
Literatura |#555 | 2016-04-10 00:00:00
Vivir con epilepsia/El Puerto Libre de Ángeles Mastretta
Siempre volvía cargando un dolor que me aplastaba los ojos, como si la cabeza fuera un bola de acero a la que le hubieran inyectado un aire venenoso que la hacía crecer empujando desde adentro para ocuparlo todo. No sólo la cabeza, sino también los hombros, los brazos, el estómago, los pies.
Primero era ver a mis papás o a mi hermana y luego ponerme a llorar, porque sí, porque me moría de penas. De las dos penas: la de vergüenza y la de tristeza.
Yo había sido una niña dócil y alegre, no me gustaba incordiar, la pura palabra desacuerdo me asustaba. Y de repente, salidos de ninguna parte, aparecieron mis desmayos. Así se les llamó, en mi casa, durante mucho tiempo a lo que ahora se llama, si se nombra con naturalidad, crisis de epilepsia.
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Ilustración: Gonzalo Tassier