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23 Abril 2024, Puebla, México.

Crónicas de guerra  16:  Toma de Puebla del 2 de abril de 1867: La agonía del segundo imperio mexicano

Ciudad /Cultura | Crónica | 1.ABR.2022

Crónicas de guerra 16: Toma de Puebla del 2 de abril de 1867: La agonía del segundo imperio mexicano

La Toma de Puebla.

El 2 de abril de 1867, es recordado como “La Toma de Puebla”. Ese día, el Ejército de Oriente bajo el mando del general Porfirio Díaz recupera para el bando republicano esta importante ciudad que aún se encontraba en poder de los imperialistas, para estas fechas formado únicamente por tropas conservadoras y austriacas pues los franceses ya se habían retirado de México.

 

Antecedentes

El ejército francés había abandonado el país desde febrero de 1867 lo que facilitó la reorganización del Ejército de Oriente. Con trabajos, el general Díaz reúne dos divisiones de infantería y una de caballería con un total de tres mil hombres. El general Juan N. Méndez es el comandante de la Segunda División formada por tres brigadas: la primera está bajo las órdenes del general Ramón Márquez Galindo, cuenta entre sus filas con el Batallón de Tetela de Ocampo y el Batallón de Zacatlán además del escuadrón de caballería de Chignahuapan; la Segunda Brigada la comanda el general Juan Francisco Lucas y el general Rafael Cravioto, recién reintegrado al bando republicano es el jefe de la Tercera Brigada.

El General Porfirio Díaz, tras varias semanas de ardua labor, concentra sus fuerzas en Huamantla, Tlaxcala y el 8 de marzo decide iniciar el sitio de la ciudad de Puebla a pesar de la escasez de hombres y armamento y del poco parque que, además, es de mala calidad. Los imperialistas cuentan con cinco mil hombres y están dentro de la fortificada ciudad de Puebla, han construido una efectiva línea de trincheras y disponen de cien piezas de artillería, suficientes fusiles, municiones de calidad, alimentos y agua.

El 9 de marzo bordea la ciudad, llega por el poniente y ocupa el cerro de San Juan, (hoy colonia la Paz), toma posesión del convento de San Fernando y ahí establece su cuartel general; el enemigo no ofrece resistencia alguna. En la cima del cerro (Junto a la actual Iglesia del Cielo) se ubicaba la casa del Lic. Don Manuel María Zamacona quien había sido ministro de Relaciones Exteriores de Benito Juárez, gestión durante la cual firmó el tratado Wyke-Zamacona que negociaba la deuda con Inglaterra. Porfirio Díaz se aloja en esa casa que funge como su cuartel general. Para que el comandante del Ejército de Oriente pudiera planear las operaciones militares sin distractores, la familia del Lic. Zamacona se va a vivir a Cholula.

El sitio de la ciudad

La estrategia del general Díaz era ir extendiendo una línea envolvente de la ciudad ocupando los suburbios del oriente y del sur dejando el cerco abierto en la zona norte debido a que el enemigo ocupaba los fuertes de Loreto y Guadalupe los cuales estaban perfectamente artillados. A pesar de ese inconveniente, el general Díaz ocupó el barrio del Alto y casi todo el barrio de la Luz. A fuerza de caballería logró la incomunicación total de los fuertes con la ciudad.

Días más tarde, se incorporan a las fuerzas porfiristas, por una parte el general Diego Álvarez con seiscientos hombres de las fuerzas del sur y por otra el coronel Mucio Maldonado con 400 efectivos de caballería de la región de Texcoco. El general Díaz ordenó que se fueran realizando operaciones de avance con el fin de reducir el perímetro del sitio logrando llevar la línea occidental hasta la plazuela de San Agustín, logró controlar tres costados de la misma, solo el costado oriente quedó bajo control conservador. El sitio continuaba en línea recta toda esa calle hasta el convento de la Merced (hoy 5 sur-norte). La acera del poniente estaba bajo control liberal mientras que la acera del lado oriente la dominaba el bando conservador.

El cerco por el lado oriente se va cerrando, las fuerzas de Díaz ocupan varias manzanas desde la Aduana Vieja cerca del centro de la ciudad (Av. 2 oriente) hasta el barrio de la Luz que se encuentra al otro lado del río de San Francisco. El 24 de marzo, el teniente coronel Domínguez emprende un vigoroso ataque a la manzana localizada frente al mesón “Nobles Varones” con la intención de desalojar al enemigo que ocupa la mitad de dicha manzana. El cañoneo y fuego de fusilería se hacen muy intensos. La otra mitad de la manzana de donde inició su ataque Domínguez forma parte de la línea comandada por el general González, éste acude en apoyo del primero, al momento de salir a la azotea un tiro enemigo le destroza el codo derecho. El general Díaz, que se encuentra cerca, considera a Domínguez un militar muy arrojado y a la vez demasiado imprudente, al escuchar el fuego tan nutrido acude al lugar de la balacera y entra al edificio en el momento en que bajan al general González, la primera reacción de Díaz consiste en dar órdenes conducentes a contener la intensa hemorragia de González y se dirige al paso veloz al sitio del combate apoyado con refuerzos que previamente había ordenado le hicieran llegar, el resultado de la “imprudente” acción rinde frutos, esa noche se controla esa manzana en su totalidad.

El enemigo, en su desesperación, incendia una tienda en la manzana que ocupaba el general Francisco Carreón, esta tienda contenía mucha madera pues además de los muebles de la familia que días antes había abandonado la casa, contenía un enorme armazón totalmente inflamable. Al enterarse el general Díaz del incendio en la casa mencionada, acude de inmediato con la intención de sofocar el fuego, inicia tal labor por la habitación contigua a la tienda que también se encuentra en llamas. Porfirio Díaz pide una mesa que le colocan en el centro del cuarto y pone sobre ella un caldero del rancho de la tropa y ordena que lo llenen de agua, con una jícara el General parado sobre la mesa arroja el agua a las vigas del techo, el caldero es rellenado en varias ocasiones; de pronto las vigas del piso superior se desploman y medio carbonizadas caen sobre Porfirio Díaz que brinca a la puerta buscando salir del cuarto, al realizar ese brusco movimiento, topa con el Lic. Juan José Baz arrojándolo hacia un lugar fuera de peligro, pero el techo cae sobre el general Díaz quedando medio cuerpo cubierto de escombros. En seguida caen también las puertas de las ventanas que están ardiendo y queda al descubierto frente al enemigo que se acerca hasta los enrejados, le disparan a quemarropa, pero lo salva la intervención oportuna del general Carreón que salió por los balcones de las piezas que no arden, Carreón desaloja a los atacantes que atraviesan a la calle y desde la acera opuesta, siguen disparando sobre el general atrapado en los escombros y vigas ardiendo, Luis Terán jala de los brazos a Porfirio Díaz con tal fuerza que parece que se los va a arrancar, providencialmente aparece un ayudante que con una palanca de las que se usan en las maniobras del sitio y logra liberarlo levantando las vigas que lo aplastaban. Terán mete la palanca debajo de las vigas que sostienen los materiales que Díaz tiene encima y al rescatarlo, las botas del General quedan atrapadas entre los escombros.

Las vigas ardiendo que cayeron sobre el General Díaz, le provocan quemaduras en los muslos, al levantarse y caminar puede constatar que la situación no pasa de ahí, en seguida se dirige a los baños de Carreto los cuales estaban en la misma manzana. La noticia de la balacera se propaga muy rápido, corre el rumor de que el general Díaz ha fallecido en el incendio, por eso Don Porfirio recorre la línea para que los soldados lo vean y constaten que se encuentra en buenas condiciones para seguir al frente de las fuerzas liberales.

Los atacantes también provocan incendios en algunas casas en las que se encuentra el enemigo, el general Díaz dispone que preparen un mortero y que a las granadas de a doce se les amarre en la espoleta un alambre con un trapo empapado en aguarrás, así que se provoca un incendio del circo Chiarini y las casa aledañas pues todas ellas  son de madera, con esta estrategia logra tomar la manzana contigua a San Agustín, hazaña importante pues este espacio era defendido ferozmente desde las alturas de la iglesia y del convento.

Mientras tanto, el general Mariano Escobedo mantiene sitiada la ciudad de Querétaro, el ejército comandado por el general Mariano Escobedo necesita refuerzos para conquistar esa plaza en la que se encuentra sitiado Maximiliano de Habsburgo y su Estado Mayor, Escobedo pide auxilio al general Díaz y éste decide mandar en apoyo al general Juan N. Méndez con parte de su División, ordena que se le unan las fuerzas de Pachuca que están bajo las órdenes del General Martínez sumadas a las que manda el general Vicente Jiménez, las de Vicente Riva Palacio y las del Coronel Florentino Mercado lo que permite que la fuerza total del General Méndez sume más de seis mil hombres y diez obuses de montaña. El general Juan Crisóstomo Bonilla queda al frente de la Segunda División del Ejército de Oriente. Los tres Juanes de la Sierra de Puebla entran en acción: el General Juan N. Méndez, el general Juan C. Bonilla y el general Juan Francisco Lucas.

El 22 marzo, el general Leonardo Márquez sale hacia la ciudad de México, lo acompañan Santiago Vidaurri que había sido nombrado por Maximiliano Jefe del gabinete y Ministro de Hacienda con más de mil dragones de Julián Quiroga, no encuentra oposición alguna en el camino, su misión era regresar a Querétaro con refuerzos y romper el sitio. Cuando llega a la Ciudad de México el 27 de Marzo, recibe un menaje del general Noriega jefe de las fuerzas conservadoras sitiadas en Puebla que solicita su auxilio pues ya es imposible resistir por mucho tiempo. En respuesta, Márquez organiza un contingente para apoyar a Noriega de aproximadamente cuatro mil hombres entre caballería, infantería y artillería que incluye cuerpos extranjeros que permanecieron en México en solidaridad con el emperador tras la retirada de las tropas francesas.

Al enterarse Porfirio Díaz que el general imperial Leonardo Márquez acaba de salir de la Ciudad de México en auxilio de la plaza de Puebla, la situación de los republicanos sitiadores de Puebla se torna crítica, el general Díaz recibe noticias del general Leyva quien con dos mil hombres de infantería y caballería se encuentra estacionado en Tlalpan, el parte informa los movimientos de Márquez y su salida de Querétaro, la organización de una columna de más de cuatro mil hombres estacionados en las inmediaciones de San Cristóbal Ecatepec, desde ahí, lo mismo pueden marchar a Querétaro o a Puebla, la instrucción de Díaz es en el sentido de observar estrechamente los movimientos de Márquez y mantenerlo informado oportunamente.

Con el fin de tener una comunicación inmediata y ágil, el general Díaz manda establecer dos líneas de telégrafo militar para que sus órdenes lleguen rápido a su destino, una se coloca por la cuesta de Río Frío hasta Tlalpan y la otra por la ruta de Apizaco, esta ciudad cuenta además con una locomotora que le permite observar los movimientos de su enemigo. Gracias a estos dispositivos informativos, Díaz se entera el 31 de marzo que Márquez marcha por lo llanos de Apam, deduce que su objetivo es la ciudad de Puebla, esta sospecha acelera su decisión de asaltar la ciudad que tiene sitiada. La primera acción encaminada a tal fin es la de poner a salvo a los heridos, enfermos y parte del cargamento y sacarlos de la ciudad en dirección a Tehuacán, esta es una estrategia de precaución considerando la posibilidad de fracasar en el asalto planeado. No le comenta nada a nadie por lo que todo mundo, compañeros y enemigos, consideran estos movimientos como preparativos para una retirada hacia Tehuacán.

Es hasta bien entrada la noche del 1° de abril que Díaz comunica su estrategia a sus tropas, haberlo hecho antes hubiera puesto en riesgo la operación debido a posibles filtraciones de información. Cuando el momento de la ejecución de su plan está muy cerca, lo hace saber al general Ignacio Alatorre, encargado de su cuartel maestre. Le ordenó que cite a todos los jefes que irán al mando de las columnas de asalto a una junta en una casa situada al centro de sus líneas para que cada jefe no se aleje mucho del lugar a su cargo. En la junta, Díaz da instrucciones verbales a cada uno, les especifica las operaciones que cada uno tiene que realizar señalando a cada jefe la fuerza de que debe constar su columna de asalto, qué trincheras deben asaltar y las puertas que tienen que des atrincherar. En este plan se especifica que ninguna columna debe salir a una distancia mayor a cien metros de la trinchera que debe atacar, en algunos casos la salida será a menos de cincuenta metros.

El perímetro de las líneas enemigas era de forma elíptica con el diámetro mayor orientado de sur a norte, esta distribución colocaba al convento del Carmen en uno de los puntos más alejados de la plaza, al revisar esta geometría el general Díaz tuvo la idea de hacer un falso ataque en ese punto, lo que haría que el enemigo dirigiera sus columnas de reserva a ese punto. Dispuso 17 columnas de asalto, tres de las cuales eran el falso ataque sobre el Carmen, la primera de estas columnas estaba bajo el mando del teniente coronel Jesús Figueroa, la segunda estaba comandada por el general Eutimio Pinzón y la tercera obedecía las órdenes del general Luis Pérez Figueroa.

Las 14 columnas[1] que constituían el ataque verdadero estaban comandadas por los generales Rafael Cravioto, Doroteo León, Ramón Vázquez Galindo, Francisco Carreón, Juan Crisóstomo Bonilla y Manuel Andrade Párraga, los coroneles Luis Mier y Terán y Vicente Acuña, los tenientes coroneles Juan de la Luz Enríquez, Francisco Vázquez y Genaro Rodríguez y Mayores José Guillermo Carbó y Carlos Pacheco. El promedio de hombres que conformaban cada columna era de ciento treinta efectivos. La asignación para el ataque a la ciudad fue de la siguiente manera:

La primera columna al mando del General Cravioto debía asaltar la trinchera de la calle Alcantarilla (hoy 5 de mayo y 10 poniente), El general Carreón al mando de la segunda columna tenía como misión atacar las trincheras de las calles Belén (4 poniente y 5 norte) e Iglesias (2 poniente y 5 norte), y la brecha que había sido abierta en la manzana de Malpica (entre 2 y 4 poniente y entre 7 y 5 norte), como cabeza de este asalto iba el teniente coronel Genaro Rodríguez, comandante del batallón de zapadores. La tercera columna era comandada por Vicente Acuña, le tocó el asalto a la fortificación de Iglesias, muy reforzada por el enemigo, por eso esta columna contaba con 150 hombres. El teniente coronel Francisco Vázquez al mando de la cuarta columna fue enviado a penetrar por la brecha abierta por la artillería republicana en la manzana de Malpica. La quinta columna tenía dos cabezas, el coronel Luis Mier y Terán y el teniente coronel Juan de la Luz Enríquez, ellos personalmente debían encabezar el asalto a las trincheras de las calles de Miradores (reforma y 5 norte). La sexta columna debía posesionarse del Noviciado de San Agustín (5 sur entre 5 y 7 poniente), tal misión la encabezaba el teniente coronel Guillermo Carbó. Al general Juan Crisóstomo Bonilla se le encomendó la toma del parapeto del costado de San Agustín, esta era la misión de la séptima columna. La octava columna estaba compuesta por varios jefes, ellos deberían concurrir por la parte oriente sobre la calle del Dean (5 oriente y 2 sur). El asalto por la calle de la Siempreviva (7 poniente y 3 sur), lo ejecutaría la novena columna al mando del mayor Carlos Pacheco. La Décima columna bajo las órdenes del coronel Manuel Santibáñez debería atacar el convento de San Agustín en los precisos momentos del asalto a la ciudad. La onceava columna del general Alatorre era una columna de reserva formada por el 3° de Cazadores, su misión era estar alerta para ocurrir y apoyar a quien pidiera auxilio.

La Artillería del general Díaz contaba con 18 piezas de artillería entre las de sitio, de batalla y de montaña, se establecieron a menos de medio tiro de las trincheras que iban a atacar. Al observar detenidamente el escenario al que se dirigen sus hombres, el general Díaz descubre que el enemigo cometió un grave error que él utilizaría en su favor: la espalda de los defensores de las trincheras no estaba cubierta. La estrategia de Díaz en esa circunstancia consistió en ordenar que todo ataque sobre una trinchera tuviera un correlativo sobre la opuesta, de esa manera, todo el fuego que pasara por encima de una trinchera atacada, causaría heridas por la espalda a los defensores de la opuesta, realizando el ataque por la noche, haría pensar a los heridos por la espalda la presencia del enemigo atrás de ellos atacando por la retaguardia.

Muy cerca de la artillería, se colocaron las tres columnas encargadas del ataque falso, se aprovecharon los accidentes del terreno que lo protegería del fuego de respuesta del enemigo. Cada una de las otras columnas, tomó el lugar que le correspondía para iniciar su asalto, para que todos los movimientos se sincronizaran debidamente, el general Díaz mandó colocar un gran lienzo hecho con piezas de manta colgadas de un alambre tendido entre las torres de la iglesia del cerro de San Juan que colgaban hasta el suelo, dicho lienzo estaba empapado en resina el cual sería encendida cuando Díaz diera la orden, los jefes de las columnas del asalto verdadero tenían conocimiento de que la luz del lienzo, al ser encendido, era la señal para iniciar el asalto.

Se había dado la orden desde la caída de la noche de que no se hiciera fuego alguno en ningún punto de la línea, la excepción era el caso en que el enemigo pretendiera salir. El silencio que envolvió la noche del 1° de abril de 1867 causó impresión en el enemigo de los republicanos, sabían que el general Leonardo Márquez estaba cerca, se encontraba a doce leguas atrás de las fuerzas del General Díaz. Esa noche Márquez durmió en la Hacienda de Guadalupe, todo esto hizo pensar a los sitiados que los republicanos se retiraban y que se encontraban en plena evacuación de sus líneas.

Porfirio Díaz se colocó cerca de la Alameda Vieja desde donde podía observar con claridad las maniobras de algunas de las columnas del asalto verdadero y las de las tres encargadas del ataque falso. Sin embargo, Díaz no las tenía todas consigo, todo estaba listo para el ataque pero el general en Jefe del gran asalto tenía escasez de municiones, fue entonces que el general Diego Álvarez que estaba bien abastecido le proporcionó parte de su parque, pero no era suficiente, el parque escaseaba en casi todas las columnas así que el general Díaz mandó recoger a la caballería colocada al sur y frente a los cerros, todas las municiones que tuvieran en sus cartucheras con el fin de abastecer mejor a las columnas de asalto, vendió la idea a la caballería de que ellos contaban con lanzas y sables, ordenó al general Toro al mando de esta arma que no abandonara su puesto aun cuando la batalla en las calles de la ciudad fuera muy dura, debería permanecer en su puesto mientras no recibiera una orden contraria, tampoco debería intentar tomar parte en ella ya que Díaz tenía cierta información sobre un posible intento del enemigo de romper el sitio esa misma noche, cosa que había que impedir a toda costa.

Las órdenes del general Díaz tenían en realidad otra intención. Quería dejar fuera del asalto al personal de caballería pues consideraba que entre ellos abundaban “personas de malas costumbres” y temía que causaran graves desórdenes durante el asalto y después de éste. Cuando la caballería se enteró del asalto de la plaza, ésta ya había sido tomada. Díaz, sabiendo que Márquez se aproximaba a Puebla, tenía que tomar una difícil decisión. Atacar a Márquez implicaba levantar el sitio y quedar con el enemigo en la retaguardia, esto podría desmoralizar a sus hombres empeorando la situación. Emprender la retirada hacia Oaxaca implicaba la destrucción de un gran número de elementos de guerra que con tanto trabajo había logrado reunir con la consecuente desbandada de gran parte de su gente. No quedaba otro camino viable con grandes posibilidades de éxito que arriesgarse en una empresa que si resultaba según lo esperado, le abriría las puertas de la Ciudad de México y pondría fin a la guerra. El general Díaz tenía entre sus hombres opositores al plan, como Juan José Baz quien insistía en que fueran todos a apoyar la toma de Querétaro dejando la toma de la Capital y la de Puebla para después.

El asalto del 2 de abril

A las 2.45 de la mañana del 2 de abril de 1867, los republicanos rompen fuego sobre las trincheras del Carmen y cuando se agotan las pocas municiones de artillería, inicia el movimiento la primera columna del ataque falso. La marcha vigorosa de esta columna es atenuada por el vivo fuego del enemigo en cuanto detecta su movimiento, la columna del falso ataque retrocede con graves bajas en desorden a una distancia aproximada de cien metros pues no hay obstáculos entre la columna de ataque y las trincheras del Carmen. Inmediatamente el general Díaz ordena el ataque de la segunda columna la cual logra llegar hasta la contraescarpa pero también es rechazada, en seguida Díaz lanza la tercera columna, ésta logró avanzar un poco más, llegó a la contraescarpa, intentó pasar el foso pero lo único que logra es dejar algunos cadáveres en él pues también es rechazada eficazmente por el enemigo. En ese momento, ordena el toque de clarín convenido para encender el lienzo preparado que cuelga entre las torres del cerro de San Juan, esta es la orden del asalto general a la vista de todos los combatientes republicanos.  También se escucha el toque de rebato en el Templo de Nuestra Señora de la Merced.

El silencio absoluto que había prevalecido toda la noche entre las líneas republicanas es roto intempestivamente por un fuego general en ambos lados de la batalla, la metralla se desata tanto en las columnas asaltantes como en las trincheras y en el canal de fuego dispuesto en azoteas de edificios altos y balcones por donde las columnas de asalto tienen que pasar antes de llegar a alguna trinchera. Hay un buen número de jefes y oficiales que no teniendo servicio asignado son agrupados en una legión de honor que Díaz armó en las horas previas a la batalla, la víspera del ataque fueron divididos en grupos de cinco hombres, todos armados con mosquetes cortos, el general Díaz ordenó a cada jefe de grupo que tomara posesión de las escaleras que habían pertenecido al servicio de alumbrado público y que se encontraban abandonadas en las zonas de la ciudad que los republicanos iban conquistando, las escaleras serán utilizadas para escalar los balcones, azoteas u horadaciones en los momentos en que las columnas realicen sus ataques y provoque desorden en los edificio de las manzanas bajo acecho ya que sus defensores estarán preocupados por la defensa de sus respectivas trincheras. A la otra sección de dicha legión de honor, dispuesta en grupos de cuatro integrantes le fue asignada la misión de vigilar una manzana cada grupo por donde vayan pasado las columnas de asalto prestando un servicio de policía para evitar los desmanes propios de la tropa vencedora, la señal a la que estos grupos deberán responder es el mismo paso de las columnas. El intenso fuego de fusilería y el fuerte cañoneo en todo su vigor no dura más de diez minutos, a los quince minutos de iniciado el asalto solo quedan activas las defensas de las torres de catedral y las partes altas de San Agustín y el Carmen.

Mientras tanto, en el Carmen continua la lucha, las columnas rechazadas al principio vuelven a la carga y logran penetrar las filas enemigas exactamente en el mismo lugar donde fueron rechazadas al principio del asalto. En la medida en que las tropas republicana van penetrando las líneas enemigas, los prófugos de la ciudad se refugian en los cerros de Loreto y Guadalupe lo que aumenta su fortificación. Desde los cerros, el fuego de artillería también de intensifica sobre todo sobre las calles por donde avanzan los soldados de Díaz, y como ya ha amanecido, la visibilidad es excelente.

En calle de la Siempreviva el comandante Carlos Pacheco lucha con gran brío desde el inicio del asalto lanzando de las azoteas granadas de mano, tiros de fusil y granadas grandes pues solamente tiene que encenderlas y dejarlas caer. A pesar de que un casco de granada hiere a Pacheco en la pantorrilla y de la pérdida de hombres que el asalto está implicando, avanza hasta la trinchera, arrojan sacos de paja en los fosos y Pacheco logra cruzar pero ahí es herido en una mano. Sigue avanzando hasta la esquina de la plaza, y ahí, un tiro de metralla proveniente del atrio de Catedral le causa algunas bajas y a él le rompe el muslo izquierdo, uno de sus hombres lo ayuda a pasar por un lugar con fuego menos intenso y otra ráfaga de metralla lo alcanza el brazo derecho, el soldado que lo conduce también es alcanzado por el fuego enemigo. En esos momentos llegan a la plaza las primeras columnas asaltantes, la que manda el coronel Luis Mier y Terán y la que comanda el teniente coronel Juan de la Luz Enríquez, atrás de ellos llegan las demás columnas.

Algunas fuentes aseguran que el primero en llegar al zócalo fue el general Juan Crisóstomo Bonilla al mando de su columna, incluso existe una placa conmemorativa en la esquina del portal Iturbide y 3 poniente. Juan C. Bonilla fue Gobernador de Puebla y la placa se colocó en su honor, por lo tanto hay dudas sobre la veracidad de lo escrito en ella. Una crónica que narra este acontecimiento es la siguiente: El general Juan Crisóstomo Bonilla con 300 combatientes de Xochiapulco y Cuahuíctic pertenecientes a la brigada del general Lucas, luego de tomar la trinchera del costado de San Agustín, avanzan por la calle de Tecali (3 poniente entre 3 y 5 sur) y alcanzan la trinchera que está en la calle de Victoria (3 poniente entre 16 de septiembre y 3 sur) donde se topan con una tremenda descarga de artillería y fusilería, sin embargo logran tomar el parapeto luchando a bayoneta. Continúan a paso de carga y llegan hasta el zócalo; los recibe un fuego nutrido desde el Palacio de Gobierno y de la torre de Catedral. Los imperialistas han recuperado los parapetos por los que atravesaron los hombres de Bonilla y su columna queda aislada del resto de la fuerza del general Díaz, el parque se está acabando, en ese momento Bonilla le ordena a Irineo Reyes, oficial xochiapulquense que con un pequeño grupo de voluntarios, se abra paso entre los disparos y golpes de bayoneta del enemigo, penetre hasta la torre de Catedral y eche al vuelo las campanas en señal de victoria. El comando cumple la orden; el repiquetear de las campanas hace creer a los defensores de la plaza que la ciudad ha caído en manos republicanas y que han sido derrotados y optan por la rendición.

Consecuencias

Porfirio Díaz reconoció que el asalto del 2 de abril a la ciudad de Puebla, fue una de las acciones más importantes en la que tomó parte durante la guerra de intervención francesa. El parte oficial que el general Porfirio Díaz Mori dio al Ministerio de Guerra ese mismo día, tomado de sus memorias dice así:

"Ejército Republicano. — Línea de Oriente. —General en Jefe. —C. Ministro de la Guerra '—Acabamos de tomar por asalto la plaza, el Carmen y demás puntos fortificados que el enemigo tenía en esta ciudad quitándole un numeroso tren de artillería y un depósito abundante de parque, Don Mariano Trujeque, Don Febronio Quijano y otros veinte Jefes y oficiales traidores fueron hechos prisioneros y fusilados con arreglo a la ley.  Una parte de la guarnición enemiga se ha refugiado en los Cerros de Guadalupe y Loreto en espera del auxilio que trae Don Leonardo Márquez, y éste, según los informes de mis exploradores, pernoctó ayer en San Nicolás con una División de tres o cuatro mil hombres y diez y ocho piezas de artillería. Aun no puedo decir a usted las operaciones que me propongo ejecutar, pero sí me creo en aptitud de asegurarle, que los cerros sucumbirán y Márquez será batido si no regresa luego que sepa el revés que sufrieren sus cómplices. En uno u otro caso, muy pronto estaré sobre el Valle para acudir en auxilio del Ejército del Norte o emprender sobre México, según mejor convenga.

Sírvase usted poner lo expuesto en el conocimiento del C. Presidente de la República, asegurándote de nuevo las seguridades de mi respeto.

Independencia y República, Zaragoza. 2 de abril de 1867.

—Porfirio Díaz. — C. Ministro de Guerra y Marina."

Al amanecer la ciudad de Puebla había caído en manos republicanas. El combate costó a las fuerzas republicanas la vida de un jefe, 6 oficiales y 246 soldados, capturaron el armamento imperialista e hicieron 2,000 prisioneros. El general chihuahuense Carlos Pacheco Villalobos perdió una pierna y un brazo en esta batalla y el general tamaulipeco Manuel del Refugio González Flores perdió el brazo derecho.  

Todos los oficiales conservadores fueron fusilados.

Después de la captura de Puebla, Porfirio Díaz salió a enfrentar al general Leonardo Márquez, el “carnicero” o “Tigre de Tacubaya”. Cuando Márquez se enteró de la caída de Puebla, decidió retirarse, pero Díaz lo alcanzó en la Hacienda de San Lorenzo; Márquez evitó la lucha y huyó, pero el general Amado Guadarrama capturó 44 soldados imperialistas mexicanos y 99 austriacos, 49 carros con balas y el equipo militar de su tropa. Con estas victorias Porfirio Díaz tomó el control de todo el sur del territorio nacional.

La victoria del 2 de abril permitió a las fuerzas de la República avanzar hacia Querétaro y la Ciudad de México que fue finalmente tomada por Porfirio Díaz sin el disparo de una sola bala.

 

Referencias

Aguilar Patlán, Venancio. (2006). Sexto Batallón de Guardia Nacional del Estado de Puebla: La Reforma en Tetela de Ocampo. Tesis. ENAH.

Campos Pérez, Lara. (2015) La república personificada. La fiesta porfiriana del 2 de abril (1900-1911). Estudios de historia moderna y contemporánea de México. Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, Ciudad de México, México. Estud. hist. mod. contemp. Mex no.51 México ene./jun. 2016. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0185- 26202016000100053&script=sci_arttext

Ensayo Histórico. Escalante. México. Biblioteca de Omega (1892).

González Lezama, Raúl. (2009). Los héroes del 2 de abril de 1867. INEHRM.

Hernández, Fortunato. (1909). Un Pueblo, Un Siglo, Un Hombre. (1810-1910)

Leicht, Hugo (2010). Las calles de Puebla. Décima Impresión. Secretaría de Cultura. Gobierno del Estado de Puebla.

Magallón Ibarra, Jorge Mario (2005). Proceso y ejecución VS. Fernando Maximiliano de Habsburgo (Primera edición). Instituto de Investigaciones Jurídicas: Universidad Nacional Autónoma de México. Consultado el 7 de abril de 2016.

Memorias del General Porfirio Díaz. Universidad Autónoma de Nuevo León.

México a través de los siglos. Tomo Quinto. La Reforma (Primera edición). Ballesca y Compañía Editores. Consultado el 7 de abril de 2016.

Tello Díaz, Carlos. (2015). Porfirio Díaz. Su vida y su Tiempo. La Guerra 1830 –1867. Ed. Debate

Vigil, José María (1884). Riva Palacio, Vicente, ed.

[1] En la descripción de cada columna solamente aparecen once. Probablemente el total fue de catorce columnas y no de diecisiete.