Política /Gobierno /Sociedad civil organizada | Opinión | 23.NOV.2024
Sobre los organismos autónomos / Juan Carlos Canales
Diario de trabajo, 21 de Nov.
Las acciones referentes al derecho de otros hombres
son injustas si no pueden publicarse
I. Kant
El mercado de la obediencia paga mejor
G. Zaid
“Pensar abstractamente” ( Hegel) tiene peligrosas consecuencias para nuestra comprensión del mundo.
Defender o descalificar “ per se “ el funcionamiento de los organismos por su condición autonoma es un falso dilema. Me parece que lo correcto, en términos estrictamente democráticos, hubiera sido evaluar el funcionamiento de cada uno de ellos y corregir lo que tuviera que corregirse sin defenderlos o defenestrarlos “ ab initio”. Pero lo cierto es que, en un país como este, cuya lógica política obedece a la lealtad patrimonial, la subordinación de dichos organismos al Ejecutivo acrecienta los peligros para nuestra ya de por sí frágil vida democrática. Defender su desaparición por un criterio económico es engañoso, sobre todo, cuando comparamos el costo de dichos organismos con otros gastos ejercidos por el gobierno. Una somera revisión al presupuesto del año que viene lo demuestra. Disminuye la inversión en Salud, Seguridad y Educación, pero no el presupuesto destinado a las Fuerzas Armadas o a los proyectos emblemáticos de la 4T; el mismo programa de Sembrando vida, defendido como bandera internacionalista por la presidenta CS en la reunión del G 20 en Brasil, es injustificable si lo contrastamos con los resultados obtenidos.
Excesos y errores han marcado parte de la vida de los organismos autónomos, pero, al lado de ellos , hay que reconocer sus aciertos para apuntalar nuestra vida democrática; el IFAI: la Casa Blanca, La Estafa Maestra, Segalmex, etc.; en cuanto a CONEVAL, el rigor y profesionalismo de sus mediciones lo hacen una institución única en el mundo y una verdadera brújula para orientar, con tino, el gasto social.
Algo tenemos que entender en MÉXICO y en el mundo: la democracia es una forma de gobierno imperfecta, inacabada, tanto en su estructura inmanente como en su dimensión social y humana, pero es la única forma de gobierno que se autocorrige. Y esta es su principal virtud. No se nos olvide que arrasar con la democracia solo ha traído las peores pesadillas humanas. A diferencia de un concepto meramente formal de democracia ( Kelsen) o de la defensa de una democracia “ sin adjetivos”, de Krauze, es hora de proponer y defender algunos calificativos- por mínimos que sean- que restrinjan su significado y le den viabilidad frente a los grandes problemas como el hambre, la injusticia,los derechos humanos o el desencanto moral y el nihilismo. Pero subrayémoslo una vez más: ninguno de los grandes retos del siglo XX se ha resuelto con la impostura autoritaria, la concentración de poder, la “ética de la convicción” (Weber) o el mesianismo, en sus múltiples facetas.
Sin importar su modestia, un buen principio para reorientar nuestra tan desaseada vida política sería reinscribirnos en esa larga tradición, hoy prácticamente enterrada, que arranca con Altamirano, se extiende a través de Cosío Villegas y llega a Gabriel Zaid, consistente en animar “ la conversación pública. “ El nivel de la discusión pública es tristísimo- escribe don Gabriel Zaid en ‘De los libros al poder’- y no por falta de gente inteligente, sino por falta de interés en la discusión: a la hora de la verdad, lo que importa es quién puede, no quién tiene razón” . J.Canales