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29 Marzo 2024, Puebla, México.

Soñar con los pies / El Puerto Libre de Ángeles Mastretta

Cultura | Crónica | 10.DIC.2021

Soñar con los pies / El Puerto Libre de Ángeles Mastretta

Revista Nexos

 

Es diciembre y bailo, a pesar de todo lo que sé que a cada quien le pesa. Me duelen los talones y un dedo, a veces las rodillas. En las mañanas mi cadera inventa que quiere vivir en otro sitio. Y por un segundo me parte en dos. Con todo, ha de llegar enero y seguiré bailando como quien acepta un mandato irracional contra el que no ha de rebelarse.

Me atreví a seguir la música porque me urgía viajar más allá de la calle, desvelarme hasta saber a dónde va la luna cuando amanece, retar al toro del silencio con la bendita música de los anocheceres. 

Hoy ya nada es silencio, está afuera todo el mundo: retando al horizonte y lo que venga con él. ¿Se equivocan? No sé. Espero que no, pero aún rige mi vida la cautela, porque tengo un tesoro al que quiero, sana y salva, cargar toda la vida que me quede. Tengo un niño que me trajo el primero de estos meses bisagra que unen un año con el otro, volviéndolos el mismo. Un niño que apenas pude tener en brazos hace unos días. Nada más fue tocarlo y me tembló el corazón en la punta de los pies. No sé si merecía esta dádiva, pero la bendije tanto más de lo que otras veces reniego del azar cuando es malo. Mi hija me lo prestó y él siguió durmiendo, como si no hubiera salido del regazo en que lo tenía. Sus ojos cerrados son una línea larga que a veces tiñe sus párpados de azul. Todavía no se sabe qué color van a tener. Cuando los abrió vi que pintaban la casa entera con una luz igual a la que según dicen sale de un cráter en Marte. Creí que me miraba. Ya sé que al principio no ven más allá de treinta centímetros. Pero no importa, lo crucial es su boca, el hambre respingada que alimenta su madre con suavidad de diosa. Tiene las manos diminutas y los dedos largos. Con ellos revisa su cara adivinándola: ahí está su nariz, la toca; ahí las cuencas de sus ojos, ahí los pómulos que rasguñó unos días para probar que eran parte de sí mismo, ahí sus manos paseando por su cara para sentir que están acompañadas. Todo en él es elocuencia y como dicen que hicieron los Reyes Magos con otro niño: lo adoré.

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