Mundo Nuestro. Como un ave en el paraiso. O en el solar de una casona del siglo XVII en el centro de la ciudad de Puebla. La que aparece en este plato surgió de la imaginación de un artista alfarero hoy desconocido, y que sirvió para ofrecer alguna vianda en un banquete de La Casa del Mendrugo en aquel siglo de esplendor poblano. Este plato forma parte de los vestigios encontrados en el subsuelo del patio de la conocida casa de los Jesuitas ubicada a unos pasos del Carolino, reconstruída entre los años 2008 y 2013, y que hoy alberga uno de los más importantes espacios culturales y gastronómicos de la Angelópolis. Recuperado por los arqueólogos que participaron en la rehabilitación de la casona que hoy alberga el Museo Casa del Mendrugo, el plato da cuenta de la historia que se contiene en las palabras "talavera poblana". La colección de talavera del Museo Casa del Mendrugo formó parte del trabajo de investigación sobre los orígenes de la loza estannífera en Puebla realizada por la historiadora del Arte Emma Yanes Rizo, autora del texto que presentamos en Mundo Nuestro.
La UNESCO ha reconocido a la Talavera de Puebla como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad este 11 de diciembre. La dimensión de esta noticia la podemos entender desde la historia misma de la producción alfarera en Puebla desde el siglo XVI. Para la historia de la talavera en Puebla lo sucedido en la segunda mitad del siglo XVI es fundamental. Y de la misma manera para la historia de la ciudad. Es un siglo obscuro, con grandes vacíos en su historiografía, y que requiere de un esfuerzo en la investigación científica que los arqueólogos e historiadores no han dejado de dar y que desde las instituciones de investigación se debe impulsar.
El 19 de agosto de 2013, en las instalaciones de la Facultad de Filosofía y Letras y dentro del Posgrado en Historia del Arte del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, la historiadora Emma Yanes Rizo, miembro del cuerpo editorial de Mundo Nuestro, presentó con el objeto de obtener el grado de Doctora en Historia del Arte la tesis “La loza estannífera de Puebla, de la comunidad original a la formación del gremio (1550-1653)”.
Considerado como un parteaguas en la historia de la cerámica en México por los especialistas que confrontaron a la nueva doctora como miembros del comité tutoral ante el que se presentó esta tesis, este estudio es una profunda inmersión en ese siglo XVI poblano, y al narrar la historia de los artesanos que desarrollaron la llamada entonces “loza fina” documenta como no se había hecho la vida de los trabajadores que contribuyeron con su destreza y capacidad artística a la construcción de nuestra ciudad colonial. Una ventana para comprender en su profundidad histórica la riqueza patrimonial que hemos heredado.
Mundo Nuestro presenta un extracto de la investigación de Emma Yanes Rizo, justamente el acercamiento a esa comunidad original de la que partió la tradición de la mayólica poblana.
Las ilustraciones pertenecen al libro Tratado de Piccolpasso, 1597. Labor de pintura.
Durante muchos años, a partir del texto de Edwin Barber de 1908, que afirmaba que el origen de la mayólica o “talavera” en Puebla se debía a su introducción por los frailes del convento de Santo Domingo en 1526, según comentarios del cónsul norteamericano en México de mismo 1908, no se ha dejado de especular por los estudiosos de la cerámica al respecto. Mi reciente tesis doctoral en Historia del Arte, parece aclarar, al menos en parte esa duda.
Un minucioso trabajo de archivo en la ciudad de Puebla, la ciudad de México, el Archivo General de Indias de Sevilla , así como la lectura de bibliografía específica sobre la historia de la loza estannífera en México, Sevilla, Talavera de la Reina, Puente de Arzobispo, Génova y Liguria, región en la hoy Italia, aliada por entonces al imperio hispánico, entre otros, nos ha llevado a corroborar a Talavera de la Reina y la región de Toledo en España, como la cuna de un importante grupo de loceros asentados en Puebla. Entre éstos destacan los Encinas-Gaytán, vinculados a su vez con los azulejeros de Sevilla de la familia de Alonso García, los Bautista Salomón de Génova y los Bautista Conrrado de Liguria, castellanizados.
Mi investigación de igual manera corrobora la cercanía de estos primeros loceros con el convento de Santo Domingo en Puebla, así como con los principales alarifes y arquitectos de la época: Alonso Díaz, Pedro de Arganda, Pedro López Florín y el capitán y arquitecto Francisco de Aguilar.
Hablaremos aquí, en particular, de Gaspar de Encinas el viejo, como uno de los primeros loceros españoles asentados en Puebla, que logra expandir su linaje, a través del matrimonio de sus hijos con mujeres de familias de loceros y el sistema de trabajo maestro-oficial-aprendiz.
Las piletas para decantar el barro y el sistema de presión del material.
El matrimonio Encinas-Gaytán y su descendencia
El matrimonio Encinas-Gaytán debió realizarse a más tardar en 1570, ya que para 1596 su segundo hijo, Gaspar de Encinas el mozo tiene 25 años.
En 1596, Gaspar de Encinas pide licencia para el arribo de su mujer María Gaytán, establecida entonces en Triana, e hijos solteros a la Nueva España, ya que los negocios del locero prosperan: tiene una casa alquilada “por tres vidas” en “la mejor calle de la ciudad”, había gastado en mejorarla más de cuatrocientos pesos; y le habían solicitado un importante pedido de azulejos. Para entonces, su primer hijo, Diego Gaytán ya vive en la ciudad de Puebla donde contrae matrimonio.
Gracias al documento de embarque de la familia en 1597, en el Archivo General de Indias de Sevilla, conocemos quiénes eran los Encinas-Gaytán. Los testigos, vecinos de Talavera de la Reina, afirman que en efecto Gaspar de Encinas el viejo y María Gaytán están casados y son: “cristianos viejos, limpios de toda raza de moros ni judíos, y ellos ni sus padres ni abuelos no han sido castigados ni penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición”. María Gaytán tiene para entonces más de 50 años, es “blanca y con los ojos saltados”. Gaspar de Encinas hijo, también locero, tiene 25 años, es “zurdo y algo lampiño”. Gabriel Gaytán tiene 14 años, es “blanco de rostro y ojos grandes”. Salvador de Encinas es un niño de 9 años, “delgado de rostro y ojos saltados”. Cecilia Gaytán tiene “cerca de 22 años, es de buen cuerpo, fresca de rostro e colorada y con ojos grandes”.
Diego Gaytán se casa en 1595 en la ciudad de Puebla con la española Ana de Xironda, no tiene descendencia. Cecilia Gaytán decide inicialmente quedarse en Sevilla, donde se casa con el también locero Alonso García, tienen un hijo y se trasladan a Puebla en 1602. Gaspar de Encinas el mozocontrae matrimonio con María Gamboa en 1598, sin descendencia, ella muere en 1613. Un año después se casa con la española Úrsula de Espíndola, con quien tiene dos hijos. Salvador de Encinas contrae nupcias en 1607 con Mariana Solís. Gabriel de Encinas ingresa a la orden dominica en Puebla.
Enrique A. Cervantes ubica a Gaspar de Encinas en Puebla en 1580, casado con Isabel Guzmán y viviendo en la calle de los Herreros, lo considera uno de los primeros loceros. Lamentablemente nuestra revisión en el archivo de notarías de Puebla, no ha podido corroborar dicha información. Habrá que indicar que, de ser así, Gaspar de Encinas comete adulterio ya que para entonces sigue casado con la española María Gaytán.
Molido manual de los óxidos colorantes.
Gaspar de Encinas el viejo
El historiador Salvador Cruz afirma haber encontrado en un documento de 1593 a Gaspar de Encinas como testigo de un enlace matrimonial: “Declara ser vecino de la ciudad y locero de oficio. Añade que desde hace unos dos años vino a estas partes en la nao del capitán Granillo llamada San Blas. Afirma tener 40 años poco más o menos y no firma por no saber. Es decir, había nacido hacia 1555 y llegado por 1591”. Pero este autor no da su fuente. Queda pues en duda la fecha de la llegada de Gaspar de Encinas a Puebla.
El primer documento de archivo que localizamos sobre Gaspar de Encinas, data de 1595, en un acta de cabildo. Se le adeudan por entonces cien pesos por la elaboración de seiscientos caños de barro para la nueva red de agua potable de la ciudad “del obraje hasta el almacén de caja de Alonso Miguel”, mismos que produce entre 1593 o 1594, bajo la dirección del alarife de la ciudad y responsable de la obra de agua Alonso Díaz, también de la región de Toledo. Díaz recibió en 1571 dos solares para hacer un horno para teja y ladrillo. Los caños producidos por Encinas pueden haber sido quemados en dicho horno, dado que para entonces no hay registro de que Encinas ya tuviera su taller. En 1580, el cabildo comisiona a Alonso Díaz encañar el agua dulce de la ciudad a la plaza pública. La orden se otorga hasta 1586 y se le asigna un salario de trescientos pesos a costa de los propios de la ciudad. Pero al parecer el encañamiento del agua se inicia en 1592. El alfarife Alonso Díaz muere en 1594. El responsable de la cañería será, a partir del 7 de junio de 1594, el Maestro Mayor Pedro López Florín.
Ese mismo 1595, en marzo, los alfareros asentados en Puebla Miguel de Herrera, Pedro de Aguayo, Juan Bautista Conrrado y Alonso Fernández Cornieles “por sí y por Gaspar de Encinas”, ausente “por quien presto voz y caución de rato”, se defienden contra el pago del diezmo que les quiere imponer la catedral metropolitana. Al respecto otorgan un poder a los loceros de Villa Franca de Puente de Arzobispo, Nicolás Hernández y Pedro de Aguayo, para que en su nombre los representen en Sevilla, hagan los trámites pertinentes y demuestren que: “en los arzobispados de Sevilla, Toledo y obispado de Plasencia, no pagaba diezmo la loza vidriada o por vidriar”. Lo que puede interpretarse como un primer intento de organización gremial.
A decir de Efraín Castro, el alegato es ganado por los loceros. El documento demuestra entonces que a finales del siglo XVI la cerámica poblana había adquirido la suficiente importancia como para llamar la atención de las autoridades eclesiásticas. Además, nos deja ver las relaciones entre los loceros en Puebla y con los alfareros de Toledo y Plasencia: Pedro Aguayo hijo, por ejemplo, es representado por su propio padre en España. Y Francisco Hernández, hijo de Nicolás Hernández y María Gallega, todos originarios de Villa Franca de Puente de Arzobispo, llega a la Nueva España en 1593. Gaspar de Encinas, por su parte, es representado a su vez por Alonso Fernández Cornieles, natural de Talavera de la Reina, ya que Encinas era analfabeta.
Molino de tracción animal para la preparación del esmalte estannífero.
En 1598, Gaspar de Encinas, su hijo Diego y el maestro herrero Juan Alonso, registran dos minas en “el descubrimiento de Huejotzingo”, una llamada de Nuestra Señora de los Remedios y la otra Nuestra Señora del Prado. No sabemos con exactitud de qué eran las mencionadas minas, pero se refieren a las mismas como “…mina de oro, plata, azogue y otroscualesquiera metales por mina descubridora”. Es probable que de dichas minas obtuvieran algunos minerales para la elaboración de colores, pero de su producción no tenemos noticias. En el documento mencionado Gaspar es registrado como “oficial de hacer loza, barros colorados y azulejos”, es decir, que no llegó a la ciudad de Puebla como maestro.
Un año después, en 1599, Gaspar de Encinas dona cinco barras de la mina a favor del arquitecto Pedro López Florín, porque: “le tiene mucho amor y voluntad…de muchas buenas obras que de él ha recibido”, de lo que se deduce que Encinas trabaja para él en más de una ocasión. López Florín es uno de los principales arquitectos de la época, nacido en Sevilla de padres toledanos. Para 1599, fecha de la donación de la mina, el arquitecto ya había realizado obras para la introducción del agua potable en la ciudad (1591), la construcción de la primera iglesia del convento de Santa Catalina de Sena (1594), la construcción de cañerías para las casas del convento de Santo Domingo (1596), la planta y traza de las nuevas carnicerías de la ciudad (1597), las casas de Pedro de Irala con balcón en esquina (1597) y en 1599 la planta para dos casas y tres tiendas en la calle de la Carnicería Vieja, misma en que a finales de ese mismo año vivirá Gaspar de Encinas. No es descabellado entonces considerar que Pedro López Florín beneficia a nuestro locero con contratos en algunas de esas dichas obras, ya sea para la cañería o la producción de azulejos o que lo haya considerado necesario.
Por lo demás, la región de Huejotzingo, donde estaban ubicadas las minas, fue durante la época prehispánica y durante la colonia una zona de producción de cerámica. Es posible que Encinas utilizara en su taller fuerza de trabajo de la región.
En diciembre de 1599, Gaspar de Encinas el viejo, arrienda por tres años al confitero Alonso Gutiérrez, “un local en la calle de la Carnicería Vieja que tiene por linderos de ambas partes, casas en que yo vivo”. Lo cual nos permite localizar la casa inicial de Gaspar de Encinas en la también conocida como calle de los Mercaderes, hoy 2 Norte, a unas cuadras de la plaza principal y no en la calle de los Herreros como se suele afirmar. O quizás tenía casa y taller en ambas localidades.
Molino de tracción humana para la preparación de los colores.
En 1601, Gaspar contrata como “oficial de loza fina y común” a Andrés de Haro, de la región de Toledo, el cual recibe por adelantado 85 pesos de oro común y acuerda “irlos desquitando conforme fuere haciendo sus tareas”.
En 1602, ya con su yerno sevillano Alonso García en la Nueva España, Gaspar de Encinas el viejo entabla un importante contrato con la catedral de México, de 1,800 azulejos, “puestos y entregados”, lo que indica que participa también en la colocación de los mismos y no sólo en su manufactura. Para entonces Encinas cuenta ya con un amplio taller. Un documento de 1604 en que renta su factoría por tres años al también locero Hernando Narváez, nos permite conocer el alfar de Encinas: tres hornos para loza, 24 ruedas (tornos), un horno para quemar vidrio, un molino y mil doscientas cubiertas de “escudillas”. El taller estaba localizado, según el propio documento, en “la calle que va de la Plaza pública a san José, linda con casas de Lorenzo del Puerto y casas mías”, que nos remite de nuevo a la calle de los Mercaderes , a unas cuadras de la plaza pública, donde ya sabemos que se encontraba su casa. Calle que él considera en su carta a su esposa de 1596, una de las mejores de la ciudad y que renta por “tres vidas”. Gaspar de Encinas tiene sobre dicha calle, según se deduce de los documentos, su casa personal y otras, una tienda y su taller, lo que nos indica ya para entonces posee buenos ingresos.
En 1605, tenemos constancia de dos contratos de loza fina de Gaspar de Encinas. Por lo que creemos que probablemente para entonces tuviera otro taller o compartiera el suyo, dado que para entonces su alfar en la calle de los Mercaderes estaba rentado. La renta de alfares entre loceros por determinado tiempo fue común en la época, aunque desconocemos los términos en que se realizaba. El primero contrato es un pago en loza al comerciante de la ciudad de México García de Salcedo, equivalentes a 70 pesos de oro común, por una entrega que le hizo el representante del mismo en la ciudad de Puebla, Gabriel Ramírez, de plomo y estaño. El otro es un convenio con el “estante” Antonio de Vega, por 400 docenas de loza, a seis reales cada docena. Encinas recibe por adelantado 150 pesos de oro común, el resto será a la entrega.
En 1606, Gaspar de Encinas firma un convenio con el maestro albañil Pedro de Arganda, con quien concerta “solar y aforrar” con azulejos la capilla de la Magdalena en la iglesia del convento de Santo Domingo. Aquí de nuevo Encinas aparece como quien coloca la obra: “solar”se refiere a colocar sobre el piso y “aforrar” integrarlos al mismo.
Un año después, en 1607, Gaspar de Encinas se encuentra en Guatemala junto con Lucas Gaytán, también locero de Talavera de la Reina, ambos aparecen como unos de los primeros alfareros de Antigua Guatemala.
En 1609, ya de regreso en la ciudad de Puebla, Gaspar de Encinas es acusado por la mestiza Isabel de Guzmán de malos tratos: “por muchos palos que me dio en el cuerpo, estando en la calle del Colegio de San Luis”. A partir de 1612, el taller de Gaspar de Encinas el viejo y de Diego Gaytán, no aparecen registrados en los Libros de Cabezón o pago de alcabalas. En el testamento de su hijo Gaspar el mozo de 1619, se estipula que su padre ya había muerto.
Taller de loza estannífera de finales del siglo XVI, Tratado de Piccolpasso, 1597. Labor de pintura.
Tiesto de plato de loza fina, Puebla, mediados del siglo XVI, pintado con azul cobalto, naranja y amarillo, col. INAH/Puebla.
Dibujo del plato anterior completo.
“Zancuda” policroma en plato poblano, aplicación del color ocre en alas y agua, mediados del siglo XVI. Col. INAH/Puebla.
Plato, serie en azul de “zancudas con serpiente”, Talavera de la Reina, mediados del siglo XVI, col. Instituto Valencia de Don Juan, Madrid.