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19 Mayo 2025, Puebla, México.

Los mapas y la conservación de la biodiversidad / Revista Elementos

Ciencia y tecnología /Naturaleza y sociedad | Crónica | 16.ABR.2025

Los mapas y la conservación de la biodiversidad / Revista Elementos

Diana Abilene Ahuatzin Flores, Susana Maza-Villalobos
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La Tierra está habitada por una multiplicidad de formas de vida. Existen desde seres microscópicos que no podemos detectar a simple vista hasta grandes animales y plantas. Cada uno de estos organismos tiene características únicas que le permiten sobrevivir bajo diversas condiciones ambientales y, con esto, habitar diferentes ecosistemas. Esta gran variedad de organismos vivos recibe el nombre de biodiversidad o diversidad biológica, e incluye todas las especies de animales, plantas, hongos y microorganismos, así como los ecosistemas que habitan (selva, bosque, tundra, desierto, etc.) y los procesos ecológicos que resultan de la interacción de los organismos con su ambiente, como la polinización (Halffter, 1994).

     México es uno de los países con mayor diversidad del planeta, junto con Brasil, Colombia, China e Indonesia. La topografía y el relieve, al originar una gran variedad de ecosistemas, podrían ser factores clave para facilitar la coexistencia de numerosas especies.

     Por ejemplo, en el norte de México podemos observar grandes desiertos que son hábitat del famoso arbusto llamado gobernadora (Larrea tridentata) y de enormes osos negros (Ursus americanus); mientras que, en la región montañosa del sur de México, encontramos ecosistemas como el bosque mesófilo de montaña.

     Si bien la biodiversidad de México ha sido estudiada, todavía existen regiones de difícil acceso o subrepresentadas en los mapas, de las cuales se desconoce en gran medida qué especies las habitan, dónde se encuentran y qué funciones desempeñan en sus ecosistemas. Entonces, si no sabemos lo que hay en un lugar, ¿cómo podemos trabajar en su conservación?

 

LOS MAPAS EN LA CIENCIA

 

En general, un mapa es una representación visual a escala que ilustra un área geográfica o un espacio del mundo real. Un mapa contiene información como ubicaciones, características físicas, límites políticos, carreteras, ríos, montañas, ciudades y otros elementos.

     Los mapas son almacenados y organizados en mapotecas, que son espacios para la conservación de documentos y registros históricos importantes (Figura 1).

     Los primeros mapas surgieron como una respuesta a la necesidad humana de entender, explorar y representar el entorno y los aspectos de la realidad circundante. En muchos casos, los mapas representaban aspectos fantásticos e irreales de un mundo que recién comenzaba a ser explorado, como bestias monstruosas de los mares, seres míticos o tribus desconocidas de tierras lejanas.

     A lo largo de la historia, los mapas han cambiado considerablemente y, actualmente, tienen diversas aplicaciones, pero sus orígenes están relacionados con la experiencia humana y con las primeras formas de comunicación y organización espacial (Membrado, 2015).

     Utilizamos los mapas para navegar, planificar, educar, analizar y comunicar información relacionada con el espacio y la geografía.

     Actualmente existen diversas aplicaciones en los celulares y otros dispositivos electrónicos que nos permiten ubicar lugares y crear rutas (Pérez-López y Maza-Villalobos, 2024).

     Por lo tanto, los mapas son una herramienta esencial para la comprensión y visualización del mundo que nos rodea. Como ecólogos, uno de nuestros objetivos principales son delimitar procesos biológicos, como la polinización, y entender los espacios en que habitan las especies identificando aquellos que son cruciales para su desarrollo y supervivencia. En el campo de la ecología, los mapas se convierten en herramientas esenciales para visualizar, analizar y comprender datos relacionados con ecosistemas, especies y procesos ecológicos.

 

¿CÓMO PODEMOS SABER DÓNDE VIVE UNA ESPECIE?

 

Una manera efectiva es mediante la elaboración de mapas de distribución de especies o mapas de cobertura de suelo o tipos de vegetación. Este proceso consiste en recopilar datos sobre las ubicaciones de las especies y representarlos de manera visual. Estos mapas son herramientas esenciales para entender dónde se encuentran ciertas especies, cómo se distribuyen y qué factores son importantes para su distribución.

     El primer paso, como científicos, es formular una pregunta de investigación que aborde un problema específico que deseamos resolver. En este caso, podemos centrarnos en cómo la biodiversidad responde a diferentes características del paisaje y factores ambientales, como la temperatura o la precipitación, utilizando una especie o grupo de especies (comunidad biológica) como modelo.

     Por ejemplo, si quisiéramos investigar cómo afecta la deforestación de la selva a las especies que la habitan, podríamos seleccionar una especie bioindicadora para nuestro estudio. Las hormigas serían una excelente opción, ya que son abundantes y altamente sensibles a los cambios ambientales (Ahuatzin et al., 2019).

     Una vez que tenemos la pregunta de investigación y el grupo de estudio, es necesario definir el propósito del mapa. Si nuestro objetivo es entender cómo la deforestación de la selva afecta la distribución de las hormigas, debemos recopilar datos sobre la presencia de las especies en distintas áreas. Para ello, iremos a la selva a recolectar hormigas y determinar qué especies habitan en los sitios de interés.

     Después de un proceso de identificación y observación detallada bajo el microscopio, podremos comenzar a elaborar el mapa de distribución (Ahuatzin et al., 2019).

     Existen diversos programas especializados en sistemas de información geográfica (SIG) que permiten cargar datos y crear mapas con distintos niveles de detalle y características observables en el mundo real (Membrado, 2015; Pérez-López y Maza-Villalobos, 2024).

     En estos mapas, podemos aplicar capas de uso de suelo, características geográficas o áreas naturales protegidas, e incluir la información de los puntos donde encontramos las hormigas, es decir, las coordenadas geográficas. Además, utilizamos diferentes colores y símbolos para diferenciar patrones en el espacio o diversos tipos de ambientes (Ahuatzin et al., 2019).

     Finalmente, podemos analizar el mapa para identificar en qué lugares hay menos hormigas debido a la deforestación. Este análisis es sumamente relevante, ya que no solo nos permite conocer dónde habitan las hormigas, sino que también nos brinda la oportunidad de proponer medidas de conservación para la selva, destacando que existe una importante pérdida de especies de hormigas en lugares con poca selva.

     Estos mapas se publican posteriormente en revistas especializadas para que otros científicos puedan revisarlos (Figura 2) (CONABIO, 2024). Esta labor es fundamental para comprender dónde viven las especies, su rango de distribución y los cambios en los patrones espaciales a largo plazo (Pérez-López y Maza-Villalobos, 2024).

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