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19 Mayo 2024, Puebla, México.

México-Cuba, un bolero impertinente / José Prats Sariol

Cultura | Crónica | 28.MAY.2022

México-Cuba, un bolero impertinente / José Prats Sariol

Mundo Nuestro. José Prats Sariol es un reconocido escritor y crítico literario nacido en La Habana en 1946. Gran amigo del escritor José Lezama Lima, José Prats salió de Cuba en el año 2003, y sus primeros años de exilio los vivió en Puebla, donde trabajó como profesor en las universidades Ibero Puebla y UDLAP. Actualmente reside en Miami.

 

José Prats Oriol

La noche del pasado domingo volví a oír la acompasada voz de Barbarito Diez con la orquesta de Antonio María Romeu interpretando las dos estrofas del bolero “Ausencia”. Sin la música y la voz del cantante apenas quedan versos trillados. Así ocurre con las canciones queridas, las que forman parte de nuestra vida. Nunca separamos texto de música e intérprete, muchas veces de la situación y sitio donde la grabamos en nuestra memoria afectiva:

 

Ausencia quiere decir olvido,

decir tinieblas, decir jamás,

las aves pueden volver al nido

pero las almas que se han querido

cuando se alejan no vuelven más.

 

No te lo dice la luz que expira,

sombra es la ausencia, desolación,

si tantos sueños fueron mentira

por qué te quejas cuando suspira

tan hondamente mi corazón.

 

 

El recordado bolero Ausencia tiene una  historia impertinente, que incluye un escandaloso cambio en la letra original. Y otra recepción… No sólo la sentimental que inspiró el original: Una mujer que se aleja de un hombre enamorado, parte quizás alicorada de nuestro kitsch latinoamericano; sino la que en 2022 escuchamos los cubanos que formamos el destierro, entre nostalgias de lo que ya no existe.

Para componer “Ausencia” se supone que el talentoso y precoz flautista de Sagua la Grande Jaime Prats Estrada (1883-1946) --padre de Rodrigo Prats Llorens, otro gran músico— oyó recitar el poema “Nublos” o lo leyó en algún folletín, cuando andaba de gira por México al frente de la Compañía de Operetas de la cantante tabasqueña Esperanza Iris. Se ignora si el también violinista, contrabajista y pianista, fundador de una de las primeras jazz band latinoamericanas, conoció personalmente al escritor mexicano Fernando Celada, autor del poema. Tampoco si le pidió permiso para registrar el bolero.

 Se sabe que Jaime Prats decidió volver a Sagua la Grande en 1902, y fue designado director de la Banda Municipal de Música. Tras una breve estancia en La Habana, se trasladó para Santa Clara. Allí lo eligieron director de la Academia de Música, la que incorporó al prestigioso Conservatorio Peyrellade de La Habana. Más tarde sería contratado por la célebre compañía de Esperanza Iris, junto a José Mauri Esteve. Los historiadores de la música cubana apuntan que desde entonces se dedicó al teatro, y con varias compañías recorrió América Central y México, hasta que en 1917 regresó a La Habana y allí funda, en 1922 la Cuban Jazz Band. Trabajó como director y compositor de la Compañía de Teatro Bufo de Arquímedes Pous, con la que viajó a Nueva York. Fue profesor de Historia de la Música del Conservatorio Iranzo, y de Armonía y Composición del Conservatorio de Ramona Sicardó. Se reconoce que  aunque compuso varios danzones y tuvo su propia orquesta, su obra inmortal es “Ausencia” cantado por infinidad de intérpretes.

A veces se confunde al padre con el hijo, sobre todo para otorgar la paternidad del famoso bolero y porque se ha extendido la mala costumbre de ignorar el apellido materno… Hijo de Jaime fue nada menos que Rodrigo Prats Llorens (1909-1980), reconocido compositor y director de orquesta, también natural de Sagua la Grande, ciudad casi portuaria –Isabela de Sagua es su cercano puerto-- del centro de Cuba; muy fértil en músicos y en artistas e intelectuales, como los sagüeros Wilfredo Lam y Jorge Mañach.

Si Jaime es recordado por  “Ausencia”, de Rodrigo no se olvida la criolla-bolero “Una rosa de Francia”; tampoco su zarzuela María Belén Chacón y la que más justa fama le ha otorgado: Amalia Batista. O las “Estampas de Cuba”, con arreglos instrumentales de Ignacio Cervantes, José White y Ernesto Lecuona, y de canciones de Eduardo Sánchez de Fuentes, Gonzalo Roig, Jorge Anckermann, Eliseo Grenet y Moisés Simons.. Por  Cierto, su “Misa Cubana”, compuesta originalmente para la boda de su hijo, fue cantada en la celebración litúrgica que tuvo lugar en La Habana en 1998, durante la visita de Juan Pablo II a Cuba.

Los versos de “Nublos”, el poema de Fernando Celada que le sirvió de inspiración a Jaime Prats para musicalizarlos, dicen:

Ausencia quiere decir olvido,
decir tinieblas, decir jamás.
Las aves pueden volver al nido,
pero las almas que se han querido,
cuando se alejan no vuelven más.
       ¿No te lo dice la luz que expira?
¡Sombra es la ausencia, desolación!
Si tantos sueños fueron mentira,
¿por qué se queja cuando suspira
tan hondamente mi corazón?
       ¡Nuestro destino fue despiadado!
La ausencia quiere decir nublado.
¡No hay peor infierno que haberse amado
para ya nunca volverse a ver!
       ¡Qué lejos se hallan tu alma y la mía!
La ausencia quiere decir capuz;
la ausencia es noche, noche sombría.
¿En qué ofendimos al cielo un día
que así nos niega su tibia luz?
       Nuestras dos almas, paloma y nido,
calor y arrullo, no vuelven más
a la ventana del bien perdido.
¡La ausencia quiere decir olvido,
decir tinieblas… Decir jamás!

Tiene razón Luis Miguel Aguilar en Poesía popular mexicana  (Ed. Cal y arena, México, 1999) cuando observa que al xochimilca Fernando Celada (1872-1929) “se le ha hecho una injusticia: tanto en las viejas como en las más recientes  grabaciones de música cubana,  no se le da crédito como autor del poema de donde está tomada la canción “Ausencia” (“Ausencia quiere decir olvido”, como dice el primer verso de “Nublos” de Celada), que popularizó por toda América la gran cantante y compositora cubana María Teresa Vera. Se otorga todo el crédito a otro gran compositor cubano, Jaime Prats, quien sólo es autor de la música”.

Pero hay otra injusticia francamente escandalosa. Muy cerca de la discriminación a la mujer. Fue la que cambió una de las preguntas del poema original, y al cambiarla alteró completamente el significado. El verso en el poema de Celada pregunta: “¿por qué se queja cuando suspira” y termina en el siguiente verso: “tan hondamente mi corazón?” Sin embargo, la letra del bolero dice: “por qué te quejas cuando suspira / tan hondamente mi corazón.” Parece un cambio insignificante, pero es decisivo. El “se” ha pasado a ser un “te”, y el verbo ha cambiado de persona, de “queja” a “quejas”. Ya no es al corazón sino a ella a quien se le pregunta, a quien se le reprocha por decidir ausentarse, irse, abandonar al amante… El cambio es un evidente desplazamiento de culpa hacia la mujer. Huele a machismo.

Antes del párrafo final --donde enuncio una lectura desplazada-- vale rumiar unos renglones sobre lo cursi-picúo en poemas del empalagoso neorromaticismo populista de habla hispana, donde entraría Fernando Celada con su “Nublos”. En Cuba la relación la encabezaron Hilarión Cabrisas con “La lágrima infinita” y José Ángel Buesa –poeta de sentimentaloides y declamadores--  quien en 1938 recibiera el Premio Nacional de Literatura, promiscua –muy promiscua-- premiación que se mantiene hasta hoy; autor de “Poema de la culpa”, “Carta a usted”, “Poema del renunciamiento”… Este último con el verso “Pasarás por mi vida sin saber que pasaste”, que carga una documentada acusación de plagio  y demasiados lugares comunes, convencionalismos donde la expresividad ni siquiera saluda de lejos. 

¿Por qué rechazo esos poemas y me deleita escuchar boleros cuyas letras pertenecen casi todas al neorromanticismo? Enfatizo una hipótesis, que comparto para analizar sin demasiados prejuicios. Es la obvia: la música logra transformar la impresión artística, sin ella el texto puede resultar hasta desvaído, cursi, anodino, picúo… Aunque parezca una verdad de Perogrullo, a veces se olvida que no es lo mismo la letra de un poema que la de una canción, ser poeta que ser compositor. Los autores de la llamada Nueva Trova experimentan esta diferencia. Aunque algún crítico quiso vender a Silvio Rodríguez como poeta, las evidencias de “La era está pariendo un corazón” fueron concluyentes: No sólo nunca fue poeta, ni siquiera de compositor tuvo buen gusto. Como muchísimos raperos y reguetoneros, la mayoría de las letras de sus canciones ni con sangre entran. Contrastan, por ejemplo, con las grandes canciones del Feeling, las de Cesar Portillo de la Luz (“Contigo en la distancia”) y José Antonio Méndez (“La gloria eres tú”). Contrastan con las del otro representante emblemático de la Nueva Trova, Pablo Milanés, autor de ”Yolanda”.

 

 

 

Vuelvo a la aventura anímica de escuchar “Ausencia”. Porque el bolero tiene hoy otra lectura para los cubanos del exilio, para nosotros los desterrados. Una lectura impertinente… Es que puede recrearse como si fuera Cuba la que se ha ausentado. Y oyéndolo podemos objetar fraternal y agradecidamente a Fernando Celada, Jaime Prats y Barbarito Diez. Decirles y decirnos que ausencia no sólo quiere decir olvido.

 

Aventura, marzo y 2022