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27 Abril 2024, Puebla, México.

Exconvento agustino de Chiautla de Tapia, arquitectura, leyendas y sismo / Ruty Amigón

Cultura | Investigación | 6.ENE.2024

Exconvento agustino de Chiautla de Tapia, arquitectura, leyendas y sismo / Ruty Amigón

Primera de varias partes[1]

(Las fotografías que ilustran esta investigación son de la autora, salvo la portadilla, tomada por el arquitecto Pedro Soto en el año 2018)

 

Este exconvento tan poco conocido, actual parroquia de San Agustín Obispo, es un conjunto que los agustinos fundaron en torno a 1535 y administraron hasta el año de 1755, fecha en que pasó a manos de clérigos por decisión del monarca español. Tal edificación, fue uno de los reductos más lejanos de la ruta de fundaciones conventuales que desde la ciudad de México la Orden estableció con fines evangelizadores, durante el siglo dieciséis, en varias localidades de los actuales estados de Morelos y Puebla, hasta llegar al de Guerrero. Durante tal proceso construyeron templos de visita, que serían el núcleo de futuras localidades, en donde se concentró a la población indígena.[2]

 

 

Por otro lado, durante el virreinato, en sus anexos se estableció uno de los escasos hospitales para indios existentes en la región. Y un dato relevante para la historia de México es que José María Morelos y Mariano Antonio Tapia en diferentes momentos lo convirtieron en bastión de la lucha insurgente y enfrentaron ataques del ejército realista. Por igual lo hicieron las fuerzas de Emiliano Zapata durante la Revolución.

La Mixteca Baja de Puebla es de alta sismicidad. Numerosas edificaciones procedentes de distintas épocas albergan en sus muros evidencias de ello. Uno de los eventos sísmicos más fuertes, el terremoto ocurrido en agosto de 1711, llamado por entonces temblor de San Roque por el día en que aconteció, le causó daños severos y cuantiosos al convento de San Agustín, así como a otros templos de la zona y a muchas edificaciones civiles más; fracturó y derrumbó bóvedas, cúpulas, torres y muros, como ocurrió nuevamente el 19 de septiembre de 2017, más de trescientos años después.

Debido a las afectaciones causadas por el sismo de 1711 al convento de Chiautla, los frailes agustinos lo desalojaron y no volverían a ocuparlo. El claustro permaneció en ruinas por varias décadas ya que no lo reconstruyeron. En vez de ello erigieron viviendas austeras en los exteriores del conjunto, que techaron con zacate. Y según datos del archivo parroquial, en éstas habitaron los 44 años que transcurrieron entre ese terremoto y su salida definitiva de Chiautla.[3] Tal hecho mereció severas críticas por parte de Gabriel de Jesús Cerdeña, el tercero de los clérigos que les sucedieron y que estuvo a cargo de la parroquia de 1772 a 1779, quien al respecto escribió:

“…según me he informado en el año de mil setecientos once, en aquel temblor tan nombrado, con el estrepito y movimiento de él, quedaron lastimadas ó rajadas las bóvedas del convento, habitación de los religiosos, y éstos en vez de reparar sus ruinas dejaron la habitación e hicieron jacales o casas de zacate en donde vivieron el tiempo de cuarenta y tantos años dejando perder, por su desidia o mezquindad una tan hermosa fabrica …”

Sin embargo, sería hasta el último cuarto del siglo dieciocho, cuando los clérigos iniciaron la rehabilitación del inmueble, labor en la que destacó, no Gabriel de Jesús Cerdeña como se creería, sino el cura Juan Nicolás Cortez Casasola.

 

 

Emplazamiento y características arquitectónicas

 

El exconvento agustino de Chiautla de Tapia, antes Chiautla de la Sal, por la producción de ese mineral en este sitio y en Ocotlán que, por mucho tiempo estuvo bajo su jurisdicción (hoy en día pertenece al municipio de Chila de la Sal), se desplantó en la cima de una pequeña loma desde la cual se domina toda la población. A sus espaldas se levanta una imponente serranía que parece custodiar esta antigua edificación y es un espléndido remate visual que resalta su presencia. La irregularidad del terreno y las necesidades del proyecto, llevaron a recurrir en el sector poniente del predio a estructuras abovedadas, que dieron lugar a los espacios conocidos por generaciones como cuevas.

 

 

 

 

El conjunto se integra por un templo con orientación sur-norte (distinto a lo que establece la liturgia cristiana, oriente-poniente), bautisterio, sagrario y sacristía, además de claustro en dos niveles, organizado en torno a un patio cuadrado de 25 m por lado en promedio. El extenso atrio, que alguna vez tuvo capillas procesionales en las esquinas, cuenta con dos portadas. La principal da al norte y enlaza con la plaza pública, y la secundaria comunica por el oriente con una calle pública también.

 

 

La fábrica de casi todo el conjunto es de mampostería, asentada con mortero de cal/arena en el templo y de cal/tierra roja/arena en el claustro. El tipo de piedra es variado, aunque predomina la piedra bola. Los apoyos verticales consisten de muros, arcos y contrafuertes. Los entrepisos y cubiertas están resueltos con bóvedas y cúpulas de diferente geometría, sin embargo, predominan las de cañón corrido y de mampostería. Sólo en el templo la cubierta es una bóveda de ladrillo y cuenta en su interior con una bóveda tabicada de la que penden casi todas las molduras ornamentales, revestidas con oro de hoja, que fueron integradas durante las primeras décadas del siglo veinte.

Existen discrepancias acerca del momento en que el convento comenzó a edificarse y en el archivo parroquial no hay datos sobre ello. El templo y convento probablemente se concluyeron a mediados del siglo dieciséis, aunque el sagrario, antes capilla dedicada a San Sebastián, así como la sacristía, se reedificaron en el último cuarto del siglo dieciocho. La torre campanario se erigió por entonces también.

 

El claustro: problemática y recuerdos

 

La fisonomía del claustro chiauteco tiene la impronta de los conjuntos agustinos morelenses de la ruta en la que se inserta. Los frailes lo ubicaron al poniente del templo de inusual orientación sur norte. Sus espacios se organizan en dos niveles y en torno a un patio sensiblemente cuadrado de casi 25 m y presenta cuatro vanos en forma de arco de medio punto en cada lado, con esbeltos contrafuertes entre estos. El ambulatorio perimetral tiene crujías solo en sus lados poniente y norte. Sin embargo, hay evidencias de derrumbes los cuales permiten concluir que el edificio continuaba hacia los rumbos sur y poniente.

El ala poniente del claustro bajo alberga una crujía amplia, habilitada como auditorio desde antaño, probablemente destinada para el adoctrinamiento de la población en la fe católica. Detrás de su pequeño escenario se halla una estructura esbelta, semejante a una chimenea de gran tamaño, cuya función se ignora. El auditorio y el espacio inmediato, descansan sobre las bóvedas de dos de los sótanos, convertidos hasta 2021 en bodegas de objetos de uso ocasional y en guarida de murciélagos.

 

 

Durante años me resistí a la idea de que los muros de los corredores carecieran de ornamentación pictórica. Me costaba trabajo aceptarlo, sobre todo por tratarse de una edificación religiosa del siglo dieciséis en la cual las imágenes tuvieron un rol primordial en la conversión de la población indígena al catolicismo y porque los aplanados de yeso fueron trabajos provenientes del siglo veinte, impulsados por el clérigo de entonces, con buenas intenciones, pero desconocimiento del valor histórico, artístico y estético del patrimonio bajo su custodia. Aunque una buena parte de los murales debió destruirse por el terremoto de 1711 y también durante las décadas que estuvo el sitio en abandono.

 

 

En las fachadas del patio interior aún es posible observar delgadas líneas de rojo almagre entrecruzadas entre sí, a modo de grandes sillares. Asimismo, en la fachada principal, la cual mira al norte, bajo el aplanado actual se conservan restos de pintura con un diseño que figura una celosía formada con bandas anchas y con azulejos. Pero hay otras evidencias de que el claustro estuvo ornamentado en su interior con pintura mural.

Las numerosas calas estratigráficas a nivel de capas pictóricas, realizadas en 2018 como parte de las actividades previas a la intervención del claustro, para resarcir los daños causados por el terremoto del 19 de septiembre de 2017, con epicentro muy próximo a Chiautla de Tapia (como el breve pero intenso sismo del 7 de diciembre de 2023), descartaron la existencia de pintura mural. Pero insistimos, insistimos y meses después, la persistencia del restaurador Lorenzo García Bonilla nos llevó al hallazgo de tres pequeños segmentos, en el corredor sur de la planta alta, que remiten al siglo dieciséis o primeras décadas del siglo diecisiete cuando mucho. Aunado a ello, los trabajos de consolidación de aplanados en las fachadas del patio, dejaron a la vista algunas piedras con restos de motivos pictóricos en muros lo cual significa que la piedra producto del derrumbe de elementos constructivos, se recicló en la reconstrucción del inmueble.

 

 

Además, durante los trabajos de intervención de los sótanos y de las terrazas sobre los mismos (sobre esto versará la siguiente parte del presente texto), en la capa de arena bajo el adoquín, se halló un verdadero tesoro oculto entre ésta, consistente de pequeños fragmentos de aplanado con pintura mural, quizá producto de demoliciones o colapsos de algún espacio del conjunto. Esos hallazgos refuerzan el comentario del clérigo Gabriel de Jesús Cerdeña, a cargo de la parroquia de 1772 a 1779, acerca de la hermosura del exconvento. Acotación que hizo a finales de los años setenta del siglo XVIII, en el contexto de su crítica a los agustinos por no haber reparado el inmueble. Cerdeña, durante su estancia en Chiautla, conoció el estado de conservación en el cual estaba el exconvento por aquel entonces. Algunas personas mayores de la localidad, recuerdan que incluso por los años cincuenta del siglo veinte, había pintura mural en algunas partes del claustro bajo, pero es probable que se hayan perdido con la integración de los aplanados de yeso.

 

Por otra parte, la inconclusa reparación de los daños causados por el sismo del 19 de septiembre de 2017 a este exconvento, permitió develar secretos que permanecían ocultos: entre estos, la pequeña puerta y escalones empotrados en el muro del ambulatorio oriente, que media entre este y el templo. A través de este reducido balcón, los frailes podían vincularse con el altar del templo para atender diferentes oficios, como escuchar misa, orar, etc. aunque en una posición muy forzada. Otro descubrimiento fue que la distribución de los espacios, sobre todo los del claustro alto, era distinta a la que conocemos hoy en día. Asimismo, la forma de los vanos, sobre todo los que dan al exterior, era diferente Ya que su cerramiento era en forma de arco de medio punto, actualmente es recto.

Es importante insistir en que, la reparación de las afectaciones derivadas del sismo de septiembre de 2017 no concluyó ni en el templo ni tampoco en el claustro, el cual presenta problemas, favorecidos por la sismicidad de la región y las circunstancias del inmueble. Se trata de un desplome y deformación significativo de los muros en torno al patio interior, lo cual se acusa sobre todo en la planta alta y en los pretiles de las cubiertas. Tal situación la genera el empuje que las bóvedas ejercen sobre los muros, que no están contrarrestados en su totalidad. En todo ello actúa también el templo. Décadas atrás hubo intentos de atender el problema, uno de ellos fue el diafragma de concreto armado integrado en la bóveda del corredor sur. Otro, las vigas de concreto mediante los cuales se intentó anclar el muro de la fachada principal a los muros transversales. Tal problema no se atendió durante los trabajos recientes, ya que escapó a los alcances del programa, razón por la cual, este patrimonio podría estar en riesgo y colapsar en un futuro no muy lejano.

Resta comentar que, el criterio que normó las acciones de intervención, fue el de emplear materiales y técnicas compatibles con la fábrica antigua, tanto en su constitución como en escala, color y tipo de mamposteo. Ello lo facilitó el hecho de que los bancos de materiales básicos aún se encuentran en las inmediaciones de la población. Uno de ellos es la tierra roja, base del mortero empleado en toda la fábrica del exconvento, sus propiedades aglutinantes son excelentes y también es buena su resistencia a la compresión, lo cual se corroboró con estudios de laboratorio. Sin embargo, la cal se trajo de fuera, en piedra calcinada y en polvo, y se apagó y añejó en el sitio. Según datos del archivo parroquial, antiguamente, la cal se traía de la vecina población de Tlancualpicán, en donde sigue habiendo canteras. Pero hoy en día nadie quema piedra para producir cal. Quedan como testimonio de esa actividad algunos hornos artesanales.

 

El Encanto y otras historias

 

Los sótanos o cuevas, como los llama desde antaño la población chiauteca, son tres: dos se hallan en el lado poniente del claustro, bajo el auditorio ya referido y tienen un ancho promedio de cinco metros por diez y quince de fondo, además constan de varios espacios dispuestos en forma lineal. El tercer sótano se localiza en el lado sur del conjunto, bajo la sacristía, es de una sola habitación y mide seis metros de ancho por ocho de largo.

 

 

 

En torno a las cuevas, desde antaño se han tejido historias, que aún perviven en el imaginario de los chiautecos. Una de ellas es que mediante estos sitios se ingresa a El Encanto, un lugar paradisiaco cuyas puertas se abren cada año, en una fecha desconocida. Quien por fortuna o infortunio merodea por ahí el día en que El Encanto se abre, puede entrar, pero saldrá hasta el año siguiente, sin sentir el paso de los días mientras está en el interior. Durante ese lapso, los familiares del visitante, después de una infructuosa búsqueda desisten en su intento y suelen darlo por muerto.

Cuentan que hubo quienes lograron entrar y salir, y según ellos bajo el exconvento fluye un río, hay plantas con flores y frutos, y adentro no se siente hambre, ni frío, ni tampoco el abrazante calor propio de la región.[4] Se dice que hay manjares de todo tipo, además de joyas y objetos de oro en abundancia. Quienes entran pueden comer y tocar lo que deseen, pero nada se pueden llevar consigo, porque no saldrían jamás.

 

 

También se cuenta que por las cuevas se ingresaba a túneles que conectaban con el cerro de San José, una pequeña elevación menor a la del exconvento y próxima a este por el oriente. Las personas de más edad platican que durante los conflictos armados, ante la inminente llegada de los ejércitos, la gente del pueblo se escondía en estos sitios, en el intento de protegerse y evitar que los enrolaran en sus filas. Narran que, en las cuevas, durante los años de la Revolución, llevaban ahí a las muchachas para violarlas. Y aseguran que antaño, en las cuevas se celebraban misas a espaldas de las autoridades. Es posible que haya sido durante los años de la Guerra Cristera.

Durante la segunda mitad del siglo pasado, los sótanos eran el sitio de excursión predilecto para los estudiantes de primaria y secundaria del pueblo y también para las parejas de novios, por lo cual se les colocaron puertas. Aunque el cementerio que existía en el atrio también lo fue. Además, se dice que los agustinos escondieron sus tesoros en los sótanos, ya que no les dio tiempo llevarlos consigo por lo precipitado de su salida. Esa leyenda contribuyó para que los buscadores de tesoros abrieran un boquete en el fondo de uno de los espacios. Tal horadación permaneció hasta hace poco.

A raíz de la existencia de estas historias que han logrado pervivir hasta nuestros días, se despertó un gran interés entre la población cuando durante 2021 se difundió que “las cuevas” se estaban trabajando. En efecto, se intervinieron para reparar las afectaciones causadas por el terremoto de 2017. No está de más comentar que durante esos trabajos, no se encontró tesoro alguno (o no se notificó de ello), tan solo hubo un cúmulo de objetos de uso reciente, varios ya inservibles, guardados por las diferentes agrupaciones en torno a la iglesia y también había mucho guano de murciélagos.[5]

 

[1] La primera versión de este artículo, se publicó en el No. 212 de marzo/abril de 2023 de la revista Bulevar. 212.pdf - Google Drive.

[2] Peter Gerhard, Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1986, p.110. citado en Inventario del archivo parroquial de San Agustín Obispo, Chiautla, Puebla, Apoyo al Desarrollo de archivos y Bibliotecas de México, A.C., México, Adabi de México, A. C., 2008, pp. 11-14.

[3] Gerhard y otros comentan que, a raíz del terremoto de 1711, los agustinos abandonaron Chiautla por varios años. Sin embargo, en los documentos del archivo parroquial no hay evidencia de tal salida, sino de su permanencia en la población. Por tanto, la supuesta ausencia de los agustinos, parece tratarse solo de una confusión. Gerhard, op. cit. P 110.

[4] Relacionado con la creencia en el río subterráneo, hace pocos días conversé con una persona de mediana edad quien asegura que bajo el convento existe un pozo cuyas aguas no se agotan y la humedad del suelo tepetatoso en el centro de la población tiene que ver con las corrientes que alimentan ese pozo.

[5] Los trabajos de resarcimiento de daños en la parroquia y exconvento de San Agustín, en Chiautla de Tapia, fueron realizados con recursos del erario federal, en el marco del Programa Nacional de Reconstrucción, correspondiente al año 2021.