Revista Elementos | 2020-01-17 00:00:00
Las mujeres y el cine del movimiento estudiantil de 1968 en México/Revista Elementos
Revista Elementos. Eli Bartra forma parte del Departamento de Política y Cultura en la UAM-Xochimilco
Las mujeres y el cine del movimiento estudiantil de 1968 en México
Eli Bartra
Las ausencias, como los silencios, a veces son tan elocuentes como las presencias o las palabras. En esta conmemoración de los 50 años de los movimientos del 68 sigue siendo preciso colocarse bien los lentes y buscar a las mujeres porque es difícil verlas. A veces las encontramos y a veces no. ¿Qué nos dicen las ausencias?
Las mujeres, en general, no realizaron cine durante el movimiento estudiantil, son las grandes ausentes de los documentales filmados sobre el movimiento del 68 en México en ese año y los inmediatamente posteriores. ¿Por qué si ahí estaban en la escuela de cine?
Una hipótesis posible es que a las mujeres los conflictos sociales violentos, las conflagraciones, no les interesan. Las fotógrafas de guerra que existen, por ejemplo, tienden a hacer tomas de lo periférico de la lucha armada y menos de la confrontación directa.
A la cineasta mexicana Marcela Fernández Violante se la menciona en algunos textos diciendo que en 1968, siendo estudiante de cine en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), colaboró en la filmación del documental El grito9 (CUEC, 8 horas de filmación, 16 mm) dirigida por Leobardo López Aretche sobre el movimiento estudiantil en la Ciudad de México y la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
La presencia femenina en la hechura de este documental se encuentra fundamentalmente en el guion de la periodista italiana Oriana Fallaci, quien fue testigo presencial e incluso resultó herida durante la matanza. Al parecer, la participación de la que después fue una realizadora exitosa, Marcela Fernández, cuando se filmaba El grito se limitó a prestar su automóvil Valiant para trasladarse a filmar e incluso se dice que con una cámara escondida en el maletero se filmaron en 16 mm escenas en la universidad tomada por el ejército.1 Lo curioso es que Fernández Violante, justo antes de que iniciara el movimiento, estaba planeando hacer un largometraje en 35 mm en la escuela de cine. O sea, estaba lista para lanzarse a hacer cine y, sin embargo, no filmó nada durante el movimiento.2 Su primer documental fue el corto Frida Kahlo, relativamente poco después en 1971, cuando la pintora aún no había obtenido el reconocimiento que tiene hoy en día. También se supone que fue instrumental en salvar el material de El grito que estaba escondido en la Facultad de Filosofía en la UNAM. En una entrevista ella dice que lo sacó de la ciudad, sin embargo, más adelante afirma que se buscó el material y que lo encontró Guillermo Díaz Palafox. O sea, ella lo escondió, pero otra persona lo encontró. Me parece muy raro.3
El hecho de que ninguno de los documentales y casi ninguna de las ficciones sobre el 68 haya sido realizado por una mujer es, en sí mismo, significativo. Las mujeres participaron como activistas, fueron dirigentes incluso, pero no filmaron y no es una temática que hayan llevado al cine inmediatamente después. De los 200 integrantes del Consejo Nacional de Huelga (CNH) solo había 15 mujeres,4 ahí estaban Roberta “La Tita” Avendaño e Ignacia Rodríguez. Sin embargo, poco a poco van apareciendo. Tenemos el caso de Herlinda Sánchez Laurel, una artista visual que estudiaba en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, quien habló de las mujeres de esa escuela y de su participación en el movimiento con imágenes.5
En la literatura sobre el tema se hace referencia a que las mujeres integraron las brigadas de volanteo (repartir panfletos), boteo (pedir dinero en la calle) y en las brigadas de aseo y preparación de alimentos. ¡Qué raro!
La reconocida escritora Elena Poniatowska tiene el libro La noche de Tlatelolco (1971) que ha sido duramente criticado, y también ella, por parte de uno de los dirigentes del movimiento y miembro del CNH, Luis González de Alba. Lo significativo es que al ser la única mujer que publicó testimonios importantes de los participantes en 1971 sea descalificada porque ella nunca participó en nada. Lo considero un manifiesto de misoginia flagrante.
También es significativo que una de las pocas integrantes del CNH, La Tita, sea caracterizada también por González de Alba como “una verdadera matriarca” (González, 2016, p. 49). ¿En qué consistía su matriarcado, si se puede saber? Seguramente el calificativo es porque se trataba de una mujer fuerte, “aguerrida y mal hablada como pocas”;6 se dice que tomaba el micrófono y hablaba en público.
A título de ejemplo, entre 1975 y 1996 en España las mujeres solo dirigieron documentales en un 8 % y drama en un 63 %. A partir de 1997 y hasta el 2010 se dispara a un 33 % la realización de documentales, y el drama baja a 41 %.7 ¿Qué significa esto? Para México no cuento con esos mismos datos, pero tenemos que las mujeres dirigieron 8 películas en 2007 y 25 en 2014 de un total de 130, o sea, el 32.5 %.
El primer documental sobre el 68 fue Únete pueblo, de Óscar Menéndez (1968, 20 min), pero en la realización no hay ni una mujer.
Sin embargo, el director Óscar Menéndez dijo que la gran película sobre el 2 de octubre del 68 la tiene el gobierno. Servando González Hernández filmó ocho horas de la matanza junto con un equipo profesional, ocho cámaras de 35 mm, con Alex Phillips hijo, Armando Carrillo, Ángel Bilbatúa y otros.8 No se menciona a ninguna mujer. Al parecer, no se sabe dónde está lo filmado.
La película de ficción que se ha considerado la más importante sobre el 68 es Rojo amanecer (1989), dirigida por Jorge Fons. Guion de Xavier Robles y Guadalupe Ortega Vargas. El personaje más cautivador de esta película es, sin duda, una mujer: la madre (María Rojo); sin ser el central es el más significativo, el de más peso y claro que esto resulta en sintonía con el rol fundamental de las mujeres en nuestra sociedad: ser madres.
Ahora bien, me voy a detener en ¿Y si platicamos de agosto?, la ópera prima de Maryse Sistach, con guion de ella misma y edición de José Buil y la propia realizadora, con fotografía de Juan López; José Buil, asistente de dirección; Maggie Rincón Gallardo, producción (1980, 16 mm, 35 min).
Se trata de una discreta, sobria y sensible crónica intimista, bastante naïve y hermosa, con un ritmo agradable, sobre la vida cotidiana de unos adolescentes que despiertan al sexo y a la política. Es sin duda una película histórica pues la acción se desarrolla en el contexto del movimiento de desobediencia civil de 1968 en la Ciudad de México. En ese año una joven se va a vivir a la ciudad de México a casa de unos parientes de clase media mientras estudia la licenciatura. En eso estalla el movimiento estudiantil y se vuelve activista. El primo más joven, en cuya casa va a vivir, se enamora de ella y al mismo tiempo que descubre el amor, toma conciencia de la situación política del país.
Abre la película con una clase de música a adolescentes de secundaria. Inmediatamente se pasa a ver a la familia del joven, conservadora y totalmente patriarcal, se escuchan los noticieros sobre el movimiento en la radio como fondo. Muy pronto se ve la interacción entre dos mujeres estudiantes activistas. En eso cierran la escuela de él porque los revoltosos de la Prepa 9 van a ir; se muestra así el pánico de cierta gente hacia el estudiantado en lucha. Aparecen pintas en los muros, “Fuera: Cueto” (el Jefe policiaco). A lo largo de la película se muestran discusiones entre personas a favor y en contra del movimiento. A modo de leitmotif que politiza la película, se escucha constantemente la radio o la televisión dando noticias sobre el movimiento. Esa es fundamentalmente su presencia, parece que se toca como de soslayo y, sin embargo, es el centro de la película. El jovencito reprueba una materia de química y ella, la prima, lo ayuda a estudiar. Ella lleva la voz cantante en todo, ella sabe más, ella lo abraza primero, ella es la que está involucrada en el movimiento, la que baila.
El “pueblo” aparece en la voz de un obrero que habla a favor del movimiento y, sobre todo, en contra del gobierno. Resulta una solución acertada esta secuencia pues se trata de una puesta en escena, a modo de broma, de una discusión callejera a favor y en contra del movimiento.
La escena de amor es bella, suave, velada, como acostumbra hacer Sistach con escenas escabrosas, por ejemplo, con una violación en otra de sus películas, la multipremiada Perfume de violetas. Aquí en ¿Y si platicamos de agosto? la cámara está inmóvil afuera de una ventana con las cortinas semitransparentes que han sido corridas por ella ya desnuda y se mueven suavemente por el viento.
No queda duda, las mujeres son la voz cantante, estudian, son activistas, las detienen, bailan, toman iniciativas con relación a todo. Queda claramente subrayado un papel activo de las mujeres en el movimiento. Lo cual añade algo nuevo a la historia escrita pues, en ella, los varones son casi los únicos protagonistas del movimiento, son la acción y la voz. Un letrero sobre la manifestación del 27 de agosto marca el punto culminante del movimiento, el pico más alto; no aparece ya ni la toma de Ciudad Universitaria el 18 de septiembre por parte del ejército, ni la matanza del 2 de octubre, o sea, las derrotas, la catástrofe, las muertes. Termina la película el 1º de septiembre con el 4º informe de gobierno. Y ella se va, sigue su camino...
En esta ópera prima ya se aprecia el potencial de una realizadora de primer orden con su fina y sutil visión feminista del mundo.
Evidentemente que las ausencias de las mujeres en el cine mexicano hablan de la discriminación abierta y velada hacia ellas. Historias sobran para documentarla. Las mujeres no tomaron la cámara y salieron a filmar el movimiento estudiantil en 68 porque no pudieron en virtud de los complicados mecanismos del machismo en las calles, en las casas y en las cabezas de todos y todas.
Otra versión insoslayable sobre el cine y el movimiento estudiantil iniciado en el 68, en donde las mujeres tienen una participación importante es Roma, de Alfonso Cuarón (2018). En esta película se narra la historia de Cleo, la trabajadora del hogar del director en su infancia en la colonia Roma del entonces D.F., que reúne nostalgia, amor y preocupación política por los remanentes del 68, en particular el funesto episodio de los Halcones de Luis Echeverría en 1971.
Roma obtuvo una buena recepción de la crítica especializada y los principales premios internacionales: cuatro BAFTAS, dos Globos de Oro y tres Óscar, lo que supuso la reafirmación del cine mexicano y el lanzamiento espectacular de la actriz mixteca Yalitza Aparicio.
Merece esta película, sin embargo, comentarios en profundidad desde otros ángulos, en otro momento.
N O T A S
1 Elsa Muñiz, p. 421.
2 Olga Rodríguez Cruz, 2000, p. 17.
3 Idem p. 21.
4 Elia Baltazar “Las mujeres del 68”.
5 Susana Cato, Proceso, pp.61-64.
6 Ibidem.
7 Zecchi, 2014, p. 246.
8 “Modifica el 68...” Molina Ramírez. “Ignoro dónde está lo que filmé...”
9 Material de El grito realizado por: Juan Mora Catlett y Ramón Rupart.
R E F E R E N C I A S
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