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13 Octubre 2024, Puebla, México.

Drogadictos Anónimos. Sin pretextos / Testimonio de Rolando Orozco Nakachi

Salud y enfermedad /Sociedad civil organizada | Entrevista | 16.JUL.2024

Drogadictos Anónimos. Sin pretextos / Testimonio de Rolando Orozco Nakachi

Soy rolando Orozco Nakache. Bueno. Lo primero: soy parte de la directiva nacional y soy parte del grupo de socios que conformamos la Asamblea General donde recae el poder o la máxima representación de nuestra institución. Somos un grupo de 13 personas. Y en este momento ejerzo el cargo de Secretario de la asociación. Empecé con la asociación como usuario en 1993. Tuve la fortuna de llegar al primer centro de esta asociación en la Ciudad de México, nuestro primer grupo denominado Liberación. Y como tal, como voluntario estoy desde el año 2014 como directivo.

 

Cómo empezó todo

 

Llegué a Liberación cuando dejé de consumir, tenía yo 16 años. Yo comencé a hacerlo desde los 12 años. ¿Por qué ocurrió esto? Yo me la pasé solo de niño. Mi mamá todo el tiempo trabajaba, todos los días en su trabajo. Mi papá y mi mamá se separaron cuando yo era un niño. Al poco tiempo, mi mamá rehízo su vida, se juntó con otra persona. Pero era igual, eh, mi padrastro también todo el tiempo estaba trabajando. Tengo una hermana más pequeña. Yo soy el mayor. Prácticamente los dos nos la pasábamos muy solos. Solamente coincidíamos con mis papás por la noche. Pero pues no había comunicación, no había charla, no había diálogo. Mi mamá, agobiada por su trabajo. Ella siempre trabajó en restaurantes, cuando no era mesera, estaba en la cocina o era garrotera. Entonces es esta soledad en la que vivo. Cuando entré a Drogadictos Anónimos yo no era consciente de ello en ese momento. Pero hoy lo sé por experiencia, el daño que hace que un que un joven no tenga esta comunicación funcional en el seno familiar que sea capaz de permitirle y expresar sus sentimientos y sus emociones, sus anhelos, sus frustraciones. Eso, cuando una persona se lo guarda, se lo queda tarde que temprano va a buscar una salida, una válvula de cómo escapar, cómo liberarse. Yo la encontré en el alcohol, encontré las drogas.

Mi familia es muy grande. Al mismo tiempo, así como yo me encontraba muy desorientado y sin alguien quien fuera formando y marcando la pauta en la vida, me encontré con que también mis primos estaban igual. Estaban en una circunstancia parecida. Entonces comencé a drogarme con ellos y comenzamos a hacerlo, porque también otros tíos ya consumían drogas, consumían alcohol. De hecho, el alcohol siempre estuvo presente en la familia. A nosotros se nos hacía tan normal. A mí, por ejemplo, me encantaba que mis tíos se embriagaran, que hicieran fiestas, porque eso significaba que me iban a mandar a la Vinatería y mandarme a la vinatería era la posibilidad de quedarme con los cambios y aprovecharme de que el alcohólico se vuelve generoso con el dinero, lo despilfarra, así que no le interesaba si me quedaba con el cambio, si les aumentaba los precios, entonces yo fascinado de estar cerca de ellos para hacerles esos favores que me beneficiaba. Entonces, pues me voy juntando con mis primos, nos vamos reuniendo, vamos platicando lo que vemos y nos vamos como desafiando. ¿Y qué se sentirá si le ponemos a esto? ¿Qué se sentirá si hacemos esto otro? Esa la forma, el medio en el que yo comienzo a drogarme con ellos. En algún momento dado, pasé del alcohol a otras drogas. Sí, yo comencé fumando, mi tía tuvo una tiendita. Y nos robamos sus cigarrillos. Entonces lo hacíamos a escondidas. Y tenemos que buscar la manera de ocultarnos, no solo que nos vieran, sino que no nos fueran a oler y que no nos fueran a detectar. Nos lavamos las manos mascábamos chicle, comprábamos pastillas. Diez, once años tenía.

Mis tíos siempre celebraron fiestas al ser una familia tan grande, pues se reunían y además en el en la calle donde vivimos como que éramos una familia muy popular, como que nos visitaban muchísima gente, no solo familiares, sino externas. Y era un lugar de fiestas. Yo soy de la Colonia Héroes de Chapultepec, está pegadita a la Colonia Narvarte, en la alcaldía Benito Juárez. Entonces, pues dejaban sus botellas, de hecho, yo mi primera borrachera me la puse cuando tenía 7 años. De siete años de edad, Rolando, mi primera borrachera me la puse así, solo, imitando a uno de mis tíos, yo veía que cuando tomaba me llamó mucho la atención que esta botella, se me fue el nombre en este momento del licor, la que tiene un vasito rojo en la tapa, no me ve y me doy cuenta. O sea, en este momento me ve que la estoy viendo, que la estoy abriendo. Me doy cuenta de que es un vaso y que viene con la tapa. Ese día fue 25 de diciembre, mis papás se fueron a seguir la parranda con los tíos y me dejaron solo. Yo me quedé solo. Y empiezo a imitar a mi tío. Me tomo unos vasos, pronto solo estoy platicando conmigo, estoy hablando fantasías, pero bebiendo algo que me quema muchísimo, sabe horrible. Y cuando menos me doy cuenta, pierdo el conocimiento. Lo único que recuerdo es que me está despertando a mi mamá al otro día. Y dice que me encontró tirado en la mesa con el radio a todo volumen, con la botella abierta este y a ellos les provocó entre enojo y gracia y era una anécdota de la familia, pero a mí jamás se me olvidó. Después de que pierdo el miedo de que me vean fumar comienzo a beber en la escuela. Y empiezo a meter bebidas alcohólicas a escondidas en la secundaria, yo así es como empecé a beber. Y una vez que rebasé es el límite comienzo a volverme muy cínico. O sea, ya no me daba pena, ya no me daba vergüenza, ya no me daba miedo que me fueran a ver mis maestros. De hecho, si me vieran para mí significaría una especie como de logro, de triunfo. Además de que, dentro de mi ignorancia, como que asociaba que la gente que me veía lo hacía con admiración. Entonces lo hacía con mayor gusto. Y al mismo tiempo rebasar el límite tras límite tras límite, pues me llevó a inhalar solventes, a fumar marihuana, a tomar pastillas psicotrópicas.  creo que es como la cadenita, yo he escuchado a varios chavos adictos que así les pasa. Consumir otra y otra sustancias y así se va, se va incrementando.

 

Me salí de casa

 

Me pasó de una manera muy estúpida, así lo puedo decir, yo no tenía necesidad de salirme de mi casa. De hecho, mis padres, pese a que no estábamos juntos, aunque vivíamos en la misma casa y no nos conocíamos, pero estábamos juntos. Y mi mamá siempre ha sido, como se dice una mamá de eta grande, siempre queriendo ayudar a todos. Y en mi caso, a mí siempre me llenó de cosas materiales. Y lo tengo muy tan presente en sus palabras, ella me decía mucho, hijo, yo no tuve lo que tú sí tienes, viví muchas carencias y por eso me parto el lomo para que no te falte nada. Era la manera de quererme de mi mamá. Entonces, ese amor como que me empalagaba. Y me caía gordo que mi mamá fuera así. A diferencia de otros chavos que dicen que querían eso, no, yo no quería eso. Yo quería que mi mamá pues no fuera tan melosa, no fuera tan abrumadora con sus cosas. O sea, cuando se lo platico a alguien me dice, no te entiendo. Bueno, así, así yo lo he vivido. Entonces, un día uno de mis amigos al que corrieron de su casa y que ya tenía el plan de salirse así me lo dijo, vámonos, vámonos. O qué, ¿te da miedo? Y por no quedar mal con él me salí.

Ni siquiera estaba en mi plan. Que me salgo de mi casa así, sin avisar, sin planeación, sin nada. O sea, es como ¿quién en sus cabales que está en el paraíso lo hace? Ha sido una manera metafórica, se va al infierno solamente los tontos como como uno. O sea, yo teniéndolo todo, ese día porque alguien me dijo, vámonos, que me voy. Y bueno, pues él había juntado un dinero y nos fuimos primero a Oaxtepec, anduvimos en Cuautla, estuvimos en esa zona de balnearios. Andábamos de lugar en lugar nadando, gozándola, pero yo cada noche me la pasaba llorando porque me acordaba de mis padres. Me imaginaba mi mamá cómo me pudiera estar buscando y eso me daba mucha nostalgia, pero me acordaba del malestar que le tenía y decía, bueno, pues para que se le quite, para que ya se dé cuenta que yo no la necesito. Así estuve unas semanas hasta que se nos acabaron los recursos, nos llegó el hambre y tuvimos que buscar la manera de cómo regresar.

O sea, todo Infectado, lo hacía a propósito, como que eso me llenaba de mucho terror, esto siempre fue de la mano del solventes, alcohol y marihuana, que fueron las sustancias que yo consumí.

 

Liberación

 

A los once o doce años pues empiezo a juntarme con mis amigos y sí se nos se nos va despertando a la sexualidad. Qué era lo que hacíamos, pues nos reuníamos en la casa de alguien para ver pornografía, para ver películas. Donde yo vivía, cerca de la calzada de Tlalpan, cada que regreso a mis orígenes, que regreso a los lugares donde viví en mi infancia hoy es muy natural ver que en esa zona está llena de prostitución, incluso de chavos que se dedicaban a la prostitución, pero eran hombres. Entonces nosotros empezábamos, cuando vimos que empezaron a llegar a estas personas, como que se volvió un lugar de curiosidad para irlos a ver, pero fíjese que, a mí, en lo particular, siempre tuve mucho miedo, mucho terror, al SIDA, eran los años ochenta, entonces yo por eso prefería mantener mi sexualidad en solitario, refugiarme, ya sea en la pornografía y la masturbación.

 

La casa del grupo Liberación en la ciudad de México.

Una cosa que hoy veo como providencial, fue que me mis padres me llevaron a Drogadictos Anónimos en el año 93. Por cierto, acabo de cumplir 31 años que me llevaron mis padres, justo el 3 de junio de 1993. Yo vivía cerca del grupo Liberación, de hecho, era mi paso diario, fue mi paso diario cuando fui a la secundaria. O sea, yo sí conocía el lugar, pero para nosotros era como un lugar de degradación. Tengo muchos familiares que los llevaron a algún anexo, a las granjas de alcohólicos anónimos. Muchos de ellos incluso en calidad de reincidentes. Y los llevaron a estos anexos donde los amarraban los golpeaban, los encadenaban, los amarraban a un grillete, si eran reincidentes, los vestían de mujer, los rapaban pelones. Y eso, cuando me lo contaban para mí era como llegar a un lugar de degradación. Por eso, cuando veíamos al Grupo liberación, pues lo veía como un lugar en el que jamás me gustaría estar ahí. Tres meses antes, más o menos como por abril del 93, uno de mis familiares, una tía política, fallece. En ese día toda la familia estaba en el funeral, la estaban velando, mis primos estábamos en otro cuarto dentro de la casa, pero en la parte alta. Nos estábamos drogando, estábamos celebrando que la señora había fallecido porque había sido esta mujer que a todos nos regañaba, que cada que nos veía nos llamaba la atención, celebrábamos que se fuera a esta señora que todo el tiempo para nosotros nos era molesta. Era una especie como de celebración. Ese día me fui a la casa a dormir más o menos, como a las 4:00 de la mañana, pero antes de retirarme uno de mis primos me regaló un librito que publicó Drogadictos Anónimos en los años ochenta. Se llama “Experiencias de Drogadictos Anónimos”, lo escribió nuestro fundador don David Cervantes. Es un folletito, sí, experiencias que compiló David, que tiene el fin de prevenir las adicciones. Lo hizo con el fin de procurar fondos para mantener la gratuidad en los centros. Bueno, llegó a mis manos ese ese folletito que se ofrecía en las parroquias católicas. Me acuerdo las palabras de mi primo, me dijo “me lo regaló mi tía Elena”, la misma señora que se velaba en ese momento. Me dice que ella fue a la misa de aquí de la colonia, y lo adquirió porque veía a los muchachos desde aquí del grupo de los drogos del anexo. Pues llévatelo.

Si algo le agradezco a mi mamá es que siempre me fomentó el hábito de leer. Mi mamá ha sido una lectora compulsiva. Hoy no tanto, pero cuando yo fui niño algo que nos unió a mi mamá y a mí fue la literatura. Ella me llevaba libros o los comprábamos, ella compraba novelas, de esas que tenían continuación. Y me acuerdo mucho de que hubo una novela que se llamaba “El gran desafío”, que tenía continuación era semanal. Salía los miércoles. Nuestro voceador llegaba a las 11 de la mañana, pero mi mamá y yo ya estábamos ansiosos de leer el próximo capítulo, me mandaba desde las 10:30, vete a ver si ya llegó el de las revistas. Bueno, pues yo en el tema de leer, pues siempre me encantó. Y cuando vi el Folletito, pues yo lo agarré, lo agarré y me lo llevé esta noche lo leí esa madrugada, y haga de cuenta que fue una especie como cuando alguien siembra una semilla en uno, en un espacio se me quedó algo grabado en mi interior. Lo que leí me encantó porque me vi muy identificado, como que sentí una especie satisfacción, que estaba platicando con alguien que me entendía, a diferencia del lugar donde me encontraba, donde yo me sentía muy solo, muy solo, quería correr, pero no sabía hacia dónde. Quería que alguien me apapachara, que alguien me arropara, pero como que no había quién lo hiciera. Bueno, pues esas palabras que leo ahí me hacen sentir muy bien. La tía enojona, regañona fue la que se lo regaló a mi primo, y nosotros drogándonos en su funeral, burlándonos de que ya no había, ya no iba a haber quién nos estuviera molestando. Lo leí. Y en ese momento hay una especie de revelación.

 

Ahí me sembraron la semilla

 

Le estoy hablando que esto sería en abril del 93. Yo llego en junio, me llevan en junio. No sé con quién platicó mi mamá, cómo le hizo, pero fue el último día que yo me la pasé activo en las drogas. Este ese día yo estaba estudiando en el Colegio de Bachilleres en la Ciudad de México. Iba del 7 de la mañana a 12 del día. Yo amanecí muy triste, amanecí muy angustiado, algo me dolía por dentro, pero no sabía definir qué era lo que me dolía y comenzaba yo a tener pensamientos suicidas. Empezaba a llorar, a coquetear con la idea de mejor ahorcarme. Ahorcarme para lastimar a mi mamá. Era una idea que tenía como para inyectarle sentimientos de culpa y se diera cuenta que tuvo un hijo y no lo había cuidado, no se había dado cuenta que existía. Era una idea que se me venía ya me metiendo en la cabeza. Cada día se hacía más grande, más grande, más grande, más grande, Pero venía con algo que se llama miedo, algo como contradictorio. Pero así se los puedo compartir que me sucedió. Me detuve por miedo, pero la idea estaba muy presente. Ajá, que era más fuerte el miedo. Bueno, pues me fui a la escuela ese día. Yo solamente iba a la escuela de lunes a jueves por el programa de la escuela o los horarios no íbamos los viernes. Eran horarios muy flexibles. Ese día no tuvimos las últimas dos clases, por lo tanto, desde las 10 nos salimos los compañeros de la escuela del salón. Y nos fuimos unas canchas. Qué contraste, miren, los chavos. mis compañeros, su idea era ir a jugar básquetbol y divertirse. No faltaba quien andaba tras una chava, no faltaban los que ya eran novios, pero yo me salí con otro compañerito. Él solamente bebía, pero éramos muy parecidos. Teníamos condiciones muy parecidas, solo que a diferencia yo de él, a él sus papás sí le daban chance de beber en su casa. De hecho, le fomentaban el que bebiera dentro de la casa para que no se saliera. Y las veces que fui a su casa me encontré con algo como yo lo envidiaba, tenía su cuarto aparte en la azotea que le había construido su mamá y su papá, y había lleno un refrigerador de botellas, a mi amigo le encantaba el coñac, así lo tenían sus papás para que él no se saliera. Entonces yo decía, cómo no tengo unos papás así que me diera el chance de vivir en mi casa, no era algo inconcebible que mis papás me pudieran llegar a ese a ese límite. Mi amigo solo tomaba, no le gustaba, nunca le gustó. De hecho, me lo confesó varias veces que él no se quería meter ni marihuana, ni pastillas, nada ni cocaína. Nada. Él era feliz bebiendo. Entonces, ese día, los demás compañeros en la cancha jugando. Y él y yo tomando. Me invitó a su casa, pero no quise ir mejor, me fui a la mía por ahí de las 3 o 4 de la tarde. La mano me temblaba, no pude abrir la puerta, no le pude atinar a la de la cerradura.

 

Mi padrastro todo el tiempo trabajaba, él es maestro. Por las mañanas trabaja en una escuela hasta el día de hoy en una secundaria y por las noches trabajaba en un centro nocturno como músico en un grupo musical. Entonces, casi no dormía porque se iba a desvelado a dar clases. Cuando regresaba de la escuela dormía por las tardes, entonces ahí tuvimos un desencuentro. Así recuerdo lo que pasó: él está durmiendo, y escucha entre sueños que alguien quiere entrar a la casa. pero no puede, se levanta y me ve. Vivíamos una relación como de distancia, o sea, yo no me meto contigo, tú tampoco te metas conmigo. Algo así muy marcado. Me ve que llego tomado. Y yo me había metido unas pastillas porque alguien me había aconsejado que si me metía pastillas se me iba a bajar la borrachera o me la iba a equilibrar.  No, me pongo muy agresivo, lo agredo, lo ofendo, le digo que no se meta en mi vida. Está una de mis hermanas, me ve y no me dice nada. Me acuesto. Pero no, no puedo dormir. Me salgo de la casa y voy a ver una tía, una tía que, por cierto, también ya falleció, mis primos tienen muy malos recuerdos de ella, pero yo no los tengo porque fue esta tía muy apapachadora, muy alcahueta conmigo. De hecho, ella fue la que me dice, Cuando me ve, quédate aquí, que va a venir tu mamá. Te va a ver y se va a poner muy mal aquí quédate ya en la noche te vas para tu casa. No quise, no quiero, no me quise quiero quedar ahí, voy a buscar a mis primos. No los encuentro y no tengo opción más que regresarme a la casa. A intentar dormir. Ahora sí caigo en un sueño. Eh, al poco tiempo llega mi mamá de su trabajo. Entre murmuraciones escucho que platicó con mi padrastro por las condiciones en las que había llegado. Y pues para eso, mi mamá.  unos días antes me había ido a sacar de de una pulquería. Alguien le dijo que ahí estaba. Tuvimos una plática, me dijo ¿quieres estar en este lugar lleno de puros borrachos? En la casa tienes todo. Yo ese día había fumado marihuana. Y había bebido. Lo que yo sentí cuando mi mamá platicaba conmigo se agudizó el efecto de la marihuana y me sentí como en otra dimensión, me dio un ataque de risa que no pude contener. Eso enfadó más a mi mamá, pero también la asustó. Ese día fue definitiva la sentencia, me dice te vuelvo a ver que andas mal y te voy a llevar a un anexo de los que nos que llevaron a mis familiares. Y eso pues me aterraba. Me regreso a ese jueves 3 de junio. Mi mamá platica con mi padrastro, y él de una patada abre la puerta. Yo estoy envuelto en cobijas. Solamente me dice que me vista. De hecho, ya no hay diálogo, ya no hay pláticas, solamente así de manera indicativa, vístete y acompáñame. Yo ya padecía de lagunas mentales, aunque la casa del grupo Liberación está muy cerca. no recuerdo cómo es que atravesamos las calles. De hecho, yo cuando llego al lugar no sé a dónde me habían llevado. Perdí la dimensión del tiempo, que habremos caminado unas seis o siete calles. No supe cómo llegué, perdí la noción del tiempo. Y cuando reacciono, ya estoy yo platicando con los muchachos del grupo Liberación y mi mamá enfrente, platica con algunas mujeres adictas, ellas dándole la información del grupo y otros dos chavos platicando conmigo.

 

Sin pretextos

 

Así es como me llevó mi mamá a al grupo liberación. Lo que hacen los compañeros le llaman labor de convencimiento. Platicaron conmigo, o sea, es algo increíble. Yo no tenían la mínima intención de quedarme. Menos voluntariamente. Pero no es lo mismo platicar con un psicólogo que platicar con un drogadicto en rehabilitación que, como decimos somos los mismos actores, pero en diferentes escenarios, somos calcas así al carbón, o sea puedes engañar a la policía, puedes engañar a tu mamá, pero es muy difícil que engañes a otro drogadicto, padecemos la misma enfermedad., En circunstancias distintas, pero la enfermedad es la misma. Ellos se están viendo en ti y yo me veo en ellos. Y será ese el puente de comprensión. Entonces me quitaron todos mis pretextos. Nunca, nunca había conocido a alguien que me hablara con esa realidad y con esa forma tan directa de decirme las cosas. Y que me acorralara, me arrinconara para derrumbar a todos mis pretextos, les decía, yo es que tengo que ir a trabajar. No, no te engañes, no, no trabajas. ¿Qué más hay que que pueda valer más que tu vida? La escuela puede esperar, pero tu vida no puede esperar. ¿O sea, llegaste por algo? Es más, es muy difícil que lo creas, pero hay algo más fuerte y más divino, que es lo que te trajo con tu mamá. Solamente fue un medio, pero ya te estábamos esperando. Sabíamos que ibas a llegar. Ah, caray. Me sentía arrinconado. Y ayudó mucho que a mi mamá le dijeron ya no lo tenga en su casa, tenerlo en su casa, es fomentarles sus adicciones, necesita ayuda, que no la manipule, que no le chantajee. Entonces. desde los dos frentes me arrinconaron. No tuve opción que les dije, está bien. O sea, ellos me dijeron, no digas que la sopa no tiene sal, si no la has probado, pruébalo. Y Quédate solo por hoy, si no te gusta esto, ya mañana te vas. Bueno, pues mire, yo por experiencia, nunca he estado recluido en prisión. Pero luego le platico a cualquier persona de bien. Yo sí me sentía muy nostálgico. Yo tuve que vivir y pagar ese precio, tenía 15 años. Sí me invitaron a quedarme 3 meses.

 

Una convivencia del grupo LIberación en los años 80.

 

Las actividades del grupo son sesiones de terapia grupal. Teníamos cinco o seis sesiones diarias de hora y media. Tarde que temprano tantas experiencias, tantas palabras, que llega el momento y ahí tiene que ser así de intenso para que se te quede. Al mismo tiempo se va combinando con lo que le llamamos el apadrinamiento. El Chavo no quiere hablar, o sea, yo no quería hablar con nadie, me invitaban a conseguir un padrino. Yo decía, bueno, ¿qué les voy a contar? Pero a diferencia de otros lugares aquí el Padrino no se espera a que tú vayas a él, sino que el Padrino sabe que tú no vas a ir a él y él va a ti. Respeta mi libertad de no querer hablar, pero es hábil el Padrino para llegar a un punto donde haya empatía. Bueno, tengo mi padrino, lo escojo y voy, lo voy mezclando las juntas con el apadrinamiento. Es un método muy sencillo que consiste en hablar y escuchar. Y se va tomando conciencia en dónde estás, vas como despertando, vas como asimilando qué es lo que pasó en tu vida. Provocando tantas preguntas que ahora buscas y se te despierta la necesidad de poderlas responder. ¿Por qué te drogaste?, ¿en dónde te equivocaste? Por otro lado, ni siquiera tú eres culpable. O sea, no le eches la culpa a nadie. Nadie es culpable, pero sí, sí tienes que ser responsable y asumir, porque si no conoces y no te das cuenta, no vas a conocerlo. No vas a cambiar lo que no conoces. Este es el proceso de recuperación, que se dé en esto.

 

Padrino

 

Yo a mi Padrino lo escogí hasta el mes. La primera vez que hablé ante el grupo no nos dije más que puras babosadas. De hecho, no quería yo subir. Eso es algo también que hay que decirnos. Yo no quería subir. Yo dije, bueno, pues si no quiero, no me van a obligar. Dijo el moderador, no te preocupes, te esperamos tómate tu tiempo, hablamos lo que quieras, es más, subes y te bajas. No, gracias, mejor dale chance a otro. No hay otro, tú eres el único que tiene que subir, o sea. De nuevo me arrinconó. En otro lugar hubieran dicho, está bien, no quieres, adelante a ver, que pase otro, pero él no dejó de persuadirme hasta que yo subiera. Subí a la tribuna. ¿Qué les digo? Bueno, pues gracias. échenle ganas, y que me bajo. Y me aplaudieron y ese aplauso… y pues ahora hasta me aplauden. Pero así es la dinámica de los grupos.

 

Yo vivía cerca de la casa del grupo Liberación. Y aunque yo no salía, pero pues la casa es pequeña me asomaba por la puerta que da a la calle, como siempre, estaba abierta las 24 horas del día. Porque todo el día había sesiones, o sea, todo el día es todo el día, era un grupo que le llamaban de 24 horas. Había juntas en la madrugada. Al mismo tiempo las juntas de terapia grupal cumplen la función de ser una guardia que está esperando. No había horarios, hoy ya los tenemos, la norma exige que haya horarios de apertura y de cierre. Pero en ese tiempo era todo el día. En la madrugada podía llegar un chavo y no estaban durmiendo, estaban con las puertas abiertas celebrando la junta esperándolo y ahí le podían dar su bienvenida, que no le diera pretexto para no quedarse. Entonces a fue mi padrino me dijo. Me sugirió yo creo que te ayudaría mucho a que te fueras a un lugar distinto, o sea otro lugar. aquí te te mueve mucho la cercanía de tu casa.

Entonces mi padrino me sugiere que me vaya a un lugar que me va a ayudar mucho, porque la cercanía de mi casa puede perjudicarme, dice. Entonces a los pocos días hubo una invitación para venir a Puebla. El Grupo de Puebla, el Grupo Encuentro. Son grupos de la misma institución y trabajan bajo el mismo método, pero cada grupo va viviendo una realidad muy distinta. Mire a qué me refiero del Grupo Liberación: mire la casa de Encuentro 1, es una casa muy pequeña para una comunidad pequeña. Eres una caja diseñada como para unas 24 personas. No podemos meter más gente. En esos años, en 1993, el Grupo Liberación tenía una capacidad en su casa para unas 40 personas. Pero en este lugar había unas 160 personas, vivíamos en un hacinamiento tremendo. Nos dormíamos unos en el suelo, otros en literas, pero no de las comerciales, sino que habían hecho los muchachos, de cuatro pisos, muy sencillas, pero al mismo tiempo de un tamaño reducido La infraestructura de la casa era mínima, muy pequeña, un problemón para bañarse, un problemón para ir al sanitario. Pero todo eso abona al tema de valorar este espacio que hoy tenemos. Así lo asumo, como que fue formando una enseñanza de reflexionar y agradecerlo. Esta carencia te va a enseñar a que cuando hagas un alto para valorarlo, en consecuencia, puedas agradecerlo. Imagine así estábamos en Liberación, cuando llegué al Grupo Encuentro solamente había quince personas. ¿Sabes qué era lo que más nos dolía en el tema del hacinamiento para los que ya queríamos quedarnos? Sí, sí como que la parte estructural de la casa, aunque es importante, pero para nosotros, tarde que temprano, el ser humano se adapta a vivir en comunidad y en la carencia. O sea, esta capacidad de ser resiliente. Es una respuesta muy natural del ser humano. O sea, yo me adapté a vivir a la comunidad en cuestión de semanas. ¿Qué pasó? ¿La etapa de la nostalgia de la depresión? Pero dices, tengo que continuar porque además de todo, aquí estoy escuchando, soy arropado. Hay quien me da un apapacho en mi casa no lo tengo. Si comparo entre mi casa y lo que vivo en esa Comunidad, aquí me siento mejor.

 

Encuentro

 

Le hago caso a mi padrino y me voy a Puebla, me vine a Puebla. Y aquí, bueno, el grupo Encuentro, a diferencia de Liberación, era muy reducido, pero sabe qué era, insisto, qué era lo que más nos preocupaba a mí, ya como parte de la comunidad, que solamente había una tribuna para todos y entre más se reduce la oportunidad de hablar es mayor. Subir a la tribuna en el Grupo liberación, pese a que todo el día juntas, era una situación muy, muy privilegiada. Cuando yo llego a Puebla solo hay quince o veinte personas. De entrada, me pareció sensacional la idea, porque lo primero que noté es que aquí voy a subir en la tribuna diario, diario. Pero hay otro detalle, yo me fui a Puebla con la condición de que me voy por un mes, y que mis familiares van a ir por mí. Alguien me dijo, mira, te garantizamos que le avisamos a tu familia para que vaya por ti, pero lo que no te podemos garantizar es que vayan por ti, eso no está en nuestras manos. Dije, ah, qué canijos, ¿no? Pero bueno, está bien. Guardé la esperanza de que fueran por mí, y llegó el día de cumplir mis tres meses, no, pues nadie, nadie fue. Mis papás todo el tiempo trabajaba. Pero a los pocos días me los encontré en la celebración de los 10 años de Liberación. el grupo encuentro fue al festejo, y me los encontré en esa celebración. Mi mamá quería que ya me fueras a la casa que regresara. Pero mi padrino, como parte de su orientación me decía, Rolando, si te vas, tú eres libre de irte, pero no estás preparado, te falta muchísimo, yo te lo digo, pero si tú te quieres ir adelante. Yo decidí continuar, mi corazón estaba como partido. Por un lado, había algo que me decía regresa a tu casa, pero había algo en Puebla, continúe, y si cumples un año en el grupo pasas de ser usuario para volverte voluntario. Los compañeros no que nos obliguen, nos ponen, nos desafían a retomar estudios a trabajar. a integrarnos. Cuando cumplí un año pude haber regresado a la casa y retomar mis estudios, pero decidí continuar en el grupo Encuentro como voluntario.