Sociedad | Crónica | 15.NOV.2022
Los mártires de Teziutlán y la educación popular / Gerardo Pérez Muñoz
El 15 de noviembre es un aniversario más de uno de los actos más cobardes contra maestros rurales
Ha habido manifestaciones aisladas de fanatismo e ignorancia, que produjeron el sacrificio de las vidas de maestros caídos en el cumplimiento de su noble ministerio, quienes merecen público tributo de reconocimiento y admiración.
Gral. Lázaro Cárdenas, 1935
Es muy probable que en algún momento de nuestra vida hallamos algún día escuchado o leído acerca de la Guerra Cristera o de los cristeros como popularmente se conoce, y ubicamos dicha guerra en los estados del Bajío y Occidente de la República, sin pensar que también se llevó a cabo en territorio poblano.
En mi caso y siendo niño, era muy frecuente escuchar en mi casa pláticas sobre la Guerra Cristera por parte de mi madre quien nos platicaba que cuando era niña vivió muy de cerca el conflicto, pues mi abuelo materno sufrió un amago de fusilamiento por parte de soldados federales. Debo mencionar que mi familia, tanto por el lado paterno y materno, eran originarios de los Altos de Jalisco. Posteriormente cayó en mis manos la extraordinaria obra Cristiada: la guerra de los cristeros de Jean Meyer; que me permitió entender un poco más sobre esta problemática socio-política y religiosa.
A inicios de los años noventa del siglo pasado y estando como responsable del programa de Memoria Histórica de la Unidad de Culturas Populares, tuve la oportunidad y la fortuna de conocer y entablar amistad con dos cronistas. Don Miguel Ángel Bello Pérez de Hueytamalco y el Profr. Alejandro Mendoza (QEPD) de Tlatlauquitepec, que en voz baja y lejos de la mirada y los oídos del excronista de Teziutlán, Profr. Roberto Rico, me platicaron sobre la Guerra Cristera en la región de Teziutlán, Puebla. Ambos coincidían en que una integrante de la familia real y caciquil de aquella época, doña Eufrosina Camacho, había financiado a los cristeros de la región.
Los mártires de Teziutlán
Lo anterior viene a colación pues este 15 de noviembre se cumple un aniversario más -el 87- de uno de los actos más cobardes y aberrantes en nuestros estados sufridos por los maestros rurales en 1935 en Teziutlán y en otras partes de Puebla. Fue un ataque directo contra la implementación de la educación laica, popular y “socialista” implementada en el gobierno del general Lázaro Cárdenas.
Ese día fueron salvajemente asesinados tres maestros rurales: los profesores Carlos Sayago Hernández, Carlos Pastrana Jiménez y Librado Labastida Navarrete a quienes apuñalaron al grito de ¡Viva cristo rey! En uno de sus partes de guerra, los cristeros serranos se jactaron de haber asesinado a esos profesores:
Debemos hacer resaltar el hecho de que (los cristeros de la zona) han castigado severa y definitivamente a varios pervertidores de la niñez, que al amparo de la tiranía venían desarrollando una labor incalificable. Los nombres de esos llamados ‘profesores’ son los siguientes: Librado Labastida, de la escuela de Santiago, municipio de Xiutetelco; Carlos Sayago, de la escuela La Legua, y Carlos Pastrana, que prestaba sus servicios en la escuela rural de Ixtipan. Todos han sido muertos y estampados aquí sus nombres, para ignominia de los mismos…” (Consuelo Reguer, Dios y mi derecho, Tomo 4, Jus, México, 1997, p. 532).
Esta persecución y asesinatos a los profesores rurales se dio en el marco de la llamada Segunda Guerra Cristera. La primera ola cristera fue entre los años 1925 a 1929 siendo presidente de la República Plutarco Elías Calles, llamado “El jefe máximo” y también “El Turco”. La primera guerra cristera se finiquitó con los llamados Arreglos de 1929 por los que la Iglesia Católica se sujetaba al gobierno federal y obligaba a los cristeros a dejar las armas, mientras el Estado se comprometía a no aplicar los artículos anticlericales de la Constitución de 1917. No pocos católicos se sintieron traicionados por la jerarquía eclesiástica por dichos acuerdos.
Esta nueva persecución a los maestros se llevó a cabo con el pretexto de combatir la “educación socialista”, pero en el fondo, también combatían la reforma agraria cardenista. La jerarquía católica, los sacerdotes y fieles estaban en contra de la que consideran la intromisión del Estado en cuestiones educativas. Lo que estaba en juego era el sentido y orientación de un proyecto de país y cuyo campo de batalla fue el ámbito educativo y el tipo de ciudadano que se quería formar.
El historiador Enrique Cordero y Torres escribió en el periódico La Opinión de Puebla en 1933, que “el gobierno poblano reconoció oficialmente la existencia de grupos de cristeros en las regiones de Chalchicomula y Teziutlán”. En febrero de 1934 se informó que se combatía a los cristeros en la Sierra Norte, en Huejotzingo y en las cercanías del cerro del Tepozuchitl y en los límites con Oaxaca.
El Mtro. Indalecio Sayago en una entrevista concedida a Edgar González Ruíz (mayo 2010) declaró lo siguiente:
Los terratenientes, los ‘guardias blancas’, los acaparadores de los productos del campo, los curas, organizaron la más feroz campaña en contra de los trabajadores de la educación: maestras violadas y mutiladas de los senos, profesores desorejados y asesinados. En esos días, un grupo de ‘guardias blancas’, en pleno día, rodeó la escuela donde estaba laborando el maestro Carlos Toledano (abril 1936). Lo ataron con alambre de púas de pies y manos. Con los muebles de la escuela, cuadernos y libros hicieron una hoguera y lo quemaron vivo frente a sus alumnos. También secuestraron a la maestra Nieves González de 20 años y en una comunidad de Jalacingo, Ver. fue asesinada la maestra rural Hermelinda Rendón. (Miguel Baltazar Vázquez Altotonga, Un pueblo con historia, Altotonga, Veracruz, 2005, pp. 231-32).
El periódico Excélsior publicó la siguiente nota: «Fue quemado vivo un maestro rural y otro más fue vilmente mutilado. Setenta individuos armados, mejor dicho, setenta salvajes dignos de cafrería, cometieron horrendos crímenes en Tlapacoyan… Tlapacoyan, Ver, el 21 de abril (de 1936). … setenta hombres armados incendiaron hoy las escuelas de las congregaciones agrarias de Eitepéquez, Buenavista y Pochotita, quemando vivo al profesor Carlos Toledano y cortando las orejas al profesor Pablo Jiménez. Acabaron con la víctima a tiros y machetazos, inmolándola por haberse ocupado en impartir la educación socialista.»
Los otros mártires
En 1933 llegó al gobierno del Estado el general José Mijares Palencia y anuncia la puesta en marcha del nuevo plan de enseñanza socialista, así como el de educación sexual. También se pronunció por la desaparición de las escuelas católicas lo que crispó la relación con la Iglesia Católica y sus brazos civiles.
En noviembre de 1935 los pueblos de San Baltazar y Tiangismanalco fueron asaltados en la región de Atlixco. Así mismo, los cristeros asaltaron al grito de “Viva Cristo Rey” la estación de San Andrés Chalchicomula y el ferrocarril en Oriental.
Sánchez Gavi también apunta en su texto que al grito de “muera el comunismo”, los cristeros entraron al pueblo de Ixtacamaxtitlán (José Luis Sánchez Gavi, 2009).
La región de Zacatlán pasó a formar parte del territorio del jefe cristero Odilón Vega quien realizaba incursiones constantes en los pueblos. En Zacatlán desaparecieron al menos cinco profesores. Esta situación obligó al Estado a admitir el 30 de julio que los maestros rurales de la Sierra Norte del estado cargaban en sus espaldas una sentencia de muerte (La Opinión de Puebla. 1936. Todos los maestros rurales están condenados a muerte en la sierra”, 30 de julio 1936)
“El 7 de febrero de 1937 en Chignahuapan fue identificado como un foco de resistencia católica, donde se reportó la presencia de gavillas de “fanáticos” que al grito de ¡Muera Calles! arremetieron contra el maestro Teófilo Zayas, al “cual sacaron a empellones y culatazos de la escuela, acribillándolo a tiros a pocos metros del plantel por impartir la educación socialista” (La Opinión de Puebla, 7 de febrero de 1937: “Maestro rural asesinado por un grupo de Cristeros en el pueblo de Coacoyunga”). El periódico La Opinión consigna en su edición del 18 de febrero de 1936 lo siguiente: En la sierra norte, cristeros asaltan en marzo el pueblo de Zapotitlán.
A los anteriores personajes cristeros hay que sumar al exzapatista Enrique Rodríguez “El Tallarín” y Odilón Vega. El primero actuaba en la Mixteca y sur del estado y el segundo, en la Sierra Norte de Puebla
En Tepexi de Rodríguez, los cristeros encabezados por Fidel Galeno dan muerte a dos profesores. Dos escuelas son incendiadas, una en Izúcar de Matamoros y la otra en Cuetzalan.
El presidente municipal de Ahuazotepec es herido por tratar de defender al profesor Silvestre Martínez, director de la escuela, a quien a pesar de todo fue plagiado y asesinado. (Diario de Puebla, 28 de julio de 1936).
La rebelión se hizo presente en el sur de la entidad en particular en la región de Tepexi de Rodríguez, Acatlán, Chiautla e Izúcar de Matamoros, municipios colindantes con Morelos y Guerrero. En estos municipios se expresó con fuerza la rebelión contra la escuela socialista con el apoyo importante de los curas de la región y ligando la rebelión al rechazo a la política agraria (José Luis Sánchez Gavi. La Iglesia en Puebla y el conflicto religioso. 1926-1932).
“En el sur del estado también aparecieron algunos resabios del zapatismo, luchamos tanto por la religión como por todos los derechos de la patria para defender la verdadera rason [sic] de los pueblos, Agua, Tierra, Progreso, Justicia, Viva Cristo rey, Viva la Virgen de Guadalupe.”
Los estudiosos del tema mencionan que era un secreto a voces que en varios o municipios, algunos grupos de alzados habían sido armados por los terratenientes o caciques de la región.
Falta mucho camino por recorrer, documentar e investigar acerca de la Guerra Cristera en nuestras comunidades, municipios, regiones y estado, y develar la verdadera razón del ataque a los maestros rurales cuya única arma eran los libros, el gis, el pizarrón y las palabras y las fuerzas ideológicas, políticas y económicas que incentivaron esta guerra. Lo que actualmente nos queda claro, es que el ataque a los maestros rurales no fue sólo en Teziutlán y la región, sino en muchos más municipios de nuestra entidad y por ello, hay que recordara a los mártires de la educación en todo el estado de Puebla.
Par finalizar y si la memoria no me falla, durante el periodo del ex presidente municipal de Teziutlán, Ricardo Santiesteban Llaguno, mandó a retirar el monumento a los maestros mártires de la educación y así, borrar la memoria histórica de los mártires de la educación en Teziutlán y su región, ante el silencio y la indiferencia ciudadana.
Tenía mucha razón el escritor y Premio Nobel de Literatura 1998, José Saramago al afirmar que:
Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia.
Inauguración del Monumento a los Maestros Mártires, 1968
En uso de la palabra, Lic. José Motte Ruíz, actual cronista de Teziutlán, Pue.