Ciudad de contrastes / Recuerdo de María Gabriela González

El centro de la ciudad de Puebla para mí era inmenso y, en contraste con que lo sentía muy grande, el ver los pasos tan diminutos que daban las palomas y ese movimiento que hacen con su cabeza, como si fuesen asintiendo; ese contraste recuerdo: la extensión tan grande y los movimientos tan diminutos de las palomas.

Puebla fue un contaste muy grande para mí, porque sentí como si fuera un despojo el que me hubiesen traído de Villahermosa a Puebla sin haberme consultado, habiendo dejado el sol, el calor, el barullo de la gente, y llegar a vivir a una casa realmente enorme, una casa porfiriana, que estaba muy cerca de Paseo Bravo. En las noches oíamos cómo los leones rugían y mis hermanos me decían que era el hombre lobo y a mí me daba mucho miedo; todo, todo en Puebla me parecía demasiado grande, lúgubre, con sonidos muy distintos a los que yo estaba acostumbrada; era todo como muy sensorial, no veía lo que estaba acostumbrada a ver siempre, no entendía el modo de hablar de la gente, como que mis sentidos se dolían de ya no estar percibiendo lo de antes. (polonoyola)