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26 Abril 2024, Puebla, México.

Escalando el Popocatépetl, guardián del Anáhuac. CAIMO 1969-1973 / Óscar Hernández López

Cultura /Sociedad | Crónica | 30.MAY.2023

Escalando el Popocatépetl, guardián del Anáhuac. CAIMO 1969-1973 / Óscar Hernández López

Memoria del Club Alpino del Instituto Militarizado Oriente

 

 

Es marzo de 1969, estoy en tercero de secundaria. Hace menos de dos meses que el CAIMO (Club Alpino de Instituto Militarizado Oriente) ha resurgido iniciando una nueva época, ahora bajo la asesoría y dirección del Padre Jaime Arias. El montañismo en el Colegio ha sido algo tradicional desde los años cincuenta, a mediados de los sesenta surgió el nombre de CAIMO cuando el Sr. Echevarría S.J. tomó la iniciativa de formalizar un club alpino. Ahora vamos al Popo, estamos muy ilusionados desde que se anunció esta excursión, no cesamos de admirar el imponente cono nevado cada vez que tenemos la oportunidad cuando estamos formados o jugamos en el patio y en las canchas del colegio, también durante los ejercicios militares; incluso, algunos hemos llegado a pensar que los arrestos nos ayudan a mejorar la condición física necesaria en la alta montaña.

 

El primer Cinco Mil

 

Este es mi tercer intento de subir un volcán de más de cinco mil metros de altura, está fresca en mi memoria la tragedia del año pasado, aquel 5 de febrero en que murieron en el Iztaccíhuatl 11 alumnos del Instituto de Ciencias de Guadalajara, recuerdo que dos semanas antes, el 21 de enero intenté alcanzar esa cumbre, fui invitado por el Padre Arias. Recibí mi equipo, crampones y piolet en el transporte de camino a la Joya, lugar en donde inicia la caminata de ascenso; dormimos en el Iglú, un albergue de los que construyó el Grupo de los Cien en varias elevaciones de México, al día siguiente continuamos la marcha a la cima. Al llegar a las Rodillas de la Mujer Dormida, me quise poner los crampones, pero no tenía con qué amarrarlos, jamás me percaté de que había recibido solamente los fierros, sin cintas ni cordón alguno. Ni modo, hasta ahí llegué. Un año después, el 25 de enero acompañando al Padre Malpica intenté mi primer Popo, tampoco tuve éxito.

 

 

La tercera tiene que ser la vencida, en esta ocasión sí tengo que llegar a la cumbre. Somos casi puros novatos, solamente el Padre Arias y su amigo el Charro Gutiérrez Medina tienen experiencia en alta montaña, para todos los demás será la primera vez que caminaremos sobre nieve, de secundaria vamos el Güero Alejandro Gómez Calderón, mi hermano el Fóforo, Shields Escoto, Carlos Tapia y yo, de prepa nos acompañan Rubén González de la Llave y Sergio Araiza, para ellos también es su primer cinco mil. La caminata inicia a las cuatro de la mañana, sudando y medio agotados llegamos a Las Cruces a las siete y media, ahí nos ponemos los crampones y no paramos hasta alcanzar el cráter. ¡Por fin una cumbre de alta montaña!

 

 

Madurez

 

Han pasado dos años, el CAIMO ha madurado y yo también. Otras excursiones me han permitido descubrir los misterios de la montaña, ese imán que atrae como una feromona femenina a la que no puedes renunciar aunque conoces muy bien los riesgos que corres.

 

 

Cada vez buscamos nuevos retos, queremos enfrentar los desafíos que ofrecen las rutas desconocidas y pretendemos mejorar los tiempos de recorrido; también queremos instruir a nuevos amantes del alpinismo en las técnicas de escalada.

 

 

Aprovechamos el puente de Todos Santos para una excursión que ofrezca oportunidades diversas de acercamiento y ascensión al gran señor del Anáhuac, planeamos un campamento para más de ciento cuarenta personas, vienen con nosotros nuestras hermanas, primas, amigos de otros colegios, exalumnos, y hasta algunos de nuestros padres y madres, así de nutrida es la convivencias en las faldas del Popo a un lado del albergue de Tlamacas.

 

 

La tarde se ameniza con canciones alrededor de la fogata, café, bombones asados y otros nutrientes ricos en calorías. Hemos organizado diversos grupos para ascender, me toca subir con los expertos por la ruta del Ventorrillo, dos días después soy el guía de un equipo de novatos por la ruta de las cruces, entre ellos van dos de mis hermanas.

 

 

Lucy in the Sky With Diamonds

 

 

La fiebre del alpinismo nos ha calado hondo, además de las excursiones oficiales del CAIMO hacemos excursiones extraordinarias, estamos de vacaciones, hoy se conmemora la muerte de Juárez. Ayer, luego de una caminata de poco más de tres horas llegamos al Teopizcalco, el albergue ubicado en la base del Ventorrillo; hoy vamos a la enorme grieta de la cara norte del Popo, en la radio se escucha en cadena nacional el homenaje luctuoso al Benemérito de las Américas por el centenario de su deceso. Con mucha precaución entramos en el enorme agujero por su lado inferior y nos acercamos a una de las paredes de hielo, Carlos Tapia coloca las primeras clavijas, se va creando una pequeña ruta de escalada aunque no tenemos experiencia en esta modalidad, tenemos que movernos con mucho cuidado.

 

 

Es mi turno, la ceremonia luctuosa ha terminado, alguien sintoniza Radio Éxitos, es la hora de los Beatles, la emisión del medio día, suenan los primeros acordes de Lucy in the Sky With Diamonds, levanto la cara para engancharme en la siguiente clavija y veo destellos en la bóveda de hielo, lo que mis ojos miran son “luces en el cielo con diamantes”.

 

Imprudencia

 

El Popocatépetl es un poderoso y noble caballero al que hay que tenerle gran cariño pero también respeto, a veces quiere compañía, lo sabemos porque nos ofrece días despejados, viento en calma y nieve ideal para caminar en ella, pero otras veces quiere estar solo, es como un anciano sabio que necesita aislarse por unos días, se cubre con una sábana de nubes y se rodea de truenos y tormentas. Desafiarlo es peligroso porque el montañista arriesga la vida, sobre todo cuando la imprudencia se confunde con la audacia, como aquella vez en la que mi hermano Mariano, médico militar de la brigada de paracaidistas acabó en el hospital. El batallón al que estaba adscrito salió de maniobras de montaña, tomaron la ruta de las cruces.

 

 

Mariano tuvo una cirugía y salió rumbo al volcán más tarde, cuando llegó a Tlamacas, los soldados de su unidad iban llegando a Las Cruces, se le ocurrió subir por el Ventorrillo, solo. Por aligerar la carga dejó el piolet y nada más cargó con su cámara fotográfica y una cámara de cine super 8; llegó al cráter, había una fuerte ventisca por lo que los soldados decidieron regresar a Tlamacas. Mariano, en un momento de buena visibilidad se percató del descenso del batallón, por lo que decidió darles alcance cortando camino yendo directo del labio superior del cráter a las Cruces, en una parte muy empinada de la cara nororiental se agachó a corregir el amarre de los crampones, el aire lo tiró, rodó todo el glaciar y por la magnitud de las lesiones, seguramente también lo hizo por una sección de roca, finalmente se detuvo en el arenal y perdió el conocimiento.

Al llegar a Tlamacas, el capitán comandante del destacamento vio el coche del médico, al no encontrarlo en los alrededores, empezó su búsqueda, los oficiales hicieron disparos al aire esperando que el extraviado respondiera con el mismo mecanismo, no se escuchó nada; Mariano, que había vuelto en sí oyó los disparos pero no pudo responder, en la caída perdió su pistola y las dos cámaras, además, acabó con  la espalda y las nalgas despellejadas; afortunadamente una patrulla de soldados lo localizó, lo alcanzó y lo ayudó a descender. De ahí al hospital a recibir la atención médica que el caso ameritó.

 

Noche blanca

 

Es junio de 1973, apenas hace unos días fue nuestra graduación de preparatoria, el Fóforo está en ejercicios espirituales previos a su ingreso a la Compañía de Jesús, Kakama y yo decidimos celebrar a nuestro estilo con una ascensión al Xiuhtépetl, antiguo nombre del volcán que significa erupción de lava. Vamos por la ruta del Ventorrillo. Estamos en plena época de lluvias, pero en las montañas altas es de nevadas y tormentas. Salimos del albergue Teopiscalco donde pasamos la noche luego de cuatro horas de caminata, llevamos todas nuestras pertenencias pues pensamos bajar por Las Cruces, hemos caminado como una hora, de pronto, nos percatamos de que estamos entre nubes cada vez más densas, el viento sopla con fuerza, no sabemos si lo que nos rodea es nieve cayendo o nubes en revolución; creo que son las dos cosas. Estamos en medio de una “noche blanca”, el ruido de la ventisca es ensordecedor, nos escuchamos con mucha dificultad, tenemos que hablar a gritos. Vamos subiendo sin ver más allá de unos cuantos centímetros, doy un paso y mi cabeza choca con la mochila de Kakama, de cuando en cuando extiendo la mano para asegurarme de que mi hermano sigue adelante de mí, bajar ya es imposible porque hay una barranca a cada lado del Teopiscalco y el albergue en estas condiciones es invisible, así que no hay opción, solo nos queda seguir subiendo hasta llegar al cráter. La nieve que cae sobre nuestra ropa se derrite y nos moja, los pasos cada vez son más difíciles pues la capa de nieve floja va aumentando de espesor, nos hundimos en ella, casi nos llega a las rodillas, ya no siento los pies.

 

Repentinamente estamos fuera de la tormenta, lo percibo como cuando se emerge del agua en una piscina, las nubes quedan a nuestros pie, estamos a unos pasos del cráter al que llegamos con las piernas entumidas; nos quitamos las botas y las calcetas, tenemos los pies insensibles y blancos casi como la nieve, nos sentamos uno frente al otro y nos damos masaje hasta que empieza a circular la sangre, lo que nos causa calambres y dolores hasta que los pies recobran su color, nos colocamos las medias mojada y las botas empapadas, no hay de otra y bajamos por las cruces. La tormenta se ha disipado.

 

Nunca te descuides

 

Como exalumno sigo en el CAIMO acompañando en algunas excursiones y ascensiones a los volcanes, ahora vamos a celebrar el cumpleaños número 60 del Padre Tacho de la Torre, es un jesuita que llegó al colegio cuando estábamos en tercero de prepa. Hasta las cruces todo va sin novedad, al llegar al glaciar encontramos la nieve muy dura, cristalizada, así que nos pasamos al otro lado de una pequeña cresta de rocas, ahí sí se puede caminar muy bien. Llagamos al cráter y Tacho oficia la misa de su cumpleaños.

 

 

Iniciamos la bajada, me toca ir adelante, de guía; el día es transparente con un cielo de un azul intenso que parece mar, Tacho camina a mi lado y me dice “mira que día más hermoso”, levanta su piolet como si fuera paraguas, le digo “Tacho, con cuidado, toma un lugar en la fila”. No he terminado de advertirle el peligro cuando resbala y comienza a rodar glaciar abajo, me dejo caer sentado e inicio el descenso en tobogán, veo pasar cerca de mí un guante, su altímetro y creo que una gorra, tomo gran velocidad lo que me preocupa porque también puedo perder el control, clavo el pico de mi piolet para enfrenar, veo que Tacho sigue de bajada rodando y con el piolet ligado a su mano derecha con una pequeña cinta atada a la muñeca, pienso que se puede clavar el pico o la pala en alguna parte del cuerpo; se acaba el glaciar, rueda unos cuantos metros sobre la arena y se detiene de forma horizontal con respecto al cono del volcán. Yo sigo bajando de tobogán lo más rápido que me es posible, me levanto en cuanto alcanzo la arena y corro a su costado, lo primero que hago es clavar mi piolet en la arena a la altura de sus costillas para evitar que siga rodando y darle un punto de apoyo. Tacho está boca abajo, me inclino y le pregunto si puede mover las piernas, afortunadamente me responde, me dice que sí y las flexiona; le reviso la cabeza, no hay sangre, aparentemente tampoco hay golpes. Lo ayudo a girarse y veo que sangra por la nariz, se sienta, saca su paliacate y se limpia, la sangre proviene del interior de las fosas nasales, dice que no le duele. Un poco después llega Carlos Tapia y alguien más a prestar auxilio, ayudamos a Tacho a levantarse, puede caminar. Al pasito nos dirigimos al alberge de las cruces que está como a setecientos metros, hay gente ahí, alarmada. Se tranquilizan cuando lo ven llegar por propio pie, le ofrecen té, chocolates y alguien saca un botiquín; en realidad no hace falta, la nariz ha dejado de sangrar, solo queda el tremendo susto y la lección: jamás te descuides cuando caminas sobre un glaciar, sobre todo si la pendiente tiene un alto grado de inclinación.

 

 

La pérdida

 

Mayo de 2023. Es una lástima. Con el paso del tiempo, esas moles de hielo, los glaciares, han desaparecido.

 

 

 

 

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