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18 Abril 2024, Puebla, México.

El último sitio de Puebla/La batalla del 2 de abril de 1867

Historia |#54acd2 | 2017-04-03 00:00:00

El último sitio de Puebla/La batalla del 2 de abril de 1867

Oscar E. Hernández López

 

Mundo Nuestro. Con este texto escrito por Öscar E. Hernández López recordamos una fecha fundamental en la historia de México: la derrota final del proyecto conservador que encontró en la intervención francesa y la imposición de Maximiliano como emperador su punto extremo. Eso significó el 2 de abril con la toma de la ciudad de Puebla por las fuerzas republicanas comandadas por Porfirio Díaz, el mayor héroe y villano de la historia nuestra. En paralelo, la perspectiva de una ciudad entonces acostrumbrada a la guerra, a las trincheras, la metralla y la muerte. De este relato de sangre venimos, el último de los sitios vividos en ese apocalíptico siglo XIX mexicano, con la ciudad de Puebla como encrucijada de un derrotero incierto, decidido a golpe de balloneta y paredones caídos.

 

Resulta  evidente que en el México posrevolucionario es precisamente la Revolución iniciada de 1910 el periodo que ha brillado con la luz más intensa en la historia reciente del país, seguido de la lucha de Independencia, lo que ha dejado casi en la oscuridad la época en la que destacó y gobernó Porfirio Díaz. Sin embargo, hay muchos episodios que no pueden ser eclipsados por el discurso revolucionario pues permanecen vivos en la memoria colectiva de un pueblo que ha padecido siempre las embestidas del oficialismo que lo gobierna.

 

Hablar del 2 de abril es hacer una conmemoración y como toda conmemoración, implica una relectura del pasado. La conmemoración del 2 de abril de 1867 resulta, además de interesante, relevante a 150 años de distancia, porque lo sucedido ese día fue en gran medida lo que constituyó, de acuerdo con Campos Pérez (2015), la legitimidad de origen de Porfirio Díaz, ya que, aunque el General Díaz participó en muchos otros actos de guerra importantes, las acciones militares del 2 de abril le otorgaron un protagonismo indiscutible. Para finales del siglo XIX, esta legitimidad había dejado de ser lo suficientemente fuerte como para respaldar las sucesivas reelecciones de Don Porfirio; sin embargo, los partidarios  del General Díaz siguieron apelando esa memoria representada en los hechos del sitio de Puebla, sobre todo en épocas electorales. Obviamente, por el alto grado de vinculación de esta efeméride con su protagonista, cuando Porfirio Díaz dejó la escena política, la celebración del 2 de abril prácticamente desapareció del calendario patrio mexicano. 

 

La conmemoración del 2 de abril resultaba interesante porque, conforme iba pasando el tiempo y los sucesivos gobiernos de Díaz fueron “apropiándose del mito liberal”, los hechos de esa épica jornada fueron interpretados como los actos decisivos que permitieron la restauración de la república, y por lo tanto, el reconocimiento de Juárez como el líder de la segunda independencia de México; esta apreciación generalizada rápidamente pasó a ser una de las principales atribuciones del general Díaz, por eso detrás la celebración de la victoria militar del 2 de abril de 1867 se percibía la celebración de algo más grande, más trascendente:  la celebración de la república.

 

Esta celebración fue ganando mayor relevancia en la medida en que Porfirio Díaz iba convirtiéndose en el personaje central de la nación. El 2 de abril es una de las dos conmemoraciones más importantes incluidas por Porfirio Díaz en el calendario cívico anual, una de ellas fue el 18 de julio, día del aniversario luctuoso de Benito Juárez, la liberación de Puebla, que aunque fue celebrada oficialmente en todo el país durante varias décadas, fue considerada como tal hasta 1913 en el gobierno de Victoriano Huerta: Porfirio Díaz, al frente de la división de Oriente, derrotó al ejército imperial al sitiar y después ejecutar el asalto sobre la ciudad de Puebla, terminando así con la intervención francesa.

 

2 de abril de 1867. Entrada del general Porfirio Díaz a Puebla, oleo de Francisco de Paula Mendoza, 1902.

 

 

Tercer sitio de puebla

Del 9 al 31 de Marzo de 1867

 

Los hechos de esta memorable batalla se desarrollaron así:

 

El General Porfirio Díaz organiza, tras varias semanas de ardua labor, una fuerza en Huamantla, Tlaxcala. Cuando cree que es lo suficientemente grande para enfrentar a la resistencia conservadora, el 9 de marzo se dirige a la ciudad de Puebla, y ese mismo día llega por el poniente y ocupa el cerro de San Juan, (hoy colonia la Paz), ahí establece de inmediato su cuartel general y toma posesión del convento de San Fernando sin que el enemigo ofrezca resistencia alguna.

 

En la cima del cerro de San Juan (Junto a la actual Iglesia del Cielo) se localizaba la casa del Lic. Don José María Zamacona, Porfirio Díaz se aloja en ella durante todo el tiempo que duró el sitio, como él mismo lo expresara en sus memorias “recibí en ella marcadas pruebas de franca y cordial hospitalidad”. Durante el sitio de Puebla, la familia del Lic. Zamacona se fue a vivir a Cholula, éste pasaba el día acompañando a Don Porfirio procurando hacerle agradable  y cómoda su estancia regresando cada noche a dormir a Cholula.

 

La estrategia del Gral. Díaz era la de ir extendiendo una línea envolvente de la ciudad ocupando los suburbios del oriente y del sur, dejando el cerco abierto en la zona norte debido a que el enemigo ocupaba los cerros de Loreto y Guadalupe perfectamente artillados.  A pesar de tal inconveniente, El Gral. Díaz ocupó el barrio del Alto y casi todo el barrio de la Luz. Como prevalecía la comunicación entre los cerros y la ciudad, a fuerza de caballería logró la incomunicación total de los cerros hacia el exterior.

 

Faltando unos cuantos días para el asalto final a la ciudad de Puebla, se incorporaron a las fuerzas porfiristas, por un lado el General Diego Álvarez con unos seiscientos hombres provenientes de las fuerzas del sur y por otro el Coronel Mucio Maldonado con 400 jinetes traídos desde Texcoco.

 

Bajo la coordinación del Gal. Díaz los distintos jefes fueron realizando una serie de operaciones de avance a fin de reducir el perímetro del sitio. Lograron avanzar la línea occidental hasta la plazuela de San Agustín, controlando tres de los costados de la  misma; el costado oriente del tempo seguía bajo control conservador, pero el sitio se plntó en línea recta hasta el convento de la Merced; sobre esa calle (hoy 5 sur-norte) las acera del poniente estaban bajo control liberal mientras que las aceras del lado oriente las dominaban los conservadores.

 

En cuanto al cerco del lado oriente, los sitiadores ocupaban las manzanas desde la Aduana vieja (Av. 2 oriente)[1] hasta el barrio de la Luz (al otro lado del río de san Francisco, entubado hace algunas décadas y hoy Boulevard 5 de mayo) girando la línea del sitio hacia los cerros por el puente de la Luz.

 

Pocos días antes del asalto a la ciudad de Puebla, el 24 de marzo de 1867, el Teniente Coronel Domínguez emprendió un vigoroso ataque a la manzana frente al mesón “Nobles varones”[2]  con la intención de desalojar al enemigo que ocupaba la mitad de dicha manzana. El cañoneo y fuego de fusilería se hicieron muy intensos, la otra mitad de la manzana de la que partió Domínguez formaba parte de la línea comandada por el General González, éste acudió en apoyo del primero, al momento de salir a la azotea un tiro enemigo le destrozó el codo derecho. El General Díaz, que se encontraba cerca y consideraba a Domínguez un militar muy arrojado y a la vez demasiado imprudente, al escuchar el fuego tan nutrido acudió al lugar de la balacera y entró al edificio en el momento en que bajaban al Gral. González, la primera reacción de Díaz fue dar órdenes conducentes a contener la intensa hemorragia del Gal. González, luego se dirigió al paso veloz al sitio del combate apoyado con refuerzos que previamente había ordenado le hicieran llegar, el resultado de la “imprudente” acción fue que esa noche se controló esa manzana en su totalidad.

 

El enemigo, en su desesperación, incendió una tienda en la manzana que ocupaba el General Francisco Carreón; tienda contenía mucha madera pues además de los muebles de la familia que días antes había abandonado la casa, contenía un enorme armazón totalmente inflamable.

 

Al enterarse el General Díaz del incendio en la casa mencionada, acudió de inmediato con la intención de sofocar el fuego, inició tal labor por la habitación contigua a la tienda que también se encontraba en llamas. Porfirio Díaz (en Hernández, 1909, pp. 275-276) narra en sus memorias lo sucedido en ese episodio:

 

Hice poner al efecto una mesa en el centro del cuarto y sobre ella coloqué un caldero del rancho de la tropa, el cual lo mandé llenar de agua, constantemente renovada por la que acarreaban los soldados. Mientras yo, parado sobre la mesa, con una jícara arrojaba agua del caldero a las vigas del techo, el del piso superior, que me dijeron que ya había caído, se desplomó, y las vigas del interior, medio carbonizadas ya, no resistieron el golpe y cayeron sobre mí. Al oír el primer estruendo brinqué desde la mesa para la puerta de salida, y allí me encontré con el licenciado Juan José Baz, única persona que se atrevía a darme valor y a quien con mi choque arrojé fuera del peligro; pero el techo siempre me alcanzó y quedé cubierto de escombros del medio cuerpo para abajo. Cayeron en seguida las puertas de las ventanas que estaban ardiendo y me descubrieron ante el enemigo que se acercó hasta los enrejados, y disparó sobre mí a quemarropa, pero en esos momentos Carreón salió por los balcones de las piezas que no ardían y  lo desalojó; más luego, posicionado en la acera opuesta, calle de por medio, siguió dirigiéndome sus disparos.  

 

             

Atrapado entre vigas ardiendo y escombros amontonados sobre ellas en situación sumamente riesgosa, Luis Terán jalaba de los brazos al General Díaz de tal manera que sentía que se los iba a arrancar, según el mismo General, Terán era muy nervioso y peor se ponía cuando se encontraba en dificultades, fue entonces cando un ayudante fue por una palanca de las que se usaban en las maniobras del sitio y con esa herramienta lograron liberarlo levantando las vigas que lo aplastaban, Terán metió la palanca debajo de las vigas que sostenían los materiales que Díaz tenía encima de sí, al rescatarlo, las botas del General quedaron entre los escombros.

 

Las vigas ardiendo que cayeron sobre el General Díaz, le provocaron quemaduras en los muslos, al levantarse y caminar pudo constatar que la situación no pasaba de ahí, en seguida se dirigió a los baños de Carreto[3] los cuales estaban en la misma manzana. La noticia de la balacera se propagó muy rápido, corrió el rumor de que el General Díaz había fallecido en el incendio, por eso Don Porfirio recorrió la línea para que los soldados lo vieran y constataran que se encontraba en buenas condiciones para seguir al frente de las fuerzas liberales, posteriormente visitó a las reservas que se encontraban en el cerro de San Juan.

 

Los atacantes también provocaron incendios en algunas casas en las que se encontraba el enemigo. El General Díaz dispuso que prepararan un mortero y que a las granadas de a doce se les amarrara en la espoleta un alambre con un trapo empapado en aguarrás, fue así que se provocó el incendio del circo Chiarini y las casa aledañas pues todas ellas eran de madera, con esta estrategia logró tomar la manzana contigua a San Agustín, hazaña importante pues este espacio era defendido ferozmente desde las alturas de la iglesia y del convento.

 

Mientras tanto, en otro frente de la guerra, el General Mariano Escobedo mantenía sitiada la ciudad de Querétaro, y necesitaba refuerzos, pues ahí sitiado se encontraba Maximiliano. Escobedo pidió auxilio al Gral. Díaz y éste decidió mandar en apoyo al General Juan N. Méndez con parte de su División y ordenó que se le unieran las fuerzas de Pachuca que estaban bajo las órdenes del General Martínez sumadas a las que mandaba el General Vicente Jiménez, las de Vicente Riva Palacio y las del Coronel Florentino Mercado, lo que permitió que la fuerza total del General Méndez que arribó a Querétaro sumara más de seis mil hombres y diez obuses de montaña.

 

Porfirio Díaz, héroe del 2 de abril | La Crónica de Hoy

 

 

Últimas horas antes del asalto a la ciudad de puebla

1° de abril de 1867

 

Los efectivos republicanos que sitiaban la ciudad de Querétaro eran casi 40.000 soldados organizados en dos cuerpos de ejército, el del Norte y el de Occidente. Los republicanos intentaron en varias ocasiones tomar la plaza sin éxito, los primeros enfrentamientos se dieron el 12 de marzo siendo los más encarnizados los de los días 14 y 17 de marzo. El día 22 marzo, el general Leonardo Márquez, acompañado de Santiago Vidaurri que había sido nombrado por Maximiliano Jefe del Gabinete y Ministro de Hacienda y más de mil dragones de Julián Quiroga salió sin oposición alguna hacia la Ciudad de México con la encomienda de regresar con refuerzos y levantar el sitio, Márquez tomó el camino de la Sierra sin encontrar resistencia en el camino.  

 

Cuando llega a la Ciudad de México el 27 de Marzo, recibe un comunicado del General Noriega jefe de las fuerzas conservadoras sitiadas en Puebla solicitando auxilio pues a esas alturas ya era imposible sostener el sitio por mucho tiempo. En respuesta, Márquez organizó un contingente para apoyar a Noriega de aproximadamente cuatro mil hombres entre caballería, infantería y artillería que incluían cuerpos extranjeros que permanecieron en México en solidaridad con el emperador tras la retirada de las tropas francesas a finales de 1866. A la altura de los Llanos de Apam, Márquez recibe la noticia de que la plaza de Puebla había caído en manos de los republicanos quedando únicamente en poder de los imperialistas los cerros de Loreto y Guadalupe, los ahí sitiados esperaban su auxilio desesperadamente. Tratando de prestar auxilio oportuno, se dirige a Huamantla pero en ese intervalo caen los cerros en manos del General Díaz por lo que salen de Puebla fuerzas republicanas en un ataque directo sin el temor de dejar enemigos en la retaguardia.

 

La noche del 30 de marzo, día en que Márquez abandona la Ciudad de México, el General Díaz recibe noticias del General Leyva quien con dos mil hombres de infantería y caballería se encontraba estacionado en Tlalpan, el parte informaba los movimientos de Márquez, su salida de Querétaro, la organización de una columna de más de cuatro mil hombres y que se encontraba en las inmediaciones de San Cristóbal Ecatepec con la posibilidad de marchar lo mismo a Querétaro que a Puebla, la instrucción de Díaz fue en el sentido de observar estrechamente los movimientos de Márquez y mantenerlo informado oportunamente.

 

Con el fin de tener una comunicación inmediata, ágil, fácil y violenta como el mismo la relata en sus memorias, el General Díaz manda establecer dos líneas de telégrafo militar que le permitieran este tipo de comunicación con las fuerzas bajo sus órdenes, una se colocó por la cuesta de Río Frío hasta Tlalpan y la otra hasta Apizaco, contaba además en esta ciudad con una locomotora que le permitía observar a su enemigo y obtener noticias rápidas y exactas de sus movimientos.

 

Gracias a estos dispositivos informativos, Díaz se enteró el 31 de Marzo que Márquez marchaba por lo llanos de Apam, por lo que se podía deducir que su objetivo era la ciudad de Puebla, esto aceleró la decisión del General Díaz de asaltar la ciudad que tenía sitiada. La primera acción encaminada a tal fin fue la de poner a salvo a los heridos, enfermos y algún cargamento y sacarlos de la ciudad en dirección a Tehuacán; esta era una medida de precaución considerando la posibilidad de fracasar en el asalto planeado, no le comentó nada a nadie por lo que todo mundo, compañeros y enemigos, consideraron estos movimientos como preparativos para una retirada a Tehuacán o a Oaxaca.

 

Cualquier preparativo para el asalto pondría en evidencia su intención y fue hasta bien entrada la noche del 1° de abril que comunicó su estrategia a sus tropas porque si sus soldados hubieran conocido antes sus planes, Díaz consideraba que el asalto hubiera fracasado. Cuando el momento de la ejecución del plan estaba muy cerca lo hizo saber al General Ignacio Alatorre encargado de su cuartel maestre; le ordenó que citara a todos los jefes que irían al mando de las columnas de asalto a una junta en una casa situada al centro de sus líneas para que cada jefe no se alejara mucho del lugar a su cargo.

 

En la junta, Díaz dio instrucciones verbales a cada uno, les especificó las operaciones que cada uno tenía que realizar señalando a cada jefe la fuerza de que debía constar su columna de asalto, qué trinchera debía asaltar y las puertas que tenía que desatrincherar. En este plan se especificaba que ninguna columna debería salir a una distancia mayor a cien metros de la trinchera que debía atacar, en algunos casos la salida sería a menos de cincuenta metros.

 

El perímetro de las líneas enemigas era de forma elíptica con el diámetro mayor orientado de sur a norte, esta distribución colocaba al convento del Carmen en uno de los puntos más alejados de la plaza, al revisar esta geometría el General Díaz tuvo una brillante idea: se le ocurrió en ese momento hacer un falso ataque en ese punto lo que haría que el enemigo dirigiera sus columnas de reserva a ese lugar.

 

Porfirio Díaz dispuso 17 columnas de asalto, tres de las cuales constituirían el falso ataque sobre el Carmen, la primera de estas columnas estaba bajo el mando del Teniente Coronel Jesús Figueroa, la segunda estaba comandada por el General Eutimio Pinzón y la tercera obedecía las órdenes del General Luis Pérez Figueroa.

 

Las 14 columnas[4] que constituían el ataque verdadero estaban comandadas por los generales Rafael Cravioto, Doroteo León, Ramón Vázquez Galindo, Francisco Carreón, Juan Crisóstomo Bonilla y Manuel Andrade Párraga, los coroneles Luis Mier y Terán y Vicente Acuña, los Tenientes Coroneles Juan de la Luz Enríquez, Francisco Vázquez y Genaro Rodríguez y Mayores José Guillermo Carbó y Carlos Pacheco. El promedio de hombres que conformaban cada columna era de ciento treinta efectivos, la asignación para el ataque a la ciudad fue de la siguiente manera:

 

La primera columna, al mando del General Cravioto, debía asaltar la trinchera de la calle Alcantarilla[5]; El general Carreón al mando de la segunda columna tenía como misión atacar las trincheras de las calles Belen[6] e Iglesias[7], y la brecha que había sido abierta en la manzana de Malpica[8], como cabeza de este asalto iba el Teniente Coronel Genaro Rodríguez, comandante del batallón de zapadores.

 

La tercera columna era comandada por Vicente Acuña, le tocó el asalto a la fortificación de Iglesias, formidablemente reforzada por el enemigo, por eso esta columna contaba con 150 hombres.

 

El Teniente Coronel Francisco Vázquez al mando de la cuarta columna fue enviado a penetrar por la brecha abierta por la artillería republicana en la manzana de Malpica.

 

La quinta columna tenía dos cabezas, el Coronel Luis Mier y Terán y el Teniente Coronel Juan de la Luz Enríquez, ellos personalmente debían encabezar el asalto a las trincheras de las calles de Miradores[9].

 

La sexta columna debía posesionarse del Noviciado[10], tal misión la encabezaba el Teniente Coronel Guillermo Carbó.

 

Al General Juan Crisóstomo Bonilla se le encomendó la toma del parapeto del costado de San Agustín, esta era la misión de la séptima columna.

 

La octava columna estaba compuesta por varios jefes, entre los que destacan Luis Pérez Figueroa, Andrade, Doroteo, León y Vázquez Aldaba; ellos deberían concurrir por la parte oriente sobre la calle del Dean[11].

 

El asalto por la calle de la Siempreviva[12], lo ejecutaría la novena columna al mando del Mayor Carlos Pacheco.

 

La Décima columna bajo las órdenes del Coronel Manuel Santibáñez debería ocurrir al convento de San Agustín en los precisos momentos del asalto a la ciudad.

 

La onceava columna del General Alatorre era una columna de reserva formada por el 3° de Cazadores, y su misión era estar alerta para ocurrir y apoyar a quien pidiera auxilio.

 

La Artillería del General Díaz contaba con 18 bocas entre las de fuego, de sitio, de batalla y de montaña, y se establecieron a menos de medio tiro de las trincheras que iban a atacar. Al observar detenidamente el escenario al que se dirigen sus hombres, el Gral. Díaz descubre que el enemigo ha cometido un grave error que él va a utilizar en su favor: la espalda de los defensores de las trincheras no está cubierta. La estrategia de Díaz en esa circunstancia consistió en ordenar que todo ataque sobre una trinchera tuviera un correlativo sobre la opuesta, de esa manera, todo el fuego que pasara por encima de una trinchera atacada, causaría heridas por la espalda a los defensores de la opuesta; realizando el ataque por la noche, haría pensar a los heridos por la espalda la presencia del enemigo atrás de ellos atacando por la retaguardia.

 

Muy cerca de la artillería, se colocaron las tres columnas encargadas del ataque falso, se aprovecharon los accidentes del terreno que lo protegería del fuego de respuesta del enemigo. Cada una de las otras columnas, tomó el lugar que le correspondía para iniciar su asalto, para que todos los movimientos se sincronizaran debidamente, el General Díaz mandó colocar un gran lienzo hecho con piezas de manta colgadas de un alambre tendido entre las torres de la iglesia del cerro de San Juan que colgaban hasta el suelo, dicho lienzo estaba empapado en resina el cual sería encendida cuando Díaz diera la orden. Los jefes de las columnas del asalto verdadero tenían conocimiento de que la luz del lienzo al ser encendido era la señal para iniciar el asalto.

 

Se había dado la orden desde la caída de la noche de que no se hiciera fuego alguno en ningún punto de la línea, la excepción era el caso en que el enemigo pretendiera salir. El silencio que envolvió la noche del 1° de Abril de 1867 impresionó al enemigo de los republicanos; ellos sabían que el General Leonardo Márquez estaba cerca, se encontraba tan sólo a doce leguas atrás de las fuerzas del General Díaz; esa noche Márquez durmió en la Hacienda de Guadalupe. Todo esto hizo pensar a los sitiados que los republicanos se retiraban y que se encontraban en plena evacuación de sus líneas.

 

Porfirio Díaz se colocó cerca de la Alameda Vieja desde donde podía observar con claridad las maniobras de algunas de las columnas del asalto verdadero y las de las tres encargadas del ataque falso. Sin embargo, Díaz no las tenía todas consigo. Todo estaba listo para el ataque pero el General en Jefe del gran asalto tenía escasez de municiones; el General Diego Álvarez, que estaba bien abastecido, le proporcionó parte de su parque, pero no era suficiente, el parque escaseaba en casi todas las columnas así que el General Díaz mandó recoger de la caballería colocada al sur y frente a los cerros, todas las municiones que tuvieran en sus cartucheras con el fin de abastecer mejor a las columnas de asalto, le vendió la idea a la caballería de que ellos contaban con lanzas y sables; ordenó al General Toro al mando de esta arma que no abandonara su puesto aun cuando la batalla en las calles de la ciudad fuera muy dura, debería permanecer en su puesto mientras no recibiera una orden contraria, tampoco debería intentar tomar parte en ella ya que Díaz tenía cierta información sobre un posible intento del enemigo de romper el sitio esa misma noche, cosa que había que impedir a toda costa, las órdenes siempre fueron conducentes en este sentido.

 

Las órdenes del General Díaz tenían en realidad otra intención. Quería dejar fuera del asalto al personal de caballería pues consideraba que entre ellos abundaban “personas de malas costumbres”  y temía que causaran graves desórdenes durante el asalto y después de éste. Cuando la caballería se enteró del asalto de la plaza, ésta ya había sido tomada.

 

Díaz, sabiendo que Márquez se aproximaba a Puebla, tenía que tomar una difícil decisión. Atacar a Márquez implicaba levantar el sitio y quedar con el enemigo en la retaguardia, esto podría desmoralizar a sus hombres empeorando la situación. Emprender la retirada hacia Oaxaca implicaba la destrucción de un gran número de elementos de guerra que con tanto trabajo había logrado reunir con la consecuente desbandada de gran parte de su gente. No quedaba otro camino viable con grandes posibilidades de éxito que arriesgarse en una empresa que si resultaba según lo esperado, le abriría las puertas de la Ciudad de México y pondría fin a la guerra. El General Díaz tenía opositores al plan entre sus hombres, como Juan José Baz quien insistía en que fueran todos a apoyar la toma de Querétaro dejando la toma de la Capital y la de Puebla para después.

 

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Asalto a puebla

2 de abril de 1867

 

 

A las 2.45 de la mañana del 2 de abril de 1867 los republicanos romperon fuego sobre las trincheras del Carmen, y cuando se agotaron las pocas municiones de artillería, inició el movimiento la primera columna del ataque falso. La marcha vigorosa de esta columna fue atenuada por el vivo fuego del enemigo en cuanto detectó su movimiento, la columna del falso ataque retrocedió con graves bajas en desorden a una distancia aproximada de cien metros pues no había obstáculos entre la columna de ataque y las trincheras del Carmen.

 

Inmediatamente el General Díaz ordenó el ataque de la segunda columna la cual logró llegar hasta la contraescarpa pero también fue rechazada, en seguida Díaz lanzó la tercera columna, ésta logró avanzar un poco más, llegó a la contraescarpa, intentó pasar el foso pero lo único que logró fue dejar algunos cadáveres en él pues también fue rechazada eficazmente por el enemigo.

 

En ese momento, ordenó el toque de clarín convenido para encender el lienzo preparado que colgaba entre las torres del cerro de San Juan, esta era la orden del asalto general a la vista de todos los combatientes republicanos.

 

El silencio absoluto que había prevalecido toda la noche entre las líneas republicanas fue roto intempestivamente por un fuego general en ambos lados de la batalla, la metralla se desató tanto en las columnas asaltantes como en las trincheras y en el canal de fuego dispuesto en azoteas de edificios altos y balcones por donde las columnas de asalto tenían que pasar antes de llegar a alguna trinchera.

 

Había un buen número de jefes y oficiales que no teniendo servicio asignado fueron agrupados en una legión de honor que Díaz armó en las horas previas a la batalla; la víspera del ataque fueron divididos en grupos de cinco hombres, todos armados con mosquetes cortos, el General Díaz ordenó a cada jefe de grupo que tomara posesión de las escaleras que habían pertenecido al servicio de alumbrado público y que se encontraban abandonadas en las zonas de la ciudad que los republicanos iban conquistando, las escaleras serían utilizadas para escalar los balcones, azoteas u horadaciones en los momentos en que las columnas realizaran sus ataques, provocando desorden en los edificio de las manzanas bajo acecho ya que sus defensores estarían preocupados por la defensa de sus respectivas trincheras.

 

La otra sección de dicha legión de honor, dispuesta en grupos de cuatro integrantes, le fue asignada la misión de vigilar las manzanas, una por grupo, por donde ya hubieran pasado las columnas de asalto, prestando un servicio de policía para evitar los desmanes propios de la tropa vencedora. La señal a la que estos grupos deberían responder era el mismo paso de las columnas. El intenso fuego de fusilería y el fuerte cañoneo en todo su vigor no duró más de diez minutos, a los quince minutos de  iniciado el asalto solo quedaban activas las defensas de las torres de catedral y las partes altas de San Agustín y el Carmen.

 

Mientras tanto, en el Carmen continuaba la lucha, las columnas rechazadas al principio volvieron a  la carga y lograron penetrar las filas enemigas exactamente en el mismo lugar donde habían sido rechazadas al principio del asalto. En la medida en que las tropas republicana iban penetrando las líneas enemigas, los prófugos de la ciudad se fueron refugiando en los cerros de Loreto y Guadalupe lo que aumentaba su fortificación. Desde los cerros, el fuego de artillería también de intensificó sobre todo sobre las calles por donde avanzaban los soldados de Díaz, y como ya había amanecido, la visibilidad era muy buena.

 

 

La buena disposición de las trincheras del enemigo al principio de cada calle permitía la buena posición de sus tiradores, que metían sus fusiles por horadaciones a ambos lados llegando hasta la esquina, lo que hacía que los asaltantes de las trincheras tuvieran que pasar por un canal de fuego que salía de las ventanas inferiores, balcones y azoteas aunado al fuego que provenía de las propias trincheras, llegando a ser tal canal de fuego hasta de cien metros de largo.

 

La calle de la Siempreviva, objetivo del comandante Carlos Pacheco, es un ejemplo de esta estrategia de defensa. Este comandante se distinguió por su arrojo, luchó con gran brío desde el inicio del asalto lanzando de las azoteas granadas de mano, tiros de fusil y granadas grandes pues solamente tenía que encenderlas y dejarlas caer.

 

A pesar de que un casco de granada hirió a Pacheco en la pantorrilla y de la pérdida de hombres que del asalto resultaba, avanzó hasta la trinchera; sus hombres arrojaron sacos de paja en los fosos y Pacheco logró cruzar, pero ahí fue herido en una mano. Siguió avanzando hasta la esquina de la plaza, y ahí, un tiro de metralla proveniente del atrio de Catedral le causó algunas bajas y a él le rompió el muslo izquierdo, uno de sus hombres lo ayudó a pasar por un lugar con fuego menos intenso y otra ráfaga de metralla lo alcanzó el brazo derecho, el soldado que lo conducía también fue alcanzado por el fuego enemigo. En esos momentos llegaban a la plaza las primeras columnas asaltantes, la que mandaba el Coronel Luis Mier y Terán y la que comandaba el Teniente Coronel Juan de la Luz Enríquez, atrás de ellos llegaron las demás columnas.

 

Algunas fuentes aseguran que el primero en llegar a la plaza fue el General Juan Crisóstomo Bonilla al mando de su columna; incluso existe una placa conmemorativa en la esquina del portal Iturbide y 3 Poniente. Juan C. Bonilla fue Gobernador de Puebla, por lo tanto existe la duda sobre la veracidad de lo escrito en esa placa.

 

Los tenientes Figueroa y Pou se batían con una fuerza replegada en el Portal del Cazador, estos tenientes eran protegidos en esta acción por el Teniente Coronel Enríquez, a pesar de ello, el Teniente Santiago Pou, de origen español, fue gravemente herido en esta acción, murió poco tiempo después.

 

Porfirio Díaz reconoció que el asalto del 2 de abril a la ciudad de Puebla fue una de las acciones más importantes de la que tomó parte durante la guerra de intervención francesa.

 

Este relato de la épica batalla del 2 de abril de 1867 termina con el parte oficial que el General Porfirio Díaz Mori dio al Ministerio de Guerra ese mismo día tomado de sus memorias:

 

Ejército Republicano.—Línea de Oriente.—General en Jefe.—C. Ministro de la Guerra '—Acabamos de tomar por asalto la plaza, el Carmen y demás puntos fortificados que el enemigo tenía en esta ciudad quitándole un numeroso tren de artillería y un depósito abundante de parque, Don Mariano Trujeque, Don Febronio Quijano y otros veinte Jefes y oficiales traidores fueron hechos prisioneros y fusilados con arreglo a la ley.

 

Una parte de la guarnición enemiga se ha refugiado en los Cerros de Guadalupe y Loreto, en espera del auxilio que trae Don Leonardo Márquez, y éste, según los informes de mis exploradores, pernoctó ayer en San Nicolás con una División de tres o cuatro mil hombres y diez y ocho piezas de artillería. Aun no puedo decir a usted las operaciones que me propongo ejecutar, paro sí me creo en aptitud de asegurarle, que los cerros sucumbirán y Márquez será batido si no regresa luego que sepa el revés que sufrieren sus cómplices.

 

En uno u otro caso, muy pronto estaré sobre el Valle para acudir en auxilio del Ejército del Norte o emprender sobre México, según mejor convenga. Sírvase usted poner lo expuesto en el conocimiento del C. Presidente de la República, asegurándote de nuevo las seguridades de mi respeto.

Independencia y República, Zaragoza. 2 de Abril de 1867.

 

—Porfirio Díaz.— C. Ministro de Guerra y Marina."

 

REFERENCIAS

Campos Pérez, Lara. (2015) La república personificada. La fiesta porfiriana del 2 de abril (1900-1911) Estudios de historia moderna y contemporánea de México. Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, Ciudad de México, México. Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.51 México ene./jun. 2016. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0185-26202016000100053&script=sci_arttext

Magallón Ibarra, Jorge Mario (2005). Proceso y ejecución VS. Fernando Maximiliano de Habsburgo (Primera edición). Instituto de Investigaciones Jurídicas: Universidad Nacional Autónoma de México. Consultado el 7 de abril de 2016.

 Vigil, José María (1884). Riva Palacio, Vicente, ed. México a través de los siglos. Tomo Quinto. La Reforma (Primera edición). Ballesca y Compañía Editores. Consultado el 7 de abril de 2016.

Leicht, Hugo (2010). Las calles de Puebla. Décima Impresión. Secretaría de Cultura. Gobierno del Estado de Puebla.

Hernández, Fortunato. (1909). Un Pueblo, Un Siglo, Un Hombre. (1810-1910) Ensayo Histórico. Escalante. México.

Biblioteca de Omega (1892). Memorias del General Porfirio Díaz. Universidad Autónoma de Nuevo León.

Tello Díaz, Carlos. (2015). Porfirio Díaz. Su vida y su Tiempo. La Guerra 1830 – 1867. Ed. Debate

 

 

 

 

[1] De acuerdo con la nomenclatura antigua tomada del libro “Las Calles de Puebla” de Hugo Leicht, existieron dos calles con el nombre de Aduana Vieja, la 2 Oriente y la 3 Oriente, por la descripción que hace Porfirio Díaz en sus memoria de las manzanas ocupadas por sus tropas llegando al barrio de la luz, probablemente se refiere a la 2 Oriente.

[2] Seguramente Porfirio Díaz se refiere al Mesón de los Varones que se localizaba frente a la plazuela de San Agustín. Había otro mesón que se llamaba “Mesón de los Santos Varones” en el Parral sobre la acera sur de la 7 poniente, era la casa número 17 de la Calle de la Libertad.

[3] Calle del baño de Carreto. Era el tramo de la calle 5 norte que comprendía el número 600, esto es al sur del convento de la Merced.

[4] En descripción de cada columna solamente aparecen once. Probablemente el total fue de catorce columnas y no de diecisiete.

[5] Hoy cinco de mayo a la altura de la 10 poniente

[6] 4 poniente a la altura de la 5 norte

[7] 2 Poniente y 5 Norte

[8] Entre 2 y 4 poniente y 7 y 5 norte

[9] Reforma y 5 Norte

[10] El Noviciado de San Agustín, 5 sur entre 5 y 7 poniente

[11] 5 Oriente a la altura de la 2 sur

[12] 7 Poniente y 3 sur