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26 Junio 2024, Puebla, México.

Sociedad | Crónica | 16.JUN.2024

"Todo un caballero". Memoria de mi padre / Jorge Calles Santillana

Mi padre decidió marcharse en la madrugada del 12 de diciembre de 2005. El dolor que la causó la muerte de mi madre y una supervivencia de casi dos años y medio fueron apagando su ánimo y sus deseos de permanecer. El día 11, domingo, había llamado a la casa, fiel a su costumbre, durante la tarde-noche y, después de cubrir el catálogo cotidiano de preguntas se ocupó de Danelia, cuyas ocurrencias infantiles (cuatro días después cumpliría cinco años) le fascinaban por hilarantes. La nieta lo movía a deshacerse de la pesadumbre que la soledad, preámbulo de la muerte, creo que produce a todos los seres humanos. Se enteró de las últimas diabluras de la bebé de la casa, las celebró y rió a sus anchas. Estaba bien; había sobrevivido a una hospitalización, una semana antes, por neumonía. El susto había quedado atrás. Comentamos, imposible no hacerlo, sobre los desempeños en la jornada futbolística del Necaxa (nunca entendí su preferencia) y del Cruz Azul (la mía tiene dos explicaciones, una contextual; psicoanalítica, la otra). Cerca de la noche, el teléfono me despertó. Sobresaltado tomé el auricular. María Teresa, mi hermana, me informó que nuestro padre había sido llevado de emergencia al hospital debido a una crisis respiratoria. Miedo e inseguridades me invadieron. A la una de la mañana, otra llamada. María Teresa, nuevamente. No di tiempo de nada: "¿Cómo está? Ya mejor"? Silencio breve. Sentí dolor de pecho. "No, Jorge, papá acaba de fallecer"... Acaba de fallecer... acaba de fallecer... En mi cerebro rebotaban esas palabras en forma de eco.
Llegué a Villahermosa en el primer vuelo. Me reuní con mis hermanos; cada uno expresó sus sentimientos y trajo a la memoria los mejores recuerdos del viejo. Nos reconfortamos. Acudimos, después, a la funeraria.  Recibimos ahí muchas manifestaciones de apoyo y solidaridad. Sinceras y sentidas, las más; protocolarias, otras. No me atreví a acercarme al féretro; me resistí a ver a mi padre sin vida, inerte. Me senté cerca de la parte superior del ataúd. Rememoré, así, mil y un episodios de nuestra relación. De pronto, de en medio de la multitud surgió una figura y se plantó frente a mí. Era una mujer de edad avanzada, sexagenaria probablemente, de baja estatura, piel seca y con arrugas, con una cabellera casi totalmente cana, mirada triste y pies descalzos. 
- ¿Es usted hijo de don Jorge? preguntó.
- Sí, respondí, al tiempo que ella detenía mi movimiento para pararme.
- No se levante. Usted no me conoce, pero yo sí conocí a su padre. Yo vendí el periódico (Presente) durante muchos años.
Extendió su mano derecha ´para entregarme una veladora mediana con una virgen de Guadalupe estampada.
- Enciéndasela a su padre para que descanse en paz. Se lo merece. Su padre fue todo un caballero. 
No me dio tiempo de agradecerle. Se dio la media vuelta, se confundió con quienes nos acompañaban y la perdí de vista. "Su padre fue todo un caballero"...."todo un caballero"... Sentí los ojos cargados de lágrimas. Quedé pasmado. Reaccioné poco después y salí a buscarla. No la vi por ninguna parte. Se había retirado. Nunca supe su nombre. Tampoco las razones por las cuales llevó esa veladora y se refirió a mi padre en los términos que lo hizo.  Pero me sentí, orgulloso, pleno.
Hoy te recuerdo padre, como el gran padre que fuiste. Hombre de una pieza, de trabajo, de convicciones y de gran corazón. Hoy tengo claro que fui más duro contigo que tú conmigo. Tuviste la entereza y la inteligencia emocional para entender y dejar pasar nuestras diferencias, sobre todo de tipo ideológico, y conservar nuestra relación fundamentada sobre el amor, la comprensión y el buen humor (tu sentido del humor fue extraordinario). Con correcciones (que ya mi hijos habrán de avalar o criticar, lo que es más probable) aplico el modelo de padre que tus hijos tuvimos en casa. Lo he dicho, pero no canso de repetirlo: si consigo que mis hijos me recuerden con la mitad del cariño, el respeto y la admiración que me hacen recordarte podré irme más que tranquilo. Dale abrazos a la Osa; bésala de mi parte. A ti, un fuerte, muy fuerte abrazo; un sonado, muy sonado beso. ¡Felicidades en tu día!