SUSCRIBETE

29 Marzo 2024, Puebla, México.

Rodar Insurgentes para construir la nueva normalidad

Ciudad |#e14938 | 2020-08-31 00:00:00

Rodar Insurgentes para construir la nueva normalidad

Alicia Mastretta

 

Las sociedades cambian y las ciudades con ellas. O quizá las ciudades cambian y las sociedades con ellas. Quizá ambas cosas al mismo tiempo. Lo cierto es que el cambio ocurre. Cuando me mudé a la Ciudad de México en el 2004, empeñada en usar mi bicicleta para llegar a la UNAM, soñaba con que la ciudad tuviera ciclovías. Lo decía en voz alta. Y en voz alta la gente me decía lo ilusa que era. El tono condescendiente rayaba en además de ilusa decirme tonta, incapaz de entender la más elemental de las limitantes del ombligo del caos mexicano. No les creí. Pero sí dudé del tiempo. Sí dudé llegar a pedalear “la ciudad imposible”. Al terminar la licenciatura recibí una beca CONACYT para realizar mis estudios de posgrado, así que me fui al extranjero a pensar en genes y volcanes. Cuando regresé, en el 2014, ya había ciclovías en la Ciudad de México. El imposible era una realidad presente y yo aún una mujer joven.

 

Ciclovias en la Ciudad de México. Tomado de https://datos.cdmx.gob.mx/explore/dataset/ciclovias/map

 

Las ciclovías de la Ciudad de México están incompletas. No cubren toda la ciudad. Están en general sesgadas a las colonias con mayores privilegios. Pero están. Existen y están en expansión. Son prueba de que no hay que creerse los imposibles. ¿Hoy qué se necesita para que haya más ciclovías en la Ciudad de México? En mi opinión, las ciclovías son fruto de la exigencia colectiva y de autoridades que se han atrevido a escuchar. Así funciona aquí. Así fue también en Amsterdam. Por eso el pasado viernes 28 de Agosto de 2020 decidí unirme a la rodada ciclista para pedir se hiciera permanente la ciclovía emergente de Insurgentes.

 

 

No sé la historia detrás de la organización de la rodada. Yo vi un par de días antes el tuit de @jamonarosas, la ciclista que convocó. 6 pm en la Bombilla, al sur de la ciudad, para llegar hasta el Parque San Simón, en el término norte de la ciclovía.

 

 

Cristobal y yo llegamos 5:40 pm al punto de inicio en el Parque la Bombilla. Ya había unas cuantas decenas de ciclistas. Comenzó a llover. Aparecieron los impermeables. A Cristobal no lo había visto desde el inicio de la pandemia. Platicamos detrás de nuestros lentes, mascarillas e impermeables. Su bici es eléctrica, de llantas pequeñas. La mía plegable, un par de rodadas más grande. Había también bicis de montaña, bicis de ruta con sus llantas delgadísimas y un par de triciclos. Cascos e impermeables de colores brillantes, mascarillas principalmente oscuras. El grupo que organizaba parecía estar más pegado a Insurgentes, hablando con elementos de tránsito. La hilera de ciclistas nos recluimos junto a los árboles cuando arreció la lluvia. Y atrás se fueron acomodando más.

 

Foto: Alicia Mastretta Yanes

Pasadas las 6 pm nos comenzamos a preguntar cuándo empezaría. Con la Susana Distancia y la lluvia imposible saber qué estaba pasando. Finalmente llegó el rumor de que saldríamos en grupos. Por ahí de las 6:20 comenzamos a rodar. Avanzamos por la ciclovía manteniendo nuestra Susana lo más posible.

 

 

Foto: Alicia Mastretta Yanes

 

La lluvia había dejado grandes charcos en algunas partes, pero a nadie parecieron importarle. A pesar de que nos dividimos en grupos, eran aún demasiado grandes para caber en una sola cuadra manteniendo distancia. Esto implica que una parte de colectivo podría quedarse atrapado a media calle con semáforo en rojo, pero lxs colegas ciclistas y el equipo de tránsito lo organizaron muy bien. Iban a la cabeza, detenían el tráfico momentáneamente de ser necesario, y seguía la rodada. Y así seguimos. Con cada vez más ciclistas uniéndose.

A la altura de Xola fue, creo yo, el único punto del recorrido donde los autos enfurecieron con que les tocara una luz roja de más (cómo cambiaría la convivencia si el claxon de los automóviles sonara igual de fuerte adentro que afuera del carro). Pero también hubo momentos de automovilistas apoyando la rodada con esa tonadita que tocan al ver pasar a unos recién casados.

 

Foto: Fabián Heredia Montiel

 

Describir la rodada calle por calle es describir la propia Avenida Insurgentes. Sus calles arboladas en las colonias de la Benito Juárez. La pequeña subida para cruzar Viaducto que permitió ver la continuidad de ciclistas hasta perder la vista en un par de semáforos. La Glorieta de Insurgentes con su carrusel de metrobuses. El cruce de Reforma donde de repente se abre el cielo. El Monumento a la Revolución donde hace seis meses nos reunimos las mujeres. Buenavista, terminal que para el imaginario del sur parece lejanísima, pero que los pedales hacen sentir cercana. Un centro comercial gigantesco igual que todos los centros comerciales gigantescos. Un paso a desnivel, primer indicio de la transformación a la Insurgentes del más al norte, donde desaparecen los semáforos y la infraestructura ciclista es más difícil pero más necesaria. Terminamos antes de llegar a eso. En el Parque San Simón, último punto donde podríamos aglomerarnos y dar la vuelta de forma segura.

 

Foto: Fabián Heredia Montiel

Cuando mi grupo llegó a San Simón ya estaba oscureciendo. El grupo organizador estaba leyendo el pliego petitorio que se le hizo llegar a las autoridades. A diferencia de otras ciclovías, la de Av. Insurgentes es una “ciclovía emergenge” que el Gobierno de la CDMX construyó de forma temporal para descongestionar el metrobus durante la pandemia. Rodamos para pedir que se quede, que no la quiten nunca. El riesgo de contagio de covid19 me hizo dudar si debía participar en una manifestación así. Pero me convenció el que debemos hacer de la pandemia el catalizador de los cambios en movilidad que la ciudad, y el mundo, necesitan. No podemos volver a lo mismo. La pandemia de covid19 no es un evento fortuito, es producto de cómo los seres humanos nos relacionamos con nuestro ambiente, lo cual incluye nuestra planeación urbana y dependencia de combustibles fósiles. Decidí rodar el viernes porque no creo en futuros imposibles, pero sí en que de nosotrxs depende construir el futuro.

En la penumbra reconocí a Carlos, un compañero académico, más por la bici azul cielo que por el rostro escondido en el casco y cubrebocas. Regresamos pedaleando en un grupo pequeño de ciclistas que no nos conocíamos, pero que nos acompañamos y cuidamos hasta que nuestras calles se bifurcaron.