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7 Septiembre 2024, Puebla, México.

Cuando los políticos no se habían metido hasta los huesos totonacos / Manuel Espinosa Sainos

Cultura /Política | Opinión | 25.AGO.2023

Cuando los políticos no se habían metido hasta los huesos totonacos / Manuel Espinosa Sainos

Puede ser una imagen de 3 personas y ropa con estampado batik
Cuando veo a Xochitl Gálvez y demás políticos vestidos con la ropa típica de algún pueblo indígena, pienso que tenemos mucho que aprender de nuestros pueblos originarios, de las enseñanzas de nuestros ancestros en materia de política. Por supuesto que esos personajes lo que menos les interesa es el tema indígena, llevan décadas vistiéndose así en cada temporada electoral, y otr@s más han tomado esa vestimenta de manera cotidiana fingiendo una empatia que nunca van a tener con tal de perpetuarse en el poder, fingiendo ser lo que no son y nunca serán.
Tenemos que dejar de ponerles collares de flores a los que tanto han saqueado a nuestro país, a los que han dejado a nuestros pueblos empobrecidos. ¿Qué necesidad de malgastar miles de millones de pesos en los partidos y sus políticos que lo único bueno que logran es dividir a nuestras comunidades, aniquilar los usos y costumbres y olvidarse de sus compromisos al llegar al poder?.
Aún recuerdo hace no muchos años la forma en que nuestras autoridades se elegían en nuestros pueblos, cuando aún los políticos no nos habían metido hasta en los huesos, en la carne y en la sangre que ellos son la única y la mejor opción para elegir a nuestras autoridades.
Convocaban a una reunión de todo el pueblo, sin la presencia de los partidos políticos, y ahí en plenaria se proponía a los futuros alcaldes. Se evaluaban los perfiles, el trabajo comunitario realizado por los candidatos propuestos, la preparación comunitaria con la que contaban, es decir, no había auto propuestas ni hambre de poder. Una autoridad llega al puesto porque el pueblo, y no un partido político, así lo decidía.
Ahora todos quieren ser presidentes municipales para de ahí brincar a diputado, y si no se puede, volver a candidatearse en su municipio , y si después de haber intentado muchas veces no logran llegar al puesto a través de su partido son capaces de brincar, tal como los chapulines, a otro partido hasta lograr su aspiración, a través de mentiras y promesas de que han cambiado, que no son iguales que los demás de su ex partido, que quieren llegar por amor a su pueblo y que tienen muchas ganas de trabajar, pero ya sabremos que lo que realmente les interesa no es servir, sino servirse del poder. Ven la política como un medio para enriquecerse y mientras sigan teniendo esa mentalidad, difícilmente podrán ser un representante leal del pueblo.
La forma de elección tradicional de las autoridades no dejaba dudas porque los votos se contaban en plenaria, delante de todos y todas, no había robo de urnas ni amenazas por votar por tal o cual candidato. Tampoco se generaban sospechas de embarazo de urnas y no había necesidad de comprar votos a través de cachuchas, playeras, cubetas, despensas y hasta billetes, esos vicios que los partidos políticos y sus candidatos nos han heredado con tal de mantenerse en el poder.
Sé de buena fuente de políticos que siendo del mismo pueblo no hablan la lengua indígena de su comunidad y ahora hasta contratan a alguien para que les enseñe con tal de llegar al poder. Por supuesto que lo que menos les interesa es la lengua y la cultura del pueblo, sino llegar al puesto y tener acceso a los recursos públicos. Es una lástima que también haya balantes y promotores culturales que se presten a sus intereses.

Los presidentes de nuestros pueblos eran elegidos por su experiencia comunitaria, porque habían sido capitán de faena, de danza, o bien mayordomo o fiscal de la comunidad, pero siempre con la experiencia comprobada de haber servido bien a la comunidad.

No había dudas de su experiencia y ganas de trabajar, y más que dividir y beneficiar a los de su partido, la gente los seguía y los apoyaban para hacer trabajos en común sin ninguna remuneración económica. Así se hicieron los caminos empedrados, las presidencias, las iglesias, las escuelas, los depósitos de agua y las casas de los habitantes. Eran autoridades con legitimidad incuestionable.
Pero esta forma de elección se ha olvidado, porque ahora tal parece que a fuerzas tenemos que pertenecer a algún color y se gastan millones de pesos en cada elección con tal de mantener en el poder a gente que poco sabe de su compromiso con la comunidad, basta ver las grandes espectaculares en las calles con el rostro de los hambrientos de poder. ¿Cuántos miles de pesos habrán gastado para eso? ¿De donde sacan tanto dinero?

Se sabe que tan solo para el 2024 el Instituto Nacional Electoral proyecta un presupuesto de 37 mil 770 millones de pesos, incluyendo el financiamiento para partidos políticos. ¿Qué necesidad de malgastar el dinero del pueblo?, ¿Qué no hay necesidades urgentes en comunidades marginadas y empobrecidas con tantas décadas de gobiernos priistas y panistas?

Desde siempre las practicas indígenas se han subestimado para imponer otras prácticas culturales, incluyendo las formas de elección de nuestros pueblos. Mucho me temo que los partidos políticos constituyen una práctica más para exterminar a nuestros pueblos.

Valdría la pena preguntarnos ¿Qué trabajos han demostrado los actuales aspirantes en nuestra comunidad? ¿Qué experiencia comunitaria tienen? ¿Cuándo dicen que tienen preparación a que se refieren? ¿De qué sirve un título si al llegar a la presidencia pasan por las calles ignorando y pisoteando a la gente que votó por él?, o en el peor de los casos, se esconda cuando los ciudadanos acudan a realizar alguna petición.
Las auto propuestas abundan y nos quieren hacer creer que son los mejores. En muchos casos es evidente el hambre de poder y la ambición. Son los mismos políticos de siempre, coludidos con los dirigentes de los partidos, son hijos de expresidentes municipales, sobrinos, hermanos, compadres, ex regidores y hasta ex tesoreros, mismos que al llegar al poder se repartirán los puestos y el recurso entre los sobrinos, hermanos, compadres y gente allegada a su partido.
Son los mismos de siempre, los que ahora visitan casa por casa, dando su mejor cara de buena gente con tal de mantener sus privilegios, prometiendo hasta lo que no harán para después jamás volver a pararse por esa vivienda.
Abundan las mentiras de siempre, y aquellos políticos de partidos que dejaron deshecho el país, que nos dejaron endeudados y nos saquearon, ahora aseguran que ellos lo van a componer. El odio en las campañas electorales abunda y una propuesta seria brilla por su ausencia. “A un indígena le das una palmada en la espalda y ya cae, vota por ti”, solía decir un expresidente mestizo ya difunto.

Los pueblos indígenas no somos un pasado, una pieza de museo muda al que hay que admirar, no, los pueblos originarios somos el presente y por lo tanto esas prácticas ancestrales sobre política no tiene por qué ser un pasado.

Tenemos nuestras propias formas de ver el mundo, nuestra filosofía y diversos conocimientos sobre el cuidado del entorno. Con una visión más incluyente y con propuestas propias, porque estamos cansados de ser solo objetos y no sujetos. Pero tenemos que estar atentos, porque en algunas localidades donde esta forma de gobierno persiste, los partidos políticos no han perdido oportunidad para manipular a la gente y proponer a sus candidatos.
Es tiempo aun, podemos tomar decisiones propias, ojalá que algún día en cada pueblo podamos reflexionar, luchar por una forma de gobernar más justa, sin esos vicios de los políticos y sus partidos, y optemos por esta opción de nuestros pueblos para que el dinero destinado a los partidos se destine a lo que realmente hace falta en nuestro pueblo.
Tenemos mucho que aprender de nuestros abuelos y abuelas, para que quien nos represente no lo haga por ambición, sino porque realmente quiere mandar obedeciendo al pueblo que lo propuso.
Xochitl y sus allegados están lejos, pero muy lejos de representar las aspiraciones legítimas de nuestros pueblos originarios.
© Texto y foto: Manuel Espinos Sainos. Poeta, traductor y comunicador totonaco.