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28 Abril 2024, Puebla, México.

La otra frontera. Río Suchiate, 1990. Para entender el 2021 / Parte 1

Sociedad /Mundo | Crónica | 21.SEP.2021

La otra frontera. Río Suchiate, 1990. Para entender el 2021 / Parte 1

Las linternas se prenden y apagan como luciérnagas de la aventura migratoria

 

Más allá del sur

Vuelco al sur. Pero a la vista la tragedia inenarrable de los haitianos en su paso por México y su deportación por miles en esta misma hora en la frontera de Tamaulipas con estados Unidos.

Vuelta la vista a la memoria, a mi trabajo periodístico. Verano de 1991 puede ser el invierno del 2004 o del 2013 o de este instante del martes 21 de septiembre del 2021. Se traza la otra franja divisoria de México: la frontera sur. Si arriba las identidades se aferran, allá abajo se mezclan y confunden en un amasijo multicolor que contrasta con una realidad social en sepia. La frontera sur es más que un límite: estación de paso, punto de encuentro, la mitad del camino hacia Estados Unidos. 

Presentamos por entregas este cronica de viaje realizada en el año de 1991, publicada originalmente en la Revista Nexos.

 

Las linternas se prenden y apagan como luciérnagas de la aventura migratoria.

Tecún Umán, Guatemala, nueve de la noche en la ribera oriente del Suchiate, la línea que repite la suerte de los mexicanos en la frontera norte. La sombra del río arrastra troncones que amenazan cargas y vidas de los camareros, los transportistas acuáticos que por mil pesos o un quetzal cruzan todo el día sobre tablones amarrados a llantas de tractor la guerra y la miseria centroamericana hacia la ilusión del norte, que pasa por México.

En la noche, desde el puente, se ven los guanacos, el nombre que en estas tierras dan a los nacionales de El Salvador. Son ilegales además de salvadoreños, cruzan el río en el inicio del viacrucis de cuatro mil kilómetros hacia California. Pasan por su cuenta, no ocupan los acuáticos tamemes; mejor plantan sus pies en el lecho lodoso del Suchiate, hasta que el agua, como la vida, les llega al cuello.

No saben de la suerte de Ernesto Castellanos Martínez, salvadoreño también, de 27 años de edad. Cruzó por Tecún Umán dos días antes y se dirigió a Tapachula con otros tres compañeros. Comieron fruta en el camino y salvaron la garita de migración El Manguito por brechas vecinales. Decidieron tomar el tren carguero adelante de la estación; antes de subir al convoy en movimiento se bañaron en uno de los ríos que cortan la ciudad. Escucharon el pitido a tiempo para vestirse y recoger maletines. Lo abordaron a la luz del día Ernesto no lo logró. Su cuerpo fue despedazado por una góndola vacía. Sus compañeros de viaje lo vieron resbalar, tal vez solo escucharon un gemido.

Su cadáver fue enterrado en la fosa común de la ciudad.

En el río, los salvadoreños bracean y se acoplan al movimiento de la corriente. Las luciérnagas encienden la ribera, las linternas alumbran la oscuridad mexicana, y los ilegales están en camino.

CONTINÚA PARTE 2 / MIÉRCOLES 22 DE SEPTIEMBRE