noviembre 10, 2025, Puebla, México

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De los años de austeridad y otras medianías republicanas / Juan Carlos Canales

¿En qué país del mundo su clase política presume un reloj de más de un millón de pesos, como Adán Augusto, las joyas valuadas en 800 mil pesos, de Sasín de León, o más modestamente, empinarse una botella de 60,000 morlacos, como el inefable Ricardo Monreal ? Por el momento, dejemos de lado las aventuras de Andy (con su socio comercial) en Japón, los viajes en primera clase de Fernández Noroña; las consabidas estancias en hoteles de lujo de Mario Delgado o Pedro Haces.
Pregúntese cuánto tienen que ganar esos personajes para poderse dar esos pequeños lujos y sostener el tren de vida que conllevan
Pregúntese cuántas vidas hubiera tenido que trabajar Irma Hernandez para tener acceso a alguno de esos bienes.
Pregúntese, si la riqueza de nuestra clase política es producto del trabajo o de todas las formas de corrupción.
Como ya lo dije el otro día, estoy muy lejos de defender la frugalidad franciscana o el igualitarismo; tampoco, que esa clase política tenga que viajar en el transporte público o en bicicleta, como la reina de Holanda o deba vivir en departamentos de 80 metros como los diputados suecos y, por demás, entiendo- y hasta reivindico – el uso de fetiches entre los seres humanos. Siempre habrá diferencias de clase; nunca se acabará con la pobreza. La cuestión está, en último caso, en la distancia que hay entre los más ricos y los más pobres y, en nuestro caso particular, entre la burocracia dorada y los más pobres.Pero hay algo tan elemental como el pudor o la vergüenza frente al reclamo de la mirada del otro; esa mirada, marcada mayoritariamente en este país por la pobreza extrema, la marginación, la injusticia. Esa mirada que nuestra clase política no solo no reconoce sino ha borrado de su horizonte. Porque estoy seguro que hay algo peor que la pobreza material y es la falta de reconocimiento. J. Canales