Mundo Nuestro. Este texto de Emma Yanes fue publicado en nuestra revista unas semanas después del crimen de Estado ocurrido en Iguala la noche del 26 de septiembre del 2014.
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Un día luminoso ideal para la primera comunión a la que nos invitó un conocido en su casa en Lomas de Angelópolis. Un gran portón a la entrada del fraccionamiento, una escultura en metal. Hay más de 125 cámaras vigilando las Lomas, nos dice un amigo, porque aquí venden seguridad, la garantía de la paz familiar, una ciudad dentro de la ciudad, un encierro voluntario al que han llegado miles de personas de las clases media y alta (se presume algunos millonarios), tanto de la provincia como de la propia Puebla, a intentar disfrutar de una vida cotidiana lejos del mundanal ruido y la inseguridad urbana. Antes fueron tierras campesinas, compradas a bajo precio, con un arbitrario cambio en el uso del suelo, y ahora con una alta plusvalía, negocio de la mano de particulares y políticos. Aquí está el centro comercial Sonata, el más amplio y exclusivo de Puebla, con fuentes, terrazas, elevadores, jardines, los mejores restaurantes, lo último de la moda europea en ropa y zapatos, además de cines; en Lomas también hay una escuela, una iglesia, nuevos departamentos que edifica Carlos Slim, áreas verdes, esculturas de las mejores firmas, un mundo que se antoja posible y que no hay por qué no merecer, porque para eso trabaja uno.
Es larga la fila de coches para pasar la caseta de vigilancia, su credencial de elector, por favor, chip, chip, adelante. Luego una barda tras otra con sus cercas y alambres eléctricos que las protegen, el pasto muy bien cortado, un parque bellísimo, un lago. No hay gente en las calles del fraccionamiento, un mundo interno, los clústers. Otra caseta de vigilancia, su credencial de elector, ¿ustedes quiénes son? chip, chip, adelante. Enormes camellones, palmeras al estilo Miami en los parques, algún niño ocasional en bicicleta. Chip, chip, tercera caseta, su credencial, adelante. Finalmente llegamos a la casona, vigilantes en la puerta, su invitación por favor, pasen adelante; el jardín luce hermoso, la alberca llena de globos blancos, mesas de manteles largos bien dispuestos. Qué oportunos, directo al desayuno sin pasar por la iglesia. Compartimos mesa con un matrimonio amigo del dueño y dos hermanas, una más grande que la otra. -- Mucho gusto, --mucho gusto. Atole con canela y tamales de dulce. La hermana menor, tendrá once años, tiene prisa por irse a los columpios, se atraganta el tamal, se mancha el vestido, la masa se le mete entre los braquets de su linda boca, no parece muy higiénico. --¡Vete a lavar los dientes! --le dice su hermana mayor--, porque si algún día te matan, sólo por tus muelas te podrán reconocer, como a aquél… --comenta entre broma y en serio. Y la chica sale despavorida rumbo al baño.
--Aquél tiene nombre --le digo.
--Ah, pues sí --responde la hermana mayor mientras se sirve otro tamal, ahora verde y empieza a jugar nerviosa con su pulsera de plata, -- pero, añade: -- fue porque andaban de revoltosos.
--Se llamaba Alexander --comento. Aunque ella ya está de beso en la mejilla en otra mesa.
Alexander Moreno Venancio nació el 25 de abril de 1995 en la comunidad de El Pericón, en la Costa Chica de Guerrero, una población con actualmente no más de 1 800 habitantes y un índice de analfabetismo superior al 60%. Fueron sus padres Ezequiel Mora Chora y doña Delia Venancio Niño. Nació por parto natural, atendido en su propia vivienda, una casa sencilla con techo de lámina y piso de tierra. Fue el penúltimo de ocho hijos. Su madre se dedicaba a las labores del hogar, su padre se ocupa en el cultivar para el autoconsumo de un pequeño terreno y trabaja un taxi colectivo de la ruta de Tecoanapa a Ayutla, de donde provienen sus principales ingresos. Para ayudar a su familia Alexander se incorporó a las labores del campo desde muy pequeño. Acompañado de su padre y hermanos, aprendió a chapear, sembrar, zacatear y pizcar. Parte de la cosecha era para la comida diaria.
Alexander perdió a su madre cuando tenía 14 años. Ezequiel, su padre, ante la imposibilidad de atender a sus tres hijos menores: Aníbal, Alexander y Zaena, recurrió al apoyo de la abuela, Brígida Chora. Gracias a esa ayuda ambos lograron sacar adelante a los muchachos. Todos concluyeron la preparatoria e incluso Godofredo, el hijo mayor, logró ingresar a la universidad a la carrera de derecho, pero su precaria situación económica le impidió que concluyera sus estudios. Otro de sus hermanos trabaja como jornalero en el corte de uva en un campo agrícola de Sonora. Y es que los jóvenes que no buscan salir de la comunidad de El Pericón, pueden ser presa de los “levantones” o secuestros del narco que bajo amenazas se los llevan a trabajar a los campos de cultivo de la amapola en condiciones deplorables y a saber cuándo regresan, si regresan. Algunos, con el tiempo, incluso llegan a formar parte de las propias bandas, en los niveles inferiores. Es el México bárbaro de las haciendas henequeneras de Yucatán, pero en pleno siglo XXI y a unas cuantas horas de la ciudad de México.
Alexander estudió en una telesecundaria local y desde ahí se distinguió como buen jugador de futbol. Posteriormente ingresó a la preparatoria popular de El Pericón, donde fue buen estudiante y sobre todo destacado deportista. Decidió entonces que quería ser maestro de educación física y para tal efecto presentó su examen en la Normal de Ayotzinapa. Pero no lo acreditó. Entonces se regresó a la pequeña comunidad de El Pericón y se inscribió a la licenciatura de desarrollo regional, perteneciente a la Universidad Autónoma de Guerrero, que se encuentra en la comunidad vecina de las Ánimas. No obstante su opción de estudiar otra carrera, Alexander no cesó en su sueño de ser maestro en educación física. Se preparó mejor para el nuevo examen y lo acreditó, siendo aceptado en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos. Cuando supo que había aprobado el examen, con gran satisfacción le comentó a Zaena, su hermana menor, “ahora sí ya estuvo, voy a poder estudiar para maestro y cuando yo termine te voy apoyar”.[1]
Como todos los recién egresados a la Normal, vivió su primer semestre en condiciones precarias, compartía su habitación con otros jóvenes y se bañaba con agua fría, porque la escuela no cuenta con boiler. De cualquier modo, su mayor gusto era pertenecer al equipo de futbol Juventus; jugaba como medio y delantero. Sus amigos de El Pericón y sus compañeros de la Normal lo recuerdan en la cancha como entrón y muy hábil. No bebía.
En agosto del 2014, para recuperar las tradiciones agrícolas de la zona y como parte de sus actividades normalistas, Alexander sembró flor de Cempaxúchitl, mora, cilantro y rábano, cuya cosecha había que levantar en noviembre de ese mismo año. Pero como sabemos Alexander fue uno de los 43 estudiantes desaparecidos el pasado 26 de septiembre por parte de policías municipales de Iguala y de Cocula, quienes además presumiblemente por “error” asesinaron a tres de sus compañeros y a otras tres personas. Lo anterior, se supo, con el respaldo de los grupos delictivos que están al servicio de las autoridades de los dos municipios y ante la aparente indiferencia del 27 batallón de infantería.[2] Alexander, tenía 19 años, era moreno, de rostro alargado, ojos negros y grandes. No pudo recoger la cosecha. Su padre en cambio recibió un pedazo de hueso de uno de sus dedos y un molar como único testimonio posible de los sueños de su hijo.[3]
El 8 de diciembre, velaron simbólicamente a Alexander en su casa de El Pericón, colocaron su foto junto a la de madre. A la ceremonia asistió la mayor parte de la comunidad. Ezequiel, su padre, visiblemente conmovido por la presencia de tanta gente, dijo que no aceptaría ayuda alguna del gobierno y que continuaría ayudando a los demás padres a buscar el paradero de sus hijos. Vivos se los llevaron, vivos los queremos, agregó.
Luego del velorio, en la comunidad de El Pericón hubo tres días de luto y la bandera se puso a media asta. Actualmente ante la continua presencia del crimen organizado en la zona, la población se protege así misma con el sistema de autodefensas, que pertenece a la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero. A mediados de diciembre, el Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de Guerrero, aprobó por unanimidad que el campus de El Pericón, al que perteneció en algún momento Alexander, lleve su nombre. La sesión inició con un minuto de silencio en memoria del joven, estuvieron presentes su padre y su hermano Omar. Y una representación de los alumnos que dijo:
“Los estudiantes no dejaremos que nuestras voces sean calladas por las balas.”
La imagen de Alexander ha sido recuperada por distintos artistas gráficos, algunas de las cuales incluimos aquí, su foto ha recorrido una y otra vez las marchas en diversas ciudades de México y el mundo, ha viajado así Alexander como jamás lo soñó. Hoy lo sentimos cerca, a él, que sólo quería ser un maestro de educación física. La historia no pregunta, de repente estás ahí, en un espacio que no pediste, que no querías, ante miles de personas que te defienden del olvido.
Las dudas sobre lo que realmente pasó en Cocula y el paradero de los otros 42 estudiantes restantes, sigue creciendo como una nube oscura, a pesar de las declaraciones de la PGR, que ha buscado cerrar el caso.[4]
Este mes lo es también, me digo, del natalicio de José Guadalupe Posada (2 de febrero 1852, 20 de enero de 1913). Posada, nació en una familia humilde, estudió dibujo en la Academia Municipal de Aguascalientes y trabajó en varios talleres litográficos. En 1888 emigra a la ciudad de México donde aprende las técnicas de grabado en plomo y zinc. Luego estableció su propio taller, desde donde le tomó el pulso a la vida de la ciudad. Sus cruentas y humorísticas imágenes bien pueden ilustrar hoy, pienso de repente, la barbarie de Ayotzinapa. Posada murió solo y sin recursos, sin saber que a lo largo del siglo XX se recuperaría su gráfica como testimonio de un artista inigualable. La gráfica como testigo de la vida cotidiana, que al final es la que importa.
¿Cómo recordar a un desaparecido, cómo no dejarlo ir si su cuerpo no está? Ahora lo sabemos: posan desnudos en el Metro, en Ciudad Universitaria, en lugares públicos, los cuerpos hermosos y atléticos de algunos y algunas estudiantes con el nombre de los 43 jóvenes que nos arrebató el destino, pintados en la piel. Fue el Estado, dicen. Memoria y olvido.
El desnudo como denuncia de los hechos de Ayotzinapa, fue una respuesta a la prohibición del Estado Mayor Presidencial de ingresar a cualquier acto público del presidente Enrique Peña Nieto con pluma y o papel, por temor a la gráfica de apoyo a los 43.
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Ya no hay niños en las mesas, la mayoría juegan en el jardín, se corretean los unos a los otros, ya no importa conservar impecable el vestido; por supuesto más de uno terminó en la alberca donde se organizó una batalla de globos blancos. Los adultos disfrutamos de una espléndida gelatina. Te puedes llevar a casa el arreglo de mesa y como presente a todos los invitados nos dieron una vela con el nombre del chico escrito en dorado.
Para salir de Lomas de Angelópolis otra vez las colas de automóviles, las tres casetas, la credencial de elector, chip, chip, las cámaras ocultas que todo lo ven. Pero no lo ven. Los clústers no nos permiten escondernos de nosotros mismos.
Antonio Sebastián Rivera Préstamo, estudiante de la preparatoria del Tecnológico de Monterrey campus Puebla.
El 6 de febrero, apenas una semana después del festejo al que asistimos, fue visto por última vez en el centro comercial de Lomas de Angelópolis, un estudiante de la preparatoria del Tecnológico de Monterrey Campus Puebla, Antonio Sebastián Préstamo, que conducía su vehículo Mercedes Benz. Tenía 18 años. Salió de la escuela junto con un amigo, después de lo cual se le perdió la pista. El mismo día 6 sus padres denunciaron ante la Procuraduría General de Justicia (PGJ) su desaparición. La llamada de los plagiarios exigiendo un millonario rescate ocurrió al día siguiente, la investigación se remitió entonces a la Dirección General de Atención a Delitos de Alto Impacto (DGADAI). Ese mismo día 7, se supo más tarde, el joven ya había sido asesinado a puñaladas por sus captores, a pesar de lo cual exigieron el pago. El lujoso coche de la víctima fue visto el día nueve en el estacionamiento de un negocio en Xalapa y reportado a las autoridades, pero los delincuentes lograron escapar. ¿Cómo pudieron llegar hasta ya en el Mercedes Benz sin ser detectados en la carretera en la que hay retenes?, se preguntan ahora sus conocidos. El día 11 las autoridades de Veracruz reportaron que habían encontrado el cuerpo en la región de Misantla, en estado de descomposición y con signos de tortura. Ese mismo día, sin saber lo anterior, los plagiarios se comunicaron con la familia exigiendo el rescate. Los familiares propusieron a la Procuraduría General de Justicia acudir a la cita para atraparlos, pero según denunciaron al periódico digital Central, las autoridades policiacas argumentaron que “ya no era necesario asistir a la cita, porque ya se había encontrado el cuerpo.” Así fue como se perdió la oportunidad de su detención, habían creído. El día 11 el cadáver del joven fue trasladado a la Angelópolis. --Era un cuate rico buena onda --me dice una alumna del Tec--, quería estudiar derecho.
El doce de febrero, por no tener claridad del verdadero móvil del secuestro, se realizó un discreto funeral en la ciudad de Puebla. Se decidió también no divulgar el sitio que sería la última morada del joven. Sin embargo, las noticias del lunes 23 de febrero, informan que según la Procuraduría el autor del secuestro fue uno de sus compañeros de banca, el joven Edson, el mismo con quien se le vio por última vez el seis de febrero. Edson con el pretexto de darles un aventón a unos amigos, lo llevó con sus captores, también menores de edad y oriundos de Jalapa. Los tres están detenidos. La inmoralidad social que todo lo carcome, la desolación de alumnos y padres de familia.
Estamos entonces ante la serpiente que se muerde la cola. La muerte que hermana. Nos faltan 44. Memoria y olvido.
Como todos los días, desde el periférico, los volcanes lucen majestuosos.
Fotografía de Daniel Rivero Romo.
NOTAS:
[1] Información tomada de la Página en línea Tlachinollan, Centro de Derechos Humanos de la Montaña.
2 Información tomada del reportaje en línea de Julio César Mondragón, publicado en internet. Por su parte, la PGR declaró que ninguna línea de investigación conduce a la participación de miembros del ejército o de fuerzas federales en los acontecimientos.
3 El 6 de diciembre del 2014 el equipo argentino de Antropología Forense (EAAF), comunicó a la familia que a través del análisis de ADN de esos huesos presumiblemente encontrados en el basurero de Cocula, se podía determinar la pertenencia de los mismos a Alexander Mora. Pero el grupo argentino aclaró que la PGR no les permitió estar presentes en el rescate de dichos restos por lo que aunque confirmaron que sí pertenecen al muchacho ahora occiso, pero no se sabe realmente de dónde provienen.
4 De acuerdo con las investigaciones de la PGR, tres de los detenidos, de los 15 acusados, declararon que esa misma noche recibieron de manos de los policías, en el lugar conocido como Loma de Coyote, a un número indeterminado de jóvenes, a quienes los trasladaron en dos camionetas de redilas y se los llevaron al basurero de Cocula, donde supuestamente los 43 estudiantes desaparecidos fueron quemados. Pero para los padres de familia y sus abogados la teoría de la PGR tiene severas inconsistencias, entre otras afirman, las declaraciones de los tres detenidos no son precisas en cuanto al número de jóvenes que fueron llevados al basurero, ni la hora que refieren de la entrega de los muchachos es congruente con la línea del tiempo sobre los distintos eventos suscitados en la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre. Mantener abierto el expediente y continuar la búsqueda de los jóvenes es la demanda actual de los padres de familia, con el apoyo de sacerdotes, organizaciones civiles y organismos como Amnistía Internacional. Este mismo mes de febrero, Erika Guevara Rosas directora regional para las Américas de Amnistía Internacional, pidió oficialmente la investigación de la posible participación del ejército y el estudio del caso como desaparición forzada. Declaró también que como parte de lo que se conoce como la “guerra del narco”, según datos oficiales, del 2006 al 2014, han sido asesinadas más de 100 mil personas y se han reportado 23 mil desaparecidos. Por ello, los padres y madres de los 43 estudiantes desaparecidos, han exigido a las autoridades que por ningún motivo den carpetazo a la investigación, por no ser concluyente, pero además, insistieron, de acuerdo con el Estándar de Protección Internacional, aún deben determinar el paradero de los 42 estudiantes, restantes. Los padres han emprendido por su cuenta esta búsqueda, asumiendo los riesgos que ello implica.