 2003? ¿El de la guerra en Libia en 2011, cuyos desastres aún siguen desarrollándose ante nuestros ojos?

¿El "orden" norteamericano estadounidense que nos trajo atentados en Europa y millones de migrantes tratados como objetos y devueltos a la desesperación, privándonos incluso de los recursos energéticos de nuestros vecinos? ¿El "orden" de Turquía, país de la OTAN dirigido por el sultán Erdogan que se hizo útil masacrando a los kurdos? ¿El "orden" que silencia y borra a los palestinos?
Los estadounidenses y los atlantistas se arrogan el derecho de decidir lo que es bueno y lo que es malo, aferrándose a principios de autodeterminación de los pueblos que son los primeros en violar.

Tomemos el caso de Siria: durante años, Washington y Bruselas han declarado que "Assad tenía que irse", pero para desestabilizarlo alentaron a Erdogan a enviar miles de degolladores yihadistas a través de la frontera. Pidieron a Siria que rompiera sus lazos con Irán, y entonces intervino Rusia, aliado histórico de Damasco.

¿Qué quería Occidente, tal vez el bien de los sirios, que siguen sometidos a un devastador embargo?

¿Qué querían los estadounidenses de Afganistán? ¿Vengar el 11 de septiembre de 2001, como admitió el propio Biden? Si es así, después de matar a Bin Laden, podrían haberse marchado, pero se quedaron y mataron a más civiles que los talibanes, a los que devolvieron el país en bandeja de plata, y ahora se vengan de la población congelando los fondos afganos y obstaculizando el envío de ayuda humanitaria.

Por no hablar de Irak, atacado en 2003 por la supuesta posesión de armas de destrucción masiva que no existían, para luego dejar el país en una de las mayores matanzas de la historia.
¿Y cuáles son esos derechos? Los ucranianos tienen derecho a su identidad nacional, pero también los rusos que viven en ese país. Los palestinos también tienen derecho a una identidad nacional, y mientras se imponen sanciones a Moscú, Teherán y Damasco, no se pueden imponer sanciones a Israel por los asentamientos ilegales según la comunidad internacional y las Naciones Unidas.

¿Son estos principios occidentales? Se trata de un doble rasero.

Y si hablamos de los kurdos, llegamos a la pura paradoja. Utilizados por los estadounidenses como infantería contra los yijadistas, fueron abandonados por Washington en 2019 para ser masacrados por Erdogan y "sus" yihadistas, que el "reiss" turco también utilizó en Tripolitania y Azerbaiyán. Pero, ¿no es Turquía un país de la OTAN y su baluarte en el sur? ¿Y qué principios defiende ese país si no es la matanza de sus opositores? Los que alaban el atlantismo están muy mal informados.

Los ucranianos han confiado ahora en la Turquía de Erdogan para rearmarse; el presidente fue recibido en Kiev como un salvador. Francamente, es difícil decir si esto es una evolución positiva o no. Por otro lado, Putin se encontrará ahora con un enemigo suyo -en Siria, Libia, Azerbaiyán- pero también con un autócrata con el que está de acuerdo y al que está vendiendo sistemas antimisiles. Putin ha reconocido incluso a Erdogan como posible mediador en la crisis ucraniana. Turquía sigue siendo un país de la OTAN, con las cárceles llenas de opositores políticos: ¿qué más se puede pedir? Quizá para Kiev sea un paso adelante, para sentirse parte de la Alianza y en un mundo mejor. Que le vaya bien, como suele decirse.

Sin embargo, también ahí, entre los que cantan las alabanzas del atlantismo, hay algunos indicios de que se lo están pensando. Y esta vez, eso viene, increíblemente, de Italia

El ministro de Asuntos Exteriores, Di Maio, en una sesión conjunta de las comisiones de Asuntos Exteriores y Defensa del Parlamento, ha planteado el artículo 10 de la OTAN, según el cual cualquier ampliación de la Alianza Atlántica debe cumplir el requisito de "contribuir a la seguridad de la zona del Atlántico Norte". En pocas palabras, no se deja ingresar a un país si supone un elemento de desestabilización. Que alguien nos aclare si la ampliación de la OTAN hacia el Este ha supuesto o no un incremento de nuestra seguridad.

il manifesto global, 15 de febrero de 2022

Biden se arriesga a repetir en Ucrania los errores cometidos por EEUU desde la caída del bloque soviético

François Bougon

Con las tensiones en la frontera con Rusia y en su punto álgido, voces críticas en Washington, tanto conservadoras como demócratas, denuncian tanto las amenazas de Putin como los fallos norteamericanos. El Ministerio de Defensa ruso anuncia el repliegue de tropas de la península ucraniana de Crimea, pero la OTAN desconfía y refuerza su presencia en la frontera.

Con escepticismo recibía este miércoles la OTAN el anuncio del Ministerio de Defensa de Rusia del repliegue de tropas de la península ucraniana de Crimea, anexionada en 2014. "No sabemos qué va a ocurrir", señalaban fuentes de Naciones Unidas, que han decidido a su vez incrementar su presencia en la frontera.

Porque, en la crisis ucraniana, Estados Unidos acusa a Moscú de librar una guerra de desinformación. A su vez, lanza una guerra de información para revelar las maniobras del Kremlin destinadas, según Washington, a provocar las condiciones para justificar una invasión rusa. Una forma, subraya The New York Times, de “ganar al maestro [Vladimir Putin] en su propio juego”.

En este contexto, como es obvio, hay quien recuerda las maniobras de Estados Unidos que llevaron a la guerra de Irak en 2003 –aunque la situación es muy diferente debido al compromiso de Joe Biden de no enviar tropas en caso de invasión de Ucrania por parte de Moscú– y algunos periodistas han aprendido la lección negándose a tomarse al pie de la letra las afirmaciones de la Casa Blanca o del Pentágono. Como Matt Lee, que se ocupa de las cuestiones diplomáticas en la agencia Associated Press, que mantuvo un tenso intercambio verbal sobre este tema con el portavoz del Pentágono, Ned Price, a principios de febrero. 

Matt Lee presionó a Price sobre las pruebas de Washington de un vídeo de propaganda montado por Moscú con muertes falsas y actores y actrices reales. Incluso acusó a las autoridades estadounidenses de entrar “en el terreno de Alex Jones”, el presentador de radio de extrema derecha que llegó a afirmar que un tiroteo mortal en un instituto en 2012 no era sino una información falsa de las autoridades para justificar el control de armas.

Luego añadió: “¿De qué pruebas disponen para sostener la idea de que se está haciendo una película de propaganda?”. No obtuvo respuestas satisfactorias, el portavoz se enredó y el reportero le recordó el cambio de siglo: “Pienso en las armas de destrucción masiva en Irak...”.

En respuesta, el portavoz del Pentágono sobreentendió lamentablemente que Matt Lee era prorruso, diciendo: “Si duda, si duda de la credibilidad del Gobierno de EE.UU., del Gobierno británico, de otros gobiernos, y quieren consolarse con la información que los rusos están publicando...”. Ned Price acabó disculpándose en Twitter, explicando que había telefoneado al interesado.  

Mientras Washington sufre un problema de credibilidad en estas cuestiones debido al precedente iraquí, empieza a surgir un debate –a pesar del revuelo mediático sobre la inminencia de la guerra en Ucrania– sobre la responsabilidad de Estados Unidos en la situación actual, incluyendo un cuestionamiento del papel de la OTAN desde el final de la Guerra Fría. Implica tanto a figuras de derechas, partidarios del expresidente Donald Trump que son partidarios de un cierto aislacionismo, como a izquierdistas como Bernie Sanders.

Entre los primeros, destaca un político nacido en 1979, el año en que el Ejército ruso invadió Afganistán, Josh Hawley. Este senador republicano de Misuri, odiado por muchos por su apoyo incondicional al expresidente Donald Trump, envió a principios de febrero una carta al secretario de Estado, Antony Blinken, en la que manifestaba su oposición al ingreso de Ucrania en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). “No está claro que la adhesión de Ucrania sirva a los intereses estadounidenses. De hecho, el deterioro de las condiciones del entorno de seguridad global lleva a presagiar lo contrario”.

Aunque se declare partidario de apoyar a Ucrania para preservar su soberanía frente a las amenazas rusas, no cree que los intereses de Estados Unidos justifiquen ir a la guerra con Moscú. Lo principal, subraya, es hacer frente a la principal amenaza de Estados Unidos: China.

Taiwán es más importante que Ucrania

Un artículo publicado en The Wall Street Journal el domingo 13 de febrero y firmado por dos miembros de think tanks conservadores –entre los que se encuentra un exestratega del Departamento de Defensa con Donald Trump– defiende lo mismo. Elbridge Colby y Oriana Skylar Mastro creen que “Estados Unidos ya no puede permitirse el lujo de expandir su Ejército por el mundo [...]. “La razón es sencilla, una China cada vez más agresiva”, escriben. En lugar de “distraerse” con Ucrania, Washington debería centrarse en Taiwán, otro foco de tensión geopolítica.

Y ambos analistas señalan la responsabilidad de los europeos porque, dicen, “está al alcance de Europa, ya que el poder económico combinado de los estados de la OTAN eclipsa al de Rusia [...]. Estados Unidos debe seguir comprometido con la defensa de la OTAN, pero reservando sus recursos fundamentales para la lucha principal en Asia y en Taiwán en particular.Negar a China la capacidad de dominar Asia es más importante que cualquier cosa que ocurra en Europa. Para ser franco, Taiwán es más importante que Ucrania”.

Si, como señala The New Yorker, los demócratas odian a Josh Hawley por su apoyo a los asaltantes del Capitolio el 6 de enero de 2020 en la capital estadounidense, su posicionamiento sobre la crisis ucraniana ha sido escuchada con atención por sus adversarios.

Mientras que la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, acusó a Hawley de “repetir como un loro los argumentos rusos”, Hawley recibió el apoyo del asesor de asuntos exteriores del senador Bernie Sanders, Matt Duss, que tuiteó: “Hawley es horrible, pero este es el mismo tipo de acusaciones que la administración Bush hizo contra los críticos de la guerra de Irak”.

Bernie Sanders, por su parte, habló primero en The Guardian, declarándose a favor de la finlandización de Ucrania –una eventualidad firmemente rechazada por los dirigentes ucranianos– y luego en el Senado.

Haciendo hincapié en la necesidad de encontrar una solución diplomática, recordó en su intervención los precedentes históricos de Vietnam, Afganistán e Irak: “La intervención militar en Vietnam comenzó lentamente, las guerras en Afganistán e Irak más rápidamente, pero lo que tenían en común era que el establishment de la política exterior insistía en que eran necesarias, que no había alternativa a la escalada y la guerra. Pues bien, resulta que estaban equivocados. Y millones de personas inocentes pagaron el precio”.

Para él, Vladimir Putin, que se apoderó de parte de Ucrania en 2014, tiene una responsabilidad incuestionable en la crisis actual y ahora “amenaza con apoderarse de todo el país y destruir la democracia ucraniana”. Sin embargo, le preocupa el ambiente belicista de Washington y el hecho de que no se reconozcan “las complejas raíces de la tensión en la región [lo que] socava la capacidad de los negociadores para lograr una solución pacífica”.

Por ello, cree que es necesario tener en cuenta los temores rusos sobre la expansión de la OTAN –“obviamente, la invasión por parte de Rusia no es una respuesta; tampoco lo es la intransigencia de la OTAN”—, recordando que Estados Unidos, en virtud de la doctrina Monroe, se ha arrojado el derecho a intervenir en su zona de influencia: al menos una docena de gobiernos han sido derrocados o debilitados por Washington en este contexto...

Para él, la solución pasaría por tanto por la finlandización de Ucrania. “Es importante reconocer, por ejemplo, que Finlandia, uno de los países más desarrollados y democráticos del mundo, es fronterizo con Rusia y ha decidido no ser miembro de la OTAN. Suecia y Austria son otros ejemplos de países extremadamente prósperos y democráticos que han tomado la misma decisión”.

Una agrupación heterogénea antiblob

Todas estas “palomas” forman, según The New Yorker, una abigarrada agrupación antiblob como se refirió el asesor de Obama Ben Rhodes, en 2016, a la comunidad de “analistas de política exterior de la posguerra fría, contratistas de defensa, periodistas y líderes políticos que siempre parecían estar de acuerdo, en momentos de máxima tensión internacional, en que un pueblo oprimido estaba en peligro, que la libertad estaba en juego y que había que enviar misiles antiaéreos”.

Entre estos antiblob se incluyen ahora a figuras conservadoras y progresistas, “halcones de China, realistas doctrinarios, antiimperialistas y personas agotadas por las guerras eternas”.

Algunos también recuerdan que expertos en Rusia que han servido en las sucesivas administraciones desde la caída del Muro de Berlín han advertido de la arrogancia estadounidense y de las consecuencias de la expansión de la OTAN a los países del antiguo bloque soviético.

En The New York Times, un antiguo asesor diplomático de George W. Bush se refería al enfado de Putin en 2008 por la decisión de la cumbre de la OTAN de allanar el camino para la adhesión de Georgia y Ucrania, y a su equipo advirtió al presidente estadounidense de “que Putin consideraría los movimientos para acercar a Ucrania y Georgia a la OTAN como una provocación que probablemente provocaría una acción militar preventiva de Rusia […]. Pero al final, nuestras advertencias no fueron escuchadas”.

Como recordó el analista político Peter Beinart, el actual director de la CIA, William Joseph Burns, experto en Rusia y exembajador en Moscú que viajó a la capital rusa en noviembre para reunirse con Vladimir Putin, citó en sus memorias publicadas hace dos años un memorándum que escribió mientras trabajaba como asesor político en la embajada en Moscú en 1995: “La hostilidad a una ampliación precoz de la OTAN se siente casi universalmente en todo el espectro político interno aquí”.

A continuación, en lo que respecta a la extensión del ingreso en la OTAN a Ucrania, sus advertencias son claras en una nota de 2008 a la entonces secretaria de Estado Condoleezza Rice: “La entrada de Ucrania en la OTAN es la más brillante de todas las líneas rojas para la élite rusa (no sólo para Putin)”. Cuando el presidente George W. Bush declaró su disposición a acoger a Ucrania en la OTAN, Burns expresó su preocupación por que “se crearía un terreno fértil para la injerencia rusa en Crimea y el este de Ucrania”. Una vez más, este consejo fue desoído por George W. Bush.

La historia ha dado la razón a Fiona Hill y William Burns y ahora los europeos se enfrentan a la crisis más grave en su territorio desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Versión española : infoLibre, socio editorial de Mediapart en España. Traducción: Mariola Moreno.

https://www.mediapart.fr/journal/international/140222/ukraine-aux-etats-...

 
habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
 
es una reconocida periodista y analista política italiana que colabora regularmente con el cotidiano comunista Il Manifesto. Fue miembro del partido socialista y de Democrazia Proletaria y luego de Rifondazione Comunista. Ha sido diputada en el Parlamento italiano y en el europeo.
 
prestigioso periodista italiano, ha sido investigador del Istituto per gli Studi degli Affari Internazionali y, entre 1987 y 2017, enviado especial y corresponsal de guerra para el diario económico Il Sole 24 Ore en Oriente Medio, África, Asia Central y los Balcanes. En 2007 recibió el premio Maria Grazia Cutuli de periodismo internacional y en 2015 el premio Colombe per la Pace. Su último libro publicado es “Il musulmano errante. Storia degli alauiti e dei misteri” del Medio Oriente, galardonado con el Premio Capalbio.
 
Periodista, antiguo corresponsal de Le Monde, es redactor de Internacional de Mediapart, Francia.
Fuente:
Varios
Traducción:G. Buster Lucas Antón