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28 Marzo 2024, Puebla, México.

¿Ya eres más hombre? Reto: Sé Más (o menos) Hombre, parte 2

Sociedad |#c874a5 | 2020-06-22 00:00:00

¿Ya eres más hombre? Reto: Sé Más (o menos) Hombre, parte 2

Juan Carlos Báez

Voces en los días del coronavirus

Juan Carlos Báes, escritor, estudiante de literatura

 

 

¿Ya eres más hombre? Reto: Sé Más (o menos) Hombre, parte 2

 

Día 8, Reto 8: Una de las cosas que más disfruto de la cuarentena –aunque diría que de siempre– es el quehacer. Habría varias razones para ello. La primera sería que, como dicta el lugar común en esta realidad pos-contemporánea, el quehacer te ayuda a evadir tus responsabilidades, deberes y pendientes, como lo son, para dar un ejemplo, el avanzar con tu tesis o bien corregir el montón de textos que no has corregido en más de tres meses. Cuánto más reluciente esté el piso mejor podrás ver el reflejo de tu autosabotaje y procrastinación.

Otra posible razón sería que en mi obsesión compulsiva siento mucho placer cuando levanto el polvo y la basura que se acumulan en el piso. No encuentro las palabras exactas para describirlo y que me dé a entender. Pero sí puedo decir que es para mí una de las actividades más placenteras junto con, quizá, el sacudir muebles.

Y, sin embargo, la de más peso es que durante el quehacer tengo uno de los momentos más imaginativos de la semana. Supongo que la monotonía de ello hace que mi mente se vaya a otros lugares para entretenerse, igual que, por ejemplo, viajar en transporte público: cada que lo hago divago mucho. Creo que también contribuye el hecho de que a la hora del quehacer puedo escuchar un programa de radio, una entrevista o un disco nuevo de principio a fin, sin la necesidad y, sobre todo, sin la posibilidad de cambiarlo: ya sea que mis manos estén mojadas o sucias, no agarro mi celular. Lo pongo en algún lugar donde no se moje o manche y continúo con mis labores.

 

 

Al iniciar la cuarentena asigné los días del quehacer. Serían domingo y lunes, días en los que tengo más tiempo libre. Un día previo a realizar este reto me encontraba lavando el trapeador cuando apareció, súbitamente, una abeja detrás de mí. Mi mamá me dijo que siempre viene: se aparece al mediodía, más o menos, y no está más de cinco minutos. A mí se me hace que bebe agua de la llave, me dijo, y luego se va. Sus predicciones resultaron ser ciertas. Mientras yo restregaba con ahínco las cerdas del trapeador contra el lavadero, se puso a mis espaldas, como diciéndome: “eh, we, hazte a un lado, bro, que necesito darme un refrescón”. Me moví y, efectivamente, se dirigió de inmediato al grifo. Estuvo ahí cuestión de un minuto. Le quise tomar foto a la primera pero se fue rápido. Al poco rato, sin embargo, volvió, como si el calor estuviera más fuerte de lo que esperaba y necesitara otra dosis de agua, y lo hizo así dos veces más. En una de esas le tomé una foto, aunque al final no me gustó el resultado pues no se ve muy bien la acción que está llevando a cabo.

 

 

Pensé que se debería disfrutar el quehacer. Disfruten barrer. O trapear. O sacudir. O lavar los trastes. Vean, como yo, en las aguas que se tornan negras tras remojar nuevamente el mechudo el ponto vinoso que atraviesa Ulises para llegar a Ítaca e imagínense ir con él. O vean en el polvo de su piso la tierra de los desiertos de Sonora por los que viajan Belano, Lima, Lupe y García Madero a bordo de un Impala en Los detectives salvajes. O, por qué no, piensen que al mover su cama y barrer debajo de ella entrarán a alguno de los círculos del infierno de los que habla Dante.

Qué sé yo.

 

*

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Día 9, Reto 9: Desde que vi el reto supe que no lo haría. No porque no quisiera sino porque no se me ocurre una persona a la que admire y pueda hacerle saber mi admiración.

Hay dos individuos que marcaron mi vida. Con uno de ellos no puedo contactarme debido a que carezco de su contacto directo y con el otro tampoco puedo porque es imposible: está muerto.

El primero de ellos es Fugazi, que si bien no cuenta como individuo –quizá su vocalista, Ian MacKaye, sí, pero perdería su chiste hablar de y/o con uno de cuatro– sino como banda, me resulta en un todo: una entidad y una idea. Ya en la prepa me identificaba con algunos ideales del punk, sobre todo en cuanto a autogestión refiere. La idea de hacer las cosas a pesar de las circunstancias me atraía sobremanera. El tiempo pasó y dicha admiración por el grupo se ha ido arraigando más y hoy día cobra más fuerza gracias al momento que atravesamos: nosotros, como sociedad, debemos crear lazos, hacer comunidad sin que terceros nos digan cómo hacerlo, de poderosos que nos permitan hacerlo. Fugazi me enseñó eso a lo largo de estos años. Un cuarteto de Washington D.C. que nació de la escena hardcore punk de su natal ciudad y que comulga con algunos ideales completamente ajenos al punk de su momento: no consumían drogas o alcohol pues consideraban que el punk podía ser más que esto y que dicho consumo se había vuelto un estigma; no vendían mercancía como playeras y stickers, sino que se abocaban meramente a la venta de discos; no cobraban, nunca, más de diez dólares la entrada a sus conciertos –existe la leyenda de que incluso rechazaron una oferta de los primeros Lollapalooza ya que en éstos se cobraba una entrada de quince dólares–; preferían shows en lugares inusuales, como gimnasios de escuela, con el fin de que el evento fuera para todas las edades; en acto contrario a muchas otras bandas, promovían la paz y tranquilidad en sus conciertos, que las personas no se pegaran entre sí; armaban ellos mismos sus tours; a través de su disquera, Dischord, distribuían independientemente sus discos –otra leyenda es que el agente de relaciones de Atlantic Records, Ahmet Ertegün, les ofreció “el mismo trato que hizo con Mick Jagger en los sesenta”: millones de dólares y el financiamiento de su disquera, oferta que rechazaron con un simple “no” ya que, según MacKaye, nunca aspiró a la fama ni a la fortuna y, en realidad, despreciaba a la industria musical–; y, bueno, un largo etcétera.

Fugazi, según leí en no sé qué lugar, es una idea. A lo que más bien yo diría: es un ideal. El ideal de cómo ejercer el arte y la música al margen de lo establecido. En ocasiones he llegado a pensar que arte y música son uno mismo pues son vida. Gracias a ellos sobrellevamos el tortuoso camino que frente a nosotros se abre. Pero también por ellos vivimos. No en un acto romántico, sino como un trabajo, como un ingreso. Ian MacKaye hizo redituable el proyecto sin la necesidad de entregar su trabajo a un tercero como lo es una disquera trasnacional. Hace poco leía las ideas que Bourdieu tiene en torno al escritor y al artista. A grandes rasgos, su análisis menciona que el artista está siempre supeditado a un tercero que valide su trabajo como arte y que al mismo tiempo funja de intermediario con el público, que aceptará y consumirá esa obra como arte. Ese tercero se entiende como curador, representante, editor o, en este caso, disquera trasnacional. Y al estar publicado por determinado agente cobra mayor peso la obra. Así, para muchos no es lo mismo publicar en Alfaguara como publicar en la editorial independiente que tus compañeros de salón fundaron recientemente, del mismo modo que lo sería publicar tu disco en Geffen, como el caso de Nirvana, como seguirlo haciendo en Sub Pop –con todo y que Sub Pop era la disquera independiente por excelencia a finales de los ochenta y principios de los noventa–.

No obstante, Fugazi rompe con la propuesta de Bourdieu. Nunca necesitaron de terceros para validar su trabajo como arte y menos para validarse frente a la sociedad. Ese ímpetu de hacer las cosas por tu cuenta, de encargarte de la logística de la banda, de grabar como puedas y donde puedas y con lo que puedas marcó a toda una generación. El mismo Cobain decía sentirse hondamente influido por Fugazi, portando incluso playeras apócrifas de la banda, así como los de Arcade Fire, quienes coverearon en algún momento de su vida “Waiting Room”. Con ellos presente en mi vida la idea de publicar en una editorial independiente de tus compañeros de clase o, mejor aún, de autopublicarte es más linda que buscar que alguien más que acepte tu trabajo y esfuerzo a regañadientes.

 

 

La segunda persona a la que admiro mucho es Roberto Bolaño. Me sucede algo muy parecido con Fugazi, con la excepción de que a él sí le hubiera gustado publicar en una editorial grande –más allá de que lo hizo con La literatura nazi en América–. Bolaño siempre trabajó en su literatura, a pesar de las circunstancias que en muchos casos se presentaron como azarosas. Se volcó a ese arte y sufrió las consecuencias, buenas y malas. Pero más allá de este, mucha de la ética que dijo pregonar cambió mi vida. Podría mencionar muchas cosas, pero hay una que tengo presente en mi día con día y que quizá por ella decidí realizar el reto: no importa quién seas, debes y puedes ser una buena persona. En la entrevista que le hace Cristian Warknen cuando volvió a Chile, la más famosa de todas quizá, dijo que los mejores artistas eran hombres buenos, con sentido común. Que Kafka era un hombre bueno –incluso Ricardo Piglia lo insinúa en Respiración artificial–, que a Perec le gustaba divertirse, que Enrique Lihn se portó como un gran amigo. Eso, entre otras cosas, desbanca la idea del artista romántico, que parece malo con el prójimo pero muy bueno en su arte, y que no importa lo que haya hecho de malo siempre habrá que adorarlo porque sólo a través de la maldad uno llega a concebir tremendas obras de arte. En este punto de mi mísera existencia me da mucha flojera imaginar todo el daño que se le causa a un tercero por no ser lo suficientemente inteligente emocionalmente como para hablarle con claridad. Aparte de que, sí, disculpen, mi sentido moral pesa más.

 

 

Con Fugazi no puedo contactarme porque viven a miles de kilómetros de distancia, con la amplia desventaja de que ellos hablan en inglés y yo en español; y con Bolaño menos puedo hacerlo porque está más lejos aún: está muerto. (Pensaría que podría hablar con su hijo y su exesposa, pero no me convence hacerlo.)

Aun así, les recomiendo todas las entrevistas y libros del segundo, así como el documental de los primeros con todo y sus discos. Aquí el link para ello: https://www.youtube.com/watch?v=DqfvlPZk0R0

 

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 Día 10, Reto 10: Últimamente he estado escuchando a Tino el Pingüino y me pone muy bien. Una de las cosas que más le admiro es que sea, según dicen, alguien que escribe mucho. Por ahí leí que tiene hasta un horario para escribir. Sea mi neurosis o algo más me agrada sentir que no soy el único idiota que hace lo mismo: procurar escribir mucho y en un horario. Aparte de eso, algunas de sus canciones me hacen bailar. Hay algunas de este disco, como “La vida se fue”, “Volví a quedar mal”, que escucho recurrentemente mientras me baño y, pues, en la regadera me emociono mucho. Además de eso tiene algunas de Tu antihéroe favorito y sus sencillos que siempre me ponen alegre.

 

 

Me hubiera gustado armar para este reto una lista con canciones de post-punk ruso, que ahora está muy de moda, pero como se me ocurrió hacer algunos proyectitos en conjunto con Iyyasú no pude. Les recomiendo, sin embargo, que oigan esta bandota que sale en todos los memes sobre post-punk ruso: https://www.youtube.com/watch?v=HR5zpFs7YpY

 

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Días 11 y 12, Retos 11 y 12: El reto de ayer no lo hice sino hasta hoy –porque así lo había agendado hacía dos meses– y el de hoy no lo haré sino hasta nuevo aviso –porque no se aprende a coser de la noche a la mañana y menos si sufres de temblores todo el maldito tiempo–.

Hace unos años caí en cuenta de que no he valorado la presencia de mi perrita en mi vida. No tengo la cuenta exacta de cuántos años lleva con nosotros, pero yo le calculo unos diez. La vimos desde cachorra y ha crecido y nos ha acompañado durante este tiempo, en el cual cambiamos dos veces de residencia y atravesamos un montón de cosas.

Tan pronto me di cuenta de que necesitaba otro cuidado y acercamiento de mi parte, empecé a darle sus paseos en la colonia, a bañarla con más frecuencia, a saber qué necesitaba y cómo podía dárselo, por decir algunas cosas. En esta cuarentena he procurado ser yo quien le pone su comida desde muy temprano ya que tengo el tiempo de hacerlo: a las siete de la mañana ya tiene su agua y sus croquetas, junto con su dosis diaria de jícama, pues le gusta y le ayuda a su digestión. Quién sabe qué pase en el siguiente semestre del año, pero al menos en estos días le he puesto la suficiente y necesaria atención para que los muchos o pocos años que le quedan de vida se la pase bien, tranquila y feliz con nosotros.

De las cosas que más me gusta hacerle son maldades. Luego llego y la arrastro o le pico el estómago o la pongo a bailar conmigo. Como respuesta casi siempre recibo una suerte de correteo a ella misma en círculos por la cochera de mi casa.

Dentro de este reconocimiento ha estado Iyyasú, quien me ayuda a bañarla. La última vez que lo hicimos fue hace dos meses. Y para no aplazar más la siguiente bañada la agendé para esta ocasión.

 

 

Respecto al doceavo reto, diré que quiero aprender a coser cosas pues creo que es práctico y necesario. El único problema está en que yo tiemblo mucho de las manos. Nunca he sabido si es por nervios o porque alguno de los múltiples medicamentos que tomé de niño para controlar el TDAH me lo causó. Siempre he tenido problemas, incluso para tocar la guitarra o el piano (llegué a pensar que quizá no debía dedicarme a la música por lo mismo). Encima de ello, cuando alguien me ve me pongo aún más nervioso y ya no sé si tiemblo de los nervios o por naturaleza o si debería cortarme las manos o pegarme un tiro.

Tendrá unos meses que me compré este parche de la marca de panes que más daño nos ha hecho como mexicanos. Y justo por ese daño y por su inminente contaminación a la cultura popular quiero ponerla en mi mochila, a modo de recordatorio. A pesar de que abiertamente comente lo difícil que me resulta usar mis manos, en unos días empezaré con mis lecciones de costura y estoy muy seguro de que mi mamá me ayudará sin ningún problema. 

 

 

 

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Día 13, Reto 13: Gracias a dios que este reto cayó en día de limpieza porque si no me habría vuelto loco con mis otras obsesiones. Debo decir que me tardé más de lo usual. Moví algunos muebles y barrí debajo de ellos. Y también barrí el piso para quitar todo el polvo. Tengo tiempo de querer sacar algunas playeras que ya no me gustan y en la escombrada me di cuenta de que también podía donar algunos gorros y guantes para el frío. Sé que ahora –no literalmente pues estamos en verano– le vendrían bien a algunas personas. Espero que cuando se pueda salir más tranquilo halle algún lugar donde reciban y regalen ropa.

De paso confieso que tiré algunos regalos que recibí de otras personas en algún momento de mi vida, sobre todo aquéllos con los que sentía la distancia temporal y emocional. Las cosas vienen y las cosas van. Así es la vida.

 

 

 

 

 

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Día 14, Reto 14: Planeaba hacer este reto con Iyyasú pero por diversas circunstancias no pudimos. Más o menos en lo que habíamos quedado era en que íbamos a ver una película, nos pondríamos mascarillas, comeríamos papitas y yo bebería un Dr. Pepper, del que soy fanático hasta la muerte. Pero, ya saben, en ocasiones las cosas no suceden según las planeamos. ¿Lo haremos pronto? Seguro. Tan pronto podamos lo haremos.

A pesar de no haber compartido con alguien este día de ‘relajamiento’, me senté a disfrutar de mis libros y acomodé algunos archivos en desorden dentro de mi computadora, sobre todo en cuanto a textos personales refiere. No pido nada más.