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26 Abril 2024, Puebla, México.

Tiempos improbables / Ángeles Mastretta

Cultura | Crónica | 7.NOV.2021

Tiempos improbables / Ángeles Mastretta

 

Incluso en estos meses, en que la vida de tan quieta parece que nos arrastra, me detengo sin más y los pienso. Ya no puedo nombrarlos uno a uno, igual que cuando eran menos, pero uno a uno es que aparecen como destellos: los muertos que aún marcan mis días.

No tengo otra manera de mantenerlos vivos. No hablo con su sombra ni creo que vendrán a comerse los panes de la ofrenda, lo que hago es contarlos muchas veces. Y asirme a la memoria de su entereza, esperando que a veces la compartan conmigo.

Sin embargo, a pesar de cuánto los añoro, ahora que son cada vez más, lo primero que hago al despertar es levantarme a vivir como si la muerte fuera una alegoría. Y como si la existencia de los vivos entre los que vivo dependiera de mí. Incauta yo, imaginando que la fuerza de sus ojos y sus deseos dependen de mi testimonio. Estoy aquí para vigilar a mis vivos.

 

Decía la antropóloga Guzmán que ella no quería morirse para no hacernos esa maldad, porque es muy bonito tener mamá. Quería quedarse no por ella, sino para no dejarnos.

Dos mujeres bravías, a quienes admiro tanto como las quiero, perdieron a su madre hará tan sólo un rato. Y, frente a esa entelequia que cuando se hace realidad nos desampara, están de tal modo inermes que de sólo imaginarme los años que les quedan para extrañarla quisiera acunarlas desde ahora y hasta la tarde en que tampoco esté yo, pero ellas y todos los míos hayan tenido tiempo para decirme adiós porque ya vaya siendo hora de ahuecar el ala y desaparecer.

 

 “Vivimos como vivos eternos”, dice el Mahabharata, a pesar de que la muerte pase entre nuestros días, todos los días.

(Ilustración: Gonzalo Tassier / Revista Nexos)

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(Ilustración: Gonzalo Tassier / Revista Nexos)