Sociedad |#c874a5 | 2021-01-24 00:00:00
Las dos guerras
Violencia de género
Estefanía Vela Barba es directora ejecutiva de Intersecta, una organización feminista que se dedica a la investigación y a la promoción de políticas públicas para la igualdad.
Laura H. Atuesta es Profesora-investigadora del Centro de Investigación y Docencia Económicas y Coordinadora de su Programa de Política de Drogas.
La magnitud de la violencia de género en México la conocemos bien: ha tenido como una de sus consecuencias que asesinen, en promedio, a diez mujeres al día. Gracias al trabajo incansable de las feministas, sabemos también que el machismo es un factor fundamental para entender esta violencia. Marca las vidas de las mujeres, incluso después de su muerte. Si queremos reducirla, sin embargo, mirar solamente el impacto que tiene la guerra machista no basta. Esta guerra es, después de todo, vieja, a diferencia de la crisis de seguridad que experimenta el país hoy en día. Lo que importa entender es cómo se entrelaza y se exacerba con otros factores. Uno de ellos, que no puede ignorarse dado el contexto del país, es precisamente el de la llamada Guerra contra las Drogas y la militarización de la seguridad pública que a consecuencia se ha generado.
En el diálogo público sobre los asesinatos de mujeres en México se enfatizan sus diferencias con los homicidios de los hombres. Es más común en el caso de las mujeres, por ejemplo, que sean asesinadas en casa, como lo es que sean privadas de la vida por asfixia, con armas blancas, golpes y hasta envenenamiento. La violencia sexual también es más frecuente para ellas que para los hombres. Estos patrones persisten, pero muestran sólo parte de lo que ha sucedido con las mujeres desde que se intensificó la guerra contra las drogas en el sexenio de Felipe Calderón. La realidad es que los asesinatos de mujeres sufrieron cambios importantes que coinciden con la transformación de la estrategia de seguridad.
El más obvio es que, como ocurrió en el caso de los hombres, los homicidios de mujeres comenzaron a aumentar precisamente a partir de 2007. Sus picos y descensos —a nivel nacional e incluso a nivel estatal— han sido casi espejos. Ahí donde explota la violencia contra los hombres, se exacerba la de las mujeres también. El segundo cambio más relevante es que los asesinatos en la calle sobrepasaron a los de la casa. Ambos han aumentado, pero el crecimiento ha sido mayor en el caso de los primeros —como ocurre con los hombres. La tercera transformación clave es respecto a las formas en las que las mujeres ahora son privadas de la vida: desproporcionadamente con armas de fuego. En el 2007, por ejemplo, el 35?% de los asesinatos de mujeres fueron cometidos con un arma. Para 2019, el 57?% —casi seis de cada diez— han sido perpetrados de esta manera.
¿Qué explica el aumento en los homicidios de las mujeres y los cambios en la forma como son asesinadas? La hipótesis que esgrimimos —y que tratamos de comprobar en el informe Las dos guerras, publicado por la organización Intersecta—1 es que la Guerra contra las Drogas y, concretamente, la militarización de la seguridad pública ha sido un factor importante detrás de esta transformación.