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26 Abril 2024, Puebla, México.

Mujeres trabajando para la comunidad: Una iniciativa de seguridad en un barrio de la Ciudad de México

Sociedad /Sociedad civil organizada | Crónica | 23.MAY.2021

Mujeres trabajando para la comunidad: Una iniciativa de seguridad en un barrio de la Ciudad de México

 

 Gabriela, Diana, Georgina y Rebeca* viven en la calle Sierra Santa Rosa del barrio antes conocido como San Isidro, que es el eje que cruza de oriente a poniente, en sus cerca de veinte cuadras, toda la colonia que hoy lleva el nombre de Reforma Social, en la alcaldía Miguel Hidalgo de la Ciudad de México.

 

Originalmente era una barranca, resultado de la explotación de una mina de arena a principios del siglo anterior. Más tarde, con asentamientos irregulares, se formó una “ciudad perdida” de pepenadores de basura y gente sin recursos económicos. Con el crecimiento acelerado de la ciudad, el barrio de San Isidro quedó rodeado por el Colegio Militar, instalaciones que forman parte del Campo Militar número 1, el anillo periférico junto con la exclusiva zona de Polanco, la colonia Tecamachalco que ya es parte del Estado de México y la Avenida de las Palmas que delimita, en esa parte, la antaño exclusiva zona residencial de las Lomas de Chapultepec.

El barrio de San Isidro, que en sus orígenes era una zona marginal, fue literalmente absorbida, como todas las “ciudades perdidas” que había en la metrópoli, por el crecimiento urbano acelerado de la capital y área conurbada. Aun así, en los años cincuenta y sesenta del siglo anterior, la zona era conocida porque ahí habitaban dos de las “bandas” de delincuentes más famosas y temidas de la capital. Unos años más tarde, el cambio generacional, el cambio de nombre a Colonia Reforma Social y el incremento en su urbanización, acabó con las leyendas urbanas y otras historias del lugar, para quedar como una colonia de clase media a media baja, pero colindando con dos de las zonas de más alto nivel adquisitivo de la ciudad y también colindando con el Campo Militar número 1.

La primera cuadra de la calle de Santa Rosa, que es donde viven quienes nos cuentan su relato, estaba frecuentada durante el día por unos muchachos que cobraban por “apartar el lugar y cuidar los autos” y ofrecían el servicio de lavar los autos si así lo solicitan sus asiduos clientes. Es decir, Gabriela, Diana, Georgina y Rebeca se encontraron, al llegar a vivir ahí, que unos jóvenes “vendían la calle” para que oficinistas estacionen sus autos, debido a que existen muchas oficinas en las cercanías donde hay “parquímetros” en las calles o estacionamientos caros y escasos.

Durante el pasado año 2020 se dieron dos circunstancias que modificaron la aparente calma que había en la zona. La primera fue que comenzaron los robos de autopartes junto con algunos robos a casa habitación y el detonante que sembró el pánico fue, en junio de ese mismo año, el atentado al titular de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, que ocurrió a sólo diez cuadras de distancia. La segunda circunstancia fue que, con la pandemia del coronavirus, los oficinistas dejaron de acudir a la calle y los muchachos se quedaron sin el negocio de cuidar y lavar los autos, que era su única fuente de ingresos.

Fue entonces cuando Gabriela, Diana, Georgina y Rebeca, tomaron la iniciativa, convocaron a los vecinos de la cuadra, resultando ser mujeres las que en su mayoría acudieron, para analizar la situación y buscar algunas alternativas. Organizaron un Comité de Vigilancia encabezado por cuatro de las vecinas. Ese Comité de Vigilancia, con la anuencia de casi todos los vecinos de la cuadra, organizó cuotas mensuales para cubrir los gastos de las diferentes iniciativas, llevando un control detallado de los cobros y gastos, los que se reportan regularmente. Se aprovechó que otra de las vecinas era concejal en la Alcaldía y puso en contacto al Comité de Vigilancia con las personas encargadas de seguridad y policía en la demarcación. Con ello se obtuvieron los números de emergencia directos para denunciar asaltos y que las patrullas que estuvieran en la zona acudieran de inmediato, pero hacía falta quien estuviera al pendiente de la calle y pudiera llamar a la policía. Así, se les propuso a los muchachos que cuidaban los autos en la calle que se convirtieran en “vigilantes” de la calle. Se les dio una capacitación básica, se les dotó de uniformes, silbatos, lámparas y equipo de comunicación; se reparó la caseta que está al inicio de la cuadra y se instaló una segunda caseta al final de la cuadra. Se les explicó a los muchachos, reiterada y enfáticamente, que no eran guardias ni policías, y que por ningún motivo deberían exponer su vida en algún incidente; que su labor era de vigilantes y que, precisamente, esa labor bien ejecutada era lo que le daba valor para los vecinos. Se organizaron turnos de vigilancia para que se “escalonaran” los tres muchachos, se instaló una línea telefónica con Internet en una de las casetas para complementar las funciones de sus otros equipos de comunicación. También formaron un grupo de WhatsApp con los vecinos para estar en contacto permanentemente y al momento. Finalmente, con el apoyo de la Alcaldía se instalaron algunas luminarias y cámaras de vigilancia conectadas al C5 (Centro de Atención a Emergencias y Protección Ciudadana de la Ciudad de México que opera el programa “Ciudad Segura” a través de las cámaras de video vigilancia, que permite una mejorar la reacción de las autoridades ante emergencias, situaciones de crisis y comisión de ilícitos) y se tiene contacto directo con la comandancia de policía de la zona para que efectúen diariamente “rondines” de vigilancia en la calle.

Desde que estas mujeres organizaron la vigilancia en la calle Sierra Santa Rosa sólo ha habido incidentes menores, pero ya no ha habido robos. Los muchachos que efectúan las labores de vigilancia lograron así superar la falta de ingresos derivada de la pandemia y trabajan entusiastas y agradecidos con esta nueva función en la calle. Los vecinos se sienten más seguros y han seguido apoyando puntalmente al Comité de Vigilancia que está diariamente atento a los diferentes aspectos de la vigilancia, conformado por mujeres inteligentes y luchonas, que trabajan, además de ser madres de familia. Este es un ejemplo de cómo se pueden solucionar problemas que, si bien les corresponden a instancias de gobierno, los ciudadanos organizados pueden resolver trabajando en conjunto, de manera inteligente, organizada y práctica. Para reflexionar.

 

Nota: *Los nombres de las protagonistas fueron cambiados para proteger sus identidades.