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16 Abril 2025, Puebla, México.

Los buenos mexicanos. ¿Qué nos pasó? ¿Dónde perdimos el rumbo? / Carlos Rodríguez Giacintti

Sociedad | Opinión | 20.DIC.2024

Los buenos mexicanos. ¿Qué nos pasó? ¿Dónde perdimos el rumbo? / Carlos Rodríguez Giacintti

 

Desde hace tiempo venimos escuchando que el pueblo mexicano es un pueblo bueno; que los mexicanos somos buenos. Cuando han sucedido grandes desastres, como el gran terremoto de 1985 y luego los fuertes temblores en 2017 y 2019, donde algunos grupos de ciudadanos se comportaron de manera ejemplar, ayudando de diversas maneras a los afectados por los sismos, hemos visto ejemplos de esos buenos mexicanos. También algunas agrupaciones y empresas no gubernamentales se distinguieron por ello en el pasado que hoy se aprecia lejano y ajeno a nuestra realidad. Ahora pareciera más bien que estamos viviendo la época del “gandalla”, de “el que no transa no avanza” o de “sálvese quien pueda”.

Los índices de criminalidad o, al menos, la sensación de inseguridad que vivimos los mexicanos ha aumentado de manera alarmante y, lo verdaderamente lastimoso, es que esos efectos se muestran con mayor crudeza en las clases menos favorecidas. Vemos que el cobro de “derecho de piso” está asolando a los micro y pequeños negocios por todo el país. Los robos a las casas, los asaltos a transeúntes y el robo de partes automotrices tiene una incidencia muy marcada en las colonias de clases baja y media baja; y, en muchos de estos casos (hay que señalarlo) son los mismos vecinos los que delinquen. Los robos en el Metro y en el transporte público en general son de todos los días; los asaltos a mano armada en las “combis” de servicio público donde los asaltantes, con lujo de violencia, despojan de sus celulares, sus mochilas y el poco dinero que llevan los usuarios son realmente vergonzosos, donde muy frecuentemente el botín del asalto es $500 u $800 pesos, además de los libros de algunos estudiantes de secundaria.

Más penosos e indignantes son los actos de rapiña en los frecuentes accidentes de transportes de carga, donde los habitantes de las zonas cercanas al accidente y muchos automovilistas que circulan por el lugar muestran su cara de delincuentes al robarse todo lo que pueden de la mercancía del transporte accidentado, en actos de vulgar rapiña, siendo, la mayoría de los casos, gente que no tiene mayores necesidades económicas pero que “aprovechan la oportunidad” de robar mercancía porque saben que no tendrá castigo para ellos.

También podemos mencionar los frecuentes problemas entre vecinos en algunas zonas rurales del país o los extremos casos de rapiña, de diversos tipos, en tragedias por eventos de la naturaleza, como el caso reciente del ciclón Otis en Acapulco, Guerrero, por ejemplo.

Si acaso hay buenos mexicanos, apreciamos que son muy pocos, cada vez menos y la evidencia nos muestra que, hoy día, el pueblo mexicano no es un pueblo bueno en su mayoría ¿Qué nos pasó? ¿Dónde perdimos el rumbo? ¿Dónde están esos “buenos” mexicanos de los que nos platicaban hace tiempo?

Al respecto, viene mucho al caso la intervención de Joan Manuel Serrat (Premio Princesa de Asturias de las Artes 2024) en la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias 2024, en Oviedo, España, el pasado 25 de octubre de 2024, de la cual cito algunos fragmentos: “…Como ven, soy un señor mayor tirando a viejo. Vengo de una larga posguerra y de una familia humilde que me dio lo mejor que podrán hallar en mí. En el camino azaroso fui encontrando las razones para seguir adelante y con el impulso de los sueños llegué hasta aquí. Soy una persona que se siente querida y respetada, a la que le gusta su oficio… Soy un hombre partidario de la vida. Prefiero los caminos a las fronteras, la razón a la fuerza y el instinto a la urbanidad. Soy un animal social y racional que necesita del hombre más allá de la tribu. Creo en la tolerancia. Creo en el respeto al derecho ajeno y el diálogo como la única manera de resolver los asuntos justamente. Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o no lo son. Tal vez por eso no me gusta el mundo en que vivimos, hostil, contaminado e insolidario donde los valores democráticos y morales han sido sustituidos por la avidez del mercado, donde todo tiene un precio. No me gusta ser testigo de atrocidades sin unánimes y contundentes respuestas. No me conformo al ver los sueños varados en la otra orilla del rio. ¿Cuándo llegará el tiempo de vendimiar los sueños?, me pregunto de mala gana, al ver partir a los amigos sin cosechar…”

Finalmente sostengo que una sociedad sin valores es una sociedad devaluada. Para reflexionar.