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28 Septiembre 2024, Puebla, México.

Siete años.  En memoria de las víctimas de los sismos de 2017 y de los 43 / Ruty Amigón

Naturaleza y sociedad | Opinión | 25.SEP.2024

Siete años. En memoria de las víctimas de los sismos de 2017 y de los 43 / Ruty Amigón

Foto de portadilla: Escombros del templo de Santiago Caballero, Chila de la Sal, 19 sep 2017. (Cortesía).

 

El 18 de septiembre de 2017, hace siete años, con la preocupación a cuestas por los efectos del devastador terremoto ocurrido el siete de ese mes en Oaxaca, arquitectos y restauradores del Centro INAH Puebla, sosteníamos una reunión en uno de los salones del edificio que este ocupa en Los Fuertes, la cual conducía el director de entonces Antrop. Víctor Hugo Valencia Valera (VHVV). El objetivo era organizarnos para apoyar al INAH Oaxaca, en la realización del censo de daños al patrimonio en esa lastimada entidad.

            VHVV preguntó: “¿Quiénes están dispuestos a colaborar con Oaxaca?” Tres de los presentes alzamos la mano: La Arq. Guadalupe Gutiérrez, el Arq. Enrique Gámez y yo, dos mujeres y un hombre. Claramente desencantado, VHVV dijo: “Bueno, por ahora es voluntario”. La urgencia era tal que nos pidió viajar esa misma tarde. Mis compañeros aceptaron, sin embargo, para mí no fue posible y me preparé para salir al día siguiente.

            Aquel 19 de septiembre, a la una de la tarde, jalaba el cierre de la mochila que yacía sobre la cama de mi habitación y me disponía a pedir un taxi que me llevara a la terminal de autobuses. Pero me lo impidió un repentino, intenso y ruidoso traqueteo que provenía del suelo, como si grandes rocas chocaran entre sí. Nunca experimenté esto en otro sismo. Todo a mi alrededor se movía, muros lámparas, muebles, todo. De inmediato busqué salir y con mucha dificultad bajé las escaleras, porque no podía mantener el equilibrio. Sentía que me levantaban con todo y casa, sin embargo, finalmente logré alcanzar la puerta.

            Las comunicaciones no tardaron en restablecerse y comenzó a fluir la información. La magnitud de los daños en los bienes culturales y vivienda era tremenda. El epicentro del sismo fue en la Mixteca poblana, muy cerca de Chiautla de Tapia, mi tierra. Al día siguiente, ya en las oficinas del INAH, supe que mis dos compañeros habían salido para Oaxaca el 19, pero el 20 ya estaban de regreso. Ese incidente de la naturaleza, nos conmocionó al extremo y a muchos nos marcó de por vida. Para el patrimonio la situación se volvería más crítica debido a la incapacidad del equipo de directivos del INAH, para coordinar todos los aspectos del resarcimiento de daños, titánica tarea que pronto rebasaría a la institución.

            Con una incipiente organización, iniciamos el censo de los daños y muy pronto las obras, bajo la guía de un improvisado “programa” en el cual predominaron y continúa habiendo desorden e irregularidades. Los funcionarios del INAH pronto nos agobiaron con tareas administrativas propias de la obra pública, que no son nuestra materia, lo cual repercutió en la supervisión de los trabajos de intervención y atención a las comunidades.

En bien de la memoria no olvidemos que, desde finales de 2018 las obras comenzaron a estancarse, y permanecieron detenidas casi cuatro años. Durante ese lapso, el INAH implementó ciertas acciones, aunque selectivas e insuficientes todas (Fonden, Sedatu, etc.). Mientras, numerosas comunidades perdían la esperanza de recuperar sus templos y nosotros disminuíamos en autoridad y presencia en campo. En ese contexto, sin el menor recato, el instituto, usó la pandemia para justificar en medios la falta de avances.

A la fecha una de las secuelas del desorden, vicios y desatinos que predominaron por años en el resarcimiento de daños a cargo del INAH, es el reclamo de constructoras por impagos. Otra más es el aumento del descrédito ante la sociedad del país debido a ello, pero el director general insiste en afirmar que: “El INAH se encuentra en su mejor momento”.

 ¿Y qué esperar de un titular que, a la petición de recursos para solventar los fuertes gastos erogados en gasolina para los recorridos, dijo a sus administradores: “¡Sean creativos, compren huachicol!”. ¿Qué esperar del coordinador del “programa” a quien, al recordarle la necesidad de disponer de fondos para los gastos básicos gritó exaltado: “¡Busquen los recursos ustedes y si el narco los tiene, acudan con ellos!”

La llegada de AMLO a la presidencia de la república en 2018, nos hizo albergar el anhelo de cambios en el INAH, que favorecieran la reactivación de las obras y permitieran rectificar el rumbo de la institución. Sin embargo, el presidente concentró su atención en los grandes proyectos y fue hasta 2022 que lograron interesarlo en el resarcimiento de daños al patrimonio debido a los sismos. Habría recursos y en Puebla el gobierno del estado los aplicó en la mayor parte de los casos pendientes. Renació la esperanza y luego el desencanto ya que pronto afloraron los vicios: contrataciones simuladas, empresas sin experiencia en la restauración, presupuestos millonarios a inmuebles que solo les faltaban detalles etc. 

Además, Diego Prieto, escudado en el respaldo que dio a los polémicos proyectos del gobierno federal, lo cual augura su continuidad al frente de la institución, nunca aclaró, públicamente, el destino de los diversos recursos que recibió, para el resarcimiento de daños al patrimonio. Y mientras atiende sus intereses políticos, en la institución y en particular en el INAH Puebla, arrecia el acoso laboral y la violación a derechos laborales, humanos y constitucionales, así como las represalias, a quienes alzamos la voz, disentimos y cuestionamos la actuación de los directivos. Soy una víctima, entre tantas de esa política.

Conmemoremos este séptimo aniversario exigiendo que el INAH rectifique el rumbo para cumplir a cabalidad con su misión y funciones sustantivas. Conmemoremos sin olvidar que hay riesgos latentes en varios templos, debido a los vicios, omisiones e imprudencias en los que se incurrió en los proyectos así como en la ejecución y supervisión de los trabajos.

Otoño de 2024, Ruty Amigón