noviembre 7, 2025, Puebla, México

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Zacatecas, la zona de silencio / Héctor Aguilar Camín

 

Zacatecas es el lugar de paso del mayor número de carreteras que van a la frontera norte desde el Sur, el Centro, el Bajío, el Noroeste y el Golfo de México.

Fue definida por el cártel de Los Zetas como la zona que debía dominar quien quisiera controlar el paso de drogas a Texas, la frontera más amigable para el tráfico desde que, en tiempos de Clinton, apretaron los pasos de California, Arizona y Nuevo México.

Los Zetas advirtieron la importancia estratégica de Zacatecas. No producía drogas ni tenía una economía próspera, turística o de consumidores importantes, salvo en las minas. Pero en Zacatecas estaban las ciudades y las carreteras que había que controlar para llegar a Texas.

Zacatecas es el octavo estado en territorio de México, mayor que Michoacán y casi del tamaño de Jalisco. Tiene, sin embargo, sólo un millón y medio de habitantes, asentados en 58 municipios de ranchos modestos y modestas cabeceras municipales, salvo por las grandes ciudades del estado: Zacatecas, Guadalupe, Fresnillo y Jerez.

Desde que Los Zetas perdieron el estado en 2011, por una ofensiva letal de la Federación, Zacatecas ha sido el escenario de una cruenta guerra entre el cártel de Sinaloa y el cártel Jalisco Nueva Generación, ambos con aliados locales y con dominio de un estado vecino: Durango es del cártel de Sinaloa; Jalisco y Nayarit, del cártel Jalisco.

Las ciudades grandes de Zacatecas son difíciles de controlar monopólicamente. En ellas se libra buena parte de la guerra entre los cárteles, con un efecto catastrófico de violencia y opresión social.

Uno de los efectos es que Zacatecas sea una “zona de silencio”, donde el mayor medio de comunicación social es el rumor, y el estado mental colectivo, una mezcla de cautela y miedo.

No es para menos. En 2021 Zacatecas tuvo una tasa de 109 homicidios por 100 mil habitantes, con Fresnillo a la cabeza. La tasa nacional es de 28 por cada 100 mil.

Tomo todo esto del estrujante y minucioso relato de Claudio Lomnitz: “Zacatecas: la zona del silencio” (nexos, junio 2023) sobre el que volveré mañana.

 

Zacatecas: cara a cara con los verdugos

 

Los cárteles que se disputan Zacatecas tienen un control minucioso del territorio. Todo lo que pasa es registrado por halcones o revisado por retenes.

Se da por descontado que las policías municipales trabajan para las bandas. Cuando autoriza la salida de un convoy de búsqueda de desaparecidos, hacia algún punto del estado, la Fiscalía local consulta primero, ignotamente, si el lugar es seguro. Y no pone en los convoyes a ningún policía municipal.

En las zonas donde mandan las bandas no entra el gobierno, y cruza por ellas sin vigilancia de las mismas bandas.

Todo el mundo sabe que en Zacatecas hay dos autoridades: la formal del gobierno y la real de las bandas.

Las bandas no viven del tráfico de drogas, al que protegen, sino de extorsionar a la sociedad.

“Fresnillo”, escribe Claudio Lomnitz, “que está en el corazón de esta guerra, reportó en 2022 el cierre de mil 600 medianas y pequeñas empresas —de un total de casi 4 mil— abandonadas por sus dueños con pérdidas de unos 10 mil empleos, debido a las presiones de extorsión que enfrentaron” (“Zacatecas: La zona del silencio”, nexos, junio 2023).

Dos de cada cinco negocios cerraron en esa ciudad, siendo los más afectados tortillerías, panaderías, taquerías y tiendas de abarrotes, o sea, dice Lomnitz, “el pequeño comercio, al que se le suelen exigir cuotas de entre 10 mil y 20 mil pesos mensuales”.

En Sombrerete, ciudad de 20 mil habitantes que domina el cártel de Sinaloa, sólo el cártel puede vender cigarrillos, o cerveza; los productores de frijol pagan mil pesos por tonelada; los compradores de ganado, 400 pesos por animal.

Las bandas manejan la prostitución local, roban tráileres en la carretera y obligan a los agricultores a vender sus productos dentro de su municipio para cobrar por las transacciones.

Exigen pagos hasta a las fiestas patronales de pueblos y parroquias.

Todo mundo sabe que quien no pague, será violentado, secuestrado o muerto.

Las bandas no se esconden, su presencia se ha naturalizado. “Ya no se cuidan”, dice un informante de Lomnitz, “no se tapan la cara, todos sabemos quiénes son”.

Zacatecas vive silenciada, cara a cara con sus verdugos.

 

Zacatecas: ‘pax’ y guerra ‘narca’

 

Hay tres clases de municipios asolados por el crimen en Zacatecas.

Primero, los municipios de ciudades grandes, como Zacatecas, Guadalupe o Fresnillo, que los cárteles se disputan a tiros, sin que las domine ninguno. Hay en esas ciudades un dominio compartido, un “pluralismo criminal”, que produce una continua violencia y la mayor cantidad de muertos.

En estas ciudades, por ejemplo, hay un feroz combate, y muchas ejecuciones, por el control del narcomenudeo, una de cuyas vetas es la asociada al consumo de droga en las minas, que se surte en alianza con fracciones sindicales.

Segundo, los municipios que están dominados unitaria o monopólicamente por un grupo criminal, como Sombrerete, donde reina la pax narca.

“El crimen tiende a desarrollar ahí una casta militar”, escribe Claudio Lomnitz, “que impone una justicia paralela y que consigue enseñorearse localmente”.(“Zacatecas: la zona del silencio”, nexos, junio 2023).

Son los “nuevos señores feudales”, dice un informante de Lomnitz. Y Lomnitz encuentra justificada la metáfora: “Se trata, al final, de una casta guerrera que se encarga de impartir justicia localmente y que reclama rentas y monopolios a cambio”.

En esos municipios son raros los homicidios y no hay muchas desapariciones. Las bandas imparten justicia de esta forma: a unos jóvenes adictos que robaban para comprar droga les cortaron las manos.

Tercero, los municipios que son “fronteras de guerra”, donde un cártel pretende expulsar al otro, como sucede en los municipios colindantes con Jalisco.

En estos municipios abundan los homicidios, pero también las desapariciones, en un perfil que sugiere la existencia de una de las más siniestras formas de ocupación de Zacatecas por las bandas del crimen: la aparición de campos de entrenamiento militar, alimentados por la leva, mediante el secuestro de jóvenes que son vueltos asesinos profesionales durante su entrenamiento.

La leva de jóvenes está asociada al desplazamiento de familias enteras que dejan su pueblo en busca de refugio.

En 14 comunidades de la sierra del municipio de Jerez se han registrado 4 mil desplazados. Muchas de esas familias huyeron, dice Lomnitz, “porque el cártel había entrado a robarse a todos los jóvenes, presuntamente para reclutarlos para los campamentos de entrenamiento”.

 

Zacatecas: leva y guerra

 

La ocupación de Zacatecas por el crimen es un hecho tangible y a la vez tiene una naturaleza espectral, dice Claudio Lomnitz, en su extraordinario relato “Zacatecas: La zona del silencio” (nexos, junio 2023).

El espectro está presente siempre, todo mundo lo sabe y lo siente, pero a la vez es un mundo clandestino que se hace presente cada día, en asesinatos repulsivos, a menudo voceados por los mismos perpetradores, y en la desaparición de personas.

En febrero de 2023 había en Zacatecas 3 mil 407 personas desaparecidas. Otras mil 885 habían desaparecido y fueron localizadas o reaparecieron después. Todo, en un estado con un millón y medio de habitantes.

Una de las realidades espectrales de la ocupación criminal de Zacatecas es la existencia de campos de entrenamiento militar, que la jerga clandestina llama diestras, y que se alimentan de la leva de jóvenes secuestrados.

Las diestras viven en el espacio espectral del rumor, en la tierra del se dice:

Se dice que las hay, refiere Lomnitz, en la Sierra de Jerez, en Valparaíso, en la Sierra de Jalpa y en ambos lados de la frontera de Zacatecas con Jalisco. En la región de Los Güirras han sentido su presencia y en la región de los Tepehuanos. Se dice también que hay o hubo campamentos en algunas zonas urbanas, como La Calera.

“Se habla de campamentos que tienen cientos de reclutas”, dice Lomnitz. “He oído de uno en Jerez, donde había alrededor de 300 personas entrenándose. He oído de otro, en Monte Escobedo, de 500 reclutas”.

Hay ex soldados que entrenan a estos reclutas. En la diestra, donde se entrenó José, un sicario cuya historia referiremos mañana, había ex militares mexicanos, hondureños, guatemaltecos, alguno peruano y otros de Estados Unidos.

Invisibles a primera vista son los daños profundos que todas estas realidades han ido dejando en la región. Aquí algunas cifras de Lomnitz:

“Los suicidios en Zacatecas han pasado de 38 en el año 2000 a 130 en 2022. En el mismo periodo el número de matrimonios ha pasado de 12 mil 800 a 7 mil 39. Los nacimientos se redujeron de 40 mil 400 en 1994 a cerca de 28 mil en 2021.

Los números del triunfo de Tánatos sobre Eros.